jueves, 31 de diciembre de 2020

TEMBLOR DE INVIERNO

Hablar a solas
Archivo fotográfico
de
PixHere

 

TEMBLOR DE INVIERNO
 
Vivir es creer.
El más crédulo de los mortales es aquel
que se halla persuadido de su incredulidad
 
AMBROSE BIERCE
 
 
. Sospecho que buscamos, en medio del páramo, un paso de cebra.
 
. El pacto autobiográfico. Esa forma de contar una vida de verdad donde casi nada es cierto.
 
.  Existir es ir dejando casas deshabitadas, hojas muertas sobre la acera.
 
.  Habla mucho, con palabras ligeras cuyo significado está en fuga.
 
. Pensamiento y emoción mal sumados, dejan la sospecha de una doble contabilidad en el poema.
 
. Con las ojeras propias del caso, delata su estado civil: cansado.
 
. Los  sinceros pueden redactar catálogos de defectos sin recurrir a la bibliografía.
 
. El pragmático no es más que un idealista contrariado.
 
. Sobre el asunto hay dos opiniones; una es la del resto del mundo.
 
. Era tan cuidadoso con su porvenir  que hasta que no tuvo un epitafio que expresase su grandeza de ánimo no se suicidó.
 
. Si callo, me repito.

(Saldos de fin de año)



miércoles, 30 de diciembre de 2020

PROSAÍSMOS Y PLUMAS

Elogio de la paciencia
Archivo de internet

 

PROSAÍSMOS Y PLUMAS
 
Que las palabras no se desgasten
 
JUDITH HERZBERG
 
En nochebuena el discurso real fue tan previsible como las rimas de un soneto; eso sí, con el estrambote del independentismo y de la portavocería populista.

La disonancia verbal en el desempeño de la función pública es multicéfala; afecta por igual a la presidenta de la comunidad autónoma, a la vicealcaldesa valenciana, al parlamentario batasuno reconvertido en hombre de estado o a cualquier ministro que disimula las deudas contraídas por la aprobación de los presupuestos con los partidos de la ruptura. Naturalmente su extensión es limitada y localista y deja exentos a otros políticos admirables que hacen de su labor una propuesta de futuro, una vacuna eficaz.  

Esa mutación desasosegante que transforma al buen sujeto en un resentido.
 
La orientación existencial se tiene o no se tiene. Quien la tiene tantea y despliega su ánimo sereno en cada ruta, aunque no lleva el logro en la cabeza. Quien no tiene norte es una rémora que camina detrás mientras murmura: “creo que vamos en dirección contraria”. Cuando el destino aparece, el sentido de la orientación existencial dormita, como si fuese consciente de que nadie advierte mérito alguno.
 
En los árboles desnudos del jardín, se posan inquietos algunos cuervos. Recordé de inmediato esos proyectos literarios que no alcanzaron vuelo, que dejaron sobre la mesa un puñado de plumas dispersas.

Nunca he concebido la crítica como un sistema valorativo que recomienda la recuperación en septiembre por mala nota. Una opinión personal es algo distinto, y sí puede incluir asentimientos, felicitaciones o reparos, recordando con prevención que la mediocridad nunca se reconoce a sí misma y que los reparos serán tomados como dolorosas ofensas personales.
 
Qué itinerarios tétricos los de quienes no esperan nada de nuestra amistad. Mi hartura aspira a que su marea se desvanezca pronto. Ya.

(Balances contables)



 

martes, 29 de diciembre de 2020

LA FRONTERA

Portillo de Pinquenes
Fotografía
de internet


 LA FRONTERA

  El itinerario es largo. La inercia de cada paso imita el cansancio del paso anterior. Así avanzamos sobre los arenosos estratos de las sombras. Cuando amanece un monolito extraño, nacido de la nada, señala la frontera. En este espacio inhóspito, se empequeñece la esperanza; aquí todo es difuso. Nadie habla de este nuevo exilio; parece que ni en un lado ni en otro cabe ningún país. 

(Cuentos diminutos)








lunes, 28 de diciembre de 2020

OROPELES Y GUIÑAPOS (HOMENAJE A GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER)

Oropeles y guiñapos
(Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer)
Madrid, noviembre de 2020  Nº 7 y último, Año III
Director: Agustín Porras Estrada
Edita: Fundación Alambique para la Poesía
www.fundaciónalambique.org 

 

BECQUERIANA

  
   Concluye 2020, un año signado por la extrañeza y el desconcierto colectivo, y culmina senda Oropeles y guiñapos, una hermosa revista de aspecto artesanal que pone fin a sus ediciones, con siete salidas en esta tercera etapa. El poeta, narrador y ensayista Agustín Porras Estrada, de quien ya he comentado su generosidad y su gratísimo activismo literario como director de la publicación, dedica estas páginas de forma monográfica al homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer en el 150 aniversario de su fallecimiento, aunque no olvida recordar dos ausencias recientes que han hecho de la escritura y la amistad un habitable rincón afectivo: Maxi Rey y Manuel Quiroga Clérigo.
  La publicación llega a su madurez crepuscular con una nómina de escritores de fuerte densidad creadora. En ella se integran las colaboraciones de Ángel Guinda –íntimo compañero de empresas literarias de Agustín Porras Estrada, a quien deseamos una plena recuperación- Carlos Castán, Luis Alberto de Cuenca, Dionisia García, Luis Correa-Díaz, José Ramón Ripoll, Pascual Izquierdo, Miguel Ángel Lama, José Cereijo, y voces nuevas que están propiciando un presente creador pleno de aciertos literarios como Antonio J. Quesada, Marina Casado y César González de Sepúlveda. Ellos aportan las claves más definitorias del poeta romántico que se ha convertido en magisterio obligado y anclaje fuerte de la tradición lírica.
  Los contenidos integrados muestran tramos expresivos diversos. Si el novelista Carlos Castán enlaza un recuerdo familiar con la soledad existencial de Bécquer, esa identidad idealizada que miraba golondrinas al paso desde los billetes de cien pesetas, Luis Alberto de Cuenca nombra al sevillano raíz y estirpe lírica de toda la poesía española contemporánea y recuerda una edición personal de las rimas. El abanico textual alude también en el excelente aporte de Pascual Izquierdo a la edición crítica de las leyendas. José Ramón Ripoll enlaza la obra bequeriana con la música de Joaquín Turina o Marina Casado conecta al poeta sevillano con “Ángel de carne y hueso” de Rafael Alberti.
  El amplio muestrario de esta entrega final de Oropeles y guiñapos aglutina indagaciones también sobre el pintor Valeriano Bécquer y secuencias vitales que desbrozan algunos lugares comunes sobre la identidad poética romántica, completando una mínima antología crítica que despliega diversidad, desde el lenguaje plástico de las ilustraciones hasta las bifurcaciones becquerianas en verso y prosa
  El espacio caótico de internet ha ido minando lectores a las publicaciones en papel que adquieren en el tiempo un innegable halo de romanticismo. Son productos a trasmano, casi siempre con pasos limitados; así que hay que agradecer a Agustín Porras Estrada y a la Fundación Alambique para la Poesía su patrocinio editor y su ánimo fuerte para vadear contratiempos. Este número 7 es el final y ya busca resguardo y gratitud en la memoria. Las golondrinas volverán.



