miércoles, 31 de marzo de 2021

LUIS ESCAVY. OTRA NOCHE EN EL MUNDO

Otra noche en el mundo
Luis Escavy
Ediciones Sonámbulos
Colección Macasar
Granada, 2021

LOS OJOS DEL PRESENTE


 
   Al repasar la nota bibliográfica de Luis Escavy (Murcia, 1994), Graduado en Filología Clásica por la Universidad de Murcia y profesor de Latín y Griego en un instituto, es inevitable recordar la estela que han abierto en la poesía contemporánea paisanos suyos como Eloy Sánchez Rosillo, José María Álvarez y Dionisia García. Su magisterio encuentra en el ahora continuidad con amanecidas literarias como la de Luis Escavy, que ha dejado composiciones en revistas Maremágnum, Anáfora o Estación Poesía y ha sido reciente finalista del Premio Adonais en su 74 edición con el libro que ahora Sonámbulos acerca a los lectores, con fotografía de portada de Carmen García Moreno.
   La hermosa edición de Otra noche en el mundo nos muestra un poemario de estructura dual que integra treinta y tres composiciones breves. Tras la cita de Juan Bautista Beltrán, comienza senda el apartado de título paradójico “El orden de las ruinas", donde el yo poético establece una imagen de cercanía, dispuesta al enunciado dialogal, con un lenguaje aplicado en la fiel descripción de la  puesta en escena. La existencia tiene trazos de sosegada representación, marcada por el hábito y la rutina, en la que conviven realidad y aspiraciones. Aplicado en ese quehacer, el poema ofrece una propuesta de sentido que nunca se cierra en sí misma y que obliga al personaje poético a una inacabada interrogación sobre la razón de ser. No es tiempo de héroes ni de la implosiva beligerancia de la épica, sino de afrontar un devenir de vuelo bajo que hace de la realidad un espacio habitable y un ejercicio de coherencia y dignidad. Cada cuerpo es una estela en el tiempo, una historia y una biografía singular que encuentra ruinas y espacios por hacer.
   La presencia de los elementos del paisaje suscita una clara indagación introspectiva, llena de símbolos y claves existenciales. Así sucede en el poema “Segóbriga” en el que la nívea silueta de una iglesia, casi fuera de lugar entre los restos arqueológicos romanos, alza en el horizonte su inadvertida profesión de fe; o en la composición “Una foto de familia”, donde el transitar alumbra un ejercicio de evocación y destino, de aguantar a pie firme “la pólvora del tiempo”. El conocimiento de nuestra textura existencial descubre, sin patetismo, la verdad: la vida es desvivir, un caminar umbrío hacia el nunca lejano otoño de las sombras.
  El poeta, frente al conformismo de lo diario, recurre a los escenarios de la desolación para convertirlos en grietas de la memoria. De ellos nacen las lecciones de la historia, como en el poema “Visita a Teufelsberg”, donde sobrevive semioculta la infamia nazi bajo una geografía asolada, o  los restos de alguna promoción urbanística del desarrollismo, que ahora luce su varada osamenta de fragmentos rotos, como constata el poema “Arquitectura fantasma en el Mar menor”.
  Luis Escavy titula el segundo apartado “Vigilar el fuego”; desde el poema discurre el agua del tiempo, esa fuerza apelativa de la sed haciendo de la necesidad un registro de transparencia. Si el pasado resiste como un incansable laborar de cambios, es preciso preservar la raíz, fortalecer esos actos que mantienen viva una voluntad menesterosa, en busca de sitio para la riqueza fértil de la transcendencia. La fe cobija, como cobija el amor, hilo argumental de “Aline para dos”. Quien escribe recorre un legado literario, que se hace visible en la traducción, cuando pone salida al callejón del idioma con la pericia de José María Micó, o con la propia voluntad de llenar un texto de claridad: “Traducir. Llevar al otro lado: / ser solo el mensajero que en la noche / con la única antorcha del sentido / ofrece un nuevo mundo a la palabra”.  Junto al poso cultural del apartado persiste el intimismo reflexivo, construido de dudas e incertidumbres, que alumbra composiciones como “Los domingos”, o “Confiado de lluvia”, dedicado a Guillermo Marco Remón, otra voz emergente del Premio Adonais, o el apunte evocativo de “Biografía”.
    Otra noche en el mundo de Luis Escavy es una valiosa salida a descubierta. Pone el foco sobre una retina indagatoria en torno al transitar, aparentemente anodino, de lo cotidiano. En sus textos, la poesía se convierte en forma de conocimiento, en disposición a explorar el callado misterio del ahora. Y lo hace con una dicción limpia, de percepción temporalista. El pensar poético de Luis Escavy es renovación y mediodía, una alegría que alza vuelo con el paso incansable de la juventud.

