viernes, 31 de diciembre de 2021

CONTRA EL TIEMPO

Días escolares
(Años 60)
Fotografía
Archivo general de Internet 

 

CONTRA EL TIEMPO
 
 
Entre el asombro frágil
de un mudable escenario,
cuando niño tenía
la seriedad de luto de unas gafas de concha,
templanza en la sonrisa
y el flequillo uniforme
del día laborable.

En el llano gastado del pupitre
iniciaba abordaje
un revolar de páginas,
despliegues de raíces
sobre un papel manchado
cuya savia desdice la ceniza.
 
El tiempo con sus dedos de catástrofe
oxidó aquel aspecto.
Pero bajo la piel desangelada
del amargo presente
sigue firme
el ámbar del destello
que anticipa el incendio;
la soledad del hombre
que alza sueños a mano.

           (De Nadar en seco)



jueves, 30 de diciembre de 2021

EL ÚLTIMO SIEMPRE APAGA LA LUZ (Diario)

Complejo histórico de Ayutthaya, Thailand
Arroyo de los nenúfares
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana


 EL ÚLTIMO SIEMPRE APAGA LA LUZ 

Quienes pasan mucho tiempo solos
terminan teniendo un oído muy fino
 
DJUNA BARNES

  

  Con los que oímos mal, (Y cada vez peor, como es mi caso), se pueden mantener dos actitudes: esgrimir con la voz prepotente de la hartura el “que no te enteras”, “ya te lo he dicho”, “a ver…”, “yo no hablo a voces…” y dejar en el rostro la mugre entumecida de la estupidez; o sencillamente repetir de nuevo e improvisar una explicación, porque las palabras nunca necesitan agrandar carencias sino conformar rincones afectivos. Ambas conductas, más que erosionar en el ánimo de las cicatrices auditivas, definen a quien las esgrime. Los malos gestos son espejos fangosos de nuestra identidad. 

   Los contagios se suceden y esa es una de las cualidades de la nueva cepa vírica; su increíble propagación, aunque son menos dolosos sus efectos secundarios. Se hace verdad común que seguimos sin saber casi nada del virus, lo que lleva a la política autonómica y nacional a ser perpetuas improvisaciones. Ahí estamos; a ver qué pasa.

   Desde el cristal limpio de la responsabilidad individual también se puede colaborar al bien común: hay que seguir las recomendaciones del personal sanitario al pie de la letra. Son extraordinarios. Eso no coarta ninguna libertad individual; el negacionismo como ideología es desnudez mental. 

   No desiste a diario el sentido temblor de la ausencia. Los que faltan son un hueco que no desiste en mantener su sitio.

   Conjeturas aéreas de cirros, nimbos, cúmulos y estratos. El tiempo y su desolución de nubes afectivas. Vivir para contarlo, para apagar la luz si salgo el último.

(Diario) 


 


 

miércoles, 29 de diciembre de 2021

MARIO PÉREZ ANTOLÍN. CADA VEZ QUE MUERO

Cada vez que muero
Poesía reunida
Mario Pérez Antolín
Lastura Editorial
Colección Alcalima
Madrid, 2021


