miércoles, 30 de septiembre de 2020

FERNANDO ARAMBURU. PATRIA

Patria
Fernando Aramburu
Tusquets, Colección Andanzas
Barcelona, 2016
 

EN EL LABERINTO ROJO

 

  Pocos términos contienen la ambigüedad semántica del sustantivo “patria” y son escasos los nombres comunes que han prodigado más argumentos para la demagogia, el fanatismo y las convicciones totalitarias. La palabra abona el suelo yermo de una realidad nublada. Sin embargo, sus letras definen una localización de coordenadas precisas. La patria es el lugar común de la convivencia, esa plaza pública que aglutina una identidad colectiva y mestiza, hecha hombro con hombro en el discurrir del calendario. Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), licenciado en Filología Hispánica, y residente en Alemania desde 1985, donde trabaja como profesor de español en la localidad de Lippstadt, es autor de una extensa obra en prosa iniciada en 1997 con  Fuegos con limón, obra ganadora del Premio Ramón Gómez de la Serna. Su recorrido literario aglutina ficciones y cuentos. El escritor titula Patria su última novela, una recreación repleta de verosimilitud de la vida en Euskadi tras el anuncio de la banda terrorista ETA de poner fin a su tenebroso fanatismo. A partir de ahí se abre un ahora complejo; caben distintos enfoques al abordar los cambios de un trayecto común, transformado en espeso laberinto. En el escenario vasco toma sitio una terrible representación entre asesinos, callados, indiferentes y víctimas. Todos deben realizar gestos añadidos al alero de lo necesario: el reconocimiento del daño, el perdón y la necesidad de salir adelante, sin que el resentimiento sea la brújula que incomode la paz social. En ese contexto histórico se sitúa la dolorosa historia de Bittori, una mujer viuda que regresa al pueblo tras el anuncio de la tregua para abrir la puerta del pasado y rememorar los acontecimientos que llevaron al asesinato de su marido. El supuesto justiciero es hijo de los amigos de siempre; pared con pared, fue cavando el largo túnel hacia el independentismo radical, llenando la mochila de la sinrazón con palabras justificatorias: patria, liberación, independencia, lucha social, fuerzas de ocupación en Euskal Herria. Es difícil adentrase en la lectura de Patria sin tomar partido ideológico. Los capítulos exigen una parada obligatoria en ese largo tiempo que llenó de atentados las calles, con el silencio de tantos cómplices, con la mirada hacia otra parte de los que dejaron solos a quienes señaló la diana. Fernando Aramburu abre el argumento de alta temperatura dramática a una concurrida plaza de actores, para que cada uno juegue el papel asignado por su propia conciencia. Pero en esta coral sobresale con singular relieve la entereza de Bittori, la viuda del Txato. Su regreso provoca de inmediato la inquietud de los otros figurantes del drama como sus hijos, Xabier y Nerea, o el heterogéneo vecindario del municipio. El vacío a su alrededor es visible, y los gestos ambiguos de los equidistantes, como el cura Don Serapio, que establece una cínica teoría de cristiano que perdona y se resigna y antepone la conveniencia política a la auténtica fe cristiana, aunque sea bajo el disfraz de la reconciliación. También el empeño de Miren, la madre del terrorista Joxe Mari de alinearse en el espejismo de la lealtad ideológica para no ver la sangre en el comportamiento de su hijo o para argumentar el asesinato de su antiguo amigo como un acto necesario de la lucha armada. La novela de Fernando Aramburu vuelve los ojos a un periodo convulso muy cercano en el que entremezclaron intrahistorias individuales y los pasos torpes de una cronología social cuyas heridas no han cicatrizado, un tiempo en el que el fanatismo nacionalista hizo del terror un argumento político, con el silencio de muchos ante el laconismo inmutable del tiro en la nuca. Y aún así, “hay que llenar la vida de argumentos, tener un orden una dirección, poner a cada amanecer un motivo de veras estimulante para saltar de la cama, si no con ilusión al menos con energía e impedir que de pura inactividad se te anquilosen hasta los pensamientos” (p. 476).  

 

 

                

martes, 29 de septiembre de 2020

FRANK KAFKA, CONMIGO

Cercanía
Frank Kafka
Archivo personal
 

KAFKA Y YO

La literatura es siempre una expedición a la verdad

F. KAFKA

    Leo a Kafka con frecuencia alevosa. Para entender el mundo. Para conocerme a mí mismo. Para interiorizar que el absurdo forma parte de lo cotidiano y hay que respirarlo con sosegada cadencia, sin apremio ni pánico. La situación política, la idiocia nacionalista y su retaguardia militante, los desajustes sociales, los atentados contra la dignidad y la beligerancia de quienes manosean el sentir colectivo en los medios de comunicación son asuntos que me llevan a Kafka. La biografía del escritor parece disentir de su obra. Fue un modesto judío de Praga cuyo itinerario vivencial estuvo regulado por la rutina de horarios funcionariales que carece de claves literarias. El ovillo de relaciones fue parco, como si permaneciera en el umbral del otro o detrás de una penumbra que asegurara su confinamiento. Fue el representante convicto de una interioridad aislada. Sin embargo, observa alrededor con profundo interés. Lo que sucede afuera desconcierta; la azarosa relación de acontecimientos diarios legitima el laberinto, un espacio sin salidas, convertido en casa común. El entorno y yo mismo somos nubes de polvo; por eso leo a Kafka.




lunes, 28 de septiembre de 2020

SOBRE LA PARED

Escucha
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de
Espacio Murena

 

SOBRE LA PARED

 

 La autobiografía convierte a otro en protagonista. 

 Los minimalistas dogmáticos pueden confundir un haiku con un cantar de gesta. 

El agónico vocacional tiene una visión cabizbaja de la realidad inmediata.

 Cerca del mar todo se borra, salvo el silencio roto y el efecto emocional de la contemplación. 

