lunes, 14 de octubre de 2024

MINIATURAS VERBALES

Conferencia
de
JOSÉ LUIS MORANTE
Centro Cultural Federico García Lorca
Plaza de la Constitución, Rivas Vaciamadrid
Sala Marcos Ana, 19,30 horas en PALABRAS EN VUELO

 

MINIATURAS VERBALES

 

   El habitual despliegue de la taxonomía literaria ha sentido siempre una fascinación general por las formas expresivas de larga extensión. No se ha mitigado con el tiempo el interés popular por la novela y, en menor medida,  el teatro y el ensayo; son géneros que se consideran actos para un desarrollo indagatorio de la condición humana desde la amenidad y el didactismo. Con esta percepción colectiva los géneros marcados por la brevedad han sufrido en el discurrir un forzado anonimato porque su apariencia se asocia con la sencillez y la levedad transitoria; es decir, con la nadería.
  El miniaturismo  verbal integra como principales modalidades lacónicas los haikus, aforismos, epitafios y microrrelatos. Todos estos formatos encarnan en su textura una dicción breve y una síntesis argumental compacta que en el presente literario se abre paso con diligente desenvoltura.
   Vivimos, por tanto, un tiempo de eclosión de la urna breve, y cabe preguntarse cuáles son las causas que han propiciado un cultivo tan fértil en el proceso de renovación de la jerarquía literaria. Son muchas las voces que otorgan al asentamiento lacónico algunas razones de peso: la mutación del hábito lector adquiere un sentido práctico, tiene que ver con el acceso inmediato a la información y a la necesidad de consumir contenidos más breves y directos, argumentos clarificadores y exentos de matices digresivos. Sin duda, el manejo continuo de redes sociales ha fomentado el chispazo verbal, la tendencia a un mensaje urgente, de semántica clara y atractivo en su presentación. Además la globalización ha borrado distancias y reductos oscuros, incrementando la facilidad para crear y compartir sin restricciones ni filtros; lejos del complejo proceso de secuenciación editorial, la pantalla digital es un cercano espacio democrático donde todos somos autores. En el empeño de airear contenidos la brevedad se adapta mejor a las limitadas dimensiones de los dispositivos móviles y especulamos también que la persistente innovación y el desarrollo tecnológico anulan cualquier quietud y galvanizan la indagación comunicativa y el ánimo vanguardista para descubrir los matices más estimables de los nuevos formatos...

(Fragmento de la conferencia "Miniaturas verbales")


domingo, 13 de octubre de 2024

MÁS ALLÁ

Ciudad Financiera
(San Francisco, 2024)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana



VIAJES
 
Perseguir la estela del yo. Ir más lejos. Hacia dentro.
 
*
 
Ser testigo en el viaje de una realidad proteica, con haz y envés, ajena a la senda amañada del turista.
 
*
 
Antes de partir se apunta a un taller literario sobre el arte de novelar. Los recorridos aproximan pormenores reales y ficción.
 
*
 
El trayecto largo altera la identidad. La imagen en los espejos del hotel nunca es fiel al original.
 
(Apuntes de la Costa Oeste)


 

sábado, 12 de octubre de 2024

JORGE PÉREZ CEBRIÁN. PERO NUNCA LOS HUESOS DE LAS AVES

Pero nunca los huesos de las aves
Jorge Pérez Cebrián
XVI Premio de Poesía joven RNE y Fundación Montemadrid
Editorial Pre-Textos
Valencia, 2024


 

ESTACIÓN FINAL

 

   En la primavera de 2024, en la ciudad cervantina de Alcalá de Henares, tuve la oportunidad de abrazar por primera vez a Jorge Pérez Cebrián (Requena, Valencia, 1996) en un evento organizado por la poeta y traductora Elisabeta Botan, en el que participaban con nosotros otros poetas como Cristina Penalva, Fernando Pastor  y Darío Márquez. Desde su voz amanecían los nuevos proyectos literarios del joven valenciano y pude escuchar, en el cálido ambiente de una biblioteca pública, una lectura altamente emotiva con una selección de poemas de Pero nunca los huesos de las aves, un meritorio anticipo del libro publicado por la editorial Pre-Textos, tras ser reconocido con el XVI Premio de Poesía Joven de RNE, en colaboración con la Fundación Montemadrid.
  Hasta la fecha, Jorge Pérez Cebrián había publicado las entregas La voz sobre las aguas (Valparaíso, 2019), La lumbre del barquero (Olélibros, 2021), y De cuánta noche cabe en un espejo (2022), obra que consiguió el Premio Arcipreste de Hita y también llegó a los escaparates  publicada por la editorial Pre-Textos. Este río continuo de poesía permite establecer algunas premisas sobre la singladura personal. Jorge Pérez Cebrián desdeña lo anecdótico y vela la biografía concreta para convertir sus composiciones en estratos reflexivos que recorre un pensamiento en vigilia. Los versos trasmiten una perspectiva humanista, una forma de ser y de sentir el devenir existencial y la temporalidad, dos vértices conceptuales recurrentes.
   En un clarificador artículo publicado en Zenda el escritor exploraba el sentido de su entrega Pero nunca los huesos de las aves. La palabra poética enuncia las cualidades del ave como presencia simbólica: grácil y ligera pobladora del aire, el ave habita ese peldaño que nos acerca a la divinidad y el paraíso; es reflejo del alma. Esta imagen, tan espiritual y transparente, oculta un esqueleto que nunca supera su condición de fisiología frágil y vulnerable, de elemento matérico con fecha de caducidad. Se abre entre realidad e ideal un panorama conceptual de contrastes, un espacio tensional que produce enajenación y desencanto. Lo inasible convoca a una cita en la distancia, e invita a la voluntad a descubrir sus lejanas posibilidades para emprender un viaje interminable.
   La apertura del libro “Devolver el remo” sugiere un instante final de claudicación y quietud, la llegada a un andén que sella más pasos perdidos. Después del ocaso la voz emprende un caminar descalzo que soporta el peso del frío y el cumplimiento de un porvenir impuesto en el que sólo queda la mano alzada del recuerdo.
   La vibración 440 herzios, número en apariencia misterioso que da titulo a un poema, sirve como estándar de referencia para afinar la altura musical, la nota que desbroza el silencio que sellan las sílabas gastadas. Es también un destello de esperanza que se convierte en una refutación de la sombra. La carne muere y solo queda el barro y el aliento de los dioses, una dimensión transcendida del yo.
   El final emplea algunos referentes culturales como Sinar, la bíblica llanura entre los ríos Éufrates y Tigris donde se asentó la civilización mesopotámica, Esa geografía del pasado contribuye a crear una dimensión mítica del poema, lejos de lo cotidiano y lo biográfico. Todo el apartado tiene la evolución de una sensibilidad nocturnal. Todo es noche, un oscuro horizonte perdido en un mapa, un yo colectivo que soporta el peso de la carne y muere un poco cada día.
   El conjunto de poemas “Antes de que nos halle la mentira” recupera la evocación del polvo de la historia, ese largo rastro de lo perdido en el que se entrelazan también la geografía de los sueños y el tenue resplandor del desencanto, al descubrir los frágiles cimientos del mañana. Solo el amor y el deseo siembran amanecidas, construyen una íntima patria de celebración y canto, donde habita el todavía. La muerte se apaga y renacen las cosas que no han sido, aunque el amor se desvanezca.
   El aserto culturalista “La sangre de Agamenón en el cuello del cisne” enriquece la semántica del mito haciendo de la muerte una cercana presencia que condiciona el destino, y pone en lo cotidiano el color bermejo de la finitud. En su indagación sobre la trama vital se percibe la ceniza que recubre nuestra condición. El poniente acecha al atardecer y a él se encamina el complejo mecanismo de los días. Todo está dispuesto para el cierre final, para el otoño de tareas que deja al caminante ligero de equipaje, con un legado de quien nunca tuvo nada y, por tanto, nada retiene.
   Los poemas de Jorge Pérez Cebrián sobrecogen. Su voz pronuncia tristeza ante la certidumbre de un destino poco proclive al cumplimiento del ideal. La vida apenas deja sitio a lo inasible, a la intensidad del vuelo, a la asunción de los certeros trazos que alumbran la belleza, que apagan en cada instante el rumor de los huesos de las aves, el plumaje de una densa oscuridad.