TRAYECTO CONTINUO


 
  En los últimos años, el largo camino aforístico de Mario Pérez Antolín (Stutgart, 1964) constituye un legado fuerte, definido como una de los enclaves centrales del laconismo filosófico. Los fragmentos literarios del escritor, asentado en Ávila, hilvanan una perspectiva de compromiso con la realidad, nacida desde la experiencia existencial y desde esa afinidad enérgica que impulsan campos del humanismo como la sociología, el pensar ético y el ecosistema político contemporáneo. Menos conocida para el lector común, la obra poética de Mario Pérez Antolín hacía necesario un balance escritural que ahora se asienta, tras el título Cada vez que muero (Poesía reunida) en la colección Alcalima de Lastura, que coordina y dirige la poeta Isabel Miguel.
   Sirven de pórtico a la cronología creadora del poeta, tres citas referenciales que aglutinan en sus autores el peso fuerte de la tradición. Son tres magisterios indeclinables: Blas de Otero, Fernando Pessoa y César Vallejo. Actúan como umbral de un extenso compendio textual que, desde el inicio, refuerzan la idea de complicidad entre las estrategias expresivas cultivadas por el escritor. La pulpa del poema se acerca al discurso fragmentado y en su venero argumental prevalecen la introspección indagatoria, el fragmento sociológico y la salpicadura ética. No son rasgos únicos; la poesía reunida permite conocer un material muy rico de estratos, donde se entremezclan memoria y evocación, las tensas vibraciones que generan lirismo, pensamiento y filosofía al definir temas universales como el amor, el deseo o la muerte: “Nadie podrá decirme ahora / quién fui o quién no he sido, / pues nadie sabe dónde están / los límites de la vida / y, menos, su sentido “.
  Mario Pérez Antolín desdeña cualquier convencionalismo gregario; abre su poética para que las palabras mantengan su piel elástica y generen diversidad.  Las características se yuxtaponen, sin imposiciones excluyentes. En el transcurso de Cada vez que muero hay poemas de aliento clásico, inspirados en la mitología y en la tradición de Grecia y Roma, en los que se revisan claves culturales conocidas: Neptuno, Palas Atenea, Eros y Cronos son protagonistas cálidos del poema que retornan para sembrar en el ahora la voz sabia de la meditación.
  Los poemas no se ajustan a la dirección marcada por las publicaciones. Se recordará que el escritor inició senda poética con la entrega Semántica secreta (2007). Prefiere el reajuste de un nuevo orden en el decurso lírico, De este modo, la primera parte “Háblame de mí” va dejando las huellas firmes del yo interior, hasta interpretar una autobiografía con secuencias dispersas. Ese alguien con aire de familia entre el escritor y el ser biográfico, aborda en el segundo apartado “Silencio antártico” la gelidez fosilizada del ocaso; el entorno se llena de grisura, siente en los talones la vibración extraña de la muerte y el cauce de la desolación borra por dentro cualquier atisbo de esperanza. Con frecuencia, para evitar el patetismo Mario Pérez Antolín recurre al monólogo dramático o a poemas más descriptivos, que focalizan personajes históricos capaces de ajustar un adecuado epílogo al cauce existencial.
  En el trazado de Cada vez que muero conviven las fluctuaciones argumentales. El poeta busca en el tercer apartado “Nada hay donde todo está” lo paradójico, esa conciliación de contrarios que integra itinerarios antagónicos en el discurrir. Los textos muestran la geometría variable de un entorno que expande incertidumbres y despierta las inclinaciones subjetivas de un pensamiento en vela. El destino es proclive al azar y en su textura duerme la hermética caligrafía de lo que no tiene respuestas. Así nace una metafísica de la incertidumbre, que apenas encuentra sistematización y forma: “Si existir consiste en enterrar a / los que bien pude ser y ya no fui, / morir es olvidar a este que soy / y abrir las tumbas de los que serán”. De ahí nace la sensación de que todo es especulación y mentira, espejismo mental que nunca expone al sol su verdadera naturaleza. Pero el pesimismo, tan cerca en su condición de un cierto nihilismo, cobijado bajo el árbol reflexivo de Cioran, guarda en sus pliegues un brote germinal: es el amor, que tapona grietas y enciende en su cansancio una mínima luz entre la sombra.  
   Mario Pérez Antolín integra su carta auroral Semántica secreta en el cuarto apartado; de este modo sus poemas más tempranos delimitan un diálogo de conocimiento con los demás; muestran vínculos directos con la fragmentaria voz del aforismo y su empeño de comprender la realidad, siempre proclive al trampantojo. Esta línea analítica prosigue en las composiciones de “Carta de marear en tu memoria” en las que el tiempo y sus efectos, siempre erosivos en nuestra condición fugaz y transitoria, marca algunos tramos del apartado, junto a un fuerte poso cultural. El yo afronta el destino con la incertidumbre de salir a un día de límites difusos en el que es preciso buscar un equilibrio emocional en la destilación del devenir.
   Más cerca de la geografía humana del poeta está la sexta sección “El amor nada más, el poder a veces”, que compone un mínimo testamento que deja hablar a solas a conciencia y entendimiento. No es ajena a esta fe de vida que dicta la voluntad el mimetismo de los lugares de paso, o las mutaciones de la identidad que convierten al yo en un personaje.
   El paisaje se hace presencia central en “El paisajista ciego”, ámbito en el que está presente el entorno geográfico y humano de Candeleda, localidad abulense en las laderas de la sierra de Gredos que limita ya con el hermoso paisaje de la Vera cacereña. Las pupilas reflejan espacios habitables para la meditación y el paseo. Describen las angosturas y relieves percibidos por los sentidos y que hacen de la contemplación una conciencia de temporalidad y cambio de ciclos. Una actitud contemplatoria que también está presente en “La voluntad carece de motivos” donde las composiciones, como sugiere el mismo autor, recuerdan fotogramas que buscan el dibujo final.
  Los apartados finales “De nadie”, inspirados en los versos de “Libre te quiero” de Agustín García Calvo que, con tanto acierto cantara Amancio Prada, entremezclan la mirada crítica, frente a una sociedad llena de asimetrías y crudeza, y el rumor fuerte de un pensamiento crepuscular, que ha hecho suyos la piel áspera de la decepción o el frío habitual de la derrota.  El reposo invita a la quietud: “Cae la nieve / sobre las cenizas tibias / del bosque quemado”
   El poeta coloca como cierre “Tres odas” resueltas con fragmentos versiculares que acercan el poema al texto ensayístico o la cadencia musical de una larga sinfonía. La escritura adensa su carga conceptual y su hermetismo, se enrosca en sí misma, busca imágenes de calado como si quisiera dibujar el incontenible fluir del pensamiento.     
   La reflexión está en la médula del trayecto poético de Mario Pérez Antolín; sus poemas velan el intimismo sentimental de ascendencia romántica para focalizar una pulsión indagatoria en el tiempo. Los versos ascienden por la conciencia, más próximos al pensamiento que al pulso emotivo del corazón. En ellos es esencial el tratamiento del lenguaje y el empleo de una dicción exacta, plena de textura semántica que compone un mosaico en movimiento, que hace del yo pensante un cúmulo de sensaciones, una confrontación abierta con lo indefinido.
 

JOSÉ LUIS MORANTE


 

    


martes, 28 de diciembre de 2021

ESCRITURA EN EL VAHO

El frío de la página
Imagen
de internet

  
ESCRITURA EN EL VAHO

     (Epitafios)
 
   
 
                    He soñado con la realidad. Con qué alivio me he despertado.

                                                                                              STANISLAW  J.  LEC
 
 
La muerte no  es nada,
cuando existimos ella no existe
y cuando aparece, nosotros desaparecemos.
                                                                                      EPICURO
 
 
                                   I
 
En su artesana construcción del silencio,
la muerte no reconoce
ninguna otra verdad.
 
                                   II
 
Otra noche.
Sobre mí  prosigue su labor
la luna quieta.
Carezco de otra luz.
 
                                   III
 
Queda mi nombre
y la serenidad de este paisaje
que no sabe quien fui.
 
                                   IV
 
Agudizo mi vocación fantasma.
Miro sin comprender
y reclamo razones para estar en la nada.
No hay respuestas;
la pureza del aire
habita el desamparo.
 
                        V
 
Un manto de raíces y una brizna de sol,
pero las formas se han desvanecido
en el escaso jugo de una tierra estéril.
Estoy con otras sombras y nos une
la mansa convivencia,
el aire de familia
de los que nada piden al futuro.
 
                        VI
 
Vuelven los ecos y dibujan mapas,
un recorrido de memoria y sueño
que convierte al que fui
en terco pasajero de otra ruta
que ya no identifico.
El pasado se puebla
de restos arqueológicos.
 
VII
 
Ahora vivo debajo de las cosas,
con vocación de sima.
A tientas me desplazo
sin que se marquen huellas
ni dejen una imagen
los lugares de paso.
Nada sucede aquí;
nada sucede.
 
                        VIII
 
Callé.
Después de todo,
cobijo la pereza.
En el silencio, nadie;
un estar sin contornos que tantea
 y mide con desgana
el transcurrir del tiempo.
 
 
IX
 
Camino dentro
de un dédalo de calles
y paisajes extraños
tras un rastro invisible.
Prosigue la deriva;
es terca voluntad
que empuja hacia otra parte.
En un tiempo sin tiempo,
ensordecido,
busco un lugar
para empezar de nuevo.
 
 
 X
 
Epitafios;
un triste empeño en seguir hablando
cuando  se consumió
mi turno de palabra.
 
 
                                   JOSÉ LUIS MORANTE
 
                                  

lunes, 27 de diciembre de 2021

DESNUDEZ

Desnudez
Fotografía
de
internet

 

ABRIR LAS ALAS
 
(Aforismos)
 
 
Solo habla consigo cuando hay un intérprete disponible.
 