sábado, 26 de diciembre de 2020

JOSÉ JURADO MORALES (ed.) CONCIENCIA Y MEMORIA. LA POESÍA DE ANTONIO JIMÉNEZ MILLÁN

Conciencia y memoria. La poesía de Antonio Jiménez Millán
José Jurado Morales (ed.)
Visor Libros  Biblioteca Filológica Hispana
Madrid, 2020
 

POETA DE FONDO


   La madurez vital y poética de Antonio Jiménez Millán (Granada, 1954) aloja una sólida arquitectura interior, un cuerpo expresivo forjado en un intervalo temporal de casi cinco décadas. Del análisis de ese bagaje lírico se ocupa el volumen Conciencia y memoria. La poesía de Antonio Jiménez Millán, compendio de sondeos críticos coordinado por el profesor universitario y editor José Jurado Morales. A él le corresponde contextualizar la raíz lírica, al hilo de los poetas profesores que alcanzaron su apogeo en la Edad de Plata, integrados en las etiquetas corales del 98 y del Grupo del 27, pero que han tenido en el devenir fuerte continuidad hasta el presente digital.
   El aporte de José Jurado Morales se ubica como umbral. Propicia un análisis minucioso de la travesía biográfica y el abordaje de la labor investigadora, diseminada en reseñas, catálogos, monográficos y antologías. Concluye con el muestrario completo de la obra, desde aquellos poemas tempranos del tardofranquismo, hasta los meandros más recientes, Biología, Historia (2018) y Línea de sombras (Poemas en prosa 1981-2019). Aporta además una síntesis orientadora de los textos integrados.
  Sirve de apertura la sección “Palabra de poeta” donde el escritor se postula como atento crítico con dos bifurcaciones: un autosondeo de claves estéticas, recogido en “Memoria y ficción: Una poética” y una conversación con quien esto suscribe, publicada en la revista Prima Littera. En ambas acotaciones afloran las coordenadas esenciales del trayecto: tendencia a construir una poesía urbana, impulsora de una sensibilidad que aglutina experiencia personal y modos de vida de la modernidad; búsqueda de una identidad poética cercana y comunicativa; confluencia de una concreción espacial y temporal en la escritura y fuerte sentido crítico en la toma de conciencia de la realidad y en las perspectiva del presente. Con nítida vigencia, perduran las observaciones del poeta en la entrevista “Juego de espejos”: “La imposición de un pensamiento único y de un orden que sólo se justifica a partir de intereses económicos convierte la escritura en una forma de defender la libertad individual, de rescatar, en cierta medida, el lenguaje y de establecer distancias con la ola de basura mediática que nos llega todos los días”. La mirada y la memoria son infieles. Exigen una reconstrucción escritural que capte la complejidad del legado vivencial y las meditaciones que propicia. Los sentimientos van cambiando a través de la historia y es preciso encontrar el lenguaje que defina tales mutaciones.
   La sección “Miradas al conjunto” está concebida como un lugar de encuentro. Las inflexiones sondean, casi siempre desde la proximidad afectiva, itinerarios plurales. Juan José Téllez diserta en torno a la generación del mayo francés y la confluencia entre el existencialismo, la teoría marxista, la sociología del movimiento beat y la cultura pop, tan presentes en la utilería expresiva de los novísimos. Recorre con pasos pautados el periplo biográfico en Granada, su activismo cultural y las relaciones con piedras angulares como Rafael Alberti, Jaime Gil de Biedma y coetáneos con los que compartió proyectos literarios y párrafos anecdóticos. Con clara perspectiva literaria, Francisco Díaz de Castro explora el aserto global, percibido como cuerpo unitario y coherente y centra su análisis en Biología, Historia, obra de madurez que aglutina memoria y reflexión moral. Pero también aborda la secuencia textual de Línea de sombras y los poemas en prosa que conceden una mayor amplitud narrativa.
  La reflexión de Almudena del Olmo gira en torno a la naturaleza dialéctica de la ontología del sujeto poético y al sustrato de proyecciones identitarias, siempre en proceso de reconstrucción introspectiva. Esa conciencia del yo vuelto hacia sí mismo es una constante que va forjando máscaras. En el poema hay una clara conciencia de temporalidad y una percepción de extrañamiento que hace de lo mudable la única certeza.
  El prólogo que Luis García Montero escribió para el balance Ciudades. Antología 1980-2015 (Renacimiento, 2016) se recupera por su profundidad de campo. Ambos escritores han compartido décadas de poesía y amistad y el conocimiento directo permite un despliegue de complicidad, más allá de la justificación coyuntural. Sirva de síntesis esta nítida certeza: “La poética de Antonio Jiménez Millán define su mirada al entender su vida lírica como el acto de verse vivir y de meditar sobre la vida. La escritura encuentra en esa apuesta su fuerza y su coraje”.
   La sección concluye con una recensión de Manuel Rico centrada en el epitelio histórico y en el análisis de la antología Ciudades, antes de internarse en el registro concreto de entregas que propone el apartado “El poeta libro a libro”. Es Álvaro Salvador quien abre el tramo recordando la irrupción de Antonio Jiménez Millán entre la floración novísima, desde un fuerte sentir ideológico confrontado con la asepsia culturalista. Por su parte, Andrés Soria Olmedo aborda La mirada infiel (1987), balance de la primera década de labor lírica, recordando el esencial magisterio del profesor Juan Carlos Rodríguez. El ejercicio crítico de Olga Rendón Infante focaliza Ventanas sobre el bosque (1987), epígrafe que alude al mirar introspectivo sobre los ámbitos de proximidad que conforman los laberintos interiores. Blas Sánchez Dueñas también elige Ventanas sobre el bosque como espacio indagatorio para resaltar su heterogeneidad compositiva y el tratamiento de la sentimentalidad como manifestación de una subjetividad escindida. Muy atinado resulta el rescate de un texto magisterial del profesor Juan Carlos Rodríguez en torno a Casa invadida, pletórico en su despliegue cultural. Sobre un poema de este libro “Night Shadow (Edgar Hopper)” se ubica el punto de fuga crítico de Luis Bagué Quílez, mientras que Felipe Benítez Reyes y Ambra Cimardi delimitan las lindes expresivas de Inventario del desorden (2003). De ese libro, José Jurado Morales desgaja el poema epilogal “Dominio de la herrumbre”, tributo a la memoria del padre, para anotar sus pulsaciones anímicas y reflexivas y explorar su dimensión simbólica. El poemario Clandestinidad impulsa los ejes discursivos de Francisco Javier Díez de Revenga, Fernando Candón Ríos y María Payeras Grau; la salida propicia el análisis conceptual del intermedio histórico que nutre el avance argumental y los estados de melancolía y desazón del protagonista lírico.
   Completan el estudio los trabajos de Josefa Álvarez Valadés, Antonio Lafarque, Marina Bianchi y Luis Melero Mascareñas. Diseccionan la reflexión en torno a la experiencia urbana que trasciende el marco escénico, el fluir temporal y “la deriva a sepia de las fotografías”; las redes intertextuales de Biología, Historia, y el ideario estético que aglutina memoria y ficción como producto de un tiempo histórico, junto al análisis de Línea de sombras (Poemas en prosa 1981-2019).  
   El recuento Conciencia y memoria. La poesía de Antonio Jiménez Millán es un calado intenso sobre la estela lírica del poeta de Granada y su clara conciencia metafísica. Explora un discurso verbal donde se dan la mano la meditación de la experiencia y el continuo trasiego del ser social en un entorno cambiante. Las secuencias indagatorias se yuxtaponen y complementan para perfilar el tránsito de una voz esencial. Antonio Jiménez Millán hace de la poesía una forma de resistencia; guarda entre las palabras epifanías y amanecidas; busca asideros fuertes a la conciencia de ser entre las quebradas aristas de los días.
 
