lunes, 30 de noviembre de 2020

ALETEOS VERBALES

Equilibrios con voz

 

ALETEOS VERBALES


Se ha pasado la vida de mudanza, deshabitando casas sin nadie.


Qué estruendo algunas ausencias.


Hay ideologías en las que solo el llanto es libre. 


A largo  plazo es más exacto el balance del ilusionista que la tarea del contable.


El nudismo fomenta la añoranza de una minúscula cerradura.


Disentir es refugiarse tras una pared propia; asentir es dar vuelo a la ceniza.


La muerte supone que la vida no es real.

(Aleteos verbales)



 

domingo, 29 de noviembre de 2020

MARÍA SANZ. RECADO ORIGINAL

Recado original
María Sanz
Lastura Editorial
Colección Alcalima
Madid, 2020

 

DESANDAR LA NOCHE

 

   En la últimas décadas, la voz poética de María Sanz (Sevilla, 1956) ha mantenido un equilibrio presencial, con sostenido ritmo de publicación y con un creciente palmarés de reconocimientos y premios. Los más de cuarenta títulos de senda escritural se dispersan en conocidos sellos editoriales, refrendados con premios como el Ricardo Molina, Leonor, Tiflos, Vicente Núñez o Ciudad de Pamplona, entre otros.
    El poemario Recado original estrena sitio en Lastura, en la vitalista colección Alcalima, que coordina la poeta Isabel Miguel. Antes de emprender su lectura, los habituales lectores de María Sanz recordarán la  sensación de unidad y coherencia en el trayecto argumental que define cada entrega y su tendencia a sondear el yo intimista, desde una dicción coloquial, que cobija con fuerza las bifurcaciones del hálito existencial. La apertura machadiana añade otro matiz, la sensación temporalista y ese caminar sin que los propios pasos se definan más allá de los torcidos renglones del azar: “Ni está el mañana – ni el ayer-escrito”.
    Ante la mirada del hablante verbal se expande un entorno desapacible que convoca la tarea de ser. Ese ejercitar la voluntad requiere razones y sentir que la suma de decisiones supone el encierro de otras esperanzas y posibilidades. Así se lo comenta a sí mismo un yo desdoblado, insomne frente a la lisura fría del cristal, para dar cuenta del propio itinerario personal: “Podrías haber sido alguien más endiosado, / una estatua feliz de carne vehemente, / las raíces del viento en lugar de las tuyas. / pero nunca quisiste silenciar el espejo”. El hablante poemático prosigue inmerso en su estar sedentario, una duda constante, un deambular por la incertidumbre de lo que quedó fuera. La fuga hubiera propiciado la eclosión del deseo, el bullicio intacto de las ilusiones y la noche oscura de lo vedado. Arqueología sentimental que se contrapone a la sedentaria anemia del presente, una calma sin luz perdida en el cansancio: “Vuelves al interior, sin más clarividencia / que la de tantas sombras iguales a la suya, / hiriente convicción para quien nada cree / después de haberle dado la espalda al infinito”. Solo queda la zarandeada conciencia de una soledad asumida como frustración y derrota, como estado carencial de un amor olvidado, que va perdiendo sus reflejos al desandar la noche: “Mejor la soledad a estas alturas, / donde ni el ave ni la lluvia logran / superar la certeza de ser libre”.
  El tiempo a solas tiene un efecto germinativo; la evocación se convierte en quehacer que ordena las heridas y el recuerdo. La mirada se vuelca hacia dentro para recuperar esas briznas de luz de la experiencia que han propiciado los pasos de la identidad en el tiempo. La fugacidad prosigue, muestra las páginas efímeras que cada vez más se acercan al silencio, cuya estela se hace presentida ceniza en los dedos del aire.
   Clara y doliente, con la cadencia elegíaca de una pieza de jazz, María Sanz nos deja en los poemas de Recado original  la firme convicción del estar solo, esa ausencia de hojas en la callada rama del otoño diario. Las palabras aceptan la claridad desnuda del despojamiento. El peso de la edad testifica una realidad mudable, en continua creación. La soledad se hace el silencio escrito de quien, mientras el tiempo se diluye, dibuja una nueva amanecida con sus palabras.

 
                                                                                           JOSÉ LUIS MORANTE



sábado, 28 de noviembre de 2020

CON LUZ FURTIVA

A pie de calle

Imagen de internet

 

                                              Mejor no detenerse a meditar
                                                               y seguir caminando

                                              ELOY SÁNCHEZ ROSILLO

Con luz furtiva
empuja la mañana.
El pie tantea.

                (Inédito)  


viernes, 27 de noviembre de 2020

STANISLAW JERZY LEC. 5 AFORISMOS

Stanislaw Jerzy Lec
(Leópolis, Ucrania, 1909-Varsovia, Polonia, 1966)
 

 5 AFORISMOS DE STANISLAW J. LEC 

 Cuando el trabajo crítico agota mi energía, duermo el teclado y me refugio, con cansancio de náufrago, en la roca firme de la relectura. Hoy elegí los intensos laconismos de Stanislaw Jerzy Lec. El escritor polaco casi siempre escribió sus aforismos en estado de sitio, con las cortinas echadas del escepticismo para apagar el exceso de luz de la calle. El enlace entre la compleja biografía personal y la obra es evidente y en Pensamientos despeinados (Pre-Textos, 2014) las incisiones verbales despiden un jugo melancólico, casi ácido, que contagia el ánimo lector. Apenas cultivo el género durante una década, en su etapa de madurez, a partir de 1955. Falleció una década después, en 1966, empeñado en el propósito de entrenar la memoria para que aprenda a olvidar:

 Su conciencia estaba limpia. Nunca la había utilizado.

*

Sé realista. No digas la verdad.

*

Hasta su silencio tenía errores de lenguaje.

*

Me desconcierta el rostro del enemigo porque veo cuánto se me parece.

*

Los que nadan contra la corriente no deben esperar que ésta modifique su dirección.