La impaciencia aconseja hornear semillas.
 
El toldo del tragaluz es un oxímoron.
 
Entre los misterios de la inteligencia, el empeño de ocultarse a diario.
 
Quien no sabe dónde ir  mantiene siempre un inquebrantable compromiso con el traspiés.
 
La humildad cumple con mérito la función de ser nota a pie de página.
 
Rareza: una amistad sin ánimo de lucro.
 
Cuando aletea cerca, el optimismo recuerda la mínima vibración de una libélula.
 
Esas voces que visten a diario papel de lija y ganan altura cuando callan.
 
Acabé identificando su belleza con el vacío; en ella, todo es nada.
 
Es acaparador y avaro; cuando respira guarda el oxígeno y el anhídrido carbónico.
 
Qué triste la lectura volátil, la que no tiene huellas dactilares.
 
 
(José Luis Morante)


 
 
 
 

domingo, 26 de diciembre de 2021

MARÍA TERESA MACHADO. DUELO Y UTOPÍA

 Duelo y utopía
Poemas para Federico
María Teresa Machado
Editorial Isla Negra
Colección Filo de Fuego
San Juan, Puerto Rico, 2021

 

MEMORIA Y SUEÑO
 

 
   El discurso lírico de María Teresa Machado, Doctora en Literatura Hispanoamericana y catedrática auxiliar en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico en Cayey, tiene como fecha de amanecida 2017, cuando se publicó en el catálogo de Isla Negra su carta de presentación Gruta de sal. Esta segunda salida, Duelo y utopía, muestra de inmediato su fluir agradecido en la incuestionable claridad del subtítulo “Poemas para Federico” y en la sentida dedicatoria del poemario: “A Federico García Lorca, el poeta. A Federico (Fede), el músico. Sin ellos, estos poemas no existirían”. Se añade, además como umbral de Duelo y utopía, un estremecido soneto del poeta de Granada. 
   Generosas y próximas al legado vivo del poema, las palabras dejan sus frutos al sol, su nube en vuelo de memoria y sueño. Así nos llega el contenido homenaje de Duelo y utopía en el que María Teresa Machado recorre el espejo sosegado de la identidad literaria de Lorca para ofrecer un emotivo retrato atemporal. La evocación recorre un espacio intimista, donde se recupera la inquietud del silencio y la ausencia para rescatar la pervivencia intacta de lo que nunca se ha perdido. Desde el primer poema “La inquietud, el duelo y las palabras”, retorna con claridad diáfana la memoria truncada por la finitud: “Es primavera / y la puta muerte se pasea hambrienta por las calles / estirándose, prolongándose, difuminándose, / silenciando el ruido que brota / de todas y de ninguna parte como un oxímoron…”.
 La copiosa lluvia del dolor refuerza la semántica emotiva del poemario y ese desdoblamiento personal entre el recuerdo del poeta y la presencia afectiva del homónimo, Fede,  el músico. Las composiciones resaltan el nítido periplo de las escalas musicales y su manera natural de conformar armonía y belleza en el discurrir de lo cotidiano, conformando un entrelazado de sentimientos  y emociones. Funciona como antídoto contra los sueños erosionados y la incertidumbre: “Tu música sostiene mis hilos de cordura. / Iluminas cada cuarto y cada esquina desde la cual sobrevivo”. Esos vínculos tendidos construyen un refugio sentimental fuerte, capaz de soportar la intemperie: “Eres un latido que rompe la noche en sus cimientos. / Eres el rezo a una deidad recuperada. / Con ella pactamos la inexistencia del olvido”.
   El contenido argumental caligrafía en el homenaje la condición temporalista de la existencia. Todavía queda mucho por decir y a ello se aplica el yo poético en medio de un entorno distópico, de calles vaciadas y restos de ceniza bajo los párpados. Se enlaza el recuerdo del pasado con la geografía sentimental de ahora; si el poeta ya no está, sí resulta presencia singular el músico -Fede- como destinatario del deseo. La relación con el yo poético muestra la importancia esencial de la música, generadora de sentimientos y amparo. Las partituras son capaces de construir un refugio vital que es continuo soporte en el tránsito existencial de luces y sombras. Los acordes abren el corazón y dejan la mirada limpia y luminosa para que sea el amor un un latido coral que manifiesta el sentir de la conciencia: “Tu partitura recuerda a mi corazón / que las combinaciones musicales son infinitas. / En medio de este caos de urnas vacías y ataúdes sin despedidas / mi mirada quiere abrazarte en un adagio. / Y mi cuerpo es una sinfonía total para quererte. “
  La escritura de  “Nacer de nuevo” y “Ni brújulas ni almanaques” hace del verso una celebración de erotismo y deseo. Del estar compartido germina una nueva mirada ante la realidad vivida, que siempre se conforma efímera y transitoria: “Mi sed de ti se empeña en la búsqueda / de un poema musical que te exprese. / Insisto en encontrarte en las palabras / pero te me escapas en todos los bemoles”
  Pero también la ausencia habita entre los pliegues de la memoria y queda la sospecha de que todo fuera un sueño, una utopía desvelada en el insomnio que se apagara en solo un instante. La presencia del ser amado acrecienta sensaciones de incertidumbre y enigma. De nuevo el recuerdo de Federico y su temprana muerte dicta los latidos del poema final que busca en sus versos la caligrafía tanteante del regreso y la quemazón del deseo cumplido.
   María Teresa Machado establece en Duelo y utopía  un cálido homenaje al poeta de Granada. Más que la rememoración del entorno biográfico, nos deja la cadencia de una complicidad lectora en la que la música se convierte en territorio compartido. Esta visión de la poesía nos muestra el diario íntimo de amor, cuyas anotaciones componen un pentagrama de sensaciones y vivencias, de imágenes que simbolizan el discurso  vibrante de la vida que fluye, que abre camino al núcleo sentimental del ser humano en su viaje por la intimidad.

JOSÉ LUIS MORANTE




sábado, 25 de diciembre de 2021

FILTRACIONES

El frío, dentro
Imagen
de internet

 

MANIOBRAS

 
Elogio del fracaso. Soy el soldado que levanta armamento inservible para defender la posición que nunca tuve.
 
“Azar a la deriva busca norte. Gratifico información”.
 
Todos merecen ser parte de una historia con final feliz.
 
El encaje correcto de asuntos cotidianos conlleva el mensaje oculto de la desconfianza; como si no acabáramos de creer en la felicidad.
 