JOSÉ LUIS MORANTE



martes, 30 de marzo de 2021

EN EL CHARCO

Boca abajo
de
internet

 

EN EL CHARCO

 

   Mientras camina despacio, bajo el paraguas,  recuerda que de niña buscaba charcos para saltar sobre su transparencia. En su cara se dibuja una sonrisa. Sigue sumando pasos distraída y vislumbra un círculo de agua en medio de la calle. En su oquedad contiene un mundo boca abajo de plenas sensaciones. Apenas duda mientras pliega el paraguas y lo deja dormir sobre la acera. Ensaya un primer salto, y otro y otro, antes de que le falte el aliento… Entre las punzadas de humedad  del pecho asmático se siente renacida.
   Recoge el paraguas y ya no lo abre. En la tarea del regreso no sabe cómo justificar ante el personal del geriátrico los zapatos mojados. Otra vez sonríe. Da igual si las excusas recuerdan oscuros callejones sin salida. De niña, también creía en el final feliz.  

(De Cuentos diminutos)


lunes, 29 de marzo de 2021

SUSANA BENET. FALSA PRIMAVERA

Falsa primavera
Susana Benet
Libros Canto y Cuento
Colección de Poesía
Jerez de la Frontera, 2021

  

FRESCA LUZ


   El cauce lírico de Susana Benet (Valencia, 1950) mantiene un sosegado fluir en voz alta, con amanecidas como Faro del Bosque, Lluvia menuda, Huellas de escarabajo, La Durmiente, La enredadera, Grillos y luna y Don de la noche. Son estaciones de un trayecto que expande delicada sensibilidad, acercamiento contemplativo al entorno natural, una forma expresiva que tiende las manos al propósito comunicativo, y un sustrato intimista de indagaciones reflexivas. En suma, las pulsaciones de una conciencia lúcida, atentas al vitalismo misterioso de cada momento, como si el poema fuese también una manera tensional de aprender lo secreto desde la imaginación y el lenguaje.  
   La hermosa colección de poesía que coordina José Mateos acoge, en este tiempo pandémico, la entrega Falsa primavera, cuyo epígrafe acrecienta una leve estela de desconcierto y espejismo en el carácter auroral de la estación, nunca exenta de un estar transitorio. Como es sabido, las citas encierran en sí mismas claves lectoras y predisponen al recorrido verbal. Susana Benet ha seleccionado un elenco diverso, Eloy Sánchez Rosillo, Jane Kenyon y Li Qingzhao, aunque conectado al percibir el entorno como un patrimonio sensitivo y dispuesto para la implicación sentimental.  
   En la poesía de Susana Benet la percepción mantiene un ritmo lento, de elaborada cercanía a los elementos del paisaje, siempre proclives a la trabazón entre mirada y reflexión especulativa. Lo mínimo es evocación y sugerencia, una propuesta interpretativa. Leemos en el poema de apertura “Flor púrpura”: “Tan pequeña y humilde, y sin embargo, / al fondo del abismo, el poderoso mar, / tendiéndose a sus pies, / con su elevado canto la acompaña”.
   Es inevitable asociar el taller literario de la autora con el cultivo de formas breves como haikus y  tankas, registros expresivos en los que Susana Benet es reconocido enclave esencial. En Falsa primavera de nuevo disfrutamos del cálido impacto de los esquemas japoneses y sus coordenadas indagatorias. De inmediato hallamos el devenir del tanka “Un año más / la flor de Pascua, el gato. / Pero esta vez / un espacio vacío, / el aire de una ausencia”; o la leve textura de estos haikus: “Motas de polvo. / Una brizna de luz / enciende el aire”, “Regreso a casa. / El color de la hiedra / ya no es el mismo”; “Mientras las riego / cabecean las hojas, / agradecidas”. También lo cotidiano se hace núcleo referencial del pensamiento estético que busca la profundidad matérica de lo elemental en una evocadora sugerencia. Siempre desde el despojamiento y la contención, las palabras desvelan el misterio de esa verdad sencilla que impulsa lo diario: “Pero no existe nada que no sea / una mínima parte de otro rostro / armónico, total, inabarcable”.
   En el proceso cognitivo del sujeto verbal, la mirada desempeña un papel básico. Percibir enlaza apertura y claridad, un entrelazado de quehaceres activos que se recoge en leves apuntes visuales, donde buscan el permanecer de las mutaciones, los pasos de un discurrir cambiante. Los días regalan fugaces pertenencias, mientras siguen caminando hacia adelante. Lo recuerda el poema “Mirada”: “Absurdo frenesí / que impulsa nuestros ojos / a girar y girar / en caprichosa danza, / mientras la mente absorta / se adentra en un profundo / vacío sin figuras”.
   Las hermosas instantáneas focalizan también la ausencia y nos dejan la callada presencia de José Luis Parra, íntima amistad de la escritora, que ha rescatado su poemario póstumo La hora del jardín. La meditación elegíaca “Humo” se adentra en el recuerdo y recupera los emotivos trazos de las tardes comunes: “No estás aquí, tan solo  queda / una delgada sombra / al lado de la mesa donde tú / antaño te sentabas”.  
   Los poemas de Falsa primavera son chispazos de luz fresca. Dan voz al pensamiento de un estar solitario, sacudido por ese vaivén de ráfagas heladas y esperanzas, que busca amparo a los altibajos existenciales en el interior de las palabras. Y lo hace a través de un lenguaje confidencial, introspectivo, atento a esos enlaces entre lo previsible y lo extraordinario que aprende las cosas desde dentro. Una primavera que se tiende al sol para aguardar el tiempo de los frutos.