José Luis Morante



jueves, 26 de noviembre de 2020

BEATRIZ RUSSO. LA LLAMA INVERSA

La llama inversa
Beatriz Russo
Huerta y Fierro Editores
Colección Rayo Azul
Madrid, 2020

 

OLOR DE LA MEMORIA

  

  El relevantes trascurso literario de Beatriz Russo congrega diversidad. Su trabajo integra un paisaje plural, con itinerarios  por la poesía, los guiones cinematográficos, la traducción y la novela, aunque las tres ficciones narrativas escritas hasta la fecha permanecen inéditas. Como itinerario central, ha construido un corpus lírico que deja como andenes En la salud y en la enfermedad (2004), La prisión delicada (007),  Aprendizaje (2010), Universos paralelos, (10), Los huecos de la lluvia (2010), Nocturno intenso (2014), Perfil anónimo (2017) y Naobá y los pájaros (2018); en suma, una sólida producción en un lapso temporal que apenas sobrepasa los quince años.
   Los poemas acogidos en su entrega más reciente, La llama inversa, optan por un título simbólico. La densa carga semántica aglutina claridad, refugio y cercanía, pero también intimismo confidencial y camino. Con el epígrafe como referente cobra sentido orgánico un poemario que se organiza sus instantáneas verbales en dos grandes apartados, “La edad de los incendios” y “Lo efímero humano”, a los que sigue una emotiva coda final de agradecimientos.
   Beatriz Russo traza las líneas cromáticas de su visión estética empleando como única estrategia expresiva el poema en prosa. Es una caligrafía que acentúa la cadencia narrativa y el sentido unitario de La llama inversa, como si los textos hilvanaran en su conjunto un perfil autobiográfico, entrelazando palabra confidencial existencial y onirismo. Así sucede en el nutrido apartado inicial que lleva como citas de apertura versos de Vicente Aleixandre, Juan Larrea y Vicente Huidobro; son nombres de la tradición literaria con una relación directa con el ideario surrealista y en aleatorio fluir de la conciencia; sus citas comparten la inmersión temática en el fuego y sus matices. El poema de apertura postula una situación de partida: “Todo se inicia en la cantera.”; desde esa materia germinal amanece un propósito de construcción en el que la voz poemática está frente a sí misma, buscado sentido al deambular del pensamiento por lo transitorio. La llama entonces aparece como mínima lumbre que perdura intacta entre los muros de la reflexión.
  Existir es caminar sin tregua, hacer memoria de un cúmulo de secuencias vitales que delimitan el paréntesis de la infancia en un contexto en permanente construcción. El pasado se evoca como un magma que fusiona elementos sensoriales, destellos emotivos y las abiertas costuras del subconsciente. La voz del sujeto poético se hace también testigo de los pasos que comparten senda y contingencia, que van apurando los signos de identidad de una época; así se gestan mínimos homenajes a presencias que un día desaparecieron, dejando entre las manos un recuerdo tenaz, casi lleno de sombras.
   Cada texto conjuga un territorio introspectivo: “La tierra es un camposanto repleto de lamparillas”. La hoguera es el consenso fuerte de lo colectivo que a la vez concita el amanecer cálido y la sombra furtiva del pirómano que aspira a cumplir su rastro de inflamable destrucción. El apartado inicial está marcado por las coordenadas del fuego y por su  callado afán de acumular “cenizas a las puertas de las casas con su olor de memoria chamuscada” pero también por ese impulso de soledad que lleva a alejarse de la multitud para vagar por las asperezas de la intemperie, lejos de los códigos gregarios del grupo.
   En el apartado, algunas instantáneas cobran una gran fuerza emotiva; por ejemplo, las que describen el accidente físico y el rastro de la recuperación hospitalaria que obliga a erigir nuevos cimientos; la luz se vuelve amarga y se clausura el estar diáfano de la infancia para abordar  una nueva forma de caminar, de estar en el desamparo. Otras situaciones como el deseo, el desamor, la soledad o la muerte son estelas fuertes que marcan “la edad de los incendios”, ese tiempo en el que lo vivido se desvanece y se convierte en cenizas.
   El apartado “Lo efímero humano” define la naturaleza del ser en las palabras. La evidencia de la maternidad concede un nuevo papel  y disgrega una parte de la propia identidad, como si adquiriese vida un apéndice autónomo. El poema entonces se hace más indagatorio, como si necesitara buscar las claves del devenir temporal que da sentido al deambular de los náufragos. Se hace complejo caminar por una maraña de rutas sin que existe una luz que ponga un signo auroral en el horizonte; el terco fluir de los días invita a subsistir, como un mar en blanco que borra la necesidad de hacer preguntas.
   En La llama inversa  el poema en prosa se hace testigo de una voz herida por la evocación y la distancia. Con una dicción de máximo pulimiento formal se alza un techado de imágenes en las que resuena las vibraciones contradictorias de la percepción. Lo que se desvanece debe abordarse con elementos objetivos que confirmen las vibraciones iniciales y el hecho natural del crecimiento, sin connotaciones sombrías: “Ver nacer produce nostalgia. Ver morir es el principio del vértigo”.

JOSÉ LUIS MORANTE


 


miércoles, 25 de noviembre de 2020

AFORISMOS CON GRIFO

Goteo
Archivo de internet


AFORISMOS CON GRIFO

Un sueño es la mitad de una realidad
 
JOSEPH JOUBERT
 

La felicidad ocurre dentro. Justo en el sitio donde no estamos.

 

Capacidad intacta para percibir el goteo de la inteligencia.

 

Bricolaje. Esa ocupación mañosa del poeta casado.

 

Solvente y plena, la realidad es simultánea al texto.

 

Mi soledad oferta la voluntad de ser refugio y otra razón para el regreso.

 

El escueto fluir del aforismo hace de cada gota transparencia.


Soy un lector disperso; ensayo alternativas para regresar al mismo libro

 

Ayer me perdí en la geografía de tu cuerpo. 

 (Selección mínima)

 


martes, 24 de noviembre de 2020

PERSISTENCIA

Persistencia
Imagen
del 
Archivo PxHere

 

El fugaz vuelo
de las hojas caídas
busca su rama. 

                    ( Inédito)




lunes, 23 de noviembre de 2020

RAMÓN EDER. CAFÉS DE TECHOS ALTOS

Cafés de techos altos
Ramón Eder
Editorial Renacimiento
Colección Los Cuatro Vientos
Sevilla, 2020
 

A DOS AGUAS

 