 Contra los insectos utiliza el reproche  didáctico. 

 La conciencia egoísta piensa que un cielo menesteroso cobija a los demás. 

 El insomnio acumula ruidos con cautelosa paciencia.

A diario la realidad comparece con la piel sucia y agujeros en la suela del pensamiento. 

Tinta botánica: libros de hoja caduca y libros de hoja perenne.

(Aforismos del libro Motivos personales)





domingo, 27 de septiembre de 2020

DISONANCIAS AL PASO

Al paso
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de
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                                                          DISONANCIAS AL PASO

 Todas las formas de gobierno
                                                                                                      (incluida la republicana y democrática)
abundan en graciosas farsas y absurdos,
 pero sus partidarios no lo saben.
MARK TWAIN

 Existe la Constitución para proteger la convivencia, y luego está la política, para desprotegerla.

 El president catalán, en una comparecencia de prensa, ha llamado a Pedro Sánchez presidente de la nación, pedazo de alcornoque. Los presentes han seguido escuchando como si hubiese dicho “buenos días”. Cuando el disparate verbal forma parte de lo diario, lo zafio parece una acera transitable. Aquí me sigue resonando el dislate de Torra, un sujeto que suelo asociable con el estercolero, siempre que el estercolero no se moleste, y me disculpe, por su intachable papel acumulativo.

 Ministros como Alberto Garzón refrendan la idea de que los méritos intelectuales son del todo prescindibles para el ejercicio del cargo. Es obvio que un republicano cuestione la monarquía; pero que avale sus argumentos por sandeces como que el rey no es neutral por una llamada telefónica supone una majadería comparable a sus disfunciones sobre el turismo. Vivió en Rivas, como yo, y tengo la esperanza de que alguna vez acierte, aunque no hay prisa, su fondo de armario mental todavía no ha agotado el cupo de tonterías.   

 Esa inane voluntad líquida de la cerveza sin alcohol es como Más Madrid: un espejismo refrescante pero sin sabor.

El rol de Unidas Podemos en el gobierno está absolutamente desenfocado. El pacto ministerial es una estrategia de estabilidad parlamentaria, un refuerzo programático. No es una erosión ratonil al queso democrático de las instituciones. El alarde ideológico es patrimonio de la infantería militante.

 Para salvarnos de la pandemia se requieren actuaciones médicas, prevención recursos sanitarios. No telas coloristas que acentúan la sensación de blanco y negro.

 La decepción se ha petrificado; es un hábito permanente de la madurez.

 

(Apuntes del diario).

 


sábado, 26 de septiembre de 2020

ATILANO SEVILLANO. ESQUIRLAS

Esquirlas
Atilano Sevillano
Alhulia / crisálida Narrativa
Salobreña, Granada, 2020

 
MEDITACIONES

 

   Desde su condición de género fronterizo entre el pensamiento y la poesía, el aforismo ha potenciado, casi de modo insólito, su presencia en el espacio literario actual. Se multiplican las panorámicas antológicas que ayudan a buscar el norte del momento, y las cartografías individuales, que añaden valor y relevancia al decir breve. Incisivo y lacónico, el texto mínimo es un meditado trasbordo de lo subjetivo hacia lo objetivo. Con esas premisas nos llega el compendio aforístico de Esquirlas, de Atilano Sevillano (Argusino de Sayago, Zamora, 1954), Doctor en Filología Hispánica y Licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. El escritor, con un amplio bagaje literario, como director de revistas, profesor de talleres literarios y cultivador de formas breves en poesía y en prosa, abre Esquirlas con una amanecida metaforística con definiciones sobre el aforismo. Ese dar forma exacta a la formulación concisa también alienta el liminar. El texto es una solvente indagación teórica en el propio pensamiento estético y en sus principales convicciones y registros. Extraemos del mismo, este rincón de lucidez: “El aforismo es el género propio de la madurez vital, intelectual y expresiva del escritor. En él caben las reflexiones angustiosas o paródicas y una mirada esclarecedora de la condición humana. El aforismo hace con el lenguaje una fiesta y en ocasiones se burla de las cosas serias o las parodia”. Desde esas premisas, nos adentramos en una senda organizada con tres enunciados que son claves de uso. El cuaderno primero, “Volátiles” alude al escaso peso conceptual del aforismo; una estrategia expresiva mínima que apenas tiene masa verbal. Esa condición etérea permite un vuelo alto, tanto en la elasticidad de sus argumentos como en la apariencia formal, siempre imprecisa y compleja en su definición. De entrada, atisbamos en la concepción parémica de Atilano Sevillano un notable esfuerzo de minimalismo expresivo: “Hay una grieta de luz que recorta azarosa el mundo entero”, “Mimo mi soledad para que no me deje solo”, “vivir suele acortar la vida”. Pero también hay espacio para el apunte sensorial, o la frase que muestra su tensión reflexiva: “Se debatía entre la realidad y la nada. Acudió a su psicoterapeuta, que le aseveró que en eso consiste el arte de vivir”. Es patente el homenaje del título de la segunda sección “Nótulas” a Cristóbal Serra, creador del neologismo y cultivador semiclandestino del decir breve. Serra definió la nótula como un texto intermedio entre la nota, libre y autónoma, y el aforismo; de este modo los textos integrados en este apartado acentúan su discurrir indagatorio: “Las apariencias engañan, nada es lo que parece, la máscara encubre y el espejo deforma”; “Morir no es nada del otro mundo”, “El aforismo da que pensar y mira de reojo”, “Lo esencial solo puede ser dicho desde el silencio”, “Quizá todo se reduce a que llegamos demasiado tarde y nos vamos demasiado pronto”.  El recuerdo de Rafael Sánchez Ferlosio y el humanismo crítico de sus pecios está presente en la última parte. En ella, prevalece la temática dispar, como si el recurso de la tradición o el afán meditativo sobre la propia razón de ser del aforismo fueran manantiales del texto. Pero, como sucede en los tramos anteriores, el avance nos deja diversidad y asuntos divergentes, en los que también aflora el decir paradójico, la ironía o el reflejo emotivo.  Cierra Esquirlas un breve epilogal que recuerda al apelativo baudelaireano del “Hipócrita lector, mi semejante, mi hermano”. Y así es, queda en el alero de quien cierra el abanico aforístico la última gota de lluvia, esa mínima claridad de sensación e incertidumbre de una esquirla tallada por el tiempo: “Ningún relato está completo si lo le falta algo”. El aforismo es eso también: el empeño tenaz para mirar el horizonte y ver donde se juntan cielo y tierra, el sueño y lo real.    