JOSÉ LUIS MORANTE



viernes, 11 de octubre de 2024

Una conversación con Manuel Neila


 

JOSÉ LUIS MORANTE: EL SENTIDO Y EL VALOR DE LA ESCRITURA AFORÍSTICA

 

Por Manuel Neila

       José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956) es poeta, ensayista y crítico literario de amplia trayectoria. Su obra poética se compone de doce títulos y aparece seleccionada en los volúmenes Mapa de ruta (2010), Pulsaciones (2017) y Ahora que es tarde (2020). Colabora habitualmente en Turia. Revista cultural, Crátera, donde coordina la sección de aforismos, y en el suplemento “Los Diablos Azules” del periódico digital Infolibre.es, al tiempo que coordina el blog “Puentes de papel”. Cuenta en su haber con ediciones de Juan Ramón Jiménez, Joan Margarit, Eloy Sánchez Rosillo, Luis García Montero y Karmelo  C. Iribarren.

Al igual que otros poetas de la denominada generación del 80 o de la Transición,  José Luis Morante cultiva de igual manera el verso y el aforismo, ya sea como creador, ya sea como estudioso. Mientras que el aforismo le muestra el sentido de las cosas, siempre parcial y fragmentario, el verso le señala al valor de las mismas. Como aforista, es autor de Mejores días (2009), Motivos personales (2015), la antología Migajas de voz (2021) y Planos cortos (2021). También es responsable de la muestra antológica 11 Aforistas a contrapié (2020) y acaba de editar Paso ligero. La tradición de la brevedad en castellano (siglos XX y XXI).

        Es ampliamente conocida su dedicación a la poesía lírica, como poeta y crítico de poesía en diferentes medios. Ahora bien, ¿cuándo descubrió la escritura aforística y en qué momento comenzó a publicar aforismos?

 —Encontré muy pronto en mis lecturas la certeza escrita del aforismo, su lacónica precisión. A principios de los años noventa tuve la oportunidad de dirigir dos revistas literarias de vida efímera que me pusieron en contacto con practicantes del género. Félix Grande me habló con entusiasmo de Carlos Edmundo de Ory y yo tuve la fortuna de conocer a otros escritores lacónicos como Vicente Núñez o Ángel Crespo; así que es un género muy unido a mi propio trayecto creador.

        —En su calidad de poeta, ¿qué semejanzas y diferencias encuentra entre el género lírico y el género didáctico, al que sin duda pertenece el aforismo, no tanto desde el plano teórico, como desde la experiencia personal?

 —Cada estrategia expresiva mantiene un sistema de claves, un espacio propio; pero las lindes son difusas y propician que los géneros mantengan relaciones cercanas, en las que afloran afinidades y disidencias. Hay poesía meditativa, lírica con aspiraciones filosóficas y hay minimalismo didáctico. Esa convicción ha estado presente en la experiencia personal a través de lecturas, ediciones, encuentros personales y en el taller literario de cada libro.

       —Con el paso del tiempo, el aforismo presenta unos rasgos que permanecen constantes, mientras que otros cambian dependiendo de la situación histórica. ¿Podría señalar cuáles son las constantes del género aforístico?

—La brevedad, la autonomía del texto, el despojamiento formal, la originalidad semántica… Son propiedades del aforismo que han permanecido en el tiempo, aunque soy consciente que no hay una fórmula exacta y cerrada; los aforismos de Marco Antonio no se parecen a los de Wilde y los de Juan Ramón Jiménez no tienen parentesco con los de Gracián…

 —Algunos estudiosos del género diferencian entre el aforismo tradicional, el moderno y el contemporáneo, en función de ciertos rasgos propios de cada época. ¿Cuáles serían los rasgos diferenciales, si los hubiera?

 —Cada intervalo histórico está marcado por la diversidad y lo heterogéneo; la generalización histórica es una apariencia porque lo que define a cada identidad literaria es la percepción singular, el registro diferencial, la negación de la foto de grupo. Por tanto, un contexto histórico da pie a itinerarios creadores divergentes. Creo que la teoría generacional es solo un recurso crítico para el almacenaje práctico de autores.

        —La crisis de la mentalidad burguesa tuvo como consecuencia el paso de la escritura clásica —una escritura universal, de clase— a las escrituras modernas, y así lo advirtió Roland Barthes en El grado cero de la escritura. ¿Cómo se refleja ese cambio en el género aforístico? ¿En qué medida repercute en el género?

—El ensayo de Barthes, publicado en 1953, no hace una revisión de autores y corrientes sino del concepto mismo de escritura literaria y su relación con los periodos históricos. Algo similar sucedió con las investigaciones de Juan Carlos Rodríguez, el impulsor teórico de la Otra Sentimentalidad. Sospecho que el fluir del aforismo en el tiempo escribe liberado de implicaciones teóricas y deja en manos del lector la autoridad interpretativa; quien escribe no lo hace para confirmar teorías; por tanto, no hay una repercusión directa en la arquitectura formal y semántica del aforismo.