   En general, casi todos los cultivadores del aforismo contemporáneo manifiestan  actitudes creadoras plurales, que compendian  una voluntad bifurcada en géneros como la poesía, el ensayo, la ficción narrativa o la autobiografía. Ramón Eder (Lumbier, Navarra, 1952) se singulariza por haber descubierto en la práctica del decir lacónico un trayecto de dirección única que se acerca al lenguaje y a sus posibilidades expresivas desde la claridad indagatoria del minimalismo verbal.
   Así ha impulsado, con gotear preciso, un tejado reflexivo a dos aguas, que aglutina pensamiento sintético e intimismo lírico. El cuerpo textual constituye un generoso legado donde se integran hitos como Aire de comedia (2015), Ironías (2016), Palmeras solitarias (2018) y El oráculo irónico (2019). Fiel a su cita anual, Ramón Eder alienta la salida Cafés de techos altos, que integra como umbral una cita del controvertido Ernst Jünger: “Debe conocerse el punto desde el que uno todavía puede retroceder”.
  Las notas textuales del recorrido vital pocas veces escapan del viaje interior y de la investigación del pensamiento. En el estar diario habita la incertidumbre, la resolución de una dialéctica de luces y sombras. La realidad aflora diversa y fragmentada, mostrando relieves y acercando su misterio a la nítida valoración del fluir. Ramón Eder convierte el fondo argumental de la escritura aforística en una intensa introspección. Con ella arroja luz sobre cuestiones del proceder diario: “Hay que ser muy generoso para aceptar ciertos regalos”, “La patria es una obsesión que mezcla los himnos con la gastronomía”, “El sentimiento tiene que encontrar la palabra que lo defina para saber exactamente qué nos pasa”, “En las situaciones en las que ganar significa perder, perder es salir ganando”.
   En el marco conceptual del aforismo la identidad del protagonista verbal se revela como un yo múltiple que integra actitudes y modos contradictorios, tratando de dar sentido al sentimiento. Sus asimetrías merecen la observación objetiva del espectador que se contempla a sí mismo como si fuera otro: “El alma también tiene sus lumbagos”, “Es bueno levantarse cada día sabiendo para qué”, “Algunos tienen el ego como una catedral, con gárgolas y todo”, “La agradable costumbre de ser el que se es”.
    La fuerte eclosión del aforismo contemporáneo ha abierto una sostenida estela metaliteraria que busca dar al género una codificación asentada y precisa. La mirada de Ramón Eder hacia el género no pretende resolver la teórica conceptual sino hacer de la razón de escritura un cauce argumental que preserve intacto su misterio: “El aforismo es una catedral gótica, vista desde la ventanilla de un avión”, “ “Los aforismos que tienen un origen anecdótico fracasan si no se convierten en categorías”, pequeño homenaje a Eugenio d’Ors, “El aforismo, como la mítica revista La Codorniz, es el género más audaz para el lector más inteligente”, un breve que constata un lema muy celebrado del mejor humorismo gráfico español, o , con evidente guiño al magisterio de Karl Klaus, “Un aforismo es medio aforismo hasta que el lector le añade la otra mitad”.  
  Recuerda el escritor que “El género aforístico, aunque trate de temas serios, siempre tiene algo lúdico”. Por ello, la biografía atemporal del humor siempre ha constituido uno de los mejores logros de Ramón Eder. Un humor limpio, nunca desde el aguafuerte goyesco del sarcasmo, que se acerca a la ironía para ejemplificar una mirada comprensiva, en la que cabe también el escepticismo al definir y asentar las contradictorias coordenadas de la realidad: “Era tan pedante que tenía en su casa una sala de estar y otra de ser”, “Pequeños placeres estratégicos: plantar un limonero para los futuros gin-tonics”, “Cuanto más nos alejamos del mono, más nos acercamos al robot”, “La vida social de los viejos, si se descuidan, se reduce a ir de funeral en funeral”, “hay mujeres que invierten en lencería como si invirtieran en bolsa”, o esta perla generacional que sosiega el aullido rebelde de Allen Ginsberg:  “He visto a las mejores mentes de mi generación poniendo retratos suyos en Facebook”.
  Los aforismos integrados en Cafés de techos altos de Ramón Eder hacen del expresivismo conciso un abanico de contingencias temáticas: el entorno social, la mirada del yo frente a sí mismo, el taller de escritura, las incisiones del presente con sus imprevisibles modulaciones. En ellos, el decir breve gira sobre sí mismo para abarcar un espacio múltiple de contingencias argumentales y valoraciones reflexivas. Desde el despojamiento lacónico, cada aforismo deja las huellas fragmentarias de lo que nunca puede asirse: un techo alto, que pone a cubierto las palabras.    


sábado, 21 de noviembre de 2020

FRANCISCO BRINES. PREMIO CERVANTES 2020


 FRANCISCO BRINES, PREMIO CERVANTES 2020

 

    La concesión del Premio Cervantes, el 16 de noviembre de 2020, a Francisco Brines (Valencia, 1932) ha generado una intensa corriente de complicidad literaria. La euforia es colectiva y unánime. Lo sé. Pero el yo personal quiere que recree aquí algunas instantáneas vitales compartidas con el poeta de Oliva. La memoria y las fotografías de la evocación dejan en la retina esa luz sutilísima de lo atemporal.  Conocí al poeta en Madrid, en los meses finales de un año de plenitud literaria. El 23 de noviembre de 1999 conseguía el Premio Nacional de las Letras y la repercusión mediática llenó su agenda de eventos. En la tertulia posterior de una lectura saludé al poeta, me firmó mis manoseados libros y acordamos fecha para preparar una larga entrevista en la revista Prima Littera, que yo coordinaba por entonces. Comimos juntos el 20 de enero de 2000, tomamos café y me invitó a su piso madrileño en Moncloa. Allí me regaló su poesía completa, publicada por Tusquets en 1997 y una maravillosa tarde de tertulia incansable sobre la generación del cincuenta. Ese mismo año organicé una lectura del poeta en la biblioteca del instituto público donde trabajaba, una comida con profesores en Chinchón y la presentación de la revista nº 6 de Prima Littera, con mi entrevista en páginas centrales. Nos vimos después para que yo conociera a uno de sus mejores estudiosos, José Olivio Jiménez y para disfrutar de algunos paseos por la calle Serrano, visitando tiendas de antigüedades. Aquella acogida del poeta solo se repitió dos o tres veces más, pero jamás he olvidado su palabra cordial y su sensibilidad cercana y celebratoria. Así que el retorno a sus poemas ha sido un hábito mantenido en el tiempo.