JOSÉ LUIS MORANTE


domingo, 28 de marzo de 2021

PASOS EN LA DISPERSIÓN

Dsencuentros
Imagen
del Archivo general de internet


PASOS EN LA DISPERSIÓN
 

Firme conciencia del extrañamiento; soy un desertor, suelo vivir al margen de mí mismo.

Encontrar en primavera un trébol de cuatro hojas en un acto de justicia poética.

Es tan reservado que ni en los análisis médicos se muestran sus constantes vitales.

En los solares baldíos de la autoedición cabe cualquier cosa.

Hay días en los que no sé si me apoyo en la cornisa o en el vacío. 

Riega con lejía las volutas estéticas del presente.

(Aforismos dispersos)


sábado, 27 de marzo de 2021

OJOS SIN FONDO

Espectador
Archivo general
de internet


 

OJOS SIN FONDO
 
Todo se precipita en un ojo sin fondo
 
OCTAVIO PAZ
 
   Se desplegó la luz entre la noche inmóvil y me desperté. La inocua claridad mostró un espacio todavía sin nadie. Indeciso, comencé el día buscándome.
 
(De Cuentos diminutos)


viernes, 26 de marzo de 2021

DESDE LA CRÍTICA

Mi Arcadia desolada
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

DESDE LA CRÍTICA

 
   Estamos en obras en casa. Y eso condiciona mi trabajo lector de forma abrumadora. Solo dispongo de un mínimo rincón, mientras que libros y enseres se congregan por todas partes, solapando la calma diaria. Por eso he vuelto a meditar durante horas sobre el papel del crítico esa tarea a destajo que sustituye una lectura por otra en un mínimo intervalo temporal.
  Recuerdo que durante cuatro décadas formó parte de mi tarea docente la valoración del aprovechamiento académico de los alumnos. Así crecían, con aire de objetividad y sentencia, los largos inventarios de notas, ese trajín de sobresalientes jerárquicos, notables a celebrar, bienes equitativos, suficientes raspones e insuficientes, con pasaporte de regreso en septiembre.   
   Más humilde, el ejercicio crítico dedica su fuerza expresiva a dar cuenta pública del gusto lector. Nace así la opinión impresionista, que trasmite las sensaciones personales y el diálogo interno con los libros, o la crítica académica, más minuciosa en los rastreos, empeñada en explorar la arquitectura literaria al completo con su inventario de recalificaciones urbanísticas, materiales de derribo, andamios, grúas y poleas.
   Tras el encuentro pautado con el libro, queda por dar forma a la crítica valorativa que tiene algo de voluntad testamentaria y trébol de cuatro hojas; por eso merma tanto su práctica en mi blog "Puentes de papel"; porque me parece un tanto cáustico establecer líneas divisorias entre si y no. Nunca lo pasé bien dividiendo a mis alumnos entre aptos y no aptos. Y no quiero sentir esa conmoción en la poesía… Prefiero hablar de impresiones lectoras y de los buenos libros que me gustan. Dejo que sus páginas campen sosegadas. Y procuro eludir la respuesta callada de la decepción sobre los libros que no me gustaron, porque no debo herir a nadie que no sea capaz de ser exigente consigo mismo y hace pasar por literatura lo que es un simple abrazo de vocales y consonantes, con la benevolencia de la autoedición o de alguna editorial complaciente. La reflexión literaria pretende expresar mis vivencias de lector satisfecho. Lo demás es silencio. 

José Luis Morante

  

jueves, 25 de marzo de 2021

SANTOS DOMÍNGUEZ RAMOS. REGULACIÓN DEL SUEÑO

Regulación del sueño
Santos Domínguez Ramos
XXIII Premio de Poesía Flor de Jara
