domingo, 30 de septiembre de 2018

CUANDO NADA SUCEDE

Morro de Gos
(Oropesa del Mar, Castellón)



MEMORIA


Se duerme el tiempo
cuando nada sucede.
Yo pienso en ti.


sábado, 29 de septiembre de 2018

LA GRIETA

Caligrafía
Fotografía de
Stock-Depositphotos


LA GRIETA

No haré sino escuchar ahora

WALT WHITMAN

   Con terco sosiego, inadvertida, la grieta se adquirió una mañana a la pared frontal del dormitorio. Cuando la descubrí era una mota negra, un poso de sombra. Poco a poco, su tamaño creció, hasta convertirse en una telaraña temblorosa. A través de sus hilos puede verse un paisaje cambiante que en los días ventosos deja en el dormitorio arenas y hojarascas, ramas leves, esquejes de rosales, amistades antiguas o el pulso adormecido de las horas.
   Sobre la pared, la grieta sigue aumentando el trazo irregular de sus renglones. Concede a mis sentidos la fugaz sensación de abarcar todo. Hoy no haré nada sino escuchar su voz.

(De Cuentos diminutos



viernes, 28 de septiembre de 2018

ROSARIO TRONCOSO. LA PIEL Y SU MEMORIA

La piel y su memoria
Rosario Troncoso
Edición de Gabriel Viñals
Colección Poética y Peatonal
www.ejemplarunico.com
Alzira, Valencia, 2018



EPIDERMIS Y TIEMPO


   Rosario Troncoso (Cádiz, 1978) es un solvente activo literario que prodiga aportaciones en la dirección editorial de Takara, en la coordinación de la revista El Ático de los gatos y en un quehacer creador que jalona entregas poéticas con un empeño regular y cercano. Es autora de los poemarios Huir de los domingosDelirios y mareasJuguetes de dios, El eje imaginario, Fondo de armarioTransparente y Nuestra orilla más salvaje, con una amplia muestra de su obra en revistas y antologías, como la recientemente editada, Eternidad provisional, en Wasabi.  Ahora ve la luz La piel y su memoria, en la colección Poética y peatonal, con una edición mínima. Sale acompañada de veinticinco obras pictóricas originales, firmadas por el artista plástico y editor Gabriel Viñals, sobre el efímero soporte de una prenda de vestir. Como escribe en su dedicatoria, con maravilloso trazo, la poeta, Gabriel Viñals “da color a las palabras del ensueño”.
   Tan original esfuerzo para destinatarios privilegiados, no olvida el elemento central del poemario: los textos, veinticinco poemas que constituyen una muestra actualizada y confidencial de quien percibe en la palabra poética un enlace luminoso que avanza por el itinerario biográfico. No digo que el poema sea un acta notarial de las vivencias diarias, sino que en los límites difusos del poema se integran las sensaciones y actitudes reflexivas de un sujeto lírico trasmutado en personaje, pero con el innegable aire de familia de su autora.
   El yo real está sometido a un temporalismo erosivo y así se manifiesta en su epidermis que se va convirtiendo en un certero mapa de erosiones y huellas. Lo recuerda el título que agrupa estos poemas, La piel y su memoria, y lo corroboran las precisas citas de Jorge Riechmann y Harold Norse que asocian existencia y consumación; y así se escucha en el rumor sosegado de los versos que exploran lo diario.
   Nada se escucha más que la voz interior, esas sílabas que abren la puerta al miedo, la tristeza, el azar del discurrir o la ternura. Sus trazos se escriben inadvertidos y rápidos, como si fuesen mínimas estelas que no tardarán en borrarse.
   Mucha poesía de Rosario Troncoso tiene un trasfondo autobiográfico. Habla de la niñez como paraíso perdido en el bosque oscuro del devenir, de la educación sentimental, de los fantasmas oníricos que cruzan por nuestra conciencia y salvan a lo diario de la monotonía y de esa erosión que acecha las pisadas del intimismo, como si las vivencias fuesen una secuencia reiterada que camina sin remisión hacia un espacio vacío. Los versos arrastran una notable carga emocional porque son reflexiones sobre el sinsentido de nuestros actos: “Ya deshabitados, somos almas fronterizas, leve hilo / de luz y de agua. Pétalos dispersos / en lluvia y precipicio.”
   La escritura se convierte a menudo en un acto de fe, habla de un pasado que no existe o de un tiempo sin desgarros donde las formas cobijaban como claros refugios con luz. Ahora todo se ha desvanecido en la memoria y solo aguarda la amanecida una extraña Penélope, que se cobija tras unas gafas oscuras. Se ha cansado de hilar y ya es una costumbre no esperar nada. Llega la conciencia de lo efímero, esa fragilidad que contiene el ala de los pájaros.
   La particular geografía poética de La piel y su memoria nos deja los pasos afectivos del discurrir biográfico, una senda repleta de diagonales e incertidumbres. Así se completa un camino transitado por los sentimientos en el que se encuentran las líneas de fuerza del ser; esas ideas, vivencias y palabras que generan las constantes vitales y nos pertenecen a todos.

  


jueves, 27 de septiembre de 2018

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ. AFORISMOS E IDEAS LÍRICAS

Aforismos e ideas líricas
Juan Ramón Jiménez
Edición de José Luis Morante
La Isla de Siltolá, Aforismos
Sevilla, 2018