   Francisco Brines compiló su obra por primera vez en 1974 y tituló el conjunto Ensayo de una despedida, aserto que refleja como realidad primaria del ser la temporalidad; estamos hechos de pérdidas sucesivas. El sintagma se repite en ediciones posteriores, que añaden nuevas composiciones y algunos cambios poco relevantes. La última antología, Entre dos nadas (2017) crea un orden nuevo en el personal trayecto lírico, ya que sus piezas han sido elegidas por casi trescientos lectores. Por tanto, esta colaboración múltiple y amistosa da fe de un cálido homenaje al que pone prólogo Alejandro Duque Amusco, quien señala los registros de Brines como aguja magnética. Hay en toda la producción una intensa coherencia, un pensamiento circular que se alimenta de redundancias. Los cimientos creadores son el fluir y la belleza. El tiempo es tránsito que nos va despojando hasta el vacío final y la oscuridad de la nada; la belleza es el modo de interrogar el entorno, que pone luz a los reflejos de la infancia e identifica al hombre con la naturaleza. En ambos centros germinales cobra sentido la palabra como revelación y vida. A través de la escritura se aspira una realidad que la memoria crea y dota de emoción; la palabra poética es también una respuesta vital que permite renacer el pasado en el ahora.   Su primer libro Las brasas (1960) obtuvo el Premio Adonais, el más importante galardón de la posguerra. Las composiciones de esta amanecida ya son elegíacas. Están escritas desde la memoria de un sujeto que reflexiona sobre el paso de los días. Sentimientos y sensaciones se marchitan, dejan entre las manos una menguada cosecha. En el presente, la esperanza no tiene sentido.  La segunda entrega de Brines, El santo inocente cambia de título muy pronto y se denominará Materia narrativa inexacta. Sombras del mundo clásico que hablan en monólogos dramáticos dan cuenta de las meditaciones del hombre; ese sustrato común de la conciencia permite que el amor sea en nuestro devenir un recurso liberador. Los poemas, expuestos con escueta narratividad, refuerzan la objetividad del discurso. El itinerario se enriquece en 1966 con Palabras a la oscuridad, que se alzó con el Premio de la Crítica. El título sugiere que el misterio de la noche es interlocutor en quien el verbo deposita la emoción del mundo, esas perdurables impresiones del paisaje de Elca, la inquietante presencia de los otros o los signos desvelados de la soledad y la muerte.  Aún no es un libro renovador. Aparece en 1971 e incorpora una importante veta satírica; predomina en su contenido el conceptismo y el tono sentencioso. Hay abundantes procedimientos expresivos -parónimos, aliteraciones, rimas internas…- y utiliza un léxico novedoso, aunque también están presentes las habituales preocupaciones de Brines como el derrumbe continuo de la carne. Insistencias en Luzbel aborda una poesía metafísica, centrada en el largo trayecto que va desde el engaño de la plenitud de la infancia hasta la nada. La vida entonces -como ya expusimos- se convierte en ensayo de una despedida; solo es vivida plenamente en el breve sueño de los sentidos donde hay una ética de lo celebratorio, un estoicismo que indaga en el carpe diem y conjuga presente y captación de la belleza. Sus últimos libros son el patrimonio del poeta en el tiempo y tienen la mirada crepuscular de la elegía. En El otoño de las rosas un viajero en la parte final de su trayecto hace balance y sabe que el itinerario fue lo que vivió. El rescate es ocasión propicia para cantar el entusiasmo de haber sido. 
Un sujeto poético que nos comunica la estéril razón de la existencia es el protagonista de La última costa. El epígrafe sugiere la perspectiva desde la que están escritas las composiciones. Se divisa la geografía litoral cuando el mar nos ofrece su  distancia, como si no fuera posible el retorno. El viajero lleva consigo la memoria que le permite recuperar el territorio de la infancia y recrear las sensaciones que en el pasado la definieron.
  La antología consultada Entre dos nadas incluye algunos poemas del libro en preparación Donde muere la muerte. Su apertura “Brevedad de la vida” es un largo balance en prosa poética cuyo argumento deja el poso exacto de la aceptación: existir es el principio de la nada. Solo la escritura conjetura una posible salvación del olvido, un plano de permanencia en el recuerdo capaz de trascender la espalda fría del tiempo.
    En Selección propia, una edición del autor, publicada en 1995 por Letras Hispánicas, hay un estudio introductorio fundamental para entender su poética. Se titula “La certidumbre de la poesía”. El trabajo se hilvana a partir de un conjunto de reflexiones clarificadoras. A pesar del recelo al analizar la propia poesía, sugiere que la poética nace de la praxis como los poemas nacen de la necesidad. Sus indagaciones se orientan hacia el proceso de creación. Cuando el devenir nos destierra del paraíso de la infancia la palabra se convierte en fortaleza que salvaguarda la dimensión individual del hombre. Los versos son refugio que permiten construir una realidad que emana de nosotros mismos porque es interior y se nos otorga como revelación. Así va apareciendo el mundo del poeta, sus concretas experiencias vitales expresadas con un lenguaje donde la intuición dirige la evolución de una obra que ha hecho de la precisión y la claridad norte y rumbo. Como Antonio Machado o Luis Cernuda, Francisco Brines es un poeta del tiempo. Su palabra es recuento del existir desde una conciencia ética, dejar en el poema las huellas desgajadas que empiezan a borrase en un tacto de arena.

José luis Morante
 

viernes, 20 de noviembre de 2020

EJES DE SIMETRÍA

Espejismo
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 

EJES DE SIMETRÍA 

 

En otoño, la naturaleza recuerda que el silencio es aguja magnética.

Aunque desempeñe su labor comunicativa habitual,  o sea un asunto privado, la escritura  necesita un contexto previo. El encuadre correcto que no desfigure sus bordes y responda a un eje de simetría que deje las coordenadas del lugar exacto. Sin él la ternura se convierte en erotismo y el erotismo simula ser pornografía. Su comprensión requiere entender que los mensajes contienen otras percepciones de la realidad. Las palabras emergieron en un espacio y tiempo concretos.

Esa aspiración crecida del párvulo literario que aspira a dictar doctorados éticos y estéticos.

Valoro mucho la confianza, esa luz que oculta la niebla, gotas frescas que alejan la sed.

El optimista es proclive a la grandilocuencia; cree que la amistad es fuerte, como la raíz de una secuoya. Así que sufre un terrible efecto erosivo en su ánimo cuando descubre que la raíz es solo un hilo suelto, el expandido temblor de una telaraña.

El tiempo desvela una paciente labor de sondeo para alumbrar identidades, tramas y personajes que reconstruyen con fidelidad nuestras relaciones sociales. En ellas, la soledad abriga una propuesta introspectiva, elegíaca e intimista.

El ahora se convierte en tiempo narrativo de una identidad incierta. Soy una estela que pregunta con insistencia, en primera persona, en el despertar de la memoria por sus indicios sentimentales.

Los que rechazan la poesía confesional desconocen la fuerza hipnótica que genera indagar en el sentido de la existencia. Algo que sabían muy bien Jorge Manrique, San Juan de la Cruz, Quevedo, Bécquer, Antonio Machado o Luis Cernuda.

Los otros, esas aproximaciones esporádicas.

                                                                                                 (Apuntes del diario)

jueves, 19 de noviembre de 2020

HIRAM BARRIOS Y DONATO DI POCE. SILENZI SCRITTI / SILENCIOS ESCRITOS

Silenzi Scritti / Silencios escritos
Aforismi-Aforismos
Hiram Barrios - Donato Di Poce
Antología bilingüe Italiano- Español
Traducciones de Hiram Barrios y Yolanda García Arenas
I Quaderni del Bardo edizioni
Sannicola, Lecce, 2020

AFORISMOS CON DOS ORILLAS

 