Colección Poesía Diputación de Cáceres
Cáceres, 2021 


 

CARTOGRAFÍA DEL TIEMPO


   La personalidad literaria de Santos Domínguez Ramos (Cáceres, 1955) es sinónimo de agudeza crítica. El extremeño mantiene en el tiempo la condición de lector imprescindible del disperso panorama poético contemporáneo, con una sólida independencia de criterio. Pero es la poesía la que sirve de columna vertebral a su largo trayecto. El cauce lírico comienza a principios de los años noventa con Pórtico de la memoria y mantiene un pulso activo que integra más de veinte entregas. Sus poemarios proyectan una voz directa, asentada en la tradición,  con un fuerte acento coloquial que identifica en el ejercicio literario la textura sentimental del sujeto poético y las maneras de mirar un entorno en conflicto que exige interpretación y condiciona el recorrido existencial.
  La última labor poética de Santos Domínguez Ramos se integra en el libro Regulación del sueño, que obtuvo el Premio de Poesía Flor de Jara, convocado por la Diputación de Cáceres. El poemario abre su mirar con “Un sitio indiferente”, una composición que postula una reflexión crepuscular. El afán de mantenerse en vela frente a las sensaciones cotidianas requiere distanciarse de cualquier implicación intimista. El poema prólogo parece un aviso para caminantes y prepara la senda de la sección inicial “Canta una voz sin tiempo”; todos estamos marcados por lo transitorio. Somos la estela de ceniza que aventará el olvido, así que conviene no olvidar que “Ninguna voz es la tuya”, como escribió Antonio Machado.
  En los poemas emerge una escritura incisiva, de búsqueda. Tras un largo viaje introspectivo, hace un balance de ese sustrato de sombras que deja el decurso temporal. Habitamos una realidad el andén, alzada con materiales humildes. Vivir es ir sumando pasos y propósitos, muchas veces baldíos. El lector percibirá en la sección algunos referentes culturales que funcionan como detonantes argumentales. Así sucede en el poema “Nocturno del laberinto”, que integra dos monólogos dramáticos en boca de Asterión y Teseo; dos soledades abocadas al laberinto que hablan a solas de su estar existencial. El poso cultural se percibe también en poemas como “El templo vacío” y “Pompeya, 25 de agosto, año 79”, cuyos enfoques se acercan a un mayor objetivismo narrativo. Pero el apartado se desenvuelve con notable diversidad y en él se dibujan exploraciones verbales que conceden sitio a la evocación, el quehacer del artista o la plenitud oferente del paisaje, con poemas tan hermosos como “La lengua de las piedras”. En el segundo bloque de poemas “Desde un lugar opaco” los textos conforman un largo soliloquio fragmentado en el que se recorre un viaje circular desde lo oscuro. La nostalgia mantiene con luz la sustancia volátil de los sueños y el hueco de la ausencia que contiene los días lejanos que busca un refugio contra el tiempo.
   Aparece en los poemas de Regulación del sueño, última salida del quehacer escritural, un verso reflexivo, con frecuencia impregnado de imágenes oníricas, que recuerda el cambiante transcurso de la memoria y asume, con entereza, la condición temporal de la existencia. La poesía de Santos Domínguez Ramos busca en el sueño esa vigilia fértil que crece desde dentro para definir anotaciones vivenciales, sendas que se afirman como instantes varados para oír el silencio.