 

 

 

viernes, 25 de septiembre de 2020

LA GRIETA

Caligrafías
Archivo general de internet

 

LA GRIETA

 

   Con terco sosiego, inadvertida, la extraña fisura se adquirió una mañana a la pared frontal del dormitorio. Cuando la descubrí apenas era una mota negra, un tiznado de sombra. Poco a poco aumentó su tamaño hasta convertirse en acuarela expresionista. A través del trazado puede verse un paisaje cambiante que en días ventosos acumula en el dormitorio arenas y hojarascas, ramas leves, esquejes, mínimos guijarros.  Sobre la epidermis del muro, la grieta sigue aumentando su caligrafía. Concede a los sentidos un horizonte a mano; la fugaz sensación de abarcar todo.

(De Cuentos diminutos)



 

miércoles, 23 de septiembre de 2020

MÓNICA MANRIQUE DE LARA. DEVOCIÓN DE LAS OLAS

Devoción de las olas
Mónica Manrique de Lara
Editorial Isla negra / Crátera Editores
Colección Josemilio González / Colección Atlántida
San Juan de Puerto Rico- Valencia


EL VAIVÉN DEL SENTIR

  

   Cuando amanece un itinerario poético, como el que abre Devoción de las olas, primera entrega de Mónica Manrique de Lara (Granada, 1974), suele ir precedido de un goteo sosegado de poemas en publicaciones digitales y revistas. Así ha sucedido con el cauce lírico de esta granadina, licenciada en Traducción e Interpretación, y docente en un instituto de Educación Secundaria y Bachillerato. En esos poemas en el umbral llamaba la atención el epitelio confidencial de su escritura, su fidelidad a la exploración sentimental del sujeto. La indagación relacional con el otro se mostraba en aquellos textos como el núcleo temático más vehemente. En ese ámbito toma cuerpo la razón poética de Mónica Manrique de Lara de la que Francisco Vaquero Sánchez, en su apunte de contracubierta, escribe: “estamos ante un hermoso canto al amor, a la naturaleza, en la que “toda huella es agua”, en palabras de su autora”. Sorprende la cita de inicio, cuya autoría recupera a un poeta casi olvidado en el espacio lírico actual, Alfonso López Gradolí: “Si digo el amor estas palabras / tienen algo de ola que termina, / un suave golpe sobre la arena”. Desde ese cofrecillo generador del impulso amoroso se expande un inventario temático, organizado en tres secciones de similar extensión y perfil formal. En el arranque, “El sendero”, se integra ”Prólogo”, escueto preámbulo que visualiza los trazos del hablante lírico desde la plenitud estética del mar, claro referente simbólico que trasciende  la realidad contingente: “Soy la lluvia mecida en las olas / soy la arena que asciende del cieno / en la orilla que me borra, soy la huella, / pescador, caminante o sirena”. El estar cadencioso del verso amplía la presencia del yo con una amalgama de imágenes de saludable empuje sensorial. Cada amanecida concede continuidad al afán promisorio del deseo, que adquiere, en su renacida dimensión, un sentido inmediato y profundo. Pero la plenitud es espejismo y la elocuente búsqueda del otro se va llenando de lejanía e incertidumbre, hasta que la noche intuye el áspero silencio del fracaso. No hubo mediodía en la búsqueda y aquella fuerte luz del comienzo poco a poco declina, como fruto en la rama que no encuentra manos para la cosecha. El tiempo auroral de la infancia se hace lejano paraíso inalcanzable en el enjambre de caminos que propicia la existencia. Sobre el horizonte se hace firme visión la fría silueta del invierno, una alternancia de claros y sombras. El apartado central, “Las manos” conecta su avance a una cita de apertura del poeta y editor Carlos Roberto Gómez Beras: “Una botella va por los mares del sueño”. Alguien lanza un mensaje a la deriva azul del tiempo para que otra identidad preserve la luz encendida del anhelo, esa necesaria vocación de alas que encarna el vértigo de una gaviota en el aire. El afán de seguir en la búsqueda recuerda al pájaro que busca la rama para hacer sitio al nido y al retorno. El tiempo es una estela que requiere la imbricación del pensamiento, esa tarea cognitiva que muestra al yo frente al laberinto de sus incertidumbres. El imaginario de Clara Janés abre las composiciones de “El fondo del agua”. Crece en el cuerpo la necesidad de transparencia frente al desamparo. El amor no se apacigua. Su afán golpea la memoria, dejando la rememoración en permanente vigilia: “creí que me agarrabas y era el viento, / vuelvo a encontrarte en el espejo de un arroyo, / de la maleza, esta última imagen nacida del cieno, / ahora ya eres el cantar de mis desvelos, / eterna fuente de versos y sueños”. La ausencia se fortalece en el tiempo, pero el pensamiento sigue intacto en la vigilia buscando algún indicio de ese roce vital que libera de la soledad y el silencio. Ese estar en vela se hace razón y destino, un largo sueño que pone entre las manos un destello de sol frente al vacío. Devoción de las olas inaugura el discurrir poético de Mónica Manrique de Lara. Nos deja una escritura repleta de estratos sensoriales en los que se refleja esa línea de costa del yo sentimental. El poema contiene un espejo de agua, sal y espuma; pero también un protagonista lírico al que acecha la condición de náufrago en su periplo por la existencia. Quien camina hacia dentro mantiene, con clara voluntad, el paso sostenido hacia algún sueño, ese rumor de olas de un mar imaginario.