        —El aforismo contemporáneo participa de la filosofía y la poesía, de la interpretación y de la evaluación. Por lo que tiene de filosofía, busca el sentido, siempre parcial y fragmentario, de un fenómeno. Por lo que tiene de poesía, señala el valor de ese fenómeno. ¿Cuál de los dos aspectos predomina en la actualidad?

 —Hay un claro predominio del aforismo lírico; es abrumador el número de poetas que escribe aforismos ahora. Intuyo que el tuétano del minimalismo conciso es la filosofía y no hay posibilidad de que lírica y filosofía se desparejen: son músculos y huesos que hacen posible el vitalismo existencial.

        —En lo que llevamos de siglo, el interés de los creadores y los investigadores por la escritura aforística ha aumentado considerablemente. A su parecer, ¿cuáles son las razones de la sorprendente proliferación del aforismo en nuestros días?

 —La expansión aforística en la etapa digital ha sido muy intensa y las razones son varias: el globalismo digital y la “literatura de urgencia” de las redes sociales, la difusión de autores clásicos y la creación de colecciones destinadas al género, la aceptación del género sin el corsé de literatura secundaria y, por supuesto, el papel de estudiosos  concretos como usted, que propician una divulgación popular de los registros minimalistas.

 —Desde la aparición de Pensar por lo breve, compilada por el profesor José Ramón González, hasta el momento presente, en que usted edita Paso ligero, han aparecido más de media docena de antologías de aforistas españoles. ¿Qué opinión le merecen esas obras? ¿Podría señalar las características diferenciales de la suya?

—Eran necesarias; las aproximaciones teóricas todavía son mínimas si comparamos con otras estrategias expresivas, así que sospecho que irán aflorando más enfoques que buscarán acotar características y practicantes, lo que redundará en un conocimiento más hondo. Paso Ligero. La tradición de la brevedad es un estudio histórico sobre el aforismo contemporáneo en castellano, durante los siglos XX y XXI, que aporta además un amplio muestrario de aforismos para hilvanar trayecto biográfico y creativo.

        —Su antología, subtitulada La tradición de la brevedad en castellano (siglos XX y XXI) es la más abarcadora de las realizadas hasta ahora. De hecho, comprende tres periodos históricos: La Edad de Plata (1902-1939), Posguerra y Dictadura (1939-1975), Transición y Democracia (1975-1923). ¿A qué se debe esta división?

 —A la sumisión de la literatura a un enfoque histórico; los tres periodos son clásicos en los estudios de investigadores e historiadores de etapa. El escritor es un sujeto cívico, convulsionado por la contingencia del yo y su circunstancia.

       —En el último tramo representado en su libro, Transición y democracia (1975-2023), los aforistas se han multiplicado exponencialmente. ¿No cree que hubiera sido conveniente antologar este periodo en un volumen independiente?

—Los etiquetados de urgencia suelen tener fecha de caducidad; solo han transcurrido dos décadas del siglo XXI y creo que muchos trayectos están por definir; la antología es una selección de nombres propios, un apunte parcial, no una concentración de practicantes en la Puerta del Sol. No obstante, ya preparo un nuevo volumen sobre la etapa digital, así que también se trata de tener un poco de paciencia. Toca ahora reivindicar las premisas de Paso ligero.   

La hondura reflexiva está más pertrechada para un ejercicio de resistencia; las señas de etapa se diluyen cuando los gustos sociales de un determinado momento periclitan; pero el aforismo es un continuo defensor del matiz, así que harán caso a Borges y llenaran los pasos del futuro de caminos que se bifurcan.

—La escritura aforística concita a veces el rechazo de críticos y lectores. ¿Considera que el aforismo continúa siendo menospreciado por la crítica convencional, como si fuese un género menor, subsidiario, de poca monta?

—Desde el trabajo de José Ramón González hay una apertura de oído crítico. Fue un acierto que zarandeó un poco las solapas del lugar común que considera el aforismo como una nadería verbal. También sucedió en su día con el haiku y el microrrelato. Hoy las formas breves suscitan más interés crítico y hay que seguir en la pelea. No se trata de convencer sino de argumentar.

        —La proliferación actual de la escritura aforística obedece a múltiples causas, entre las que se cuentan el desarrollo de los nuevos medios de comunicación y el auge de las nuevas tecnologías. Pero, ¿cuáles son los efectos menos saludables?

 

—La banalización y el oportunismo de las modas son virus extensivos que crean efectos nocivos. En las redes no hay filtros y la ocurrencia se disfraza de profundidad. Hace muchos años ya lo advirtió Sánchez Ferlosio. Cuidado con los disfraces de lo transcendente; son pieles de cordero. La mejor terapia es la lectura. La formación del gusto y el criterio personal.

 —Y, para terminar este conversatorio: ¿qué porvenir le augura el género más breve, en estos tiempos de locura gregaria que nos han tocado en suerte?

 —Amanece, se han descorrido las cortinas y se dibujan formas y colores de un paisaje amplio y atractivo; así que sentidos y pensamientos ya perciben el rumor sosegado del porvenir.

Y me permitirá dar las gracias por su luminosa estela de preguntas. Querido amigo, esta conversación ha sido un placer.

 (Entrevista publicada en las páginas de El cuaderno, Ediciones Trea) 

jueves, 10 de octubre de 2024

JOSÉ LUIS MORANTE. FUERA DE GUION

Fuera de guion
(Casi cien microrrelatos)
José Luis Morante
Editorial Lastura
Colección Alquisa, Narrativa Contemporánea
Madrid, 2024

 

PADRÓN MUNICIPAL

 

  En la casa del tiempo, ellos habitaron esperas sin regreso. Encontraron a solas el lugar. Julio Cortázar era escritor porteño; había nacido en Bélgica y residía en París. Con precisión de niebla, Jorge Luis Borges hizo suya la patria de Ginebra, un reducto con lago que nunca detectó su ceguera argentina y su apariencia inglesa. Cansado del paisaje y sus latidos, Juan Carlos Onetti se quedó en la cama; guardaba en la mesilla un billete de ida desde Montevideo hasta Santa María. Alejandra Pizarnik sigue ausente en el bosque materno del poema. Afloran en el padrón municipal itinerarios de vivos y muertos. Son memoria. Siluetas en el aire  que ahora buscan la nada y el silencio entre mis libros.