En los desnudos de mis sueños el frágil esplendor de la belleza.

Aforismos navideños


 
 

viernes, 24 de diciembre de 2021

EL CUERPO DE UNA NUBE

Las nubes nos rodean
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 

NUBE
 
Conoce la indigencia
el pacto con mi sed adormecida.
Al abrir la mañana,
nada pido, por tanto;
tal vez el mapa blanco de una nube
que dibuje al descuido su textura,
la letra detenida de una niñez ingrávida.
 
Y que la nube un día
sea vuelo que no duerme el cansancio,
secreto fugitivo
en un cielo estepario,
lluvia fértil saliendo de la noche
para poner de nuevo
entre los párpados
un temblor auroral,
la claridad pujante del comienzo.

       (Del libro Nadar en seco
 


miércoles, 22 de diciembre de 2021

PRESENCIAS OCASIONALES

La buena compañía
(Toulouse, 2020)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana



 PRESENCIAS OCASIONALES
 

. Leía tanto que los personajes literarios asomaban a través de la piel.

 
. Cimentaba su belleza en eficaces mecanismos internos.
 
. En su estado mental, inteligencia suena a neologismo.
 
. Nunca he sabido por qué en su voz la ternura huele a dialecto regional.
 
.Viste un estar social humilde, salpicado de golpes de efecto.
 
. Con el paso del tiempo, su identidad no se hace más sabia ni más ética,  pero lo compensa con un cinismo voluminoso que recuerda aquello de que "tenéis toda la vida por delante".
 
. Ojos huidizos; solo fija su mirada al frente para ubicar la debilidad.

El yo en la calle

 

martes, 21 de diciembre de 2021

ROLANDO KATTAN. LOS CISNES NEGROS

Los cisnes negros
Rolando Kattan
XX Premio Casa de América de Poesía Americana
Editorial Visor, Colección Visor de Poesía
Madrid, 2021 

 

PERTÍCULAS DEL YO


  Los senderos creadores de Rolando Kattan (Tegucigalpa, Honduras, 1979) diversifican una voluntad fuerte que aglutina itinerarios contiguos por la bibliofilia, la gestión cultural y la edición. Pero el bagaje más valioso es la labor poética, que compendia los títulos Animal no identificado (2013), El árbol de la piña (2016), Acto textual (2016), Luciérnaga de otoño (2018) y Un país en la fronda (2018), con versiones a una decena de idiomas.
  El poeta es reconocido ahora con el XX Premio Casa de América de Poesía Americana por su entrega Los cisnes negros. Con sensibilidad contenida, el libro se analiza muy brevemente en el liminar del poeta Joan Margarit, Premio Cervantes 2019, cuyo magisterio a pesar de la ausencia persiste intacto. Tras las solemnes citas de Juvenal, Rubén Darío y Jorge Luis Borges, así define Joan Margarit el tacto escritural del hondureño: “Rolando venía desde ese misterio mucho más profundo que es el ser poético, que lo que explora incansablemente no solo es el mundo físico y sus ciudades, sino la vastedad de la propia vida, por la que él transitaba apasionadamente acompañado por todas sus lecturas, de Virgilio a Neruda”.
   Al buscar la carne metafísica del título, tan próximo al verso de Juvenal, que asocia el animal con una rara avis, es inevitable recordar, de ahí la pertinencia de la cita, la silueta del cisne y su eclosión de belleza con la etapa modernista de Rubén Darío; en su estética, la majestuosa figura se convierte en plenitud e idea del arte nuevo; es renacimiento y vitalismo existencial, cruce de luz y armonía. En los versos de Borges el pensamiento asocia el cisne negro con lo imposible, según la creencia clásica, pero añade, con deje lúdico, “en Australia no había otra cosa que cisnes negros”, un proceso consciente de construcción de lo posible, de normalidad  y esperanza. Con estos elementos, Rolando Kattan elabora una entidad propia al ave en el poema “Animal no identificado”; los cisnes negros no tuvieron sitio en el arca de Noé, cuando el diluvio, y mudaron en evanescencia “porque no fueron creados por Dios sino por un poeta”. Una hermosa teoría que convierte a Los cisnes negros en seres extraños y paradójicos que concentran un punto de belleza singular, distinta,  insoslayable.
   Rolando Kattan abre itinerario con el poema “Ovejas versus cisnes” y hace de la ironía una estrategia de acercamiento a la sensibilidad del otro. El poema concentra sugerentes imágenes en las que el cisne negro es “un manso ángel que no interroga ni responde: en silencio y junto a ellos, somos nosotros la pregunta…”. El poeta no duda en convertir el avance del libro en genealogía y experiencia interior; en puente hacia la evocación y el devenir del tiempo.
   Las partículas del yo se diseminan entre la fuerte caligrafía introspectiva. Se recupera el pasado con una voz profunda, empapada de lirismo. Retornan con emoción esas instantáneas que ya son animales imaginarios, ausencias que el fluir temporal va diluyendo en la memoria. Su retorno se convierte en razón de escritura, en esa inútil búsqueda de respuestas. Lo ratifica el poema “Dress code”: “Esconderse en las páginas de un libro, / detrás de la palabra, y memorizar el ojo / que se acomoda, se entrecierra y guiña. / Pedir prestado un sombrero de copa / y así burlar la muerte prematura. / Vestir la cola de un pavo real / y no mirar la bala que te sigue…”
  En la identidad verbal de Rolando Kattan dibujada en Los cisnes negros la experiencia vital es una constante. Inicia líneas de pensamiento en las que la memoria adquiere una contundente configuración. Quien habla desde sí mismo ofrece poderosas imágenes; en la textura del sujeto interior está la contradicción, los cantos de despedida y esperanza, y están las huellas de un largo periplo personal, con un mudable contexto afectivo y con el desvelo de una incisión indagatoria, empeñada en la urgente búsqueda de lo imposible.
 
JOSÉ LUIS MORANTE

 

 

 

 

 

lunes, 20 de diciembre de 2021

LEJOS, TAN CERCA

Compañía
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

El bisbiseo
de la luna, entre ramas.
Lejos. Tan cerca. 

                 (Inédito)


domingo, 19 de diciembre de 2021

LOS SITIOS PREFERIDOS

El tiempo detenido
(Ávila, 2020)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

LOS SITIOS PREFERIDOS
 
 Qué difícil es
cuando todo baja
no bajar también
 
ANTONIO MACHADO
 
Como una empresa en crisis, el nacionalismo somete a la inteligencia a una severa restricción de plantilla.
 