 

martes, 22 de septiembre de 2020

EL SECUESTRO


 

EL SECUESTRO

 

Lo que está en ti dormido es lo que no te deja dormir 

FRANCISCO FERRERO

 

  La continua asimetría de cambios del vecindario y un entorno vocero diluyó su alegría laboral y generó en su estar un miedo endémico. Para preservar su identidad construyó en alguna parte de la casa una habitación del pánico. Después se instaló allí para convertirse en un yo sin territorio. A diario mantenía su físico con algunos ejercicios. Después consumía el tiempo sobre la cama intentando entender las razones de aquel secuestro. Comienza a sonreír. Ahora diseña un plan de fuga. 

(De Cuentos diminutos)

 

 

domingo, 20 de septiembre de 2020

AUTOBIOGRAFÍA SIN MÍ

Abluciones
Fotografía
de
Francesco Cherchi
 

AUTOBIOGRAFÍA SIN MÍ

 Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orion. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia.

(Roy Batty, Blade Runner)

 Septiembre y sobre el mar crespo del regreso se armó la marejada fuerte de la pandemia. Dado el intangible espíritu previsor de nuestra clase política, todo bajo control: a punto, claro de un estado inminente de alarma. Han comenzado las clausuras parciales de barrios que superan los porcentajes de contagios establecidos por ley. Esa selección de zonas traerá la disertación demagógica y falsa de siempre: ricos y pobres, caceroladas, concentraciones, estridencia... La conciencia infusa de la modernidad.

La presidenta de la comunidad madrileña disemina a cada paso una gestión calamitosa según los adversarios políticos. La cacería mediática es tan feroz que da grima pensar en los acuerdos para la recuperación. Aquí el otro no es un socio de proyecto de futuro sino una víctima futura. España es un estado laico y aconfesional, siempre a punto del desmembramiento. Y nuestras autoridades desconocen la constitución y se empeñan en transgredirla a diario como un deporte de riesgo, como quien hace saltos al abismo sin paracaídas.

La salida de una antología de poetas herméticos y los comentarios laudatorios de su calidad literaria me dejan otra cara de quien yo suponía sensato y ecuánime. Es tan ególatra que su yo solo conoce una regla matemática: la multiplicación. Necesita más heterónimos que Fernando Pessoa.

Con las medidas sanitarias, los eventos culturales se han reducido con una extrema severidad. Aquí en Rivas, también, así que no sé cómo saldrá la presentación del próximo jueves en Covibar de la antología "Ahora que es tarde", un libro que resume treinta años de escritura poética. Ánimo no falta; es el atajo perfecto para la alegría.                                                                                               

Creo mucho en las predicciones fiables del pesimismo: concede al hilo argumental del futuro un rumbo imprevisible. Todo a peor.

(Apuntes para el diario)

 

 

 

 

sábado, 19 de septiembre de 2020

T. S. ELIOT. THE WASTE LAND / LA TIERRA BALDÍA

The Waste Land / La Tierra Baldía
T. S. Eliot
Traducción de Sanz Irles
Prólogo de Ernesto Hernández Busto
Epílogo de José Antonio Montano
Editorial Olé libros
Valencia, 2020