Los aforismos de Juan Ramón Jiménez


  Juan Ramón Jiménez (Moguer, 1881- Puerto Rico, 1958) es una figura clave de la literatura española contemporánea. Sobre este autor tutelar se han prodigado los estudios sistemáticos, casi siempre nucleados en torno a la poesía y, en ocasiones, sobre las complejas dimensiones biográficas que no acaban de alejar algunas sombras: el desafío permanente a la vida social desde un aislamiento sombrío y huraño, la independencia estética, el afán perfeccionista  y esa imagen de escritor aséptico, poco enlazado con el convulso paréntesis histórico que le tocó vivir. 
   Todo lo concerniente a su producción aforística parece ocupar un segundo plano, aunque sea una pared básica del edificio alzado en el discurrir, como atestigua el ejemplar rescate realizado por el profesor Antonio Sánchez Zamarreño. Tras veinte años de esfuerzo investigador, el hispanista solventó algunos obstáculos básicos como la dispersión, la multiplicidad de versiones o la temática heterogénea para dejarnos una versión canónica de la aforística  de Juan Ramón. El libro Ideolojía, volumen cuarto del corpus completo Metamórfosis, explora un territorio esencial y sirve de introducción a otras antologías como las de Andrés Trapiello y Juan Varo que alumbran visiones parciales, ya que el escritor estuvo activo durante más de medio siglo haciendo de sus aforismos un elemento de continuidad entrelazado con su obra poética.
   Aforismos e ideas líricas selecciona entre el voluminoso despliegue lapidario –el mismo escritor cifraba en más de cincuenta mil sus textos breves- una muestra  fuerte, de más de ochocientos aforismos, una selección suficiente y capaz de recuperar una competente guía de argumentos repleta de inteligencia y sensibilidad creativa. Esa maduración coherente del trabajo aforístico se distribuye en seis tramos que aglutinan un fértil quehacer extendido en el tiempo entre 1897 y 1954. En él se perciben algunas influencias de base, desde los magisterios más tempranos de Kempis, Nietzsche, Marco Aurelio, Pascal o Chamfort, hasta los derivados de su formación en la Institución Libre de Enseñanza y los de contemporáneos como Antonio Machado y Miguel de Unamuno.
  La exploración argumental es ecléctica. La perspectiva creadora evoluciona o rehabilita intereses, pero siempre se caracteriza por una relación intensa entre existencia y labor literaria. Concede a su enfoque una fuerte dimensión ética impregnada de pensamiento filosófico. Para Juan Ramón Jiménez la perfección no es un concepto abstracto sino un camino que recorre con fervor interminable hacia la plenitud: “Pensemos más con las manos”, escribió en uno de sus aforismos, como si en él la provisionalidad no tuviese sosiego y necesitase estar sometida a la inquietud y a la perenne revisión. Hechizado por la perfección, buscaba el equilibrio total de la obra, el anhelo de lo completo.
   
    

miércoles, 26 de septiembre de 2018

LABORES DE PODA

labores de poda
(Secuoya, internet)



LABORES DE PODA

El hielo presentía la hoguera,
La muerte venteó la juventud.

PERE GIMFERRER

   Aplicó su indeleble afán corrector en la poda de un árbol gigante. Afanoso, lo convirtió en arbusto. Reiteró su actitud al día siguiente y logró que la silueta arbustiva mudara en rama. Siguió cercenando aquel relieve hasta que tuvo la levedad difusa de un brote germinal. Desnudo y frágil, el frío de la noche  agostó la mínima resistencia.
 Salvo él, nadie se dio cuenta de aquel nacimiento en la nada. Su aridez buscó senda temprano, para proseguir el despojo en otro sitio.

(De Cuentos diminutos)






martes, 25 de septiembre de 2018

CON ESPACIOS EN BLANCO

pensamientos y estados sólidos
(Navadijos, Sierra de Gredos)
Fotografía de
José Luis Morante


CON ESPACIOS EN BLANCO

Para José Luis Trullo,
por su continuo apoyo al aforismo actual


Escribía aforismos; le gustaba patinar sobre zancos.

Voluntad continua para especializarse en el autorretrato. Pero no encontraba modelo.

En la consulta, frente al doctor, bajo los ojos. Confieso mi adicción. Una y otra vez recorro una llanura escrita.

Escribir es vencer miedos. La literatura es un acantilado que reclama el salto.

Mientras estoy en ella, la realidad es un espacio en blanco.

Para explicarme uso el silencio. Se entiende mejor.

La felicicidad atestigua demoliciones. Lo que pudo haber sido.

Enfermé de ausencia. Nunca estoy. Si vuelvo retorno amorfo e impreciso, como si me hubiese perdido en el camino.

Las máscaras niegan los estados sólidos; engañan cuando mienten, y cuando dicen la verdad.

Sobre el dintel de cada aforismo alerta un dictum preventivo: aquí hablar mucho cuesta caro.

(Aforismos inéditos)

lunes, 24 de septiembre de 2018

ESCRITURA NÓMADA

El silencio habitable
Fotografía de
Javier Cabañero Valencia



ESCRITURA NÓMADA

Estos días de un septiembre crepuscular dejan en mis ojos una insólita belleza de paisaje escocés. Es el recuerdo de un viaje preservado en fotografías. La mesa invita a disfrutar del primer día del otoño junto a un álbum. Ahora el lunes no supone regreso sino la constancia de un tiempo nuevo, hecho de libros y viajes. también de tareas literarias. Los folios se llenan con escrituras nómadas que recuerdan que escritor y quehacer creador viajan hacia ninguna parte. Somos derivas, sin balizas de localización.

Jerarquizo lo pendiente con un mínimo inventario de urgencias. Me quedo más tranquilo. Es un disfraz que oculta la inquietud y da confianza al barniz de las buenas intenciones. Debo acudir el jueves a una biblioteca madrileña y después a una emisora de radio. Las entrevistas mejores son aquellas que reiteran los esquemas de la conversación amistosa; los diálogos fuera de guión.

Apenas hay cobertura en la playa, aunque de cuando en cuando se define el efecto coral de internet. Sé que las redes digitales alojan un contra discurso de la inteligencia. Son círculos abiertos.

El móvil me permitió emplear la mensajería de urgencia para intercambiar incertidumbres y deseos. Pero me dejó la sensación de aceras sin recorrer, de esas pisadas que no abren senda sino que están ahí, aguardando, como esas piezas de ajedrez que no saben la casilla que deben ocupar.  

(Nuevos apuntes sobre lo real)





domingo, 23 de septiembre de 2018

SI ABRO LOS OJOS

A cielo abierto
Fotografía de
Javier Cabañero Valencia


SI ABRO LOS OJOS...