JOSÉ LUIS MORANTE


 
 


viernes, 25 de diciembre de 2020

BURBUJAS DISPERSAS

Celebraciones
(Navidad, 2020)

 

BURBUJAS DISPERSAS


Los aforismos son burbujas dispersas; vuelan más allá del sentido común.

*

Entran, salen y en el trasiego cuántos usuarios digitales huelen a flores de plástico.

*

Un yo tentacular, donde cada apéndice se siente la excepción.

*

La quietud de la siesta preserva el entusiasmo de los héroes aqueos.

*

Nunca menciono a mis enemigos para no forzar su capacidad operativa.

*

La cuarta cerveza ya sabe a moralismo.

*

Las tradiciones; esos supermercados de segunda mano.

*

Cuando cierro mis ojos miopes, se convierten en instrumentos de precisión.

(Antes del brindis, diciembre, 2020)


jueves, 24 de diciembre de 2020

A PROPÓSITO DE 11 AFORISTAS A CONTRAPIÉ (ENTREVISTA A JOSÉ LUIS MORANTE)

11AFORISTAS A CONTRAPIÉ
Edición, selección y prólogo
de
José Luis Morante
Ediciones Liliputienses
Isla de San Borondón, España, 2020

 

 A propósito de 11 AFORISTAS A CONTRAPIÉ

                                                   ENTREVISTA A JOSÉ LUIS MORANTE

 Isabel Alamar Torró (Valencia en 1970). Licenciada en Filología Hispánica y en Filología Valenciana por la Universidad de Valencia. Algunos de sus poemas, reseñas literarias o artículos sobre lingüística han aparecido en prestigiosas revistas como Prisma y periódicos como El correo, Todoliteratura.es y Culturamas.

 Isabel Alamar: ¿Cuándo empezó a fraguarse en su cabeza la idea de hacer esta antología?

 En los primeros meses de 2019, cuando me entrevisté en Cáceres con el poeta y editor José María Cumbreño y él aceptó de inmediato mi propuesta; pretendía hacer un balance de escritores que cultivan el aforismo de un modo más experimental, dejando el género en el umbral de la indefinición.

 ¿Qué diría que tienen en común todos los autores seleccionados en esta obra?

La singularidad expresiva, el hecho de tantear en el aforismo sendas nuevas y atajos, que se alejen de vías preferentes; todos comparten la propuesta de cambio y de hacer en su escritura una polifonía de una sola voz.

¿Por qué cree que goza hoy en día este género breve de tan buena salud?

Aunque es cierto que los medios digitales, han propiciado un territorio fértil para la fragmentación, los mensajes lacónicos y la diversidad de asuntos, el renacer del aforismo es multicausal; no es un fruto único del binarismo digital; es una estrategia expresiva con una tradición consolidada.

 Apórtenos algunos datos sobre su historia, curiosidades…

 El género se ha cultivado en todas las etapas de la historia y en todas las civilizaciones; muchas veces ligado a la ética o al sentido socializador; aunque con una diversidad terminológica notable: máximas, sentencias, preceptos, refranes, apotegmas o pensamientos mínimos son distintas pulsaciones verbales del decir breve que han estado presentes en el tiempo histórico.

¿Cómo cree que ha sido su evolución en el tiempo?

 Como síntesis, se podría decir que el aforismo ha realizado un largo viaje desde la objetividad del mensaje directo hacia el pensamiento subjetivo; creo que se ha reforzado la presencia del yo y la sensación de que el aforismo vela un fragmento autobiográfico.

 ¿Cuándo le empiezan a gustar a José Luis Morante los aforismos?

 Cuando descubro a los grandes escritores del 98 (Antonio Machado y Miguel de Unamuno) y a Juan Ramón Jiménez; ellos me enseñaron a valorar lo sintético, a saber que hay frases que cobijan todo un sistema filosófico. Yo empecé a escribir aforismos hace veinte años, aunque ha sido en la última década cuando el propósito creador ha focalizado el género con más fuerza.

Si le parece bien, terminaremos la entrevista con algunos aforismos de los antologados.

 Ser sincero te deja solo (Luis Felipe Comendador)

De las historias sin salida hay que salir (Karmelo C. Iribarren)

En la mirada del mendigo caben todas nuestras derrotas (Elías Moro)

La devoción auténtica consiste en seguir admirando al otro después de treinta años viéndolo en zapatillas (Mario Pérez Antolín)

En virtud del principio de incertidumbre todo intento de instalarse en la certeza nos conduce a la duda (Felix Trull)

En las agendas cabe la vigilia. Nunca los sueños (Ana Pérez Cañamares)

Hacerse a la mar con un puñado de tierra en cada bolsillo (José María Cumbreño)

Nací en el no saber y ahí sigo. Y a veces la verdad es que lo agradezco (Luis Arturo Guichard)

Dios es una inteligencia artificial que ya no nos necesita (José Antonio Olmedo López-Amor)

No soy frágil. Colecciono agujeros (Rosario Troncoso)

El zumbido azul antes de desfallecer (Sihara Nuño)

 

Muy agradecido por la entrevista, querida Isabel y felices fiestas a todos los lectores.