UN FONDO DE CIENO

Impulsora de un inacabable activismo crítico y de interpretaciones polarizadas que diseccionan el complejo constructo, La Tierra Baldía de T. S. Eliot, publicada por primera vez en The Criterion en 1922, no ha perdido la capacidad de perdurar ni su condición de texto central, anclado en el tamiz clásico del tiempo. Con esa convicción, la editorial Olé Libros impulsa un retorno que es toda una impronta de belleza: cubierta y sobrecubierta minimalistas, pastas duras, gualdas ilustradas y excelente diseño de Kike Correcher, quien cuida al máximo todos los aspectos formales del libro. Este nuevo paso al frente de La Tierra Baldía toma como guía el incluido en The anotated Text. The Poems of T. S. Eliot. Volume I, editado por Christopher Ricks y Jim McCue, en el catálogo Faber&Faber (Londres, 2015). La traducción al castellano es de Sanz Irles, quien firma como pórtico la indagación “Un formidable artefacto sonoro”. El texto incide en la desconcertante perplejidad que deja la primera lectura de The Waste Land y la intensa tarea de dos años para volcarlo a nuestro idioma. Se trata, acaso, de una metatraducción ya que el volumen integra en sí mismo un enorme flujo de referentes culturales. Estos esquejes fortalecen la trama simbólica y el hermetismo semántico creado por “su sonoridad insólita, grandiosa y abigarrada en su variedad”. Esa fértil prosodia se ha perdido en algunas traducciones del libro y constituye aquí un propósito en vigilia para que no se pierdan en el trasvase los aspectos métricos compositivos.  La apertura de Ernesto Hernández Busto recuerda la génesis compositiva y el declamatorio rechazo general en la amanecida, salvo mínimos apoyos críticos como el de Ford Madox Ford o el decisivo aporte de Ezra Pound. En su discontinuidad el poema concede al fragmento una función lírica que queda patente al analizar los distintos tramos de la composición. En cada uno de ellos es evidente el acervo de la tradición en la entidad de La Tierra Baldía; así surge  un mosaico que enlaza anecdotario religioso y mitología en un oscuro fundido de voces y cronologías. Tampoco se descarta la vivencia individual y la sensibilidad anímica del sujeto, que sirven de andamiaje espiritual en el fluir del proceso creador. Para visualizar ese fondo de cieno del sentido resulta muy útil el mapa interpretativo trazado por Ernesto Hernández Bustos, aunque la primera lectura debe ser auroral, sin sendas abiertas, para impregnarse por entero con la lluvia versal. Desde el fragmento inicial “El enterramiento de los muertos” es continuo el flujo de imágenes, el cambio de planos o la persistencia de una polifonía que acumula citas y elementos ajenos y se cierra con el archicitado verso de Baudelaire “Tú, hipócrita lector –mi semejante, mi hermano”. La sección “Una partida de ajedrez” aplica como núcleo germinal la indagación nunca explícita sobre el sexo y la esterilidad. La imaginería poética refuerza su expresividad: “Pienso que estamos en el callejón de las ratas / en el que los muertos perdieron sus huesos” Ejemplo de esos continuos cambios de perspectiva del poema, el apartado “El sermón del fuego” comienza con una demorada descripción de la vista al Támesis que anuncia la presencia de lo elegíaco, antes de la aparición de Tiresias, el personaje central del poema. El ciego Tiresias también protagoniza el fragmento “Muerte por agua”, ya convertido en el fenicio Flebas, quien muere ahogado como pronosticara la cartomancia de Madame Sosostris. El mínimo apartado, con la solemne voz del epitafio se convierte en una reflexión sobre la erosión de la belleza y nuestra condición perecedera ante el poder igualatorio de la muerte. Sirve de clausura al poema, la coda “Lo que dijo el trueno”, que hace de sus versos un espacio de desolación y tristeza; queda el reseco epitelio de una tierra baldía, un desierto sin agua. Esa carencia niega el brote renacido, pero encuentra en uno de los versos finales un revivir que anuncia una salida vital: “Con estos fragmentos apuntalé mis ruinas”. El pasado adquiere de ese modo un enunciado nuevo, es raíz de la identidad, fuerza impulsora de hacer del inestable mar de la existencia otra senda por trazar. Son clásicas las notas que T. S. Eliot incorporó a La Tierra Baldía. En ellas comenta el aporte bibliográfico, ubica la disposición versal de las citas y aclara las fuentes de inspiración de algunos pasajes concretos que explican su textura visionaria, como esas alucinaciones inspiradas en las expediciones árticas de Shackleton. La copiosa erudición deshace el círculo cerrado del libro para conformarse como afirmación de un legado múltiple que engloba una codificación colectiva.  El vértice epilogal lo firma José Antonio Montano. Refrenda la atmósfera nocturnal de La Tierra Baldía como una nostalgia fetal de quien percibe el presente como un montón de ruinas en la atardecida de la modernidad. Con mirada abarcadora, se incide en la lealtad de Sanz Irles a la sonoridad del poema y a sus estratos semánticos. La admirable edición de este libro emblemático por Olé Libros propicia una cálida convergencia de sensaciones, esa sed satisfecha de la felicidad lectora.


       

viernes, 18 de septiembre de 2020

CLIMA

Ana y el mar
Fotografía
de
Bas Mati

 CLIMA

    Para Ana y Matías


A punto de caer,

con quejidos constantes

como techado viejo,

la insurrección del clima.

En ruinas circulares se demora el invierno,

insiste la sequía

en prolongar la ausencia

y el vuelo elemental de los regresos.

No renuncia el almendro

al resquicio de nieve,

aunque la flor se agoste

calcinada por una luz oscura.

 

Entre labor y acequia,

desgajada del miedo

la mañana en el campo

recorta sensaciones.

 

Es carnosa y azul;

construye una vereda de espejismos.

Su resplandor ignora

el poso de carcoma.

Mis párpados aprenden a callar

los códigos secretos del derrumbe.



 