                                           Cuando busco mi existencia, no la busco en mí

                                                                                ANTONIO PORCHIA

Pienso en ti casi siempre.
Las otras veces, pienso en ti

                                (Fragmento)





sábado, 22 de septiembre de 2018

FUERA DE TEMPORADA

Soledad
(Playa de Cabanes, septiembre 2018)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana

FUERA DE TEMPORADA


Fuera de temporada también el mar parece frágil, cerrado por reformas.

A centímetros del rompiente, el poema se queda suspendido, ingrávido, sin palabras. De cuando en cuando, tose silencio.

Las olas tatuaron mis pupilas.

Minimalismo cromático. Todo es azul. Los aderezos playeros han desaparecido. No hay sombrillas, hamacas, cocodrilos neumáticos… Alguien me dice que están dormidos en supermercados chinos para un futuro reciclaje. Allí los catalogan y etiquetan para que no se pierda el sentido de la propiedad: turista A, turista B, turista C, turista H. No usan nombres propios; a los comerciantes chinos todos los turistas europeos les parecen iguales.

Sigo perdiendo oído, las confidencias marinas me llegan encriptadas. Modo avión.  

El mar nunca traspasa el umbral del olvido. Reconoce a quien mira. Pero establece una distancia íntima.

(Apuntes y aforismos, septiembre, 2018)



viernes, 21 de septiembre de 2018

JOAN MARGARIT. ARQUITECTURAS DE LA MEMORIA

Arquitecturas de la memoriaJoan Margarit
Edición, selección y estudio crítico de
José Luis Morante
Ediciones Cátedra, Letras Hispánicas
Madrid, 2006
 LO VIVIDO


   Conviene recordar al adentrarse en la edición crítica Arquitecturas de la memoria que el poeta Joan Margarit, nacido en Sanaüja en 1938, compila en  El primer frío una producción textual que abarca tres décadas de un proceso creativo sometido a continua revisión. El inicio rescata la poesía de 1975 y llega hasta 1995  pero las variables respecto a la edición original  son tan numerosas que sugieren una explicación detallada. Aquel prólogo testifica que la voluntad de hacer poemas despierta en Tenerife, donde la familia se había instalado en 1954, inaugurando una etapa enriquecedora cuyas instantáneas serán rememoradas con frecuencia. Ya en Barcelona, Margarit se matricula en la escuela Superior de Arquitectura pero el deseo de un destino literario es tan intenso que abandona las aulas para incorporarse a un trabajo editorial. Sin embargo no se cumplen sus inquietudes y vuelve a la universidad donde concluye la carrera de Arquitectura, en la especialidad de Cálculo de estructuras.
  Su formación científica arropa el planteamiento mental con que se acerca al material poemático: “pienso que no es una coincidencia baladí que el Cálculo trate de lograr la máxima resistencia y estabilidad con el mínimo de material (en general acero y hormigón)  y que la poesía trate de decir el máximo con el mínimo de palabras: al igual que las matemáticas son las más exactas de las ciencias, la poesía es la más exacta de las letras”.
  El trayecto arranca en Crónica, libro en castellano del que se recuperan varias composiciones reescritas, con lo que la etapa en esa lengua queda prácticamente abolida. Después de cinco años el autor regresa a la poesía utilizando el idioma vernáculo. Firma una decena de títulos y cosecha abundantes premios que lo convierten en protagonista relevante. También este segundo tramo ha sufrido un reajuste severo; del mismo se incluyen treinta y seis poemas bajo la denominación Restos de aquel naufragio.
  Será el poemario Luz de lluvia el que inaugure la etapa en la que el poeta reconoce plenamente la voz y en la que se integrarán Edad roja, Los motivos del lobo y Aguafuertes. El aserto “El primer frío” figura en esta entrega en una composición que tiene como hilo argumental un debate entre arte y vida que es, en último término, uno de los ejes orbitales de Joan Margarit.
   Bajo el supuesto estético de que el poema debe modelar un interior habitable, hay una estricta concordancia entre el yo existencial y el sujeto poético: la palabra da fe de lo vivido; utiliza el pasado como sustrato temático para que afloren los indicios de una realidad vital. El cúmulo de experiencias da paso a una meditación en la que predomina el sentimiento elegíaco y la certeza de una temporalidad ineludible que condiciona las distancias entre lo subjetivo y la otredad.
   La escritura, como cualquier cosmovisión singular, cimenta un conjunto de obsesiones que se expanden mediante variables; recurre a la clarividencia del matiz. En la exposición de la intimidad hay unos cuantos personajes referenciales: Raquel, Joana, Tío Luis…cada uno cumple una función emancipadora del aporte sentimental del yo poético. Raquel – o Mariona- es la culminación de lo amoroso, el erotismo y la plenitud de una convivencia que no está libre del envejecimiento pero que ha proporcionado al yo un asidero. Joana – la hija minusválida- es en su fragilidad y en su condición vulnerable el detonante de un aprendizaje que no concluye, ni siquiera con su desaparición; connota el fondo de invierno del dolor, el rostro de una belleza profunda y desconocida, la cercana presencia de la muerte. Tío Luis participó en la batalla del Ebro y tuvo un comportamiento heroico salvando a uno de sus compañeros; en la amarilla grisura  de la posguerra, es la figura en la que lo ideal encuentra sitio cuando el proceso de resignación y la renuncia a cualquier utopía parecen haber desvanecido la posibilidad de una causa. Tío Luis es la  ética que se resiste a claudicar
  En los poemarios representados en Arquitecturas de la memoria hay una confluencia de contenidos; se repiten temas: la indagación en los aspectos biográficos y las travesías de la memoria, las sombras de espacios interiores como el vacío, las pérdidas o el cansancio, la música, el mar, los viajes, o la ciudad. Dentro de cada motivo lo simbólico sale reforzado. La música se asocia con frecuencia a un tipo concreto de melodía: el jazz, la individualidad de sus intérpretes, el marco peculiar de las veladas en el que era posible hallar un  refugio a trasmano de la inercia diaria. Lo mismo sucede con la ciudad aunque es Barcelona –son frecuentes las localizaciones populares- el espacio urbano es sobre todo la descripción de estados anímicos asociados al transitar diario.
   Desde una lucidez que objetiva la emoción, se busca una expresión precisa, alejada del hermetismo, que se decanta por lo coloquial y que propende a lo narrativo con una cuidada secuenciación rítmica en la que no hay cambios bruscos. Arquitecturas de la memoria nos da la versión definitiva de un discurso poético que busca su razón de ser en  dejar trazos de una identidad articulada en días sin retorno. La fugacidad, esa sencilla estela que precede al olvido y anticipa la despedida general, habrá permanecido inalterable. Recostada en el papel, la palabra expresa un instante concreto que convierte al poema en una huella.