Soporto a diario más proyectos de fronteras y aduanas, pero los veo como quien viaja de paso, en el asiento de atrás, fuera de la muralla.  
 
La amistad, esa incansable empresa de mudanzas, tantas veces ocupada en mentirosas y cínicos.        
 
Complacida, la convivencia se muestra como un puzzle complejo y frágil, al alcance de cualquier animal doméstico.
 
Las voces propagan sistemas ideológicos vacíos. Atestiguan la nada.
 
Hasta la diáspora bélica, mi patria fue la suya. Ahora supone que mi lengua es una agresión a la suya.
 
Se siente feliz cuando apaga la luz  porque los otros caminan a tientas.  

(Cambiar el paso)      

            

sábado, 18 de diciembre de 2021

EMOTICONOS

Límites del lenguaje
Imagen
de 
Internet

 

EMOTICONOS

Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo

L. WITTGENSTEIN

   Como se pone el sol, así el diálogo que transmitía calor, emoción gestual y complicidad enmudeció para siempre en el tercer sexenio de oficina. Las dos bocas laborables desalojaron comprensión y palabras;  y colgaron un silencio fuerte en la laringe. Hasta que en las pantallas encendidas descubrieron los emoticonos. Con ellos, poco a poco, convergieron en la cercanía de compartir el abrazo virtual y los estados de ánimo.
   Mudos y apaciguados, en convivencia ingrávida, conjuran el sombrío paisaje del silencio.

                                                                                                                    (De Cuentos diminutos



   

jueves, 16 de diciembre de 2021

RAZONES SOSTENIBLES

Arquitectura sostenible
Imagen de Edificio Passvhaus


 

RAZONES SOSTENIBLES
 
                   Con Ch.  Baudelaire
 
 
Piensa que la ternura es un asunto de neandertales.
 
Relojero del desasosiego; le da cuerda a diario.
 
Cuando la felicidad ajena nos resulta ofensiva, conviene pedir plaza urgente en el manicomio.
 
El fantasma y su duplicación especular. Parece un hombre.
 
Aprende a ser el que no es.
 
Empeño airoso; hizo de la queja una apasionante profesión.
 
La imbecilidad hace de la arquitectura sostenible un acantilado.
 
Más que rebuscar en el menudeo de los datos,  la certeza es ella y sus expectativas argumentales.
 
Siembra culpas con la entereza del deber moral ineludible.
    
Aforismos en el balcón

martes, 14 de diciembre de 2021

NOCIONES DE GEOGRAFÍA

Itinerarios
Imagen del archivo
Istockphoto

 

NOCIONES DE GEOGRAFÍA
 
Mientras la noche se abre en las esquinas
 
FRANCISCA AGUIRRE
 
 
Los más reputados cartógrafos de A ubicaron el paraíso en B. Mientras, afamados estudiosos de B precisaban en A la ubicación exacta del paraíso. En C nunca hubo nociones geográficas unánimes: unos se inclinaban por ubicarlo en A, no faltaban los que insistían en señalar las coordenadas en B y ganaba adeptos un tercer grupo que prefería no decantarse porque alimentaban la sospecha de que el paraíso no estaba en ninguna parte.
 
(De Cuentos diminutos)
 

 

lunes, 13 de diciembre de 2021

IOANA GRUIA. LA LUZ QUE ENCIENDE EL CUERPO

La luz que enciende el cuerpo
Ioana Gruia
Premio de Poesía Hermanos Argensola 2021
Editorial Visor
Madrid, 2021


PIEL Y LATIDOS

 

    Antes de iniciar la lectura de La luz que enciende el cuerpo la memoria recupera, de inmediato, un recuerdo personal. El dibujo de cubierta “Sol de la mañana” del pintor estadounidense Edward Hopper, también se reproducía en La vendedora de tiempo, novela publicada en 2013 que la autora presentó en Madrid. Fue en uno de los colegios mayores de la Ciudad Universitaria, con excelente respuesta de público. Tal contingencia de repetir la ilustración de portada conforma la sensación de que en los poemarios de Ioana Gruia, El sol en la fruta (2011) y Carrusel (2016) y La luz que enciende el cuerpo (2021) habita la misma sensibilidad que en sus propuestas narrativas. Ambas estrategias expresivas persiguen la confidencial claridad de la amanecida; arropan esa conciencia íntima del discurrir que busca en la memoria el rumor misterioso de la existencia, disperso entre las cosas del entorno.
    La escritora, nacida en Bucarest en 1978, pero residente desde hace muchos años en Granada, donde ejerce como profesora universitaria, abre su libro con el apartado “Las mujeres de Hopper”; los textos proponen un diálogo directo con los cuadros. Las composiciones, plenas de enunciados descriptivos desde una perspectiva realista, respiran el aire cálido de las imágenes, una densa floración de sensaciones donde se aglutina soledad, deseo, esperanza y el pálpito vital que emana desde la desnuda belleza de los cuerpos en la ebriedad de los sentidos.
   El apartado homónimo “La luz que enciende el cuerpo”  invita a un largo viaje entre los pliegues del yo más íntimo. Así se percibe en el verbo confidencial de “Salvavidas” que hace del erotismo y su celebración una lumbre, como se revela en la calidez de sus versos: “Soy una llama acuática, ventana / abierta al cuerpo nuevo, luminoso, / alumbrado del sexo con la lengua, / con los dedos que se hunden en la noche”. El recuerdo asedia el pensamiento y se convierte en fuerza interna para fijar el imaginario deslumbrante del deseo, su resplandor callado cuando acecha la noche en soledad.  Se hace canción y vida reclamando la voz común de lo femenino. La afirmación de su quehacer tiene en la escritura un cuarto propio y un aliento común que reivindica la pulpa impetuosa de la vida, su libertad pactada, su vuelo ante los otros.
   La compilación central lleva por título “La música secreta” y en ella se ejercita la contemplación. Un yo desdoblado se observa en cada gesto diario para conocer mejor la sintaxis enredada de su identidad. Desde ese desdoblamiento nacen las secuencias de un largo trayecto que aglutina instantáneas y conocimiento. Ellas conforman el patrimonio confidencial de la casa encendida, los desasosegados gestos de vivir y el sustrato de sombras que subrayan “la sensación de haberse equivocado en algo decisivo”, como advirtiera Luis Rosales en los versos memorables de “Autobiografía”. La voluntad de ser ha sumado los pasos de un caminar torcido; el discurrir tapona salidas y crea desconcierto; advierte en sus meandros sobre el aprendizaje de la decepción. Queda el amor y el cauce sentimental como esperanza de salvación y regreso, como manos que alzan muros firmes de fuerza y alegría, que llenan de energía  piel y latidos.
   El poema “La música secreta” hilvana su argumento como centro exacto de un tiempo que arrastra y se distancia hacia una vida nueva. Es casi una balada que tiene el orden claro del acorde; la música feliz de un pentagrama de notas cotidianas, previsibles, inquietas, que buscan su sentido y su armonía en el estar diario.
   El yo también se hace protagonista de “Parque interior” en composiciones como “Genealogía”, un cálido recuerdo familiar a los progenitores, y en otros textos evocativos, donde retorna ese tiempo auroral que inventa los recuerdos y su verdad precaria. Los contornos de “Canciones” alumbran una expresión poética definida por la melancolía de la ausencia, o con los miedos que habitan paisajes interiores donde la luz no llega. Otras composiciones tienden sus versos para mostrar las grietas de lo perdido o los movimientos de la soledad que solo en la música encuentra un poco de compañía.
   Integrados en “La casa de mi piel” y “Epílogo”, los últimos poemas dejan una estela de nombres propios, cargada de significado emocional y del vitalismo de la lucidez: Luis García Montero, Joan Margarit, Cesare Pavese; son poetas que comparten la indagación reflexiva de la arquitectura poética, la sensación de alinearse en el tacto hospitalario de una lírica sentimental, cuajada de emoción y sustrato autobiográfico: “Quedémonos aquí, en este banco, / me dijiste, y volvió mi adolescencia / con esa luna encima del barranco / y aquella sensación de pertenencia / al latido del mundo en una piel”.
   Ioana Gruia abre un profundo surco de afinidad y reconocimiento con la idea del poema como casa habitable y viaje introspectivo. Con ese acorde, las breves reflexiones de Luis García Montero en la contraportada miran el ideario de La luz que enciende el cuerpo con la cadencia de un cántico liberador, que expone la dimensión espiritual del cuerpo. Queda en los versos el sustrato humano de un pensamiento poético que en cada instante proclama desasirse de lo contingente y anhela una respiración de claridad, el despertar de un día propicio al asombro de ser,  “cuya verdad forma parte de nuestra verdad”.