miércoles, 24 de marzo de 2021

DESENLACE

Conversación
Archivo 
de internet

DESENLACE

Nadie es responsable de ser y aún menos de ser lo que es.
 
EMILE CIORAN

     La claridad del día hizo ostensible el desenlace. Inane y serio, advertí en el espejo del  discurrir diario la catástrofe: soy el exacto epicentro del vacío. Nadie detrás. 

(De Cuentos diminutos)

 

 

 


lunes, 22 de marzo de 2021

EN LA BOCA DEL TÚNEL

Claridad
Imagen
de 
internet


 EN LA BOCA DEL TÚNEL

 

Se  despeña a diario por el precipicio de las palabras.
 
Tiene una tangible sensibilidad de cactus.
 
Imita el absurdo con el talento de un epígono aplicado
 
En los días malos, nunca me niego el saludo.
 
Nos une todavía una raíz en vuelo.
 
En el amanecer se clarifica la escasa reputación del futuro.
 
Todo muy claro, dijo, y se adentró en el túnel.

(Aforismos laborables)


 

domingo, 21 de marzo de 2021

DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA (Epílogo)

Joan Margarit
(Librería Alberti, Madrid, 2018)
Fotografía
de
Javier Caballero Valencia



 AL AMPARO DE LAS PALABRAS

   "A la poesía le ha correspondido ejercer la nostalgia por aquella edad de oro en una infinita tentativa para recuperar el sentido y la fuerza de las palabras. La poesía no trataría pues de la construcción de espacios de la lengua que no hayan existido nunca, sino que en el milagro probabilístico de un poema se encontraría la reproducción de un orden perdido".

Joan Margarit

Epílogo, del libro Edad roja (1995)   

sábado, 20 de marzo de 2021

CON ÁNIMO INESTABLE (ENTREVISTA)

José Luis Morante
(Rivas Vaciamadrid, invierno de 2021)
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia 

 

CON ÁNIMO INESTABLE 

(Entrevista a JOSÉ LUIS MORANTE)

 Por Ana Rojas

 Con un itinerario plural que suma poesía, crítica y aforismos, José Luis Morante (Ávila, 1956) deja en las entradas del blog el ánimo inestable de la creación. El resultado es una propuesta que varía casi a diario.

 Tanta actividad… ¿No se cansa?

 JLM.- Sí, el cansancio adolece de sobrepeso; la literatura es un laberinto sin lindes. En ese afán, me acuesto pronto y esas primeras horas del sueño son esenciales para recuperar fuerzas y ánimos; después me despierto con las primera claridad, madrugo, empiezo la tarea y de nuevo al despedirse el día siento los genes de un hombre cansado que repite hábitos sin variar puntos y comas.

 En el blog “Puentes de papel” casi todos los contenidos se ven desde la poesía…

 Intento ser variado en las entradas, pero la poesía me parece el género esencial; es el que condiciona mi propio recorrido creador  y el que regula las lecturas diarias; dedico muy poco tiempo a la novela y más al ensayo crítico, aunque los libros que dejan más felicidad entre mis manos son los de poesía.

 ¿La poesía mantiene esa identidad de ser palabra en el tiempo?