                                                                                  JOSÉ LUIS MORANTE 



jueves, 20 de septiembre de 2018

ANTONIO AGUILAR RODRÍGUEZ. CANCIONES PARA EL DÍA DE DESPUÉS

Canciones para el día de después
Antonio Aguilar Rodríguez
Huerga & Fierro Editores
La Rama Dorada
Madrid, 2018
JARDÍN DE INVIERNO

  Precediendo a los poemas de canciones para el día de después, Antonio Aguilar Rodríguez deja una introducción aclaratoria del hecho concreto que sirve como detonante escritural. Si es cierto que los poemas deben ser autónomos y adquirir pleno sentido desde sus versos, el enfoque y la sensibilidad que impulsa su recorrido es un dato necesario para que su semántica adquiera un perfil completo. Hay otra cuestión previa que llama la atención en el título: la expresión el día de después, aunque singulariza el día y subraya cuándo, crea un uso preposicional cacofónico en la lectura; se hubiese podido soslayar, sin variantes significativas con el aserto el día después que tiene magma afín, si se me permite el matiz.     
  La razón de escritura se expone son lúcida convicción: “Es un poemario que muestra la búsqueda, no la reconstrucción del yo, más bien, el descubrimiento, la aceptación. Habrá quien lo lea en clave biográfica, intentando reconocer aquí y allá hechos que ya no existen y que perfectamente podrían no haber existido, pero esa parte, la de la lectura ya escapa también a mis palabras”.
   La sección inicial, “Canciones” compila dos apartados en los que es habitual el uso del poema breve y una dicción figurativa en la que se insertan algunos referentes culturales. El primer paso vislumbra una amanecida nocturnal, una actitud de espera que se enuncia con el tono a media distancia del narrador: “Se levantó y apenas hizo ruido. / Arrastró su maleta hasta la puerta. / Un tropel de caballos negros cercenó / la luz de la mañana”. Es el instante que precede al viaje, pero en su enunciado el itinerario a cumplir no sugiere una estela luminosa en la que germine la esperanza sino un gesto casi nocturnal que abre la inquietud y el desasosiego. Algo se rompe y en esa narración de un hecho luctuoso es necesario el verbo objetivo, no la implicación íntima de quien sufre el desgarro sino la palabra del testigo que ignora las razones o que solo conoce una parte de la verdad.
   Es un tiempo de intimidad en el que el discurrir contiene un tacto frío; hay que desplegar un mapa nuevo que contiene la cartografía del ahora y en el que se diluyen los relieves del pasado. Hay que sembrar un punto de luz nuevo que señale la senda de regreso. El abandono abre un tiempo extraño en el que se ha malogrado la cosecha común del fruto compartido; ahora todo es erial y páramo en el que nada crece. Solo quedan las palabras para gemir esa canción del día después, que dictamine esa tragedia íntima de quien explora el dolor solitario.
  Pero la ausencia y la separación tienen rostros bifrontes, y el segundo momento de estas canciones sigue el rastro afectivo del otro. Como si fuesen las desperdigadas notas de una canción, las señales de paso se suceden. En ellas se esconde la incertidumbre, pero también el perdón y la posibilidad del regreso para protegerse del frío. La mirada parece descubrir si es posible la inflexión, si puede cobijarse entre las sombras algún hilo de luz. Al cabo, “La esperanza no tiene otras premisas: / nace como una flor, / como una flor se pudre”. Pero el yo ya es otro y no es posible revertir esa mutación, recuperar la casa, la identidad primigenia, la cadencia de las mismas palabras.
   Antonio Aguilar Rodríguez encuentra en el poemario de Anne Carson La belleza del marido: un ensayo narrativo en 29 tangos (Lumen, 2003) un recorrido paralelo sobre el desmoronamiento de la convivencia y sobre las cicatrices sin cerrar. El estar juntos es un tango solemne que ha de bailarse hasta el final, hasta que concluye el desgarro de la melodía y el cansancio se posa en cada movimiento. El íntimo refugio del afecto se ha convertido en solar donde duerme el derrumbe, como arqueología del pasado que no encuentra sitio en el ahora. Y así se ponen amarillos los calendarios, para dar fe de vida de una década que ha convertido la herida en un recuerdo: “En la reconstrucción / de los hechos – la tiza sobre el cielo raso- / no halló los trozos de esta nada, / ya tan solo hubo reconocimiento”
   Recordar genera expectación y sentencia, el deseo de cerrar el círculo y seguir caminado en línea recta. No hay ajustes de cuentas sobre el dolor del corazón, solo palabras que dan voz a una historia, que ponen la quietud de una verdad: para vivir es necesario asomarse al abismo muchas veces.   



miércoles, 19 de septiembre de 2018

CASA VACÍA

Conversaciones sin voz
Archivo general de internet



CASA VACÍA

No, no entro. Porque si entro no hay nadie

ANTONIO PORCHIA

Para
 Gloria Sánchez Linares
porque su voz sonríe

   En esta casa ya no vive nadie pero están todos los moradores que ocuparon sus habitaciones. Escucho su fisiología desperdigada en pasos, susurros, toses o gemidos. De cuando en cuando callan, como si se hubiesen mudado por unas horas a otro lugar. 
   Siempre regresan. Esta noche olvidaron cerrar la puerta de la entrada y apagar luces. Alguien me despertó. No supe qué decir; me siento extraño ocupando una casa vacía. Ellos me reconfortan y justifican mi presencia: “alguien debe soñarlos”.