   En su continua voluntad expansiva, la gravidez del aforismo cultiva estratos de silencio en distintos enclaves idiomáticos. De la propagación del género en Italia y México da cuenta la antología bilingüe Silenzi scritti / Silencios escritos, realizada en común por Hiram Barrios y Donato Di Poce. El viaje por ambos territorios del decir minimalista incorpora en su pórtico una doble perspectiva: “Introducción”, de Hiram Barrios, y “Elogio del Aforismo”, de Donato Di Poce. La apertura de H. B. opta por el decir fragmentado; construye teselas pensativas donde tienen presencia la paradoja y los contrastes: “El silencio es la nada que contiene el todo”. Con tan fértil propuesta, la ausencia de voz se percibe como un inadvertido diálogo que realza el ideario. Desde el laconismo, la estrategia discursiva reclama condensación y bordea el espacio en blanco. Asimismo, H. B. presenta la estructura de una selección que integra catorce practicantes del microdecir, siete mexicanos y otros siete italianos, con diez textos por autor de temática libre. Por su parte, Donato Di Poce, en “Elogio del aforismo” reclama el arraigo del legado conciso y su pulso germinal en un discurrir histórico que entrelaza escrituras hasta hoy. Un recorrido necesario para que el texto mínimo sea mirada crítica de nuestro tiempo, tan proclive a convertir los errores en brújulas.
   Los escritores mexicanos incluidos, con traducción de sus aportes textuales al italiano a cargo de Yolanda García Arenas, acreditan las prolíficas constantes vitales. Muestran sendas que persiguen una dicción singular en las intersecciones expresivas. En la selección están presentes Anna Kullick Lackuer, Armando González Torres, Benjamín Barajas, Geney Beltrán, Carlos Francisco Gallardo Sánchez, Hiram Barrios y Yolanda García Arenas. Desde su encarte formal, los aforismos crean evocaciones de la memoria, pensamientos indagatorios sobre lo diario, materia conceptual metaliteraria o apuntes de una biografía común, moldeada por incertidumbres y extrañezas.
   Por su parte, la nómina italiana acoge a Fabrizio Caramagna, Alberto Casiraghy, Camilo Cuneo, Donato Di Poce, Stefano Elefanti, Sandro Montalto y Giovanni Ronzoni, con piezas breves traducidas al español por Hiram Barrios. Tampoco existe en esta selección una poética nuclear; los temas fluctúan entre el aforismo lírico, la callada conversación con el contexto social, la fuerza del minimalismo expresivo o el cultivo del silencio como semilla germinal de la idea. Sorprenderá al lector la presencia del aforismo caligramático que vierte sobre la escritura concisa un molde que se acerca al poema visual.
  Retomo un acierto semántico de Yolanda García Arenas en torno a la esencia del menos es más, recordando que la pluralidad del aforismo es su unidad. Por tanto, no puede ceñirse a una única codificación, ni formal ni semántica, ni geográfica ni de grupo. En todo momento la estrategia sugiere un libre recorrido del sujeto, cuyos meandros despliegan nuevas propuestas. Desde la parquedad, el aforismo crece como un hecho del lenguaje que ofrece  eclécticas perspectivas.
    Silenzi scritti / Silencios escritos propicia una conjunción de nombres en dos orillas geográficas, que refrenda que el único paso que no pierde el hilo en el laconismo del aforismo es el enunciado autosuficiente y cerrado desde la brevedad. Y todo lo demás es un ovillo de polivalencias, un árbol neuronal complejo que requiere investigación, paciencia y disfrute lector.
 
 
 

miércoles, 18 de noviembre de 2020

HUMILDAD

Ser y estar
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

El palabrerío incontinente y la inteligencia usan zapatillas desparejas.

Sin compasión, con la chispa encendida por Andrés Trapiello, incansable valedor de Pre-Textos, las redes han llevado al cadalso a la agencia literaria de Louise Glück, última Premio Nobel de Literatura. La norteamericana, tras el reconocimiento de la academia sueca, no renueva contrato con Manuel Borrás. Pre-Textos ha publicado casi la totalidad de su poesía en España, asumido gastos de traducción y comercialización, e impulsado una obra minoritaria que apenas ha vendido ejemplares. La poeta no necesita más riqueza, la dotación es cuantiosa, ejerce en la universidad y ha recibido otros premios importantes. Su racanería (consciente o permisiva) es enfermiza y merece página completa en algún libro de la infamia. 

Por cierto, muchos de los humillados y ofendidos por el talante avaro de la poeta jamás han leído sus poemas. El ofuscamiento no disimula su indigencia lectora.

Más Premios para nombres encajados en una larga relación lectora y afectiva: Premio Nacional de las Letras para Luis Mateo Díez y Premio Cervantes para Francisco Brines. Ecuánime aplauso para los dos.

El enanismo literario tiene en la red un altavoz potente. Un poeta que confunde sonetos y castañuelas y cuyo valor literario no llega a chico de los recados,  puede decir sin más que Margarit no está a la altura del Cervantes o que García Montero más que escribir conspira. Y de inmediato hay un entusiasmo coral para refrendar su estupidez. Lástima que en ese barullo de necios participen también algunos amigos que muestran sin pudor el talón de su criterio estético. 

Hay lectores tan susceptibles que solo retiran la denuncia en la guardia civil si salvas al mirlo que canta en el poema.

(Apuntes para el diario)



martes, 17 de noviembre de 2020

JOSÉ MARÍA GARCÍA LINARES. CÁNTICO

Cántico
José María García Linares
Valparaíso Ediciones
Granada, 2020

LIRAS Y CONCERTINAS

  