 La definición de Antonio Machado no ha perdido vigencia; pero hay otros enfoques que no tienen fecha de caducidad y complementan la profundidad del poema: el compromiso, el canto elegíaco, la introspección, el yo solidario, el juego verbal, la imagen, la cata aforística…

 ¿Ser un crítico literario facilita la tarea poética personal?

Tal vez exige ser más riguroso en las entregas y evitar en lo posible la suma de libros innecesarios; es verdad que la crítica es un aula permanente; en cuanto a facilitar la tarea personal, no sabría qué decir. Acaba de salir mi antología Ahora que es tarde (1990-2020) y no he percibido ningún trato especial; es más, nombres que sentía cerca de mi trabajo crítico han recibido el libro con absoluta indiferencia, así que la perplejidad es un grifo mal cerrado, que gotea a diario.

¿Esas circunstancias han cambiado su forma de ser?

Sí, el escepticismo se incrementa y la generosidad se hace más selectiva; si ellos no están, no tiene mucho sentido que yo me detenga con la sonrisa en flor frente a su ventana.

El largo tiempo de confinamiento ¿cómo ha afectado a su tarea de escritor?

La escritura es un ejercicio de aislamiento y soledad, así que la mesa de trabajo no ha percibido el tsunami sanitario. Siguen lecturas y creación y espero que el blog continúe su particular maratón de textos: he recibido muy buenos libros y los compromisos personales se han cumplido; en pocas semanas verán la luz dos nuevos trabajos: un homenaje al cine, y una antología de aforismos.

¿Qué echa de menos en estos meses?

El elemento humano de la literatura, esa suma de abrazos, encuentros, tertulias, presentaciones, visitas a librerías y chismorreos veniales... Estar solo exige estar con los demás para no enfermar de endogamia. La razón no duerme en la reformulación ontológica del yo; cada devenir existencial no es sino un cúmulo de energía en préstamo que necesita a los otros.

¿Con ánimo inestable?

 Siempre, la incertidumbre es la verificación melancólica de nuestra caducidad y es, al mismo tiempo, un ejercicio de simetría entre lo que se inicia y lo crepuscular. De esa condición no estamos exentos nunca.

Regresar a la normalidad es...

Aceptar la presencia de un panorama insólito, para buscar después el encanto ideal de lo lejano, la continuidad de un largo viaje hacia la rutina; esa suma de gestos capturados por la costumbre que conforma la experiencia personal.

Ana Rojas

(Marzo de 2021)


viernes, 19 de marzo de 2021

RECUERDO DE MI PADRE

En mi recuerdo

 

RECUERDO DE MI PADRE

Mi padre ponderaba la eficacia
como un tesoro extraño y valiosísimo,
escondido en el vientre de la tierra.
Solía levantarse muy temprano,
con el tictac grabado en la memoria,
y dilataba, oscuro, una jornada
que concluía laso y taciturno.
Era su empeño inmune al frío o la canícula.
Por él estuve interno tantos años
con la sola misión de hacerme un hombre.
(Entendamos, un hombre de provecho,
un atinado buscador de logros).
Mas tanto esfuerzo no valió la pena.
Él no tiene conciencia del fracaso.
Descubrió en la derrota
una patria feliz, compensatoria.

                         Ahora que es tarde (La Garúa, 2020)



jueves, 18 de marzo de 2021

JUAN ANTONIO MORA. NUBES

Nubes
Juan Antonio Mora
Prólogo de Juan Carlos Mestre
Editorial Corona del Sur
Colección Almud Literario
Málaga, 2021

 