(De Cuentos diminutos)




martes, 18 de septiembre de 2018

JOSÉ ALCARAZ. VINO PARA LOS NÁUFRAGOS

Vino para los náufragos
José Alcaraz
XI Premio de Poesía Antonio Gala
Ayto de Alhaurin El Grande
Ediciones Alhulia
Salobreña, Granada, 2018
NAVEGACIONES DEL YO


   Desde 2014, José Alcaraz (Cartagena, 1983) ha sabido armonizar la dirección de la editorial Balduque, en colaboración con María del Pilar García, con la praxis literaria poética. Su trayecto integra los títulos La tabla del uno, Edición anotada de la tristeza, Un sí a nada y el libro ganador del Premio Antonio Gala Vino para los náufragos.
   Dos sustantivos parónimos, vals y Walt, sirven al poeta para un texto de apertura en el que germinan algunas incisiones críticas relevantes. Alcaraz es un poeta intimista, que toma lo contingente como material de uso, para articular un poemario reflexivo, que enfoca el entorno circundante. De este modo, el hermoso título puede contener dos referentes: el que inspira el aserto es un verso del poeta impresor Manuel Altolaguirre, extraído de un párrafo autobiográfico; y la nota de autor vuelca el marbete en lo afectivo al dedicar esta compilación de poemas al abuelo, maestro vidriero, fallecido hace solo unos meses.
   José Alcaraz dispone su libro en tramos asimétricos que mezclan poemas más largos con esquemas formales muy breves. Esa libertad compositiva casi siempre comparte el verso libre y la autonomía argumental. Así, en el primer apartado, un único poema recorre al verso dilatado de Whitman para entonar una vitalista cadencia musical, “con más sentimientos que teorías”. Queda así un claro homenaje a la luminosa voz celebratoria del poeta de Hojas de Hierba. El verso se transforma en esbozo de vida, se ramifica, marca un contexto, deja sitio al despliegue verbal para mostrar un rostro curtido por los días, que se cierra con un guiño irónico, como si fuese el cierre de un soneto infinito que requiere la benevolente cuenta del lector: Contad si son… y está hecho”.
   El avance del libro no pierde el tono confesional, esa intrahistoria subjetiva que requiere evocación y memoria, que acerca los figurantes principales del drama vital hasta el pensamiento para retener una felicidad frágil, gastada por el discurrir. Lo cotidiano se hace una épica de gestos, como si la existencia prodigara rincones para dejar asombro. El recuerdo se hace senda, dispersa una claridad luminosa.
   Más allá de lo emotivo, en el poema también hay una continua cristalización de la senda metaliteraria. Escribir es buscar, hacer de las palabras ángulos abiertos en cuyo deambular contruyen entramados de imágenes. Los poemas se hacen reflejos, equívocos contornos de una realidad en la que instaura el yo borrando diferencias entre el quehacer ajeno y las indagaciones personales. El poema se hace “Fe de erratas”: “No sé quién soy: quién estoy siendo. / No sé de dónde vengo: de dónde no vengo. / No adónde voy: adónde debo ir”. El poema, por tanto, es expresión del caminar, una manera de ir marcando en las aceras cotidianas las huellas leves de la voluntad.
   En Vino para los náufragos la implicación indagatoria también está presente en las secciones de cierre. En su andar pautado conviven pensamiento y experiencia, despliegue del paisaje y ese transitar interior que exige un continuo regreso. Quien pronuncia da voz a una identidad mudable. En ella se enquistaron las navegaciones del tiempo, las incesantes voces del naufragio.  



lunes, 17 de septiembre de 2018

PIEDRA SOBRE PIEDRA (aforismos)

Canchales




PIEDRA SOBRE PIEDRA

Despiertas y estás ahí, o no.


El entorno demuestra que ser normal es un atrevimiento.


Lo sórdido desde la poesía se convierte en una etiqueta: realismo sucio.


Soy un escritor realista. Sueño mucho.


La puerta entre realismo y realidad es el lenguaje, un conserje imprevisible.


No hay frontera más infranqueable que la estupidez. Suma a diario piedra sobre piedra.


También en el afecto mantiene su vocación de austeridad.


Sensibilidad en carne viva.


La ignorancia asfixia la libertad de ser.



sábado, 15 de septiembre de 2018

PULSACIONES (POÉTICAS)

Pulsaciones
(Antología poética, 1990-2017)
José Luis Morante
Prólogo de Rosario Troncoso
Takara Editorial, Colección Wasabi
Sevilla, 2017