24 de diciembre de 2020



miércoles, 23 de diciembre de 2020

CARMEN SALAS DEL RÍO. EL CANTAR DE LAS CARACOLAS

El cantar de las caracolas
Carmen Salas del Río
Prólogo de José Gilabert Ramos
Editorial Olé Libros
Colección Marginal 
Valencia, 2020 
 

OÍR EL MAR


   La identidad poética de Carmen Salas del Río (Cádiz, 1957) se ha expandido, en un tramo temporal muy breve.  En apenas un lustro de escritura han visto la luz tres entregas, Manto del alma (2016), La mirada del tiempo (2019) y el libro que enfoca esta mirada crítica El cantar de las caracolas (2020). Este paso de madurez creadora viene precedido de una larga experiencia docente, en la que ha sido afán continuo del transcurso vital el fomento de la lectura y la siembra de brotes renovados de la expresión literaria. Son facetas que en el ideario estético de Carmen Salas del Río conforman un entrelazado natural.
   En el fluir remansado del prólogo, José Gilabert Ramos alude a la posesión volátil de lo efímero, a ese vuelo imprevisible de la memoria en el que la conciencia construye un lugar habitable, poblado de “recuerdos, emociones y cicatrices”.  Los poemas nunca abandonan el signo elegíaco, ese fulgor crepuscular de los recuerdos que hace de los días de infancia un tiempo áureo, irrepetible, por más que el discurrir disemine paisajes afectivos. El mar se hace patrimonio de plenitud; así lo escribe José Gilabert Ramos: “El lenguaje del mar con su canto profundo, el ritmo de las olas con su ir y venir en una constante salmodia” constituye la caligrafía esencial del poemario. Poco a poco, los lugares del pasado son teselas en su sitio, proclives a la crónica y a la idealización, un inventario de signos expuestos que aspiran a sobrevivir entre la incansable zozobra del olvido.
   La titulación explícita del apartado inicial “Espiral de vida” clarifica de inmediato la semántica del poemario; en los poemas de Carmen Salas del Río hay una clara conexión entre intimismo biográfico y escritura. Son espacios transversales que comienzan a caminar tras el selecto conjunto de citas extraídas de la escritura de Fabrizio Caramagna, Alexandra Pizarnik y Rafael Alberti, donde se busca el eco sentimental del mar como pulso germinal de la palabra.
   El uso de la primera persona impregna la palabra de cercanía existencial e intensidad emotiva; el poema profundiza en la evocación de instantes que se hicieron piel y cicatriz. Marca un entorno en el que encuentran sitio los restos del pasado. Lo transcurrido pervive en un reguero de imágenes en las que se asienta la claridad de la memoria. Los versos insuflan vida a un rastro sonoro en el que el cantar de las caracolas adquiere una simbología esencial, cuya música deposita un patrimonio de indicios que permite recordar lo andado: la maternidad, el hijo que hace castillos en el aire, el exilio del tiempo, o el aroma del mar y la plenitud de sus sensaciones.
  El estar del sujeto da pie a la levedad del haiku, en el que resulta muy reconocible el amplio sustrato sentimental: “Cierro los ojos / solo escucho el susurro / de caracolas”; “Desde la arena / cantan las caracolas / su desencanto”. Nada tiene un asiento fijo, el tiempo cambia marcos escénicos y marcos emotivos; así se constata en el apartado “Horizontes” en el que las composiciones adquieren una mayor densidad reflexiva. Cada poema se convierte en un tanteo en las pulsaciones del ánimo en el que también se resguardan sombras y temores, amistades interrumpidas, atardeceres.
   Ya he comentado que el mar concede una perspectiva amplia sobre su vaivén físico y sobre su simbología como espacio de la memoria y temporalidad. Es un subtema fuerte que monopoliza casi al completo el apartado “El mar y el viento” con una sugerente cercanía discursiva que equilibra ángulos biográficos: “Sentirme casi / en el materno útero de nuevo”
   El cantar de las caracolas define con voz evocadora y confidencial un regreso a la memoria para capturar imágenes y vivencias. La palabra se hace litoral, decantado y lúcido, abre páginas a un diario introspectivo, que siempre preserva la amanecida intacta del regreso, la mirada del niño que sigue todavía escuchando el rumor del mar entre sus tímpanos. 


JOSÉ LUIS MORANTE


 
 


martes, 22 de diciembre de 2020

MÁS ALLÁ DEL VIAJE (Aforismos de invierno)

Arquitecturas de la soledad
(Bahamas, 2012)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 MÁS ALLÁ DEL VIAJE

 

 El final de ruta añade a la topografía habitual una fotografía desenfocada del paraíso.

 *

 La indecisión transforma cada paso en cruce de caminos.

 *

 El observador comprende, cuando escucha la trama argumental del paisaje.

 *

Romeros digitales en el Camino de Santiago; peregrinos musculosos con equipación deportiva, publicidad en el casco y todo tipo de artilugios tecnológicos.

 *

Ítaca y el impulso del viaje. No la meta, sino el recorrido.

 *

 Se enamoró en plena escalada de la cara norte. Músculos y nervios repetían que iba por buen camino.

 *

 Sin regreso, el viaje es estéril.

 *

En la lentitud del sedentarismo, diseñar rutas marítimas con olas fijas.

 *

 De algunos viajes vuelven otros.

AFORISMOS DE INVIERNO





 


 


lunes, 21 de diciembre de 2020

EL SUELO DE LOS LUNES

Siembra en el páramo

 

EL SUELO DE LOS LUNES

Envejecer es recordar
lo que no quieres
y olvidar lo que te importa

ISMAEL VELÁZQUEZ JUÁREZ  

La tramposa gramática del insulto político se justifica a sí misma. Parece el fruto de una hilazón invisible de causas y efectos. Y crea un perplejo inventario de rabia, tanto en la universidad, como en el campo de fútbol o en los barrios periféricos más humildes. Ya se sabe, el culpable siempre es el otro. Nadie se ve a sí mismo como un sujeto violento e incontrolado, como un imbécil ocupando el primer plano de la ineptitud con una conducta perversa.

Mi fisiología sufre un deterioro expansivo. Me lo advierten a diario mis células auditivas, la necesidad de luz fuerte en las horas nocturnas o los cortes del sueño… Yo continúo con mis hábitos, como si no me diera cuenta. Y casi me engaño y, de cuando en cuando acudo al médico para que certifique la erosión de mis constantes vitales. 

Ese anhelo tan complejo: ser coherente con uno mismo y que además lo sepan las ubicuas voces de la contradicción.