   Cuando habitamos un colorista mapa lírico asentado sobre la libertad estrófica y el verso libre, muchas veces casi en el borde mismo de la prosa, el poeta, ensayista y docente José María García Linares (Melilla, 1977) recupera un esquema clásico, la lira, plenamente apegada al discurrir sosegado de la tradición. Su vehemente cultivo arranca en Garcilaso de la Vega, en el intermedio áureo del Renacimiento, y ha tenido excelsos cultivadores como Fray Luis de León y San Juan de la Cruz. El sólido basamento expresivo prosigue ruta hasta el presente, donde el novísimo Antonio Carvajal personifica al mejor artesano formal  y al impulsor más vehemente de las formas cerradas.
   En ese ámbito de referencias culturales y magisterios toma cuerpo la razón poética de José María García Linares en Cántico. El volumen es una compilación de treinta y nueve poemas que emplea la exacta síntesis verbal de la lira; la obra asume también los riesgos de una modulación mecánica, en la que resulta muy complicado liberarse del expresivismo gregario y epigonal, de un decir poético “al modo de”.
   Se trata, por tanto, de moldear el molde, si se me permite la expresión; de abrir con las composiciones de Cántico un diálogo, con las mismas palabras de familia tibiamente gastadas, que desemboque de modo consecuente en una recuperación despejada, singular y acorde con sus modelos. En el aporte lírico, el escritor reivindica logros y mantiene la vigencia de enclaves poéticos atemporales como los del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz. Pero ya no estamos ante un paisaje amoroso y celebratorio sino frente a una de las grietas más notorias de la utopía del progreso: la crecida migratoria.
   No es un tema modal ni un cuerpo de letra proporcionado por los titulares de prensa de la actualidad, sino un núcleo temático ligado a la experiencia vital. Como se ha dicho, José María García Linares nació en la ciudad autónoma de Melilla, un enclave fronterizo que muestra a sus moradores los contrastes de la jerarquía social y la discutible distribución de la riqueza; la lira XXIX recuerda el áspero paisaje visual: “Levántase, afilado, / de alambres y cuchillas todo el muro. / Saltar al otro lado, / vivir y estar seguro / después de haber cruzado hacia el futuro”. Además, el excelente ensayista ejerce como profesor en el archipiélago canario, donde es norma abrir los telediarios de cada jornada con la masiva llegada de pateras y con los dolorosos naufragios de los desheredados, con su cruel suma de muertes y desapariciones.
  Los que llegan al sueño de un país habitable y al afán promisorio de otra vida, dejan en sus pasos una nueva utopía, la renacida dimensión  de la esperanza, vestida con un sentido inmediato y profundo. Pero la plenitud es espejismo y la elocuente búsqueda del maná prometido se va llenando de lejanía e incertidumbre. La noche intuye el áspero silencio del fracaso. Sobre el horizonte se hace firme visión la fría silueta del invierno, una alternancia de claros y sombras.
  De este modo, la versificación melódica de la lira acoge el grito de la soledad en la intemperie; se quiebra esa función celebratoria del canto clásico para que amanezca una pupila crítica o se oiga el grito de los que llegan fascinados por el espejismo de la bonanza económica de Europa. Las palabras retratan identidades que solo preservan las sombras, esa necesaria voluntad de quien sospecha que el paraíso se asienta en otro sitio. Y por ello están dispuestos a afrontar una travesía que encarna vértigos oscuros y riesgos extremos: “Mis manos, el alambre, / el rostro de mi madre en la memoria, / dolor y furia y hambre. / La herida es la victoria / de los desheredados de la tierra”.
  En el escalonado discurrir de Cántico, bajo un tejido de impecable hechura, José María García Linares requiere la imbricación en nuestro pensamiento de un humanismo solidario, que abra sitio a la tarea cognitiva de entender al otro. De sembrar esperanza en los que recorren el largo camino de la desolación, con pasos sin abrigo, donde el sueño de otra luz y de otra costa abierta no se apacigua nunca.


 
 
 

lunes, 16 de noviembre de 2020

MUTACIÓN

En línea continua
Imagen de
Archivo Taringa

 

 MUTACIÓN

 Mi reino es este suelo
pues ser ángel caído es mi condena

JOSÉ MARÍA GARCÍA LINARES

   Durante años nuestra amistad fue una línea continua, inalterable. Un día, las sombras ulceraron sus afectos  e hizo de la distancia una burbuja hermética. En ella se fortalecieron la amargura y el odio. Cada vez más evidentes, rompieron la cáscara para salir al día. Ahora su voluntad es solo un anhelo insalubre; espera que yo encuentre la caligrafía del abismo. Aspira a esparcir en la llaga mis cenizas. No puede perdonarme lo que dejé en sus manos.

(De Cuentos diminutos)



 

domingo, 15 de noviembre de 2020

AFORISMOS CON MASCARILLA

Ahora que es tarde
Rivas Vaciamadrid, septiembre 2020
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 
AFORISMOS CON MASCARILLA

Las ideas con aparato eléctrico carecen de toma de tierra.

La ética capitalista confía en que la ley es igual para todos
los pobres.

Tras la amanecida, los mejores sueños sobreviven; los peores, incrementan su impostura.

Emponderamiento, resiliencia, sororidad... Esos sustantivos que se pronuncian con la boca llena de mazapán.

El futuro prefiere emplazamientos provisionales.

Humildad y sencillez, las dos puertas secretas del laberinto.

El silencio profesa el caos semántico.

(Apuntes en la pandemia)



sábado, 14 de noviembre de 2020

PARADOJAS

Búsqueda

 

PARADOJAS

 
Los códigos cifrados.
El pájaro y la jaula.
La lluvia en los poemas.
El mar de tierra adentro.
La ceguera y los libros,
aquella afinidad entre mi padre y Borges.
La idea que cobija el borrador.
Esa ilusión etérea de las cosas reales.
Las rosas sin olor, las flores secas.
El tiempo y la quietud de cada instante.
La luz y el corazón de las tinieblas.
Los días que amanecen y no estás.

        (Del libro Nadar en seco)



jueves, 12 de noviembre de 2020

IDOIA ARBILLAGA. CREACIÓN Y VACÍO

Creación y vacío
Idoia Arbillaga
Huerga y Fierro Editores / Rayo Azul Poesía
Madrid, 2020  

 

ESTRATOS DE  OQUEDAD

 