CARTOGRAFÍA DE LA MADUREZ


Envejecí de golpe y cayeron las piedras

                    OSWALDO FLORES

   El poeta de Aguilar de la Frontera Vicente Núñez, tan aficionado al sofisma, escribió: “Cualquier lectura de un texto es válida. Excepto la de su autor”. Es una afirmación contundente que en mi caso invita al desconcierto. Defiendo exactamente la postura contraria: “El poeta es el primer lector de su poesía. Conoce la raíz de cada verso y las observaciones particulares de su contingencia”. Como admiro la obra del cordobés, mi disentimiento busca de inmediato entre ambas opiniones polares un ecuador conceptual, un eje de simetría en el centro: “Cada lectura es válida en sí misma; aporta una respuesta más, un reflejo, una certidumbre”
Quien recorra los poemas de Pulsaciones percibirá que esta recopilación, respetuosa con la cronología editorial de mis libros, se apoya en unos pocos núcleos de fuerza. Recalca, con acierto, esta opción el prólogo de Rosario Troncoso, poeta y editora de la antología. La concepción existencial del sujeto poético muestra vínculos con el discurso de viva voz del tipo humano que protagoniza el andar biográfico. No hay despersonalización de la trayectoria vital; cultivo la dinámica continua de un aprendizaje que ha superado esa confrontación romántica entre escritura y vida. La identidad no es una aleación momentánea. Tampoco es un sendero lineal la expansión hacia el otro.
   Desde el título, las composiciones de Enemigo leal cobijan una ironía sutil que desaloja afirmaciones serias y literales; escribí ese libro en un momento de desencanto. En ese marco buscó sitio una relación social apelmazada que, poco a poco, fue encontrando su estación final. Quité sentimentalismo de aquella fractura afectiva y acepté que la amistad tiene una naturaleza efímera y tiende a diluirse en el tiempo.
   Me gusta pensar que el tipo humano que habita mis poemas se inserta en un paisaje cultural; forma parte de una tradición de valores que debe perdurar en la degradación. Abundan las composiciones que sondean la cualidad ética de la escritura. El poeta está inserto en un marco histórico y sus enunciados definen un paréntesis cronológico; adquieren, por ello, el carácter de una representación.
   Toda antología personal supone un deslizamiento de onda variable. En esta superficie de abarcable diversidad el motivo amoroso constituye un núcleo central. El amor es un cristal- transparente o con niebla- que deja a descubierto el lenguaje contradictorio de la realidad. Entre la plenitud y la ausencia han ido escribiéndose  los poemas de la noche en blanco y Ninguna parte.
   Los poemas finales acogen una poesía de madurez que tiene un carácter más intimista y simbólico. Ellos ponen materia a un ideario estético que no es sino un puñado de certezas con límites difusos. Mis poemas hablan de mí; son textos domésticos, si los dejo en la calle vuelven solos a casa. Buscan sitio en el lugar de siempre, ese rincón llamado yo.


viernes, 14 de septiembre de 2018

EL SECUESTRO

Desde dentro
Imagen de
José Luis Morante


EL SECUESTRO

Lo que está en ti dormido
es lo que no te deja dormir

FRANCISCO FERRERO

  La continua asimetría de cambios y un entorno vocero diluyó alegrías y generó en su estar un miedo endémico. Para preservar la propia identidad construyó, en alguna parte de la casa, una habitación del pánico. Pronto, se instaló allí; se convirtió en un yo sin territorio. A diario mantenía la forma física con algunos ejercicios. Después consumía el tiempo sobre la cama, intentando entender las razones de aquel secuestro. Ahora, desde dentro, vislumbra la calle. Comienza a sonreír. Prepara con paciencia un plan de fuga.

(De Cuentos diminutos)





jueves, 13 de septiembre de 2018

MONTSE ORDÓÑEZ. LA ORILLA DE LOS NADIE

La orilla de los nadie
Montse Ordóñez
Imagen de cubierta:
David Pujadó
Promarex Ediciones
Barcelona, 2018


DESDE LA ORILLA


   En estos tiempos de ecosistemas digitales, cuajados de individualismo y asepsia cultural, Montse Ordóñez (Barcelona, 1974) mantiene un continuo laboreo intelectual. Impulsa el quehacer de artistas plásticos cubanos, fomenta enlaces entre estrategias creadoras como fotografía y expresión literaria, coordina talleres y sellos editoriales como Ediciones Cumbres, y apoya algunos proyectos escénicos. Un activismo que no anula su vocación poética, adelantada en publicaciones de estados Unidos, Chile y España, que ahora deja en las librerías el poemario La orilla de nadie. La colección de poemas se presenta con cubierta del fotógrafo David Pujadó y contiene un contundente paratexto prologal en citas de Lou Andreas Salomé, Thomas Bernhard y Chantal Maillard; son sensibilidades literarias que optan por la singularidad frente al gregarismo y por enfocar la realidad con un incisivo sentido crítico.
   El título La orilla de los nadie concede sitio a los que recorren las transitadas aceras de la inexistencia. Abre una lógica enunciativa donde se insertan todos los apartados del poemario, que comparten en su denominación despojamiento formal y un significado de ambiente o localización. El primero, “Orilla” sale a descubierta con un texto en prosa que glosa la intemperie. Estar es permanecer abocado a un temporalismo finito; las identidades se diluyen para hacerse, primero, memoria y evocación y, después, disolución y olvido.
  El poema homónimo, “La orilla de los nadie” puede servir como clave argumental de la sensibilidad que impulsa las composiciones. El trayecto vivencial es un devenir de ciclos crepusculares. Su cumplimiento deja en la retina un espesor de miedos y derrumbes.
  Este estar erosivo infecta también la epidermis de los sentimientos. Las presencias cercanas que un día fueron cobijo y ternura se hacen un día senectud e intemperie. Así se va encogiendo el ánimo para dibujar sobre las cosas un velo de grisura. En esta cronología agónica, ¿es todavía posible la esperanza? En el poema “Balada triste de poeta”, del apartado “Margen” deja en la estela de los días unos hilos de luz: “…No todo está perdido, queda el movimiento de las hojas de los árboles, un atisbo de locura y algún verso de poeta”. Tomar conciencia de la desolación humaniza al sujeto poético, le hace más cercano, como acerca al lector la existencia de una voz intimista y cordial, que rechaza el hermetismo o la senda experimental, para dejar en los versos un aporte testimonial de lo vivido, aunque ese vivir tenga a veces la sensación de habitar un tiempo extraño, e impulsado por sensaciones que hieren la piel.
   Desde ese horizonte sin brújula que crea en el caminante la sensación de deriva, la palabra se convierte en enunciado del desconcierto, hace inventario de un estar laboral que va minando sueños y que va consumiendo el propio territorio personal hasta ocupar los límites. Respirar se hace entonces una metáfora de la negación, esa meta última del confín.
   La vida oferta una pluralidad de miradores, es una encrucijada de caminos y hay que optar por una única travesía: la que conduce al equilibrio, la que encalla en la orilla un territorio personal saturado de signos que nunca renuncia a la amanecida de mañana.