JOSÉ LUIS MORANTE


sábado, 11 de diciembre de 2021

MIGAS DE VOZ

Migas de voz
José Luis Morante
Colección Esquirlas
Universidad Autónoma Nacional de México
Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacán
México, 2021
 

MÍNIMA SELECCIÓN

La escritura y yo, restaurante discreto en el que solo hay sitio para dos comensales.

***

Alguien escribe. Soy parte de la trama. Un personaje episódico.

***

Que el desconcierto no sea obstáculo interpuesto; camina junto a él.

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Estoy aquí, creo. Aunque desconozco la ubicación exacta del aquí.

***

Ejemplos del vacío, las estatuas carecen de secretos.

***

Cualquier soledad está repleta de encuentros.

(Migas de voz, Antología)


 

viernes, 10 de diciembre de 2021

UN PASO POR DELANTE

Cercanía
Fotografía
de
internet

 

Nada se oye;
un paso por delante,
el viento, solo.

                            (Inédito) 



jueves, 9 de diciembre de 2021

ELIANA DUKELSKY. ELECTRA DESTRONADA

Electra destronada
Eliana Dukelsky
Ediciones Prensas de la Universidad de Zaragoza
Colección La Gruta de las Palabras
Zaragoza, 2021

 LA PIEL CURTIDA
 
 
   Aunque la capacidad de exploración del decir breve es amplia y heterogénea, en la geografía proyectiva del aforismo prevalece el pensar lapidario, esa idea cerrada en la síntesis que se empeña en comprender el mundo y asomarse a los pliegues de la naturaleza existencial. La brevedad se intensifica para hacer transitivo lo real y transcender a un nuevo espacio el devenir del tieempo. Eliana Dukelski (Buenos Aires, 1982) ya es una voz reconocida en los procedimientos expresivos del aforismo, con dos entregas, La Lengua o el espejo, que se alzó en 2015 con el II Premio Internacional José Bergamín de Aforismos, y el segundo paso, Crianza (2018). A las dos compilaciones se suma una amplia presencia en antologías del género y en proyectos editoriales colectivos.
  El título Electra destronada aporta una clara connotación mitológica. La hija de Agamenón protagonizará una trágica historia familiar que ha dado pie a la psicología para asentar su actitud como contrapartida del complejo de Edipo. Pero el aserto no expone ningún dogmatismo y da título también al décimo tramo, porque el volumen organiza su materia verbal en doce apartados de corta extensión, a los que se suma un breve epílogo.
 Explicar con palabras con palabras la identidad es un ejercicio de reconstrucción y retorno. Se trata de ubicar el lugar propio en el aparente estiaje de la memoria. Los textos no contienen la realidad sino un reflejo. Así sucede con el largo fragmento inicial en el que se advierte el entorno casi mítico de la infancia:”(…) que todos los mitos están desubicados, que la patria es un recuerdo de  la infancia”.
  Como sucede en los esquejes de Crianza, Eliana Dukelski acerca sus teselas a lo autobiográfico; la voz que enuncia es dueña de una conciencia en continuo fluir. Enlaza pasado y ahora en su incisiva meditación de reconocimiento. Se perciben en la escritura los relieves abiertos del pretérito. Nunca se cierran porque sus recorridos son el germen de estados anímicos que encuentran su maduración en el ahora: el desarraigo, la interrupción y quiebra de un tiempo lineal, la inquietud del estar al paso o la melancolía. Son sensaciones que hacen sitio a las asimetrías de lo cotidiano, como el dolor torcido de la infancia sin recursos o las borraduras del sujeto que va desapareciendo en el tiempo y en sus propios errores.
   El aforismo cultiva la sinceridad, piensa, busca dar coherencia a la dispersión de asuntos dispares. Trata de impulsar el paso natural de los fragmentos para abrir una senda pensativa creíble, que pueda ser entendida y trace los rasgos de la vida diaria como madre, porque “Las facetas no se eliminan, se superponen, como las capas de una cebolla”, o nieta de lejanos abuelos, casi perdidos en la costa abierta del tiempo.    
   Los mínimos destellos que sobreviven al tiempo y que muestran una memoria volátil dan pie a una percepción melancólica en la que se caligrafía la inseguridad del sujeto verbal, esas espirales del discurrir biográfico: “Las obligaciones me insertan en ruedas de hámster. El sospechoso placer que me produce su pedaleo”. Los contenidos propagan un intimismo confidencial en el que se funden la rutina diaria y esas invenciones ficcionales de la mente en las oquedades del pensar, o en los viajes con otros, donde las relaciones son mínimas y no concluyen en ninguna parte, como si cada pasajero viajara solo, en un compartimento cerrado.
   También permeable el decir breve a las carencias personales, en el apartado “Dislexias” encontramos aforismos de definición muy atinados: “Metáfora: dislexia justificada” y otros que expande intereses y circunstancias: “Los escritores somos hiperbólicos y acumulativos y un poco Diógenes con todas las cosas de este mundo”. Las secciones dejan ante el lector un escenario abierto, una representación que permite ir evocando etapas vitales, como la maternidad que es siempre un venero fuerte en la escritora y que construye el núcleo central del libro “Electra destronada”: “Para la madre, el complejo de Electra es una profecía autocumplida que la aleja de su hija”.
   En el laborioso ejercicio introspectivo, impera la certeza de que “El lenguaje encarrila los sentimientos, la fisiología”, además permite mitigar el impacto de la pérdida, el áspero tacto de la culpa y es un espacio abierto que permite entender la complejidad de actitudes y sustratos sentimentales.
  Entre el aforismo y el fragmento literario Eliana Dukelski deja en Electra destronada un autorretrato cuyas coordenadas resume el epílogo: la mudanza de quien siente la distancia como un exilio impuesto, que sobrevive en el recuerdo, entender la labor de madre y la maternidad, abrir el mundo a la hija y sentir el amor como un refugio de sueños contra el miedo que abre a diario cada amanecida.
 