jueves, 17 de septiembre de 2020

JOAQUÍN CAMPOS. POETA EN PEKÍN

Poeta en Pekín
Joaquín Campos
Editorial Renacimiento
Sevilla, 2020 

TERRITORIOS


   En la cartografía del poema hay mapas que se despliegan dejando en su desarrollo un objetivo formalista, que hace de los recovecos del lenguaje la primordial razón de la escritura. Mantienen un claro distanciamiento con el ser biográfico, un visitante a deshora convertido en un ser velado por decreto. Otros tienden esfuerzos a conexionar el periplo subjetivo y la construcción argumental; en este grupo se ubica claramente Joaquín Campos (Málaga, 1974), autor de varias ficciones en prosa y tres poemarios, el último de los cuales, también publicado por Renacimiento. Desde 2007 el escritor mantiene una existencia nómada que ha hecho del viaje y de la geografía un continuo referente literario.
  Crece el paréntesis creador del malagueño con Poeta en Pekín, propuesta poética que arranca senda en plena pandemia. Aceptando la cercana convención realista de lo autobiográfico, Joaquín Campos inicia su entrega con una precisa ubicación espacial y cronológica, desde el apartado “Pekín (2016)”. Los poemas, de este modo, se convierten en una implicada meditación sobre el emplazamiento, afirmando en los versos la evocación de lo acontecido. Desde el estar, las palabras ahondan en los trazos básicos del contexto. El entorno acumula indicios de extrañeza, abre una perspectiva en la que se recuadra lo inhóspito. La ciudad es un entrelazado de construcciones que aprisiona la libertad sensorial, como si las formas impusieran sobre cualquier idealización el aspecto matérico de la realidad.  
   La estancia en la abrumadora ciudad concede al yo una identidad compleja que recuerda al hombre deshabitado baudelairiano o al ser perdido entre la multitud del expresionismo. Lo cotidiano es lluvia ácida. Un chaparrón de sombras que anega los “hutongs”, esos callejones menesterosos que conforman el casco antiguo de Pekín, donde el recorrido urbano propicia un paseo vagabundo, dispuesto a preservar en la memoria multiformes detalles: sonidos, olores o el contraste de rareza que confronta los elementos de la modernidad y la presencia errática de un pasado que pervive en el tiempo, como una arquitectura ruinosa.
   En ese deambular a la deriva, la plaza de Tiananmén, escenario de las protestas estudiantiles de 1989 y de aquel frágil espíritu de libertad, aplastado por los tanques dictatoriales, aparece como un crepúsculo de nostalgia. Su apariencia de normalidad, bajo el gesto impertérrito de la ideología maoísta, simboliza ahora el continuismo político que convirtió en muro cualquier ventanal democrático. El recuerdo supone una reflexión sobre el significado de aquella revuelta y sobre la escueta implicación de Occidente en aquellos acontecimientos, acaso recordando el peso económico de la potencia asiática y su benefactora presencia en los mercados bursátiles.  
   El avance argumental acumula secuencias, casi siempre previstas de una luz fantasmal, prosaica, sucia, como los ojos turbios de un alcohólico. Son raros los poemas en los que aparece un cielo despejado y diáfano. Lo diario es una rutina que corrobora el desajuste y el desnorte de un sujeto poético que deja de sí mismo un retrato patético, feísta, que nunca contiene ningún indicio de lirismo, salvo acaso ese chopo que convierte la calle en un rumor de naturaleza lejana y accesible.
   La breve sección central traslada el marco escénico a Shanghái, pero el enfoque enunciativo se mantiene; la ciudad corrobora esos esquemas visuales captados en Pekín. Los gigantescos pasos de cebra, las calles anegadas de transeúntes, la lluvia y esos planos otoñales de desnudez y humedad en los sentidos. Desde ese paisaje degradado el regreso a Pekín, entorno natural de la escritura, es un dejar constancia del tiempo y de sus matices estacionales. En el retorno no pasa desapercibida la mínima belleza del chopo y su minimalismo cromático, camino del invierno. El árbol se hace símbolo de ilusión renacida, aunque el sujeto verbal refuerce rasgos de un malditismo subrayado en poemas como “Oda al vino” o “Patria”, alegato contra el epitelio nacionalista tan atestado de símbolos y jerarquía. Tampoco el amor y el sexo pasan de largo en estos últimos poemas porque se convierten en sucedáneos liberadores de la cárcel social, pragmática y utilitarista.
 Lacónica, confidencial y directa, la escritura de Poeta en Pekín, de Joaquín Campos dibuja territorios brumosos, cuyas cicatrices cobijan una soledad inhabitable. En esa distancia abierta entre idealización y realidad, se escucha el denso fluir de la conciencia, como travesía frugal de ascetismo y conocimiento. El poema es una forma de borrar el desamparo a fuerza de vivirlo. 



miércoles, 16 de septiembre de 2020

CON MANO FIRME

Punto y seguido 



CON MANO FIRME

   Vocacional perpetuo de la obra bien hecha, fue anudando muertes interinas. Pero nunca pudo fallecer del todo. Resucitaba en cada libro póstumo para corregir las erratas con mano firme.

(De Cuentos diminutos)





lunes, 14 de septiembre de 2020

HUELLAS (APUNTES DEL DIARIO)

Caminos de ida
Imagen
de internet


HUELLAS

en la mañana antigua de nuestras privaciones,
no hay nadie de nosotros que no asuma
la inminencia del agua,
las posibilidades de la luz

BASILIO SÁNCHEZ


Cuántas limaduras en la ejecución digital del ganador del Premio Espasa de Poesía. Nada sé de los hilos de sus composiciones; ni siquiera había oído su nombre tras casi cuarenta años de lectura continua del género, pero sospecho que en la geografía poética de Venezuela solo hay un Rafael: Rafael Cadenas.

Siempre que hablo con Joan de la Vega, poeta y director de La Garúa, recuerdo que una editorial es un árbol que da sombra y fruto, un espacio de soledad común.

La algarada córvida no despeja una cuestión mucho más relevante para proyectos independientes e instituciones que deambulan por los pasadizos de la edición: la mayoría de los humillados y ofendidos por las decisiones de algunos jurados literarios no compran casi nunca libros de poesía y solo han visto los poemarios premiados en los escaparates del centro comercial.

Era muy inteligente. Su cabeza contenía un cerebro marsupial.

El agua estancada de la aprobación presupuestaria en el Congreso, impulsada por el negativismo cerril de la derecha, justifica un gesto presidencial aberrante: el pésame por el suicidio de un etarra. Un asqueroso eructo en la casa de la palabra democrática. 

Qué hermosa vestimenta formal ha puesto José María Cumbreño a la antología 11 AFORISTAS A CONTRAPIÉ, en Ediciones Liliputienses. La selección soslaya expeditiva las costuras abiertas del decir breve, esa manera de sumar atajos y sendas sin transeúntes.

Tras el leve declive de la sombrilla, oigo la poética del mar: las olas retornan mar adentro por caminos distintos.

(Apuntes para el diario, septiembre, 2020)


sábado, 12 de septiembre de 2020

AFORISMOS SOBRE LA PATERNIDAD

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AFORISMOS SOBRE LA PATERNIDAD

A José Luis Trullo, por su sugerencias

Me mira y está ahí, amontonada en sus retinas: la decepción.

Desde hace años sus formas corporales mienten: es una niña.

Ayer, cuando me abrazaba, fui el plano exacto de la idealización. La isla del tesoro de sus cuentos.

Soy una paternidad  miope, canosa, llena de certezas fantasmales y consejos ingrávidos.

Ser padre es una espera bajo la luz estival del mediodía, una cosecha de insolaciones.

En casa cumplimos a diario los ritos menores de la convivencia. Pero cada uno de nosotros oculta músculos y nervios de un extraño enraizado en el corazón.

Callejea mi inquietud. Antes de que salgan de casa ya es urgente su búsqueda.

El otoño amarillo de los calendarios cambia los argumentos. Escribe tramas de fracturas, grietas y tachones.

Fueron tapiando vanos. Ahora su única ventana al pasado es la desmemoria.

En las conversaciones de sobremesa,  muestro para ocultar. Digo el rumbo y callo los desvíos.