      

miércoles, 12 de septiembre de 2018

FACHADAS Y REFLEJOS

Sobre el cristal
(Londres, 2010)
Fotografía de
Javier Cabañero Valencia


REFLEJOS


Soy permanente
sucesión de mí mismo.
Tiempo borrado.

                                     (Del cuaderno Nubes)


martes, 11 de septiembre de 2018

ZOOLOGÍA ABISAL

Anémonas
Observatori Astronòmic
UV-NASA


ZOOLOGÍA ABISAL

Es recomendable permanecer muy quietos,
inmóviles, para empezar a viajar 

RAFAEL ARGULLOL

   En la oscura inmovilidad del trasfondo, una misma savia sostiene el impulso de las anémonas abisales. Seducidas por la metáfora del viaje, en su quietud, sueñan cada noche descubrir la superficie; un despertar convertidas en peces voladores.

(De Cuentos diminutos)



lunes, 10 de septiembre de 2018

J. M. COETZEE. SIETE CUENTOS MORALES

Siete cuentos morales
J. M. Coetzee
Traducción de
Elena Marengo
Literatura Ramdom House
El Hilo de Aruiadna
Buenos Aires, 2018



MIRADA CREPUSCULAR


   Hay personajes ficcionales que adquieren un perfil tan real en sus apariciones que amplían su espacio literario y exploran otros tramos argumentales. El Premio Nobel J. M. Coetzee publicó en 2003 la novela Elizabeth Costello. Alentaba una ficción narrativa ocupada en primer plano por una escritora anciana, de extrema lucidez intelectual, con un carácter nómada y dispuesto a exponer sin censuras sus pensamientos sobre los animales, cuyos derechos reivindica continuamente; pero sus intereses integran también otros núcleos discursivos como el sexo, la nutrición vegetariana, los desajustes sociales o las preocupaciones profesionales de la escritura. Elizabeth Costello había aparecido por primera vez en La vida de los animales, libro editado en el cierre de siglo; y más tarde en la novela Hombre lento, aparecida en 2005.
  En Siete cuentos morales J. M. Coetzee da un nuevo impulso al personaje para sondear los desajustes de nuestro tiempo en el tramo final de la existencia. Como si plantease una entrega ética, que no oculta su finalidad didáctica, el autor pone en boca de la escritura reflexiones y claves que definen una sociedad a la intemperie.
   El primer relato, fechado en 2017, sorprende por su levedad argumental; solo un apunte sobre el miedo que siente una mujer al acercarse cada día a una verja custodiada por un perro guardián, Una y otra vez siente la misma humillación aflorando en su dermis y aunque intenta hablar con los dueños nada cambia, salvo su modo de mirar el problema; el odio que el perro siente ante su presencia es ahora el mismo odio que ella siente por la ferocidad animal.
   Los libros de relatos suelen componer mosaicos temáticos con piezas sin conexión aparente; por ello “Una historia” recrea una infidelidad amorosa y el afán de normalidad de una rutina doméstica que apenas deja huellas en los afectos. La mujer implicada en esa infidelidad solo siente en cada cita amorosa una culminación del deseo, un placer exento de cualquier consecuencia moral, como si la situación fuera del matrimonio fuera un elemento virtual, un espejismo del cuerpo que deja en sus ojos un destello de alegría permanente. No siente ningún gesto perverso en su actitud, solo la dicha de saberse amada por dos hombres distintos y la posibilidad de dar a cada uno lo mejor de su belleza.
   Solo a partir del tercer cuento aparece de forma expresa Elizabeth Costello; en “Vanidad” la familia se reúne para conmemorar el sesenta y cinco cumpleaños materno. El afecto de todos añade una sombra de sospecha cuando advierten en la protagonista cambios pintorescos en el arreglo y actitudes poco asimilables desde lo previsible. Son solo gestos de autonomía de quien quiere preservar en el tiempo su forma de estar ante el mundo. También en el cuarto relato, “Una mujer que envejece”   retorna su carácter solitario y su reivindicación de una independencia vital en la senectud, cuando la mirada crepuscular se acrecienta y debe elegir entre el proteccionismo filial o la autonomía existencial que aprenda a caminar sin prisas hasta la última costa. No quiere visualizar un futuro tenebroso sino seguir caminado por la senda de la coherencia, con idéntico modo de pensar y sentir.
    El proceso de senectud y derrumbe de la escritora también se palpa en los restantes cuentos. La madre elige una libertad de movimientos que no someta a sus hijos al quehacer piadoso de cuidar sus rarezas, pero los achaques se agrandan.  Eso explica la elección de una aldea castellana de la montana para vivir entre gente desconocida, que emplea su intelecto de forma distinta. El compromiso animalista de Elizabeth no admite la pasividad. Llena su casa de gastos semisalvajes y de un discapacitado rural que por su comportamiento exhibicionista vive alejado de la familia.
   También la última pieza del libro convierte a la identidad animal en núcleo enunciador a través de un relato bifurcado que mezcla apuntes ensayísticos, fragmentos autobiográficos y reflexiones del hijo ocupado en dar sentido a los papeles de la madre, antes de la pérdida del sentido racional de la escritura.
   J. M. Coetzee es un escritor plural. Ha adquirido resonancia internacional a través de sus novelas, pero sus cuentos –mínimos, depurados, exigentes y con interiores afines a los intereses nucleares del escritor- conforman mosaicos de compleja armonía. Seducen por su sobriedad y por mostrar las entrañas de una escritura crítica, que asegura sin paliativos que la realidad es un problema de lacerante irresolución, casi un laberinto hamletiano que casi nunca guarda sitio y hay que saber buscarlo. 




domingo, 9 de septiembre de 2018

ALGO DE VALOR

Grietas
Imagen:
Crack In Concrete  Wall Stock Photo



ALGO DE VALOR

Hay gente que se cree que todo
 lo que hace con cara seria es razonable

G. C. LICHTENBERG

   Había contagiado su existencia un insólito afán acumulativo. Vivía con la certeza de ser depositario de un derecho excluyente y privado. Todo le pertenecía. También al respirar, guardaba oxígeno y anhídrido carbónico.
   Murió pronto, pero no se redujo su voraz posesión. Ahora, la cara seria de su voluntad guarda, inane, un valor subterráneo, esa profunda grieta del vacío.