¿Por qué lo sencillo es tan complejo?

El cansancio cartesiano se reparte a partes iguales en cada proyecto literario. Conforma un material en depósito que debo gestionar para que nunca se agote. Por eso hay que seguir, con lentitud y paso calmo. A pesar de los proyectos que se quedaron en el camino, o que no fructificaron en el maltrecho sustrato de los lunes, ha sido un buen año. Ahí quedan las antologías Ahora que es tarde (La Garúa Poesía, 2020) y 11 AFORISTAS A CONTRAPIÉ (Liliputienses, 2020), dos balances de fuerte emotividad interior. 

(Páginas del diario)

  


domingo, 20 de diciembre de 2020

ISMAEL VELÁZQUEZ JUÁREZ. POEMAS IDIOTAS

Poemas idiotas
Ismael Velázquez Juárez
Ediciones Liliputienses
Isla de San Borondon, 2020

 

DECIR AL MARGEN


   Las tareas del legado tradicional se empeñan en preparar para la siembra las tierras de la creación, como si desde su morosa dedicación fuesen creciendo cosechas nuevas. Pero, de cuando en cuando, hay semillas que nacen en barbecho, alentadas por una conciencia adánica en la que resulta muy complejo descubrir los antecedentes de la identidad. No sé si esta breve digresión habrá servido para explicar que la personalidad literaria de Ismael Velázquez Juárez (Iztapalapa, Distrito Federal, México, 1960) es diferente. En su taller adquieren modulaciones facetas complementarias, el fluir lírico, la poesía visual, el collage y la concisión aforística. Su discurrir en la poesía abarca los libros Polvo de billar, Lugares y no lugares para caer muerto en Richard Brautigan, Producto interno bruto, Esto no significa nada y Nombrarlos desaparece, junto a dos propuestas de poemas visuales.
   El epígrafe de la amanecida, que da visibilidad a su quehacer en el ámbito peninsular, Poemas idiotas promueve el desconcierto. Al título le cuadra bien la sospecha de la provocación. El empeño en buscar salida a la diferencia para convulsionar las aceras de lo previsible y alumbrar los rincones en penumbra de los significados. Sin citas prologales, Ismael Velázquez Juárez inicia ruta con la senda dialogal de un yo desdoblado: “¿Qué haces? / cavo un túnel / ¿por qué? / quiero estar enclaustrado / Pero un túnel / te llevará  a una salida / espero que no”. Desde la enunciación directa que acrecienta el discurso comunicativo, el poema se convierte en un destello argumental incierto, en una superficie de círculos concéntricos que se expanden en torno.
   El libro aglutina momentos enunciativos; no se corresponden con una trama anecdótica, sino con una propuesta reflexiva que tiene algo de ecuación matemática. La dinámica textual trastoca el avance resolutivo para que el entorno ubique su extrañeza y tenga capacidad de hacer sitio a las coordenadas del yo: “La historia / de mi vida / es esta / un día/ vi una mancha / en la pared / después / todo fue / hacer del mundo / esa mancha”.
  El lenguaje poético postula una posibilidad imaginaria que trastoca el suelo conformista de lo real. Las pausas del poema buscan la senda de lo que no existe y propician algún descubrimiento entre la niebla: “Envejecer es recordar /  lo que quieres / y olvidar / lo que te importa”. Continuar en la tarea de escribir poemas normales –dónde encontrar el concepto exacto de normalidad- es ir borrando la leve estela del discurrir para inventarse los indicios vitales de alguien que no está, que sólo tiene una silla vacía esperando su quietud.
   Lo perdurable se sostiene en el aire; si se me permite una lectura de la cubierta del libro, es la mirada de una vaca que pasta en el prado, levanta los ojos y nos ignora, para seguir después en la incansable tarea del pastar. Los poemas de Ismael Velázquez Juárez cultivan el desconcierto del discurso alógico, propenden a caminar hacia el absurdo para detenerse en el momento justo de la interpretación que modifica sentido y norma. La voz del hablante verbal postula una realidad distinta en la que se acogen pensamientos que buscan un poco de luz. Pero hay que esperar que alguien accione el interruptor. Mientras, basta oír la respiración de las palabras, esa memoria interior  que se deshace en el tiempo y que hay que reconstruir escribiendo sin más un poema idiota.



sábado, 19 de diciembre de 2020

RITUAL DE OBJETOS

La dulce compañía
Imagen
de
Archivo general de internet

 

OBJETOS

Están hechos de reiteración y cercanía,
de un esplendor sencillo, de una nimia ternura.
Nos son imprescindibles al paso de los años.
Permanecen morosos, perennes, vegetales.
Diseñan una decoración reparadora
que en cada sitio ofrenda serviciales regazos.
No discuten razones, fracasos, esperanzas.
Compartimos con ellos esas gotas de júbilo
que dan a lo vivido momentos memorables.
Dialogan con palabras de sonidos armónicos;
suenan a persuasivas, a dulces cantinelas.
Sus materiales unen pretérito y presente.
Saltan hacia a delante, más allá de los riesgos,
como fuertes cornisas que soportan los brazos.
Si alguna vez nos faltan sentimos la impostura
de ese desconocido que vive por nosotros.

              (Antología Ahora que es tarde, La Garúa, 2020)



viernes, 18 de diciembre de 2020

EL DON

Entre el limo

 

EL DON

Qué inseguro se está aquí, sobre las cumbres del corazón

                                  R.M. RILKE

 

   Su cercanía requiere la actitud vigilante del insomne. Tras la frágil sensación de la sonrisa se refugia un don. Descubre a cada paso una insólita capacidad de convertir afectos en limo. Es feliz chapoteando soledad en el barro.

(De Cuentos diminutos)

 


 

 

jueves, 17 de diciembre de 2020

DESCONFIANZA

Dentro y fuera
Fotografía
de
WordPress


DESCONFIANZA

 

 . Desconfío de las biografías legendarias, porque no saben de quién es su pasado.

 

. Desconfío de la vida sana, ese túmulo de hábitos saludables que antes o después acabará metiéndonos en el ataúd.

 

. Desconfío de los que visten, con monotonía e insistencia, el abrigo de los compromisos y carecen de tiempo para el otro.

 

. Desconfío de quienes tienen temprana conciencia de su genialidad.

 

. Desconfío de los que piensan que el talento brota de la nada.

 

. Desconfío de quien hace de las relaciones personales un insalubre trastero, un lugar siberiano.

 

. Desconfío de esa obsesión indígena que llena de himnos, banderas y escuadrones la plaza de su pueblo.

 

. Desconfío de las amistades aparentes, con exuberancia decorativa.