    En una lejana entrevista, realizada en su casa del Barrio de las Letras en Madrid, al poeta novísimo Marcos Ricardo Barnatán, experto conocedor de la Kábala y aplicado biógrafo de Borges, se quejaba con argumentada amargura de la falta de continuidad de la tradición judía en el cauce poético contemporáneo. Este análisis, todavía vigente, del escritor hispano-argentino me sirve ahora para subrayar la originalidad sustancial de Creación y vacío y el valor intrínseco de su hilatura temática. Tras Pecios sin nombre (2012) y Los márgenes del agua (2014), con su nueva ventana poética, Idoia Arbillaga (Cartagena, 1974) reclama el arraigo del legado hebreo y entrelaza, con título paradójico, la plenitud inasible del vacío y el  pulso germinal de lo que aflora.
   En la introducción, el profesor  Francisco Javier Fernández Vallina, acredita los signos vitales de un ideario poético que se acerca a lo inefable y ambiciona una dicción singular en sus intersecciones expresivas. La meditación aporta claves  sobre la voluntad creadora y sobre el esqueleto orgánico de Creación y vacío. La entrega yuxtapone cinco libros que despliegan en sus breves poemas  imágenes cuajadas de simbología, evocaciones de la memoria y pensamientos que asumen la materia conceptual cabalística, siempre moldeada desde la incertidumbre y la extrañeza.
   Por su parte, Esther Bendahan deja un epígrafe referencial, “Leer lo blanco”, que podría servir de poética nuclear de la escritura hermética, impregnada de quietud, despojamiento y búsqueda. Quien busca amanecida en las palabras no lo hace impulsado por la necesidad de hallar respuestas, sino por el empeño en descubrir estratos de oquedad, fugas de la digresión realista. Esa semilla alienta los poemas de Creación y vacío en torno a un recorrido cuyos meandros enuncian los epígrafes expresivos.
   En el primero, “La Gran creación universo y poesía” destaca el paratexto de  El Zóhar, hito central de la corriente cabalística, y de Azriel de Girona. Las citas son fuentes de materialización del pensamiento desde la palabra. Así llega el poema como inasible vector de certeza que persigue la ontología de “ser nada en la nada”. Por ello, en este andén inicial el vacío se convierte en espacio central; es un útero donde se confunden la percepción onírica y la realidad. En ese entorno todo empieza; se alumbra la ausencia como centro medular de la palabra.
 El tramo que configura el segundo libro lleva por título “La creación humana: Nákel, la no concepción”. Se vislumbra la génesis de una presencia nominal, Nákel, como una crepitación interior. Es un misterio que unifica muerte y vida. Desde esa intersección cada texto tiene la fuerza de un fogonazo cuyo sentido se oscurece para romper la esterilidad y dar vida en el largo sueño de los muertos: “Lo que brilla hacia dentro se hace visible”, es contemplación que niega la materia y espera.
   La parquedad contextual recupera en el apartado tercero una calma presencia bajo el título “La creación artificial: la ciudad y sus perfiles”. La percepción define la relación sensitiva con un entorno ajeno que llega limpio en la amanecida. Se abre la ciudad como contexto asimétrico que unifica centro y suburbios y que nunca acaba de superar la idea de flotación e irrealidad en la mirada, casi siempre desde un enfoque místico. Queda el amor, tan presente en el poema “Vertical en la intemperie”, o la evocación de algunos lugares geográficos concretos como Toledo, marco de la memoria donde resuenan las voces del pasado, que ubica el poema “Puente de San Martín. Toledo”. Pero también en ese recorrido por las aceras habitables de lo real, la estela lírica preserva su función esencial. Con verbo lacónico y dicción severa, lo escribe el poema XVII: “Abrir márgenes. / Violentar límites. / Escribir poesía”
  Integrado en el misticismo exotérico judío, el término “guilgul” alude al balanceo transmigratorio de las almas y al concepto de reencarnación. Sobre él versan los poemas del Libro IV. Los hilos temáticos alertan de que el renacer requiere como umbral la finitud y la muerte; hay que disolverse para atravesar el páramo del frío; para alcanzar la claridad del regreso y concretar esa rueda de almas que busca la oquedad interior de un nuevo cuerpo. En esa búsqueda de otra envoltura, aflora para el alma un molde nuevo. Así concluye el poema X: “El hielo de la verdad ha mojado tus ganas / y extiendes tu fulgor sobre las piedras del río. / El mar absorberá tu sombra. / No debes cerrar las alas, padre, / otro cuerpo te espera”. El referente cabalístico adquiere con la ausencia del padre un significado más cercano y personal, como si resurgiera un dolor próximo cuya herida sigue manando fuerte en el silencio.
   Como si abarcara un círculo completo, Creación y vacío hace del Libro V una línea curva bajo el epígrafe “La creación desde dentro”. El yo verbal cultiva una quietud extrema para escuchar las voces interiores. Son signos invisibles que alientan un proceso de retorno al origen. Con él se libera el alma y desata sus nudos con lo visible y lo externo para fortalecer la ascesis.
   Idoia Arbillaga añade como epígrafe en prosa una aproximación teórica al pensamiento místico judío en la Historia y al papel primordial de la Kábala, en la literatura rabínica, como forjadora de las ideas esenciales. Lo mismo sucede con El Zóhar, aportación de densa profundidad teológica. Con el abrazo de ambas guías intelectuales, Idoia Arbillaga escribe un poemario singular, elíptico y repleto de imágenes y símbolos. Recompone con valiosos hallazgos una tradición de pensamiento que exalta la espiritualidad y reconduce al centro introspectivo. Cada texto sugiere que hay que frenar el paso a la materia para oír al sedentario oráculo interno. Para abrir un sueño que entra en otro y retorna, como un hijo pródigo, al origen, esa luz interna donde el día comienza.


 

miércoles, 11 de noviembre de 2020

GESTOS VERBALES DEL OTOÑO

Levitaciones

GESTOS VERBALES DEL OTOÑO

 

Como el tocón oscuro de un árbol talado, continúa el repliegue en la casa amarilla del otoño. Aunque un gratísimo acontecimiento familiar ha trastocado hábitos, sigo cultivando la inercia de los libros, los paseos largos que mantienen en forma a la incertidumbre  y esas expectativas que fragmenta el regreso.

Aunque mi inquietud habitual por lo literario se ha sosegado un tanto, mantengo el boca a boca con la poesía. Debo concluir un poemario, que comienzó a caminar hace siete años y del que he adelantado poemas en las antologías Pulsaciones (2017) y en la reciente Ahora que el tarde (20209. Bajo la sombrilla de la luz de casa, los poemas añaden a sus argumentos algunas imágenes arbitrarias en las que se hacen visibles las formas del entorno. La higuera se desnuda en el jardín, los amarillos se mantienen en una extraña ley gravitatoria y las tardes se nublan pronto,como cerrando libros por escribir.

Avanza fluida la distribución de las dos últimas antologías. Su recepción en otros ámbitos genera ausencias y cercanías. Pero simplifico, no espero mucho; doy la razón al escepticismo: cuenta solo contigo y así será muy bien recibido lo que venga. Aquí he dejado en el trabajo crítico cientos de reseñas de escritores noveles o asentados. Y parece inevitable pensar que la gratitud es una seña identitaria. No es así; una vez conseguida la reseña, la conversación digital languidece, el blogse deja de leer y el contacto adquiere una dimensión epocal: como la lluvia de Borges, todo sucede en el pasado.

Renuevo optimismo y proyectos a diario. Para que el futuro no sea un punto ciego.

 

                                                                              (Apuntes sobre lo real, noviembre, 2020) 

lunes, 9 de noviembre de 2020

JUAN BELLO SÁNCHEZ. RELIQUIAS

Reliquias
Juan Bello Sánchez
Tulipa editora
Santiago de Compostela, 2020


 INDICIOS

 