(Del libro Fuera de guion, Lastura, 2024)



 

                                                     

 

miércoles, 9 de octubre de 2024

ATILANO SEVILLANO. LAS CUATRO ESTACIONES

Las cuatro estaciones
(Haikus para jóvenes lectores)
Atilano Sevillano
Ilustraciones de Sonsoles Yáñez
Editorial Gunis
Sevilla, 2023

 

MINIATURAS VERBALES


   Con una presentación ejemplar, que incluye notables características formales en el gramaje del papel y en la reproducción de las ilustraciones realizadas por Sonsoles Ñáñez, Las cuatro estaciones, de Atilano Sevillano, doctor en Filología Hispánica y Licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, profesor de talleres literarios, poeta y aforista, realiza un didáctico sondeo sobre la concepción orgánica del haiku y su decurso histórico, aparentemente dirigida a jóvenes lectores pero de gratísima lectura para cualquier adulto. Al cabo, el pequeño poema es una casa habitable, hecha de luz y mediodía.
  El prólogo personifica la voz profesoral de Atilano Sevillano; sigue el sendero del discurrir clásico del haiku y sus contingencias históricas. Recuerda que el amanecer de esta composición minimalista está ligado al tanka, un poema corto tradicional japonés de cinco versos que siguen el esquema versal 5/7/5/7/7/; el tanka fue muy cultivado entre los siglos VII y XII y su evolución permitiría a los poetas Moritake y Sokan, entre otros, practicar la supresión de los dos versos finales para crear una nueva estrofa que alcanzaría su máximo esplendor en el siglo XVII con Matsuo Basho.
  El quehacer semántico del haiku está ligado a la percepción filosófica de un mundo cambiante y al compromiso sensorial con la naturaleza como espacio sagrado; define el entorno ideal para observar la fragilidad de una existencia efímera, ligada a la reiteración de ciclos temporales. En los vértices temáticos del texto conciso conviven todos los elementos naturales de la tierra, el aire y el agua, lo que da pie a una miscelánea argumental en la que suele quedar velado el yo poético. En el haiku, el hablante verbal es solo un testigo del aquí y ahora, del destello de un instante que pasa y se queda prendido en la frágil telaraña de la memoria.
  Esta reflexión permite un contacto fuerte entre el sujeto lírico y la presencia ineludible del panorama ambiental y sus mínimos esplendores. En esta manera de percibir hay una actitud colectiva de mirar el mundo ligada a la religión tradicional y las enseñanzas del sintoísmo, taoísmo y budismo.
   Los tres versos apuntan una amanecida; hilvanan, con lucidez y afecto, el cálido papel de observador sorprendido, que somete a los materiales cosechados entre un incansable proceso de decantación; una cualidad que refleja el aware o la emoción intensa que, con su laconismo directo, trasmite el latido del asombro. Por tanto, en su economía, el haiku expande la vibración sensorial del instante desde una dicción cercana y exenta de figuras retóricas,  pero vivaz y emotiva.
      Atilano Sevillano recuerda también que muchos poetas de haikus acompañaban la escritura lacónica con dibujos que seguían trazos sencillos e intuitivos. Y esa es la razón de la excelente colaboración de Sonsoles Yáñez, que ha realizado ilustraciones de una sorprendente fuerza expresiva. Los dibujos hilvanan sensaciones, destellos emotivos y tanteos de la retina en libertad. Desde esa diversidad de enfoques nacen las miniaturas con luz del poeta. Veamos algunos haikus de cada estación: Primavera:  “La lagartija / toma baños de sol /  entre las rocas”, “Cuando escampa / concierto al aire libre / las ranas croan”, “Gotas de lluvia / En el jardín los rastros / de caracoles”. La primavera se hace así renacida y esplendor; también “El verano” deja su estela de cosecha cumplida, mientras suenan en la claridad desplegada de lo diario grillos, chicharras y todo tipo de insectos, habitando la hierba seca que anuncia el tiempo de siega: “Noche de agosto / Zumbido de chicharras. / Cómo dormir”; pero los ciclos estacionales son perecederos y mudan la apariencia de la naturaleza que dibuja destellos caducos y asimetrías cotidianas. “Otoño” trae la claridad dormida de noviembre y la soledad de quien escribe y mira cómo amarillean las hojas y se desprenden de las ramas del árbol: “Arrecia el viento. / Cómo crujen las ramas / del viejo árbol”, “Por las aceras / las hojas ya marchitas / vienen y van”, “Tras la chopera / llega el rumor del río: / canto de otoño”. El laconismo del haiku también tiene voz para los efectos del invierno: “Atardecer, / cae la densa nieve / y un lobo aúlla”, “la noche larga, / las farolas de la plaza / entre la niebla”, “Dejan sus pasos / entre la blanca nieve / huellas visibles”.
   La reflexión final sugiere enseñar los rudimentos básicos del haiku a modo de taller. Las nociones de métrica que organizan la mínima brevedad de los textos recuerdan las normas académicas del cómputo silábico y subrayan que para la ortodoxia de la estrofa es fundamental el kigo o palabra estacional y el aware que equivale a esa turbulencia poética, capaz de captar la esencia del instante.
   En la formación estética de niños y jóvenes están presentes por pleno derecho dos nombres propios que han volcado su amor al haiku en los pupitres escolares: los poetas y profesores Manuel Lara Cantizani y Ricardo Virtanen. A ellos se suma Atinalo Sevillano con un libro muy hermoso que acerca los valores esenciales de la estrofa japonesa. Una lectura muy recomendable para fomentar el cálido despegue de esta estrategia expresiva y su permeable identidad en la prisa sonora del reloj.


JOSÉ LUIS MORANTE
 

 

martes, 8 de octubre de 2024

EN BOCA CERRADA

Inquietud
Fotografía
de Internet


 EN BOCA CERRADA

 

   Como certezas escritas con la caligrafía de la infancia, desde niños, los fantasmas saben que la vida está ahí, pero no existe. Es lluvia de sombras colgando de las telarañas vaporosas del cielo. Un destello diluido que se debe mirar con los ojos sin luz. Aun así, nunca comparten confidencias en balde ni comentarios especulativos para no derramar las migas del disentimiento.
  vitalistas y etéreos, los fantasmas rezuman trayectos sosegados. Desmontan silencios. Una y otra vez tienen aspiraciones simples: sembrar de noche miedos ocasionales en los surcos del sueño; y compartir, de día, una baraja de temores entre practicantes habilidosos, empeñados en aplastar caracoles y hormigas por mirar detrás.