 

. Desconfío del escritor que hace de la vida una actividad subalterna, llena de signos de puntuación.

 

. Desconfío de mí, que abro la puerta de la desconfianza, me miro y desconfío.

Aforismos de invierno




 


martes, 15 de diciembre de 2020

JOSÉ MARÍA SOUVIRÓN. DIARIO III (Edición de Javier La Beira y Daniel Ramos López)

Diario III
CUADERNOS VII y VIII
José María Souvirón
Edición de Javier La Beira y Daniel Ramos López
Centro Cultural Generación del 27  Diputación de Malaga
Málaga, 2020


 

INTROSPECCIONES

   En ese perpetuo zigzag que dibuja la tradición literaria en el discurrir, el núcleo central del Grupo del 27 no ha variado casi en absoluto. En él se integran como pilares básicos los poetas que protagonizaron, en el Ateneo de Sevilla, el homenaje a Luis de Góngora en su tricentenario y Vicente Aleixandre, que no pudo asistir al reivindicativo evento por tu endémica mala salud, pero que compartió aquella celebración gozosa del culteranismo como ideario estético de expresión pulida y originalidad expresiva. Sin embargo, la nómina incompleta de la generación del 27 podría admitir en su geografía a coetáneos con una notable fuerza creadora que, sin la proyección de antologías y estudios académicos, han dejado casi en letargo su voz en el tiempo. Recuperar el espacio propio de esas sombras orilladas es un acto de justicia literaria que requiere un fuerte desbroce de prejuicios y lugares comunes y una atinada reconstrucción de travesías singulares como la del malagueño José María Souvirón (1904-1973).
   Desde ese enfoque de rescate y exploración inagotable, Javier La Beira y Daniel Ramos López, acometen la edición de las introspecciones biográficas de José María Souvirón y sacan a la luz Diario III, tercera entrega de la progresiva evocación de sus parajes vivenciales, que integra los cuadernos VII y VIII, tras las salidas de Diario I, en 2018, y Diario II en 2019. 
  En el prefacio, los editores contextualizan el balance autobiográfico con una erudita reconstrucción de las contingencias de escritura de los cuadernos originales. El análisis recuerda que el séptimo cuaderno comienza el 28 de septiembre de 1960 y completa su viaje introspectivo el 26 de junio de 1963. Mientras que el testimonio personal del octavo cuaderno alarga su cadencia reflexiva hasta el 31 de octubre de 1965.
  José María Souvirón retoma su mirada al ser con un amplio abanico temático que suma los estados de ánimo del yo, las circunstancias históricas y el quehacer literario. Pero hay una mayor carga de desencanto y el mapa de la memoria se recorre con un colmado equipaje de escepticismo. Contagiado por el viento intempestivo de la abulia ambiental y por la carga gris de lo diario, el pulso intimista propicia la nueva raíz de la madurez. Ha cumplido cincuenta y seis años y el estar diario adquiere una cadencia crepuscular. El tejido vital se va erosionando poco a poco. Aunque algunas amistades como Antonio Marichalar, Leopoldo Panero, Dámaso Alonso o Luis Rosales se muestran cálidas y acogedoras, van perdiendo la fertilidad del asombro y la conversación; las situaciones reiteran itinerarios conocidos.
  El momento creador se centra en los ensayos de La lucha con el ángel y el libro de poemas El solitario y la  tierra y en la buscada constancia del diario que le permite sondear la resaca sentimental de estos proyectos y esa voluntaria clausura en el taller literario, un espacio de lección que aleja del entorno social y que refrenda “una creciente disminución de nostalgias, apetitos, resentimientos y falsos sueños”. El poeta se autocontempla como testigo activo de las pérdidas. Las cosas se esencializan, pero la vida literaria necesita fomentar esos procesos de reintegración, de sumisión y de regateo que son los premios literarios, los núcleos de poder, como el Instituto de Cultura Hispánica, o las colaboraciones en diarios de prestigio como ABC. En las anotaciones de 1962 se percibe al escritor luchando con frecuencia con sus perplejidades para superar la lenta afonía del solitario. Souvirón tampoco es ajeno a las mutaciones del régimen y a su necesidad de adecuar la realidad política al contexto europeo, aunque su afinidad con la política oficial es evidente, por más que perciba en el futuro un advenimiento monárquico.
   Como un entreacto del propio gusto lector, se integran en el diario en las anotaciones del 4 de agosto fragmentos poéticos que especial valor emotivo de San Juan de la Cruz, Manrique, Machado, Rubén Darío o Lope… Piezas literarias que resaltan por su perfección y que sirven de faros de la propia obra.
   En la crónica íntima de Souvirón se dibuja con fuerza el tejido emotivo del hombre, sus creencias o sus aficiones personales, como el cine, materia de abundantes anotaciones. Son entradas que aportan intensidad humana; que convierten al personaje de la narración en un interlocutor cómplice, que habla de la caducidad de los afectos y el esfuerzo de la voluntad por dejar claridad y mediodía en la conciencia para que haga posible un renacer de sueños y esperanzas.
   La voluntad autobiográfica prosigue nueva ruta en el cuaderno VIII, iniciado el 30 de noviembre de 1963 y concluido el 31 de octubre de 1965. Mientras lo retoma se hace fuerte la incertidumbre sobre algunos episodios afectivos y la pertenencia de airear incisiones y quiebros sentimentales de esta etapa existencial. Pero los contenidos conforman un compromiso con el propio carácter y el análisis vital perdura intacto. También resiste el papel de cronista del ambiente epocal, la querencia natural de Málaga, aleixandrina ciudad del paraíso y entorno con el que mantuvo una unión sensorial  luminosa. Así lo corroboran las mismas anotaciones del escritor que comentan con agrado el tirón malagueño, ese estar “junto al mar latino” que llena de azul el pensamiento.
  Un sustrato inevitable es la crecida poblacional de la literatura: los compromisos con editores, artículos de prensa, conferencias o charlas o la presencia como candidato a la Real Academia de la Lengua. Son reflexiones de calado que muestran las contradicciones de quien tantea, al mismo tiempo, el entusiasmo y el desdén; si el reconocimiento público no constituye un apremio urgente, es inevitable sentir que el estar fuera de foco desasosiega, como si percibiera alrededor un medio poco asequible y con frecuencia desapacible: “los ambientes intelectuales, en cuanto adquieren un tono social” se hacen tan insoportables como los otros. Si no peores”, (P. 319).
   La dimensión personal del diario requiere un enfoque de fidelidad absoluta, sin escondrijos para lo incómodo. Javier La Beira y Daniel Ramos López, como sucediera con los dos volúmenes anteriores, convierten los cuadernos del novelista y poeta José María Souvirón en un escenario de sinceridad. En su marco tenemos la posibilidad intacta de entrelazar los trazos biográficos y la senda verbal del escritor; esa labor incierta de interpretar de la vida al paso a través de la escritura.