 JOSÉ LUIS MORANTE
 
 
  

miércoles, 8 de diciembre de 2021

LARVA

Los ojos en la sombra 

 

LARVA
 
 
   Atrapada en una soledad silvestre y en un oficio infame, la piel curtida de su comportamiento fue agrietándose con el tiempo hasta destilar un carácter enfermo, inhabitable, oscuro, como un denso pasillo sin final. Fue un cambio imperceptible.
  De cuando en cuando abre los ojos en la sombra y exige claridad, esa ilusión etérea de las cosas que muestran pujanza, tacto firme y cercanía.
   La luz, acurrucada, nunca acude. Resiste. Deja lejos su cáscara vacía. Tiene miedo también.

(De Cuentos diminutos)


lunes, 6 de diciembre de 2021

ALMUDENA GRANDES. DOS LECTURAS

Una biblioteca, un libro
Almudena Grandes en Rivas Vaciamadrid
Primer encuentro, noviembre de 1998

 

INES Y LA ALEGRÍA

 Inés y la alegría, Tusquets, Barcelona, 2010

  Inés y la alegría es el primer paso de un ciclo narrativo centrado en la posguerra española del que Almudena Grandes ha adelantado su estructura general: una serie de seis entregas cuyos títulos serían: Inés y la alegría, El lector de Julio Verne, Las tres bodas de Manolita, Los pacientes del doctor García, La madre de Frankenstein y Mariano en el Bidasoa. El subtítulo común, Episodios de una guerra interminable, remite a Benito Pérez Galdós como modelo referencial y a sus Episodios nacionales que son la máxima expresión del realismo decimonónico hispano y que fijan una estética con una larga lista discipular: La voz narrativa nunca se ciñe a la estricta neutralidad del narrador omnisciente; se muestra como un testigo compasivo e implicado en el carácter y en las actuaciones de los personajes reales o imaginarios. Sin embargo hay una diferencia palpable con el maestro: Galdós prefiere los hitos de la historia oficial, esas páginas subrayadas por el heroísmo que marcaron la identidad nacional; en cambio, Almudena Grandes opta por el acontecimiento olvidado, por la estela de los derrotados que casi siempre acaba sepultada bajo la arena del olvido general. Almudena Grandes denomina al enfrentamiento cainita de 1936-1939 guerra interminable por la onda expansiva que provocan sus efectos colaterales: dictadura franquista, la sangría del exilio, la sangrienta represión, la resistencia interior o exterior son cauces argumentales en los que irá aflorando un gran friso de personajes que definen un tiempo histórico que marcó a varias generaciones.  Esta primera entrega, Inés y la alegría, arranca en Toulouse. Son los días de 1939 y una muchacha de veintitrés años, Carmen de Pedro, morena, culibaja y añorando un paisaje sureño y mediterráneo se encuentra con otro exiliado, Jesús Monzón, un oscuro secundario del partido comunista. Ese aparente azar da pie a una convivencia posterior en la que la historia personal deja sitio a otros personajes, algunos tan carismáticos como Dolores Ibárruri, la Pasionaria que ponen a aquellos años trágicos un sesgo sentimental y emotivo. El cauce de la Historia se va forjando paso a paso, a través de destinos individuales y voluntades aparentemente frágiles. Icono de la resistencia, Dolores Ibárruri, vive una historia amorosa casi de folletín con Francisco Antón y cuando se exilia a la Unión Soviética, donde será nombrada Secretaria general  del PCE, y la separación de su amante le provoca dolor y angustia encarga a través de terceros a  Carmen de Pedro que cuide de su amante. Este insólito encargo a una desconocida sin ninguna cualidad relevante para una tarea política de tal magnitud será clave para el meditado acercamiento a la muchacha de Jesús Monzón. Por sus cualidades y dotes de mando, mientras Carmen de Pedro vive la intensa felicidad de una relación amorosa, Jesús Monzón habrá de convertirse en el verdadero organizador del partido comunista en Francia y en el instigador de sus iniciativas más utópicas, como es la reconstrucción de Unión Nacional Española, una plataforma para encuadrar la resistencia dispuesta a invadir la España de Franco. El impulsor de aquella “Operación Reconquista” es Jesús Monzón Reparaz, una biografía histórica que la novelista fija con notable verosimilitud. Nacido en pamplona el 22 de 1910 en el seno de una familia burguesa, estudió con los Jesuitas, se licenció en derecho y desde sus años universitarios ingresa en el partido comunista. Cumplirá distintos nombramientos oficiales hasta su exilio en Francia donde se convertirá, como se ha dicho, en el alma mater de Unión Nacional española.  Pero el protagonista central de novela es Inés, una muchacha que el 30 de julio de 1936 cumple veinte años. Ese día percibe por primera vez una ciudad, Madrid, volcada hacia fuera, descubre también el ambiente de libertad y fuerza de sus calles, como si hasta ese momento hubiese estado encerrada en una oquedad. Poco a poco, Inés gana convicciones y se posiciona en el grupo delos que pierden, primero la guerra y después el futuro. Sólo la influencia de su hermano falangista logra rescatarla de la cárcel y asentarla en la grisura del nuevo régimen. Pero Inés no ha cambiado, sigue oyendo Radio Pirenaica, y sigue soñando con tomar parte activa en la lucha contra Franco. La idea de Monzón lo le parece descabellada, aunque no conoce los planes. En definitiva se trata de reconquistar el sur de los pirineos con un ejército fogueado en la lucha contra los nazis que suma casi veinte mil combatientes. En pequeños grupos irán cruzando la frontera para invadir el valle de Arán, bien comunicado con Francia y con defensas naturales para resistir la contraofensiva fascista.   Inés debe gratitud a su cuñada Adela, pero se siente ajena a los vencedores. No comparte la forma de vida de su hermano y el tiempo de convivencia con la familia es sólo una tensa espera para  huir con su verdadero bando que tras la guerra representan las fuerzas de Unión nacional. Esa es la imagen de Inés: una pistola, un puñado de repostería para obsequiar a los sublevados y un caballo. No necesita más en su apuesta vital. A lomos de Lauro ( un nombre que reconocerán de inmediato los lectores de Luis García Montero como guiño cómplice). En 1944 los ejércitos aliados avanzan hacia Berlín, donde Hitler resiste. En ese clima bélico de contraofensiva, la invasión del Valle de Arán emerge como un acontecimiento menor, una iniciativa precipitada que minimizan los máximos dirigentes del partido comunista en el exilio, con Dolores Ibárruri a la cabeza y que no impresiona al prepotente régimen de Franco que bajo la apariencia de neutralidad  coquetea con los nazis y ha puesto en marcha la división azul que combate contra los rusos. Sin embargo los combatientes de la milicia republicana, implicados de forma directa, que han cruzado la frontera al mando del capitán galán no lo consideran ninguna utopía y día a día crecen su ilusión y su compromiso. Ese es el ambiente que encuentra Inés al sur del Pirineo, en el pequeño pueblo donde se ha instalado el cuartel general de la ofensiva republicana, antes de convertirse en la cocinera de Bosost. En esta excelente apertura para un proyecto narrativo de alcance, una identidad sobresale sobre las demás: el personaje de Inés. Representa el mantenimiento de la tradición heroica que ante la realidad adversa busca estrategias de supervivencia con acciones concretas. Cree que la historia se construye en primera persona sin encerrase en las especulaciones de lo privado. Nunca renuncia a los grandes ideales porque los percibe vinculados a una verdad colectiva. Su fidelidad extrema a la propia conciencia quedará en la memoria de todos. 