(del libro de microrrelatos Fuera de guion, Editorial Lastura 2024)

 
    

lunes, 7 de octubre de 2024

RICARDO VIRTANEN. HILO DE LLUVIA

Hilo de lluvia
Ricardo Virtanen
prólogo de Luis Alberto de Cuenca
Editorial La Garúa
Colección Haiku
Barcelona, 2024

  

INTERIORES DEL HAIKU

  

   Siempre es causa de asombro el vitalismo creativo de Ricardo Virtanen (Madrid, 1964). Es poeta, profesor universitario, músico, narrador, aforista y un referente fundamental de la cultura de Rivas, localidad en la que vive con su familia desde hace veinte años. En su trayectoria creadora como poeta ha dedicado a la estrategia expresiva del haiku un sostenido tiempo de cultivo, escribiendo los libros Notas a pie de página (2005), La sed provocadora (2006), Sol de hogueras (2010), Nieve sobre nieve (2017) y Llama de luna (2021). Una cosecha tan reseñable ha convertido a su autor en una presencia esencial en conocidas antologías del género como Un viejo estanque (2013). También ha impulsado la práctica de la estrofa entre sus alumnos de ESO preparando las ediciones Una flor amarilla (2022) y Bajo el cerezo en flor (2023).
   Tan sólido trayecto ha definido una estética de trazo clásico, que apuesta por los matices frente a la ruptura y la gratuidad experimental. Así lo atestigua también en un prólogo de cálido sustrato emotivo el poeta Luis Alberto de Cuenca: “Virtanen se atiene la mayoría de las veces a la más pura ortodoxia del haiku japonés, que ha de versar sobre un tema relacionado de uno u otro modo con la naturaleza, el paso de las estaciones y la observación del mundo circundante, sin permitirse en ningún momento (o casi en ningún momento, si queremos ser exactos), la efusión sentimental.”
   En efecto, en los cien haikus de Ricardo Virtanen, escalonados en tres apartados, es básico el registro sensorial; ese papel de quien integra los elementos del entorno, desde la continua vigilia de la percepción, en el preciso molde de las diecisiete sílabas.
   La sección inicial, “Inquietudes”, por su denominación, parece ubicar sus textos en un registro interior; pero de inmediato constatamos que los ciclos naturales asoman a cada instante: la lluvia, el rumor renacido de los pétalos en flor, la finitud de la belleza: “el crisantemo / se dobla en la maceta / como una ráfaga”, la fuerza sensitiva del entorno que desasosiega y abraza al mismo tiempo en el naufragio de los días, mientras una brisa conmociona, casi inadvertida, la quietud, como esa mano anónima que pasa las páginas del libro de la vida y su continuo despojamiento: “Llega septiembre. / Al borde del camino, / sólo unos cardos”. Casi todos los textos de este primer tramo dejan una sensación crepuscular, como si la vida atardeciera con prisa tras un horizonte deshabitado y quedara solo el silencio, la frágil silueta de una rama sin hojas: “Ya no se ven / huellas en el camino. / Nieve en la nieve”.
   La parte central se titula “Rumores” y se abre con citas de los clásicos  Shiki e Issa. Amanece en ellas una mínima fauna dispuesta a brindar compañía en el azaroso desplazamiento cotidiano. Luciérnagas, mariposas, grajos, pájaros, trazan en el aire leves itinerarios que siguen la dirección del viento. En este apartado emerge el haiku que da título al libro: “Bajo la luna, / el aullido de un perro. / Hilo de lluvia”. Los instantes de vida cobran protagonistas frágiles y cercanos y dejan al yo en la zona de sombras del poema; el yo no está sino para constatar los destellos de vida de la naturaleza que se mueven entre las sombras de los árboles. 
   El sustantivo “Presencias” agrupa los haikus que conforman el apartado final, esta vez bajo el eco sonoro de Santóka. Si el haiku es lo que sucede aquí y ahora, esa coma viva del tiempo, el registro tonal mantiene en calma el paso en los poemas; el pasado se marcha, pero su olor perdura, como si todo quisiera constatar su presencia cerca del testigo: “Coge la rosa / antes de que sus pétalos / estén en tierra”.
   Ya se ha escrito que en el taller creador de Ricardo Virtanen conviven varios géneros. Pero en esta vocación creadora el haiku es vértice preferente. Sin duda, en  su hechura formal y sensitiva, el madrileño es un maestro; uno de los mejores que pone en el mínimo esquema japonés una luna redonda, la sacudida de la plena luz.
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 

 
 
 
 

domingo, 6 de octubre de 2024

PUERTAS CON MIRILLA

olor a cerrado
Fotografía publicitaria
de
Conely

 

DISTORSIONES

 
Tenía tantas palabras cosidas en la laringe que un día su silencio falleció por asfixia.
 
Cuántos parásitos ejercen su simbiosis en la piel del rencor.
 
Compra respuestas a saldo. Después sube poco a poco las preguntas recostadas en el trastero.
 
Consume una biografía concisa, pero con varias versiones.
 
Las huellas dactilares de una enumeración caótica: abrazos, silencios, sentimientos, indiferencia y contradicciones. El peso exacto de una memoria poliédrica.
 
Hay puertas sin mirilla; desconocen que el peligro está dentro.
 
Publicó tantas veces su fotografía en las redes sociales que los rasgos del rostro real desaparecieron. Ahora es solo el calor residual que propaga su imagen.  


(Voces de otoño)



sábado, 5 de octubre de 2024

LIBROS INNECESARIOS

Saldos
Fotografía
de internet

      

CUOTA COMPLETA

Con la cuota completa de palabras escritas quiso un día crear una biblioteca de libros innecesarios. En las cercanías del bosque se acondicionó un extenso claro de arenisca. Alzaron pilares, naves, cimientos y cobertizos cuya altura ofrecía amplias posibilidades de acomodo para las estanterías. Muchos años después, el cargamento de palabras inocuas quedó reunido. El autonombrado director abrió la puerta y dispuso un transitorio exilio laboral, frente a una ventana donde no había mucho sol. En los días siguientes tocó el costado de las baldas sin que los materiales alineados preguntaran qué hacían, lejos de las pupilas, sin recibir entre murmullos la severidad de cualquier juicio. Tanto silencio era una sensación única y distinta que concedía confianza a las ruinas de tinta de sus contenidos. Sobre la mugre del futuro, el ajuste perfecto en lo invisible era también lápida loable y permanencia.  

 (Del libro Fuera de guion)




 


viernes, 4 de octubre de 2024

PAN CON MIGA

Escaparate de La Tahona del abuelo
Comunidad Valenciana

 

PAN CON MIGA

 

(Apuntes sobre el aforismo)

 
El yo plural
 
Cada sujeto personifica una identidad mudable, una vida ondulante, por decirlo con un aserto de Ramón Eder. La escritura aforística no pasa de ser la sombra larga de una fisonomía nómada, que traslada la unicidad de lo diverso. Un estar en los extremos buscando el centro. 
 
Con Lemuel Gulliver
 
Cuando duermo, las miniaturas cognitivas de la biblioteca trasladan mis aforismos a Liliput, esa nación insular ficticia de ubicación aleatoria. Allí, sus claves interpretativas ganan altura.
 
Intimismo
 
El tono confidencial habla de todos. Recrea el intimismo de un hombre concreto que habita callejones entre luces. Su estar en primer plano difunde rasgos de otros hombres concretos. Cada gota de agua imita formas, texturas y humedades de otras gotas.
 