 Una paternidad minimalista. Sin hijos.

Aquel día las riñas familiares alcanzaron sonidos de campana; anunciaban la fiesta mayor de la posteridad.

(Invierno, 2018)


viernes, 11 de septiembre de 2020

MARINA TAPIA. JARDÍN IMPOSIBLE

Jardín imposible
Marina Tapia
Ilustraciones de Guillermo Rodríguez de Lema
Prólogo de Ángel Olgoso
Edita: Ayuntamiento de Baena, Delegación de Cultura
Premio Luis Carrillo de Sotomayor
Baena, Córdoba, 2020


FLORACIONES


   Residente en Granada desde el 2000, Marina Tapia (Valparaíso, Chile, 1975) ha desarrollado un activismo cultural sostenido con una doble faceta, plástica y literaria. Desde 2013 hasta el presente, ha llevado a imprenta cuatro entregas poéticas, la última de las cuales, Jardín imposible, reconocida con el Premio Luis Carrillo de Sotomayor, se edita con ilustraciones de Guillermo Rodríguez Lema y lírica introducción del narrador Ángel Olgoso. Del atinado prólogo, extraigo esta síntesis de la entrega: “Marina teje una melódica red verbal que atrapa al lector, levanta estructuras de una delicadeza prodigiosa, recoge las palabras en su intimidad de emociones e intuiciones para hacerlas fulgurar en un segundo eterno”. Nos hallamos, por tanto, frente a un ideario que vela lo narrativo para construir una realidad trascendida que unifica sustratos oníricos y el influjo fuerte de la naturaleza. El entorno y los elementos que afloran a nuestros sentidos no son meros indicios botánicos sino muestras vivas de una existencia al paso, cuajada de símbolos.
 Tras las solemnes citas iniciales – Empédocles, Emily Dickinson, Juan Ramón Jiménez y Pablo Neruda- Marina Tapia recurre a la personificación para hilvanar un vistoso soliloquio de la flor ante la belleza en vuelo del colibrí, cuajado de un erotismo hedónico que habrá de sonar con más fuerza en el poema “Aposento y tiniebla”. Pero el sustrato temático es abierto y propaga bifurcaciones dispares. Así el segundo poema elige la magia ilustrada e indescifrable del manuscrito Voynich, una obra anónima de singular rareza, posiblemente concebida en el siglo XV, contraponiendo en los versos el misterio insondable de aquella tiniebla comunicativa con las sensatez insulsa de un ahora banalizado y estéril, que anula la imaginación con su ramplonería verbal.
   En este juego de planos argumentales está también el recuerdo de Federico García Lorca, la intensa presencia de una naturaleza cuajada de formas convertidas en un semillero de preguntas. El olor renacido, que persiste en el aire, abre el cofre de nuevo de aquella sensibilidad modernista con la que Rubén Darío revolucionó el austero paisaje poético de la generación del 98. Como un soliloquio exhortativo se concibe el poema “La Guardiana”, donde se insta al vegetal a mantener intacta su prístina existencia y el cumplimiento de los ciclos estacionales, frente al aleatorio destino del hombre azotado por sus continuas circunstancias.
   La dicción cuidada y específica de Marina Tapia, que aporta una cadencia expresiva muy personal, se mantiene en el poema en prosa; el molde formal se integra sin desgarros en el avance lírico de Jardín imposible  y está presente en otros textos como “El árbol”, “Canto de la tierra a una semilla” o “Palabras de una flor ornamental”.
   Los nudos argumentales de Jardín imposible muestran la singularidad de un territorio poético en el que nunca se ocultan el esplendor expresivo y el callado rumor de la belleza. Esa esencia de estar en un mundo fértil que late inadvertido, más allá de la apariencia, para integrase en nuestras percepciones, para hablar al pensamiento poético y ser fuente de inspiración y permanencia.





       

jueves, 10 de septiembre de 2020

JOSÉ LUIS MORANTE. 11 AFORISTAS A CONTRAPIÉ

11 AFORISTAS A CONTRAPIÉ
Edición, selección y prólogo
de
José Luis Morante
Ediciones Liliputienses
Colección Desalmados eruditos
Cáceres, 2020 



PAPEL DE ANTÓLOGO

(A propósito de 11 AFORISTAS A CONTRAPIÉ)

   No hay que engañarse. Las reflexiones que escribí cuando se publicó la antología de poetas contemporáneos Re-generación (Valparaíso, 2016) siguen desplegando pormenorizadas certezas. Asignarse la tarea de antólogo es personificar de entrada algunas limitaciones evidentes. Pensar, por ejemplo, que se ha leído todo es un desvarío fantasmal, así que seleccionar una lista de nombres propios es reconocer de inmediato la impresión subjetiva y parcial; ese rastro de realidad velada, sorprendido en los desplazamientos entre espacios creativos.
  Cada antología atestigua un proceso de conocimientos  previos, una acotación pactada y un criterio selectivo que unifica lo que por naturaleza está desperdigado. El resultado da cuenta de la pertinencia de un deseo integrador y de la determinación de fundar una suma enumerativa de voces que halla en la percepción del antólogo un reposado despliegue.
  La antología aparece como una experiencia comunicable protagonizada por un sujeto plural que pugna por resaltar el rostro versátil de los incluidos. Con mínimas vicisitudes, la compilación 11 AFORISTAS A CONTRAPIÉ comenzó a gestarse en enero de 2020, cuando viajé a Cáceres  invitado por El Aula de la Palabra de la Asociación Cultural Norbanova. El encuentro con José María Cumbreño dejó una tarde plena de amistad y la propuesta de preparar una antología de aforistas singulares para la editorial Liliputienses. El apoyo incondicional del poeta editor fomentó mi entusiasmo que tomó cuerpo en los meses de confinamiento hasta convertirse en libro de gratísima presencia formal en los primeros días de septiembre.  Así se acotó este recuento de once aforistas, nacidos entre 1957 y 1986, que dibuja el perfil expansivo del aforismo actual. El muestrario de textos, editados o inéditos, da cuenta con suficiencia del arte verbal del grupo escogido.
  En la antología de Ediciones Liliputienses está la energía lacónica de la diversidad; un elenco de autores que alienta una obra en soledad, que hace del decir breve revelación y conocimiento, que mira hacia el futuro con el deseo de ensanchar los límites del lenguaje.  



miércoles, 9 de septiembre de 2020

MOSCAS EN EL CRISTAL

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MURMULLOS

Los agoreros desconocen que la esperanza es un estado de necesidad común.