(De Cuentos diminutos)






sábado, 8 de septiembre de 2018

PUNTOS DE FUGA

Parque natural de Cabanes
(Mediterráneo, Castellón)


PUNTOS DE FUGA

                                                      El sueño que no se alimenta de sueño desaparece

                                                                                              ANTONIO PORCHIA
     

El horizonte
nos guarda lejanías;
puntos de fuga.





viernes, 7 de septiembre de 2018

ALGORITMOS CONTABLES

Fantasía
Imagen de
Mobtomas-WordPress.com

ALGORITMOS CONTABLES

El paraíso lo prefiero por el clima; el infierno, por la compañía

MARK TWAIN

   En internet, la amistad no pasa de ser un asunto numérico. A efectos contables, la máxima amistad es una suma de cinco mil, un todo exacto, una cifra final, como aquellos cien mil hijos de San Luis. Yo me voy acercando a ese balance colmado y el asunto me obliga a elegir bien a estos últimos compañeros de viaje con un mínimo proceso de valoración.
   Antes, hago sitio y despejo. Borro a todos los afectados por mudez digital; de ellos jamás supe nada, ni siquiera por qué llamaron a la puerta de madrugada. También despido con pañuelo al viento a los que sobredimensionan el emoticono, teniendo un idioma entero a su disposición.  Y ahora, que estoy en esa edad en la que ignoro “dónde habita el deseo”, quito silla también a las presencias que compiten en cuerpos al sol y musculatura hormonal; lo mío es un derrumbe crepuscular que sobrellevo entre páginas, con esperanza y sin convencimiento.
  Y sigo en el muro, caminando a solas, en el filo ominoso de algún algoritmo que nos borre y nos deje en la niebla con voz de margarita deshojada: “se ve, no se ve, se ve, no se ve...”. En este sueño de vanidad, con palmadas de aprobación y estima, no sé cómo será sentirse un proscrito virtual, una pelusa anónima que remonta el vuelo y se instala en un sitio invisible.
  Hay que saber decir: me da lo mismo; sigo en ruta, también por omisión.





jueves, 6 de septiembre de 2018

FELIX TRULL. LÍNEAS DE FLOTACIÓN

Líneas de flotación
Felix Trull
Imagen de cubierta:
acuarela del autor
Ediciones Libros al Albur
Sevilla, 2018


INTERFERENCIAS
  
   Felix Trull –heterónomo literario del editor José Luis Trullo- reúne en Líneas de flotación un compendio de trescientos textos breves. El título, sugerente y atinado, se inspira en una cita de Rafael Pérez Estrada que sirve de arranque a esta entrega aforística. Su avance aleatorio, como es norma en las entregas paremiológicas, no exime al volumen de crear con trazo firme el autorretrato de una sensibilidad insomne, que asume indagaciones e interferencias de una realidad desapacible con creciente vitalismo.
   Javier Recas, uno de los mejores investigadores de esta estrategia literaria, define al aforismo como un relámpago de lucidez, inspirándose en un pensamiento taoísta. Bajo esta sombrilla conceptual se refugian también el análisis plural y la hondura, aunque el paseo minimalista nunca pierda el aspecto sintético. Con este discurso estético los aforismos de Felix Trull sondean los aspectos de un tiempo vivencial sometido a continua disolución. El transcurrir encadena elementos, sensaciones introspectivas y percepciones. Recurre al lenguaje para enunciar consideraciones que recrean una modesta negación de lo efímero. No se trata de entender sino de encontrar, de hacer del aprendizaje un estar que libera de cualquier asepsia y convierte la calma en vislumbrar eufórico. Un esbozo significativo clarifica esta actitud del sujeto verbal: “Es una suerte que la vida me quede tan grande; eso me ahorra las apreturas que atenazan a los Espíritus Profundos y a las Altas Inteligencias, y me permite vagar de aquí para allá, soñando que soy una mariposa que sueña que es Felix Trull”. No exento de ironía, el apunte reivindica el deambular semántico del aforismo, no para adquirir una densidad metafísica en el pensar sino para borrar fronteras entre realidades y sueños, para crear una identidad renovada y leve, dispuesta a aceptar la textura mudable del discurrir vital.
   Me gusta el título, obliga a reconocer que la línea de flotación fundamenta su trazado en la intersección entre el casco del barco y la superficie removida del agua; del mismo modo, los aforismos de Felix Trull entrelazan un dualismo argumental que aproxima la identidad subjetiva del yo y el entorno social como emisor continuo de mensajes. Y entre los dos la tinta contemplativa del aforismo, descubriendo dimensiones que resultan complementarias en el tiempo.
  Los buenos aforismos mitigan su voz lapidaria para transformar las certezas en un puede ser matizado. En ese tono se formulan muchos enunciados aseverativos de Felix Trull. Algunos están llenos de extrañeza lírica: “Vivo con la ilusión de que todo es real, incluso tú, que nunca sabré si existes”; otros son coordenadas reflexivas que no desdeñan el relativismo de quien conoce: “No hemos venido a la vida a entenderlo todo, sino a gestionar lo incomprensible sin perecer en el intento”; “Quizás para ver bien haya que mirar menos”; “Postulo, frente al seco saber o el áspero ignorar, el húmedo y suave mantenerse en la duda”.
   Como testifica su labor editorial en Libros al Albur, Feliz Tull suma a la efervescencia del aforismo actual el expresivo aporte de Líneas de flotación. Sus esquejes regalan la fértil heredad de lo sencillo, ese lugar donde conviven tiempo y experiencia anecdótica. Desde los espacios abiertos del aforismo, escritor muestra una inclinación natural al cuestionamiento; hace de la duda una consigna, la tarea inmediata que sigue al despertar.