DAR LA TALLA

El lector de Julio Verne,Tusquets editores, Barcelona, 2012

En su ensayo Tesis de filosofía de la historia, W. Benjamin insiste a menudo en la tendencia del historiador a identificarse con los postulados de los vencedores. Esa visión del conflicto se convierte en patrimonio cultural y borra cualquier rastro épico de los perdedores. Hay, sin embargo, investigadores que avanzan a contracorriente, adversos a las líneas críticas del conformismo oficial. De modo semejante plantea Almudena Grandes (Madrid, 1960) su ambicioso ciclo narrativo en torno a la guerra civil española y al devenir de la dictadura franquista. La escritora pretende rescatar del olvido comportamientos y gestos anónimos que merecen un amplio reconocimiento por su sentido ético. La primera entrega de este ciclo de inspiración galdosiana, Inés o la alegría se centraba en el ejército de la Unión Nacional Española y en su invasión del Valle de Arán, en el Pirineo de Lérida, en octubre de1944. Su nueva salida, El lector de Julio Verne nos traslada a la Sierra de Jaén, en el trienio del terror, entre 1947 y 1949, para recrear la guerrilla de Cencerro, un rebelde mítico. La escritora pone en boca de Nino, un niño de nueve años, el hilo argumental. Hijo de un guardia civil, su existencia discurre en la casa cuartel, entre familias del cuerpo, en un clima de tenaz inocencia que poco a poco se resquebraja, cuando la voz narrativa está a punto de cumplir diez años. El calendario marca el año 1947 y la situación social del destino paterno en Fuensanta de Martos, un núcleo rural. La guardia civil vela por el orden establecido y ejerce una feroz represión sobre los sospechosos de colaborar con una guerrilla asentada en los montes cercanos. Entre los emboscados hay un nombre, Tomás “Cencerro” que ha sido capaz de aguantar la presión del ejército y de ganarse el respeto de la población con gestos de generosidad y valor; cada vez que se anuncia la captura del reclamado guerrillero, vuelve a perpetuarse el nombre en otro lugar cercano, porque ya no es un sujeto concreto sino un símbolo de la resistencia. El niño, que va conociendo los desajustes de la realidad y va descreyendo de esa trinchera abierta entre buenos y malos, es enclenque y menudo, y sus padres temen que no de la talla en el futuro para seguir la tradición paterna. Pero el pequeño lector de Julio Verne no quiere vestir de verde, calzar votos y encajarse el tricornio sobre la frente, poco a poco va aprendiendo que su padre está lleno de dudas y que hay actuaciones en el cuartel que son meros episodios de crueldad. En cambio siente admiración por Pepe El Portugués, un personaje solitario que vive en la montaña, cuya existencia es sinónimo de libertad y adaptación al medio. Por este amigo adulto llega a sentir un respeto reverencial, una suerte de admiración basada en su solvencia para resolver primeras necesidades y en su hermanamiento solidario con los que ejercen empleos miserables. Almudena Grandes construye un poblado friso de figuras emotivas en el que podemos vislumbrar la crónica viva de un tiempo feroz. El régimen de Franco afronta el arranque de la dictadura con una dureza exorbitante que obliga a posicionarse a los que la soportan. Y en este deambular de peones, Nino vive su particular crecimiento como persona y moldea una subjetividad que borra cualquier rastro de inocencia. Si no puede culminar en el futuro el empeño paterno por su escasa estatura, sí está dispuesto a cumplir con su destino; no cerró los ojos ni fabricó verdades complacientes sino que interpretó la realidad de acuerdo con sus propias ideas y supo dar la talla.
                                                                  JOSÉ LUIS MORANTE