Suele mentir con murmullos confidenciales, para dificultar la propia audición.

Voluntad: empeño por forzar cerraduras.

En la infancia una rama partida, una piedra redondeada o un lapicero tienen dimensiones mágicas.

Los tímpanos del descreído soportan a diario el moscardón persistente del exceso de fe.

El sentimiento de agravio nunca es inocuo.

(Aforismos a pie de mar)



lunes, 7 de septiembre de 2020

MIGUEL CATALÁN. LA MENTIRA BENÉFICA (Seudología XIII)

La mentira benéfica
Seudología XIII
Miguel Catalán
Ediciones Verbum / Minor
Arganda del Rey, Madrid, 2020


ÉTICA DE LA FALSÍA


   Trayecto completo. Miguel Catalán (Valencia, 1958-2019) cultivador vehemente del aforismo, doctor en Filosofía, profesor universitario y ensayista concluye con La mentira benéfica la indagación monográfica Seudología, un quehacer activo sobre la ética de la falsía, que abarca trece volúmenes. El paisaje completo, desde El prestigio de la lejanía hasta La mentira benéfica, explora, con perseverante solvencia, la ontología de la falsedad y sus diferentes matices. Las arenas movedizas de las relaciones sociales tienen un notable potencial subversivo, regulan la vinculación del sujeto con su propia coherencia moral, siempre en constante fluctuación por la densa gravedad de las circunstancias.
  La mentira y su experimentado devenir postulan la complejidad del trazado de causas y efectos. Requieren una interpretación de la sensibilidad del yo y la realidad externa. La conciencia indagatoria se asoma a los estantes de la verdad para encontrar cierta claridad metafísica y captar la significación de la experiencia existencial Pero la conducta se llena de recodos, presenta rasgos específicos que excluyen el universalismo, aunque sean contradictorios o definan estados de ánimo dispares, como si en su amanecida la escritura plegara pasos a la condición de ser.
   Miguel Catalán recurre al nihilismo existencial del novelista uruguayo Juan Carlos Onetti para buscar la paradójica cita de entrada: “Se dice que hay varias maneras de mentir, pero la más repugnante de todas es decir la verdad, ocultando el alma de los hechos”. El filósofo también añade una introducción afectiva a esta última entrega que constituye una reflexión, teñida de nostalgia,  sobre el largo viaje creador y sobre los apoyos que han dado fuerza renovada al ser dubitativo. Sabe que el amor es la esencia y por eso no duda en cerrar su prólogo con estas palabras: “Para la realización  del tratado en su conjunto solo puedo expresar mi gratitud al amor constante durante 40 años de María Picazo, mi esposa. Solo su devoción personal y su eficacia diaria para despejarme el camino han permitido que visitara todos los lugares de interés de este largo viaje por el reino de la imaginación”.
   El oxímoron del título requiere un sondeo conceptual. Frente al rigorismo que condena siempre la mentira, Miiguel Catalán se muestra permisivo con la mentira benéfica por su carácter altruista que busca de forma natural la creación de efectos interiores satisfactorios. Hay que evitar el dogmatismo sumario y entender el tacto sosegado del engaño altruista, que pretende la protección del sujeto engañado; la mejora de su geografía afectiva. El ensayista estudia la práctica de la mentira benefactora en varios ámbitos, desde la vida doméstica de la pareja y el entorno familiar y afectivo más cercano, hasta los callejones saturados de la vida social. En cada uno de los tramos, la reflexión filosófica condensa ejemplos del periplo cultural y secuencias anecdóticas de la autobiografía. Surge así un entrelazado indagatorio que sirve para decodificar el sentido de nuestros actos. Cada sujeto camina por una circunvalación ética que añade al tramo avances y pausas, retrocesos y atajos
   De especial interés metaliterario es el apartado “El espíritu sanador de las artes y las letras”, donde Miguel Catalán consigna la capacidad de transfiguración del acto creativo, esforzado en crear una realidad menos deprimente, y más cercana al ideal. El creador abre la puerta a una función tonificante
 y benigna, capaz de crear espejismos benefactores. El arte postula una ilusión de permanencia en el tiempo negando las grietas prematuras de lo transitorio; otorga a la existencia estímulos de conocimiento y verdad. Del mismo modo, las letras en sus diferentes estrategias formales, desde los mitos y cuentos infantiles, hasta las sendas de la poesía, el teatro y la ficción narrativa dejan entre los ojos del lector el jardín imposible de la utopía, proporcionan emociones y sentimientos, acercan aquellas sensaciones que dejan una luz de amanecida en la rutina gris de lo diario.
  Los materiales compilados en La mentira benéfica cierran un ciclo creador irrepetible: Finis operis. El tallo argumental se hace fronda y fruto para mostrar al completo el saber del bosque, los claros de madurez y sosiego. Más allá del contraste abierto por las bifurcaciones de estas trece entregas, Seudología apunta una unidad vertebradora; confirma la permanencia en el presente de la cuestión central: la mentira manifiesta en el existir las sombras de una realidad mudable, propicia al desconcierto y la angustia.
   Este último paso del quehacer filosófico de Miguel Catalán deja también el emotivo refrendo de su memoria: “la obra bien hecha permite al menos la supervivencia del espíritu”.