 
En la diana
 
La conciencia reflexiva coteja el entorno desde la síntesis. Constata un compromiso con las palabras. Da forma una meditación fragmentada. Lo mínimo es un dardo.
 
Vocación

No recuerdo una fecha exacta, pero los primeros aforismos de mi libro Mejores días (Mérida, 2009) nacieron hacia 2005, ya como textos autónomos para integrarse en un libro futuro. Un anticipo se editó en el cuaderno Sueltos (Amargord, Madrid, 2006) Antes escuché con frecuencia que muchos de mis poemas tienen un cierre aforístico; así que no fue una decisión brusca en la escritura personal sino un ejercicio de libertad y obediencia; de confianza en lo fragmentario para desobedecer la monotonía del todo desde las partes.

Elogio de la soledad
 
 En la soledad llama al timbre el decir breve. Suele presentarse con un detonante concreto: una vivencia, una lectura, un asunto laboral… Así alcanzan una primera redacción que después modifico varias veces. La intuición es una brújula perezosa y poco fiable, aunque siempre llena de matices. Con algo que decir.
 
 
(Del libro A punto de ver, Polibea editorial, 2019)


 

jueves, 3 de octubre de 2024

MARÍA ROSA SERDIO. ESCARCHA AL SOL

Escarcha al sol
María Rosa Serdio
Prólogo de David Fueyo
Bajamar Editores
Gijón, Asturias, 2022

 

SENSACIONES

 

   En la marejada incontinente de las formas breves –aforismos, haikus, microrrelatos o epitafios- que define el ahora literario y su pluralidad formal, hace mucho tiempo que la estrofa japonesa perdió su carácter pintoresco y exótico, por su lejana procedencia, para integrarse en el taller de autor como una posibilidad estética más, como un texto lacónico dispuesto a convertirse en senda habitable y cercana para ideas y palabras. María Rosa Serdio (Langreo, Asturias, 1953) maestra en su desempeño laboral, investigadora del folklore escolar infantil y poeta, retorna al cultivo del trébol verbal japonés con Escarcha al sol, un balance de ciento un haikus, publicado de nuevo en Bajamar, el sello editorial que capitanea con envidiable entusiasmo Pascual Ortiz (O lo que es lo mismo, el editor César García Santiago).
   David Fueyo convierte el liminar introductorio en una propuesta didáctica y rigurosa, en la que analizan las claves más definitorias del quehacer creativo de María Rosa Serdio. El aware, o la emoción del poeta, lleva al conciso esquema formal la sensibilidad desplegada de la escritora, una delicada tarea, exacta y fragmentaria, unas gotas de poesía que dejan en la mirada un sustrato delicado y espiritual; dice David Fueyo: “Escarcha al sol es un poemario elegante y sublime (…);  María Rosa Serdio representa en sus versos el enlace entre naturaleza y libertad”.
   El título Escarcha al sol es un bellísimo aserto que define lo perecedero. La gelidez quieta de la escarcha, que abre la mañana de invierno, se desmorona de inmediato, en cuanto aparece la primera transparencia solar. También podría apuntar una lectura simbólica sobre la fugacidad de la belleza, o sobre el renacer de los ciclos estacionales que secuencian, ante la pausa reflexiva del yo poético, cambios y sensaciones del discurrir temporal en su aparente calma.
   Es sabido que el haiku tiene una capacidad argumental omnívora; por tanto la organización estructural del libro suele establecerse por la semántica de sus temas. En el comienzo, el conjunto de “Portal”, en su manera más clásica, convierte el haiku en una poesía de estaciones. Quien mira en torno percibe los matices del otoño, busca los efectos de un intervalo temporal crepuscular que huele a leña quemada, a espera y soledad: “El ojo sabe, / a la puerta del tiempo, / ver lo profundo”.
   Todos los haikus de esta sección muestran la perfecta sencillez del esquema clásico, prosiguen la senda de las voces mayores que sedimentaron la estrofa en la urna breve del cómputo silábico 5-7-5, sin ninguna variación o torpeza; también en su tejido argumental hallamos el tejido ajustado de la lírica estacional, aunque los últimos textos indaguen más en la presencia de un sujeto pensativo que camina despacio para percibir el asombro limpio de la naturaleza.
   El segundo apartado “Sala de espera” traslada el escenario accional. Ya no es el marco natural quien propone instantáneas al paseante sino un ámbito cerrado, un espacio limitado por la espera, cuando la luz se apaga, y la posibilidad que se contrapone al estar quieto de la naturaleza y su quietud abierta. Los sentidos parecen cerrarse para que el yo pensativo emprenda un viaje interior a la conciencia: “En esta espera / los hilos de la voz / están cortados”. Otros ejemplos: “Mientras espero / doy fe de que la vida / es si respiras”, “Sala de espera: / Un sonido susurra. / La vida calla”. El hablante verbal percibe el junco frágil de la vida, siente que la urdimbre de la materia se hace con hilos de finitud y ocaso y el latido cotidiano se estremece con la llegada del frío y la escarcha: “Afuera llueve, / adentro es tiempo gris. / Huele a canela.”
 El tono melancólico y crepuscular de “Sala de espera” retorna a la luz en “Sigue el aliento”. De nuevo la esperanza camina con pie firme, como si otra vez la naturaleza se vistiera de celebración y canto. La devanadera del tiempo restablece vínculos, el entorno natural otra vez muestra su madeja de asombros ante las ventanas; la alegría es una forma de embellecer lo mínimo: “Cosas sencillas: / un papel, una brizna, / respiración…”, “Ha amanecido. / Hay un rumor de vida. / ¡Atenta al día ¡”.
 En los haikus de Maria Rosa Serdio está el aroma de la buena poesía. Quien escribe conoce el magisterio solar de los maestros y presta atención al latido del tiempo, a ese fluir existencial hecho de contraluces y esperanzas, de escarcha derretida y mediodía. Palabra florecida que ve a lo lejos y conecta con las precisas sensaciones que definen un instante de luz.