LAS HERIDAS DEL TIEMPO


   Los poemas compilados en La alegría del aire (2019), un balance intenso del trayecto lírico de Juan Antonio Mora (Andújar, 1950), prologado por la complicidad lectora del poeta y ensayista Alberto García-Teresa, mostraban una manera de entender el hecho literario desde la hondura existencial. La palabra escenifica la geografía dolorosa de un espacio interior y postula un lugar en el presente en el que conviven los aguafuertes de la evocación y la percepción crítica de una realidad desapacible. Al cabo, un diálogo tonal entre lenguaje y existencia que muestra el testimonio personal del sujeto biográfico y su vigilante actitud en lo transitorio.
  La estela creadora de Juan Antonio Mora continúa senda con Nubes, un poemario abierto con la palabra sabia del poeta y artista multidisciplinar Juan Carlos Mestre. El prólogo alza vuelo subrayando el humanismo derramado del poeta, su compromiso cívico y su adscripción permanente a la utopía de la libertad, base fuerte de la reconstrucción de un mañana habitable. Mestre vincula la mirada poética del escritor a ese estar que entrelaza subjetividad y ser colectivo: “La poética de Juan Antonio Mora nos habla de la condición amorosa, también del dolor y del sentimiento de pérdida. Su palabra ejerce su conjuro, como una letanía laica, contra la enfermedad que cerca lo más querido, la irradiante figura simbólica del hijo, el espacio clausurado a la felicidad, lo paradójico de cuanto se aúna en el fervor sagrado, la consolación y los estragos de toda duración hacia el horizonte de la pérdida”.
   El sustrato cultural suma citas de poesía y pensamiento, los latidos luminosos de Hegel, Cioran, Emilio Lledó, Jorge Riechmann y Juan Carlos Mestre. Abre ventanas a la pulsión directa de un decir despojado, exento de ornamentación metafórica, que contrasta el estar desaliñado de una realidad paradójica, en la que se dan la mano vida y muerte. La soledad del protagonista lírico busca su verdad, esa larga búsqueda del sentido vital donde el dolor transpira fuerte. El marcado deambular del desasosiego muestra la zona umbría de la enfermedad y cómo su peso lastra la felicidad y el tacto remansado del amor; es difícil entender lo que no tiene pautas racionales y es muy complejo librarse de la angustia en las amanecidas rutinarias de los días. Aún así, la poesía de Juan Antonio Mora mantiene la llama encendida del amor y la ternura: “Tu felicidad  me eleva / me hace parecer feliz / en un mundo de infelices. / Y yo, a veces, lo soy.” Desde esa alegría, perecedera y subversiva se abren las ventanas a la calle. No se ignoran las grietas, ese aspecto erosivo de una sociedad desatinada que aletarga la conciencia y pierde la brújula de las emociones.  Esta presencia firme de lo real desvela el pensamiento e invita a la reflexión: “La ventana por donde miro / este cielo azul y único / me conduce a la luz tardía / del sueño y del pensamiento” (P. 36).
  Cauce existencial y senda literaria se sientan en la misma mesa para compartir sensaciones y confidencias. Y en ese puente de palabras y vida, el ser para la muerte cobra aliento, perdura, camina a contraluz. Pero no es un yo solitario y ensimismado, sino un sujeto cívico que hace suyas las reivindicaciones necesarias de la dignidad y la ética: “He hecho de mi vida un poema / y de este dolor una canción. / Y no me arrepiento de nada. / Todo está escrito en el aire /y en la cabeza de un pájaro loco / que vuela en mi corazón”. Así crece el poema desde el pacto con la coherencia y la renuncia de la decepción, desde una escritura emotiva, llena de sentimientos que hace de los poemas de Juan Antonio Mora un reducto de sueños, un lugar sencillo y natural, no exento de materiales emotivos donde la amada y el hijo se definen como presencias centrales. Nubes de paso que llenan el cielo y hacen de la levedad etérea de las palabras una casa encendida.
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 
 


miércoles, 17 de marzo de 2021

ÍNSULA, nº 889-890 (75 ANIVERSARIO)

Ínsula 889-890
(Revista de Letras y Ciencias Humanas)
Enero-Febrero, 2021
Editora: Arantxa Gómez Sancho
ESPASA, con el apoyo de Fundación José Manuel Lara

 

 Un camino en el tiempo:

 75 aniversario (1946-2021)

 