   En un conocido ensayo breve sobre la manera de entender la poesía de Paul Valéry, el maestro Jorge Guillén escribía: “Quien considere irreconciliables la pasión con el orden ignora el meollo del arte poética”. Sobre ese principio se asientan los espacios expresivos más interesantes de la última hornada, donde puede encuadrarse todavía el trayecto creador de Juan Bello Sánchez (Santiago de Compostela, 1986). Las entregas del poeta, en un paréntesis cronológico de apenas una década, abren un fértil recorrido, iniciado con El futuro es un bosque que ya ardió en alguna parte, cuya nueva estación es Reliquias, breve entrega de treinta composiciones, publicada por Tulipa editora  con cubierta minimalista y simbólica de Laura Piñeiro.
  El umbral del libro, “Eucaliptos” contempla la escritura como una forma de mirar en la que se entrelazan percepciones y encuentros con el lenguaje discreto y humilde de las cosas cercanas, acogidas por el pensamiento. Tiene además un sesgo metaliterario que convierte al hecho de escribir en complementario sustrato argumental, reiterado en otras composiciones como “Carta a B”: “Quien trabaja con las palabras sabe / sabe  que las palabras casi nunca aciertan, / las palabras son flechas que disparamos en la oscuridad”. El taller de autor, por tanto, se convierte en indagación y tanteo, en mínima brasa que alumbra la incertidumbre interior con los indicios que encuentra en su transitar.
   La composición que da título al libro concede al protagonista verbal el papel de observador implicado. El yo sale a descubierta para escuchar las voces del entorno, ese magma de elementos dispares que contradice a la naturaleza para formar un dibujo impreciso, cuyo sentido final casi nunca aflora, como si el verdadero desenlace estuviese a punto de suceder. La presencia del entorno diseña un devenir aleatorio de experiencias sensoriales; es una cosecha germinal que pasa a formar parte de la voluntad exploradora de la conciencia. Eucaliptos, coches, dunas, caballos, el paraguas o un simple costurero se hacen señales fuertes de un mapa cognitivo. Es una cartografía dispuesta a la evocación que alcanza un equilibrio inestable entre recuerdos y olvidos. Su identidad ofrece al tiempo un camino de retorno. El pretérito regresa hasta el ahora para advertir de la temporalidad de lo que nos rodea, de la condición de signos que se van acumulando, como si fuesen espejismos imaginarios y rastros de humo. En “Carta a S.” se refleja este compartido aprendizaje de la extrañeza: “Creo que caminar es importante para ti y para mí, / aunque cada uno tenga sus razones. / Yo camino para separar lo que está fuera / de lo que está dentro”.
  Reliquias indaga en los rincones del sentir reflexivo mediante incisiones de corte existencial. Quien sale al día, percibe en las imprevistas líneas de lo cotidiano un dominio de sensaciones que impregna los estados anímicos del sujeto. Nace así un quehacer introspectivo que acopia temporalidad y resistencia evocadora, que vive en el tiempo un retorno al pasado como si el ahora precisara recuperar su lumbre, sentir las reconocibles palpitaciones de las cosas que conceden raíz y abrigo.     


domingo, 8 de noviembre de 2020

PLURIEMPLEO


 

PLURIEMPLEO

Puedo ver el camino entero tras de mí
y solamente hay una hilera de huellas

JUAN BELLO SÁNCHEZ
 

   Así están las cosas en medio del otoño existencial. Tiene una autoestima tan baja, tan amarrada a la profundidad, que solo puede ejercer a tiempo completo dos ocupaciones laborales: el buceo y la espeleología.

 

(De Cuentos diminutos)

 

 

 


viernes, 6 de noviembre de 2020

FRANCISCO DÍAZ DE CASTRO. VAMOS A PERDERNOS

Vamos a perdernos
Francisco Díaz de Castro
Fundación José Manuel Lara, Vandalia
Sevilla, 2020


ENCUADRES


   En su recorrido, el discurso creador de Francisco Díaz de Castro (Valencia, 1947)  alienta un itinerario dual, un quehacer de crítica y poesía. Como estudioso de la literatura contemporánea, deja trabajos referenciales sobre el modernismo, la generación del 27, el campo erosionado de posguerra y sobre coetáneos como Carlos Marzal y las voces nucleadas en torno a la otra sentimentalidad. El fluir lírico integra casi una decena de entregas, compilada en balances como Utilidad del humo. 1987-1997 (1997), Sol de niebla (2003), Material para nunca (2011) y Cuestión de tiempo (Poesía 1992-2017).
   La cosecha dibuja una producción coherente y unitaria, leal a unos pocos temas básicos, de sobrios recursos expresivos. Así nace un credo poético sostenido en el tiempo que va añadiendo matices nuevos. Quien aborda el deslizarse por la madurez, en el periplo vital tras la jubilación, consolida una vocación introspectiva que se convierte en ejercicio tenaz. En el alféizar del presente, la caligrafía verbal tantea sentidos, personifica formas de habitar la casa encendida de lo diario a través de las palabras. Desde ese afán de hacer inteligible la dialéctica entre realidad y sujeto llegan las composiciones de Vamos a perdernos.
   La apertura, “Cabo de Gata” recorre un espacio poético que evoca de inmediato a Javier Egea. El hablante lírico testifica y describe un paisaje con el objetivismo de una cámara fotográfica, mientras aflora a plena luz el destino roto del poeta de Granada. Los versos postulan un reportaje cuajado de elementos visuales que añade extrañeza al enunciado argumental y se vuelca en la tarea de diseccionar  los contornos del tiempo.
   El jazz es una clave de escritura compartida por poetas muy próximos, como Joan Margarit, Pere Rovira, o Antonio Jiménez Millán. Está presente en el humus de abundantes textos, “Money jumgle”, “Blood count “, “Lester”, “Duke Ellington, Newport 1956”, “Escuchando a Louis Armstrong”… O en “Lee Konitz en la Sala Europa”, que alza el muro evocador de un espacio sonoro, ya irreal, que fue templo del jazz en las noches de Lleida, en la década de los noventa. Como un homenaje, en este caso al fotógrafo Carlos Pérez Siquier, puede entenderse “Testigo”. Recordamos que Pérez Siquier es activo pionero de la vanguardia fotográfica española, capaz de crear en sus imágenes un acusado interés antropológico, como las series que retratan el humilde barrio de la Chanca en Almería.
   Los poemas, cristales fragmentados de la realidad, vislumbran percepciones reflexivas del entorno, propician horizontes visuales. Más allá de lo aparente, la mirada suma cuadros que se interiorizan, depurados y con una creciente hondura evocadora. En su fluida cadencia, el estar diario convoca hábitos y ese magma que define nuestro tiempo. Se muestra un tejido relacional complejo que abre sitio a la melancolía y, también, al furtivo sentir de la ausencia, que suena a despedida sin retorno.
   Los poemas encarnan un activo dinamismo temático. De cuando en cuando, como si fueran mínimas cesuras formales, Francisco Díaz de Castro recurre al esquema versal del haiku para acentuar la cesura pensativa. El suceder en el instante aporta incisiones de la actualidad política y de una conciencia despierta, empeñada en oír los ecos del ahora y modular efectos emocionales. Desde el marco cercano de la contingencia, un cielo al revés, donde se acoge la carencia y el barro, se buscan respuestas sobre el quehacer escritural; los poemas prodigan trazos que desaparecerán en el silencio, pero constituyen el destino que sostiene. Tras esa inquieta reflexión sobre el para qué del largo viaje de las palabras, la escritura profesa una voluntad de estar en el entorno, más allá de la mudez. Quiere penetrar en los significados como subrayan estas líneas de “Laberintos”: “Escribir, acceder a un laberinto, / tratar de descubrir en ese espejo / el espectro, lo póstumo y sus códigos. / Exprimir la emoción con las palabras / que son del pensamiento, nube rápida / contra el cielo impasible…”.
   En Vamos a perdernos percibimos  la pupila meditativa y la recepción sensorial de ámbitos cotidianos que alertan la voluntad de conocimiento. El quehacer lírico siente los vislumbres de lo transitorio y, sin dramatismos verbales ni ansiedad enunciativa, sondea en lo cercano esas briznas de luz que todavía preservan su fulgor y pujanza.