JOSÉ LUIS MORANTE



martes, 1 de octubre de 2024

MANUEL RICO. QUEBRADA LUZ Y EL MURO TRANSPARENTE

Quebrada luz
y
El muro transparente
Manuel Rico
Olifante Ediciones de Poesía
Tarazona, Zaragoza, 2024

 

SECUENCIAS


   Con motivo de la celebración del XLV Aniversario de la puesta en marcha de Olifante, Ediciones de Poesía, catálogo poético fundado y  dirigido desde su inicio por Trinidad Ruiz Marcellán, se reeditan en un solo volumen dos entregas del poeta, narrador y crítico Manuel Rico (Madrid, 1952). La primera, Quebrada luz, llegó a los escaparates literarios en 1997, tras ser reconocida con el Premio Esquío de Poesía en castellano en 1996, y la segunda, El muro transparente, fecha su primera impresión en Ediciones Libertarias en 1992. El escritor ha optado por sumar ambos libros porque los considera “secuencias de un mismo impulso ético y estético, de una misma obsesión por hacer de la poesía tierra de reflexión en torno a sus capacidades para explicar las zonas no visibles o solo esbozadas de la realidad”. Con todo, ambos trabajos preservan su autonomía singular y su vocación de aglutinar los esquejes argumentales con empeño unitario porque “todo poema es una construcción de la lengua que tiene que revelarnos algo no siempre definible, transmitirnos un temblor misterioso, añadir emoción a nuestra vida”.  En nota prologal, el poeta añade a su forma de entender la poesía dos empeños sostenidos en el discurrir verbal: palabra reveladora, que busca estratos entre los interrogantes existenciales, y conciencia crítica ante un contexto próximo y heterogéneo, un mundo incomprensible y extraño, nunca exento de contingencias e insatisfacciones.
   Quebrada luz contiene una cita definitoria del poeta Wallace Steven, quien asemeja la luz con una araña que avanza entre los bordes de la nieve y se abre paso entre sombras, esbozando un intervalo de claridad y transparencia. Desde esa sensación de presencia fuerte, la luz se confirma como elemento genesíaco que salva la memoria y sorprende los contornos difusos de aquello que no existe. Pero ese elemento volátil también tiene un reverso; es zozobra y huida hacia la sombra, la claridad quebrada de quien mira a través de la niebla o entre la espesa densidad del humo. En esa luz extinguida el sujeto poético descubre un territorio incógnito, hecho de soledad y de grisura, de podredumbre e intemperie, donde los sueños se desvanecen y caminan hasta el desamparo.
  A lo largo de las composiciones, la luz simboliza despertar auroral y transparencia, pero también las erosiones del transitar, ese largo viaje hacia el crepúsculo donde va perdiendo energía hasta mudar en un espacio oscuro, en un lugar a solas en la penumbra donde duerme el fracaso y en cuyos andenes trastean los sueños no cumplidos. Más allá del despertar vital, se oye crujir el tiempo, las hojas secas de un azaroso trayecto que fue sumando luces y sombras, que puso voz a la belleza y la infamia en el empeño de vivir.
    Publicado en 1992, El muro transparente contiene una amplia suma de composiciones, organizada en cuadernos. El muro representa hermética clausura y seguridad; la contradicción que convierte el refugio en cárcel que niega la amanecida al otro lado. El aserto también permite una lectura en clave metaliteraria: la palabra escrita es el muro a construir que oculta y protege de la realidad. En el primer cuaderno prevalece un entorno nocturnal, hecho de sendas envejecidas cuajadas de recuerdos. El ayer aparece, sin rumbo, para mostrar un patrimonio escueto que invita a cerrar los ojos y cobijar su textura de nieve en el poema; así nace una vocación literaria que hace de Juan Ramón Jiménez empuje y magisterio para moldear un desván de palabras. Es hora del todo por decir que intuye la fortaleza de la pulsión creativa.
  Son frecuentes entre los textos los paisajes conocidos de lo cotidiano: los reencuentros con otras presencias afectivas, las lecturas sobre la mesa de trabajo, la geografía difusa de la ciudad con “sus rincones de madera, de niebla y de vino”. El segundo cuaderno se define como un canto celebratorio al tejido sentimental; el amor pasa a primer plano para que se encuentren la piel y las palabras, la brasa que alza luz entre la niebla.
   Más reflexivo, el tercer apartado acoge en su brevedad indagatoria los estados que cobija el espacio íntimo de la conciencia. La sospecha de que vivimos en un espejismo fortalece las dudas y los signos confusos de la palabra; invita a refugiarse en la voz poderosa de los libros y en el convencimiento de habitar una madurez cansada por la costumbre que recuerda y evoca.
   Con luz de estío, los poemas acogidos en el tramo final moldean el trazado de un transitar colectivo de entusiasmo difícil e ideales grisáceos, de paisajes con sombras que definían los límites del extrarradio y su entramado de remotas calles. También algunas prendas como la chaqueta de pana definían las maneras de salir al día y soñar con una tierra de fraternidad. El poema “Dirty realism” es un cálido homenaje a Raymond Carver y su querencia natural en las tramas narrativas por lo anónimo, lo vulgar y por las vivencias de seres normales; es también una manera de posicionarse en una estética que traza una épica de seres normales, de presencias concretas, que parecen huir de la vida mostrando sus espacios de sombra.
   En la poesía de Manuel Rico el tiempo ocupa un vértice central. Su transcurso genera una definición secuenciada de la existencia que aglutina la infancia como espacio angular de la luz y convierte a los días de madurez en un estar crepuscular, marcado por el tedio ambiental de lo cotidiano. En este ciclo de nomadismo vital, el verano –tan definido en el apartado “Quinto cuaderno” “Palabras para una noche de verano”-, refleja plenitud y esplendor, ese campo inmaterial de los sueños cumplidos: “Esta adherencia a la memoria / de todos los veranos / lleva dentro de sí / imborrables siluetas, testimonios / de amores fugitivos / e historias sin relieve / cuyo valor reside sobre todo / en el temblor oculto del paisaje…”.
   El muro transparente se hace en el cuaderno final la evocación de quien inventa una nueva realidad, tangible en el papel, que hace presente lo vivido y recupera súbitos destellos: “De nada sirven los relojes / cuando la vida encuentra /la contención del arte”, ese oficio tenaz que transforma lo fugitivo en permanencia.
   En la poesía de Manuel Rico lo autobiográfico es tema recurrente, no como tentativa de recuperar secuencias concretas, sino como empeño de ajustar los rasgos comunes de una generación marcada por un pretérito sombrío y como forma de dar sentido y transfigurar la realidad a través de la expresión literaria. Poesía enunciativa e intimista, profundamente vital, con una permanente evocación del pasado para habitar el presente y reconstruir, grano a grano, ilusiones y sueños.
 

JOSÉ LUIS MORANTE
 
 



 

lunes, 30 de septiembre de 2024

EL ARTE DE VIVIR LOS LUNES

Salir al día
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

  

EL ARTE DE VIVIR LOS LUNES                             

 
El arte de vivir los lunes
requiere cierta práctica y algo de teoría,
saber de estratagemas y confabulaciones
y adjetivar la prosa cotidiana
con una terca voluntad de estilo.
Incontables acechan
los peligros desde el primer café,
crecen cuando un olor
anuncia escuetamente la leche derramada,
se reproducen con duración de días laborables
y en guardia se mantienen,
tal seguros precintos,
entre los pasajeros del tren crepuscular
que nos devuelve a casa,
al reclamo del lecho hospitalario.
El arte de vivir los lunes
sobrevive y se esconde
en vacuas reflexiones como ésta:
nada es eterno, salvo un lunes.
 