JOSÉ LUIS MORANTE

 


lunes, 14 de diciembre de 2020

ASIER

Asier

Fotografía
de
Javier Cabañero

ASIER

               A Javier e Irene, 2.11.2020
 
El silencio de Asier
es floración del verbo
que doblega las sombras
y deja en la sonrisa
retazos transparentes.
 
Hoy es dos de noviembre,
y nos cubre la frente otro verano.
Ya templa el sol los vértigos del frío,
un paisaje con niebla que recuesta ternura.
 
Llega un gramaje nuevo
y tienta con su luz
el cansado presagio de mis párpados;
semillas insistentes
de los sueños perdidos,
margen y desazón
del insomnio y la niebla.
 
El latido de Asier huele a pan blanco,
a jardines de rosas y tomillo.
Nada teje dilemas
mientras duerme, apacible.
Resplandece en sus manos
el sitio germinal de la inocencia.

                          (Inédito)


 
 
 


sábado, 12 de diciembre de 2020

LEOPOLDO MARÍA PANERO. LA MENTIRA ES UNA FLOR

La mentira es una flor
Leopoldo María Panero
Nota de edición: Ángel L. Prieto de Paula
Prefacio: Davide Mombelli
Huerga y Fierro
Colección Rayo Azul Poesía
Madrid, 2020

 

HETERODOXIA

 

   El día 5 de marzo de 2014 fallecía en Las Palmas de Gran Canaria Leopoldo María Panero. El poeta tenía sesenta y seis años cuando concluía el largo viaje de su heterodoxia vital, entendida mejor desde las claves del psicoanálisis que desde la norma social, y de su ruptura con cualquier canon literario. Fomentó de continuo el mito del poeta maldito, aunque estuviese incluido desde su inicio en la emblemática antología de José María Castellet Nueve novísimos poetas españoles (1970), selección que marcaría el paso fuerte de la generación del lenguaje.
   La materialidad textual de Leopoldo María Panero formula ahora, gracias al quehacer editorial de Huerga y Fierro, una coda conclusiva con el poemario La mentira es una flor, entrega compuesta por cincuenta poemas inéditos. Parece necesario recordar que todo el cauce lírico paneriano promueve vectores tensionales que crean una inquietante extrañeza. En sus exploraciones, el decurso verbal alumbra el territorio del subconsciente y rompe la estructura lineal de la lógica. Los poemas deambulan con un fluir libre, desde la trastienda de una interioridad atormentada. Hijo del poeta Leopoldo Panero y de Felicidad Blanc y hermano de poetas, su biografía fue muy polémica, fue encarcelado en su juventud por su militancia política en la izquierda, se le diagnosticó esquizofrenia y pasó largas temporadas encerrado en hospitales psiquiátricos, aunque protagonizó una intensa vida literaria y fue  considerado por una larga senda de admiradores arquetipo del poeta transgresor.
  La nota de contexto del profesor y crítico Ángel Luis Prieto de Paula refrenda que este libro póstumo es un todo orgánico, con sentido unitario, que confraterniza con otras salidas del poeta en la utilería expresiva, las sendas argumentales y la parquedad ortográfica que suprime signos de puntuación. Por su parte, Davide Mombelli, en su prefacio, opta por adentrase en el periplo creador e investigar las posibilidades significativas de la marginalidad de Leopoldo María Panero desde la expresión poética y no desde los lugares comunes emanados de su postura vital. Lo que perdura es la obra, no el contingente biográfico. El enfoque no niega el sentido autobiográfico de muchos poemas y la abundante intertextualidad engarzada en la obra y perceptible también en los títulos. Por ejemplo, La mentira es una flor es un posible débito a la lírica de Jaime Gil de Biedma que alude a la ficcionalidad de la escritura y a su capacidad de crear verdad y belleza.
    Si el discurrir temporal hace de la memoria un páramo baldío, la palabra se hace necesario refugio para detener ese largo viaje hacia el silencio. Pero el recorrido poético de Leopoldo María Panero no enuncia o describe. Manifiesta una fe provisional en el cauce libre de la palabra, capaz de encadenar un monólogo incontinente y sometido de continuo a interpretaciones alógicas. En los poemas conviven realidades y márgenes, pensamientos reescritos y vuelos oníricos que acrecientan las posibilidades del lenguaje con una obstinada inclinación a lo simbólico y al sinsentido de lo caótico.
  La composición inicial recurre al referente cultural de Peter Pan para sondear las posibilidades de una etapa auroral que mantiene la retina limpia en el tiempo. Explorar la luz sin mácula del pensamiento es acrecentar la ruina de la edad y el desconcierto de la finitud. Nada queda en el yo de los campos semánticos del niño sino el horror de estar vivo, el claroscuro de la vida al paso.
   El son monologal suena reiterativo y denso, con la huella marcada en una indagación que tantea en lo oscuro. La escritura –qué expresionismo de imágenes- deja en el folio un reptar viscoso de gusano, como si alimentara el magma amorfo de la pesadilla y la sención conclusiva de que “el poema es un féretro para no soñar” sino para buscar la quietud y el silencio, la cercana presencia de la muerte. Es constante en las composiciones la sensación de delirio, el sabor amargo que deja en las palabras un zumo agrio de incertidumbre y soledad.
  En el libro se muestra la palpable solidez de aportes textuales ajenos. El arraigo del préstamo persigue, sin comillas ni signos de separación, una integración natural. hay ecos de la Biblia, Ausiàs March, Eliot, Pound, Borges o coetáneos generacionales. Sus entresacados sirven de aliento o inspiración, subrayan instantáneas del pensamiento conformando una densa biblioteca de la memoria. También ideas y núcleos argumentales de los poemas propios adquieren nueva vestimenta formal.
   La entidad expresiva del poema cobija enigmas y misterios, digresiones extrañas que apuntan a la insomne verdad de la locura. Por ello, resulta inevitable recordar que la esquizofrenia origina una pérdida de contacto con la realidad, aunque las percepciones sensoriales se mantengan.
   Escueta en su trazado lógico y con un magma de imágenes sorprendentes, la poesía de Leopoldo María Panero mantiene en su cadencia una agitación dolorosa y vibrante. Los argumentos de La mentira es una flor no tienen un trazado definido, propenden a la interpretación. Forman parte de una identidad desconcertante que sabe que la matriz autobiográfica es oscura, camina por el borde de lo posible y soporta el estado de sitio de lo caótico. Solo cabe la recuperación momentánea de lo vivido en el poema como una forma de quemar la realidad y la degeneración progresiva de la conciencia: “La vida es una úlcera en la sien del papel”.