                      JOSÉ LUIS MORANTE

                      (De Población activa, 1994) 



domingo, 29 de septiembre de 2024

EL SUEÑO DE LA SECUOYA

Enormidad
(Bosque de secuoyas, Yosemite Park, California)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

EL SUEÑO DE LA SECUOYA 

   Ya despierto, espera unos minutos para abrir los ojos. Esta noche, con la minuciosa paciencia de los sueños, ha crecido en su jardín una secuoya. Se despereza de inmediato. La babel vegetal puebla al completo la claridad de la terraza. Parpadea con emoción. La enorme arquitectura y su sombra cimentan desde el aire toda la casa. Como si orbitara, da vueltas al imponente tronco. Se detiene. Palpa la corteza con lentitud. Después escucha el rumor dilatado de un pensamiento práctico: es conveniente que la próxima noche sueñe con arbustos aromáticos.

 (Del libro de microrrelatos Fuera de guion)




 

viernes, 27 de septiembre de 2024

EDUARD FARRÀS NÚÑEZ. ANOTAR LO EXTINTO

Anotar lo extinto
Eduard Farràs Núñez
Prólogo de Krzysztof Katkowski
RIL EDITORES
Colección Aerea Carménère
Valparaíso, Chile, 2024

 

CONTORNOS DE LA NADA VISIBLE
 
  La primera exploración lírica de Eduard Farràs Núñez Mal del siglo, impulsada por la editorial Olé Libros en 2023, enunciaba un aserto muy atractivo: un paseo histórico-ficticio. La persistente exploración en el asombro de aquella compilación de poemas se abría con un prólogo de Silvia Ardévol que advertía de los claroscuros de la condición humana, siempre abocada a la recaída y al error, siempre necesitada de interpretación reflexiva y hondura para contextualizar un vacío existencial escasamente comprendido, con tendencia a crear una sensibilidad de intemperie y niebla.
 Sus coordenadas acercan la pupila poética al sedimento cultural para universalizar lo concreto y liberarlo de la opaca erudición del sustrato histórico. La mirada fragmentaria del poema rescataba apuntes del pasado para incidir en su naturaleza ética y su vigencia posterior, a través de una expresión hermética y rigurosa, que emplea campos semánticos epocales y una dicción selecta, no exenta de oscuridad en su sentido último.
   También la segunda entrega del poeta, Anotar lo extinto, deja sitio a la introducción de Krzysztof Katkowski, periodista, poeta y sociólogo. Se me disculpará si su nombre evoca la tarea de  rzysztof Makowski Hanula, arqueólogo polaco radicado en Perú, cofundador de la especialidad de Arqueología en la Universidad Pontificia e investigador persistente de las civilizaciones antiguas  El liminar recuerda la poética de imágenes, expuesta en el primer libro, y el anhelo de recuperación de lo extinto para conocer y entender, para dar a los contornos de la nada visible una dimensión lingüística; quehaceres de autor para dar luz al repliegue mental en la razón, empeñada en entender e interpretar el entorno y sus relaciones con el sujeto poético.
   Cuatro tramos de irregulares extensiones se vertebran a lo largo del libro. El primero “Sobre el estado de la cuestión” es el más amplio. En él se gesta una indagación sostenida sobre la tradición y sus axiomas; sobre la presencia del pasado para cimentar el ahora. En el presente, el recuerdo de los primeros pasos y el despliegue de expectativas del yo; también el sujeto colectivo que ilumina carencias y contradicciones, multiplica la pulsión del absurdo y el sinsentido; deja en el protagonista verbal la sensación de ser un sujeto sombrío, infectado de melancolía y nihilismo. Saber atarse los zapatos no garantiza las coordenadas del camino, solo la sensación de azar que lleva a la madurez. Nada queda de aquella mirada auroral del primer día, se ha agostado la zona de confort; todo parece cubierto por un armazón de moho y extrañeza.  
   El breve apartado “declaración de intenciones” apenas contiene tres poemas. La ironía añade una postura crítica en la travesía existencial; subimos una escalera de peldaños que ensancha la lejanía. Son textos de notable creatividad, que casi nunca pierden un tono crepuscular, donde solo en el futuro hay esperanza; el ahora es gelidez, una penumbra sostenida frente a una realidad intransigente. También el apartado “Tratado de armas” destaca por su brevedad y por la concisa arquitectura poemática que busca en cada poema un motivo autónomo, en el que apenas cabe la presencia del yo: la quemadura de la piel tuesta la dermis de un color burdeos; el proceso de la electrolisis y otros experimentos científicos conceden al poeta un epitelio argumental complejo, que a veces provoca una clara frialdad lectora, como si lo emotivo se hubiera borrado en las palabras.; lacónicos, precisos, los textos exhiben su horizontalidad ante el lector que tantea interpretaciones, o hace de algunos fragmentos lecturas con indicios biográficos.
   El cierre, “Apología de la extinción” rechaza el hábito convencional del aprendizaje para demandar un aula abierta, ajena a la instrumentalización del verbo que constata el desvanecimiento de la materia, sus siluetas efímeras. Entender la poesía ayuda a empatizar con el poema, a sentir mejor su transfondo emotivo. El ideario estético de Eduard Farràs Nuñez, tanto de Mal de siglo como de Anotar lo extinto, provoca perplejidad por su compleja semántica. La singularidad de sus argumentos y el rechazo a cualquier coloquialismo versal demandan al poema claves iniciáticas; canalizan un imaginario sorprendente y singular, cuyos enunciados para dar al sentido argumental plena visibilidad tardan en llegar.
 
     JOSÉ LUIS  MORANTE





miércoles, 25 de septiembre de 2024

CASA ABIERTA

Casa Museo de Antonio Machado 
(Segovia)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 
DESDE MI SOLEDAD A TI CAMINO
 
Desde mi soledad
voy a tu encuentro,
con la justa impaciencia
de quien regresa a casa.
A cuestas traigo
herrumbres y estiajes,
algún dolor disuelto
llenando la mochila.
No rescatéis mis huellas;
viene conmigo el aire
y fueron los testigos
incontables insomnios,
menas de albura y sombra,
noches frías, palabras y silencios.
 
Desde mi soledad
a ti camino,
con la certeza intacta
de que tú mientras tanto
inventas el andén que ha de acogerme. 

(Del libro Rotonda con estatuas, 1990)