 JOSÉ LUIS MORANTE





 

viernes, 11 de diciembre de 2020

CONSTRUCCIÓN DEL YO

Castro de las Cogotas
Fotografía
de
Rubén Sánchez Santana

 

CONSTRUCCIÓN DEL YO

 

Cuánto ridículo abarca la vista aérea del yo.

 

Habla de sí mismo con solvencia insólita, como si conociese la estructura nómada de las corrientes marinas, la temperatura interior de un volcán activo o la disolución exacta de la niebla.

 

Con la edad, el yo es un edificio de renta antigua; hay grietas visibles y parte de su estructura se ha venido abajo.

 

Publicidad monolítica; nunca cesa de anunciarse a sí mismo.

 

Inesperada aparición del otro. Suponía que era el único habitante de la galaxia, una identidad anfibia de Adán y Eva.

 

Silencio: estacionamiento subterráneo del yo.

(Aforismos con frío) 

jueves, 10 de diciembre de 2020

LUIS RAMOS DE LA TORRE. EL DILEMA DEL AIRE

El dilema del aire
Luis Ramos de la Torre
XXIII Premio de Poesía Ciudad de Salamanca
Reino de Cordelia
Salamanca, 2020
 

AL TEMPLE DEL SOL

  

   El deletreo de los días ha cimentado, con solidez, una tarea creadora plural y bifurcada entre el ensayo crítico, la música y la poesía. Luis Ramos de la Torre (Zamora, 1956) es cantautor, analista y estudioso del universo poético de Claudio Rodríguez, y poeta con casi dos décadas de recorrido, cuya última entrega, Lo lento (Lastura, 2019), integrada en la colección Alcalima que dirige Isabel Miguel, tuve el placer de prologar. Con la editora de Lastura, Lidia López Miguel, asistí a la presentación del poemario, constatando el enorme apoyo del paisanaje y la complicidad con su trayecto biográfico. Aforo lleno y libros agotados.
  La consecución del XXIII Premio de Poesía Ciudad de Salamanca a su libro El dilema del aire añade al recorrido una justa repercusión mediática y la posibilidad de fijar en su ideario círculos concéntricos de nuevos lectores, nuevas miradas sobre una sensibilidad cercana y abierta a la interpretación. Por tanto, si en el discurso lírico del zamorano el magisterio de Claudio Rodríguez ha sido cimentación profunda, tanto en la incisión teórica de signos y símbolos como en la selección divulgativa en ámbitos educativos, no extrañará que el umbral de El dilema del aire ratifique la certera y cálida voz del homenaje con los mínimos versos del comienzo. Aseveran ese deambular contradictorio que aventura la calma inquieta de la singladura existencial: “Cuánta renuncia que es renacimiento, / y es renuncia, y es ancla / del piadoso naufragio / de mi ilusión de libertad, mi vuelo…”.
  Desde el gesto sencillo de borrar la pereza de las sombras, se alza la claridad de la materia, el fruto germinal de la cosecha; el don nos llama para aventar sus límites, pero también para hacerse símbolo del manso laborar del pensamiento. Las palabras sondean su dimensión intacta, ese vuelo de flecha entre la forma y los significados como un viaje incansable hacia la transparencia. Comparten el canto silencioso de las cosas cercanas que conforma un paisaje de recepción y conocimiento.
   En esta persistente indagación hecha memoria y canto, el tejido afectivo es piel y abrigo. Salva de la soledad y sus cenizas y recupera el latido de lo vivencial que sigue en la memoria, como aquellos recuerdos del pretérito que iluminan con sus filamentos, junto a la insistente rememoración de las pérdidas: “Lo perdido o velado, ardiente de silencio, / los truébanos del alma, /     lo sencillo, / sugieren cautos que los recordemos hoy, / entregados, dispuestos, / eficientes siempre / al amor de la lumbre”. Son ascuas que propagan, con insistencia, su calor en el tiempo y constituyen los hilos y asideros de nuestra condición temporal.
  De cuando en cuando el andar en la sombra, recuerda los límites de cada identidad y su nomadismo por la vertiente oscura; ese patrimonio de incertidumbres y desajustes que mustia la esperanza o desvanece en los dedos del olvido la fuerza del deseo, desde ese aprendizaje del dolor nace la fuerza y se hace senda el largo oficio del vivir: “Y pese a todo, / verter la rabia, los abalorios ingratos / del aire. / después, en silencio / respirar profundo y limar lo oculto.
  Se asume que el nervio de lo próximo se contrae o distiende en un continuo ejercicio tensional que transforma el decurso temporal en un dilema. Sin interrupción, las impresiones aportan la serena quietud de lo cercano, pero también el fondo en sombras del vacío; desde ese contraluz aventan los poemas su mensaje: “Todas las pérdidas / requieren un alivio. / Todas las sombras / reclaman una luz. / Ama la claridad. / Busca en ti mismo / lo que sosiega y alza: / tu tres implícito”.  
   Con poemas muy breves, cuajados de intensidad expresiva y selecta dicción, Luis Ramos de la Torre hace fermentar en El dilema del aire la fuerza sosegada del canto, un concierto de afinidad entre hablante y entorno. Desde el poema llega expectante, el silencio y la voz de lo encendido para poblar retina y pensamiento con sus alas de luz, pero también para mostrar lo umbrío y la zozobra, las sensaciones que trazan laberintos. La aurora renacida de lo que está detrás y permanece en los pliegues del aire.
 
 José Luis Morante



miércoles, 9 de diciembre de 2020

NADAR A CONTRACORRIENTE

Aguas del alto Landro
(Galicia)


 NADAR A CONTRACORRIENTE


Sorprenden las tareas de esos agricultores que abandonan sus tierras en barbecho al zarzal silvestre  y las ortigas porque están ocupados en los tejemanejes del registro catastral.

De cuando en cuando intercambio secretos y confidencias conmigo, aunque nunca me fío del todo de mi discreción.

Lesbianismo ocular: miradas que no se ven y de continuo seducen a otras miradas.

Las manchas de agua sobre la tinta del poema contradicen al tipógrafo, dibujan la comprensión borrosa de quien no entendió.

El matón crítico presta aliento a indigentes sumisos, capaces de celebrar con entusiasmo los hematomas y salpicaduras.

Como contrapeso, mi exagerada timidez cultiva la incontinencia verbal.

El fanatismo guarda la tolerancia bajo candado; supone que es un ave migratoria.

Pasado y futuro: la misma savia. Esa conexión invisible entre la oscuridad de la raíz y la luminosa fotosíntesis.

Desborda la materia prima de lo racional: sentir que mi hija es madre.

(Un invierno con sol)