   Frente al libro, carga potencial de un quehacer único, la revista literaria crece ramificada, es testimonio colectivo de un tiempo. Hace posible la perspectiva global de un momento histórico, donde se entrelazan generaciones coexistentes. En las secciones discurren propuestas plurales, cruces de itinerarios renovados. La revista signa su propio planteamiento, su asiento reservado en los palcos literarios. Y ese lugar ha de ser visible entre unas coordenadas precisas. Naturalmente, no me refiero al dogma cerrado y panfletario, beligerante por principio con otros ideales estéticos.
    La primera página que abre una revista de literatura es la estructura coherente de contenidos y fidelidad de formato. Dicha coherencia crea una tradición, coloniza, cultiva un jardín propio y hace del encuentro una costumbre. Setenta y cinco años cumple la revista Ínsula y la efemérides impulsa el número extraordinario 889- 890. Es un monográfico coordinado por Juan Miguel Sánchez Vigil, María Olivera Zaldúa y Arantxa Gómez Sancho. La editora de Ínsula abre contenidos con palabras de gratitud a todos los que hacen posible  tan abrumadora longevidad. Un demorado caminar, vivido con pasión e intensidad, como recomendaba Horacio, y esa alegría de lo humilde que fue razón de ser en la poesía del gran Joan Margarit.
   Los enfoques críticos recuperan el periplo iconográfico de la literatura española desde la Edad Media hasta el Siglo XX. Del deslumbramiento de las imágenes en el medievo se ocupa Helena Carvajal González, quien subraya la importancia artística y simbólica de libros como Auto de los Reyes Magos y El Cantar de Mío Cid. La fuerza de la ilustración se mantiene y afecta también a los grabados, la literatura jurídica y los manuscritos traducidos, que se personifican con ilustraciones plenas de color y onirismo. 
   José Luis Gonzalo Sánchez-Molero elige como senda exploratoria el retrato literario en el Siglo de Oro. Recuerda que la vuelta del Humanismo al mundo grecorromano facilitó el cultivo del retrato, aunque idealizara rasgos físicos y estuviese repleto de elementos simbólicos. Así cuajaron las prácticas iconográficas del siglo de Oro que añadieron al texto la semblanza visual del autor como tributo a la curiosidad popular. Esta contingencia alentó mucho la imagen singular de los grandes autores de la época. Sería ya en la Ilustración, analizada por Esperanza Guillén, cuando el retrato se pliega a todas las clases sociales, como testifica la obra de Francisco de Goya
   Nace en el siglo XIX un culto fuerte a la personalidad individual, alentado por el peso económico de la burguesía y por la fuerza presencial de estamentos de carácter, como militares, políticos, intelectuales y jerarquía eclesial; posan no solo para exponer rasgos físicos sino la fuerza anímica del carácter o el temple moral. Desde ese enfoque se escribe la aportación de Marta Palenque “Un viaje emotivo por la iconografía de la literatura española decimonónica”. Plantea en sus contenidos una galería de retratos y el marco ambientes en el que se mueven los personajes de ficción. No olvida estudiar la materia visual en periódicos, libros y láminas de folletín, cuyos formatos e iconografías se mantendrán en las revistas satíricas del siglo XX, como recuerda José María de Francisco Olmos.
   La selecta partida visual del siglo XX y los ensayistas que la comentan dan un formato dinámico de las mutaciones intelectuales del periodo y de los personajes de primera línea: Antonio Machado, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, máximas credenciales líricas del siglo, y fotos de grupos, estampas colectivas o eventos literarios que pertenecen al friso expresionista de la memoria común. Del mismo modo, Teodosio Fernández convoca un florilegio de imágenes de las literaturas de Hispanoamérica, que funda un paisaje propio, cuajado de pujante diversidad, donde se fortalece la expansión del idioma, con una heterodoxia empeñada en rebelarse contra lo rutinario.
   Otro acierto pleno es el recorrido por el espacio creativo de las literaturas peninsulares (catalana, gallega, vasca), y la mirada a la pléyade de escritoras que tuvo que lidiar con ese persistente halo de invisibilidad y marginación, sostenido por una organización patriarcal, repleta de asimetrías en la igualdad de géneros. El murmullo de fondo de este número doble de Ínsula recuerda la iconografía literaria de Alfonso, el más persistente hacedor de retratos, cuyo objetivo fotográfico ya forma parte de la mitología bajo aquel sugerente lema práctico: “mirar y ver”.
   Junto al doble número centrado en la aportación visual,  acompaña a esta entrega  un número especial que recupera el formato sábana original. Recuerda una biblioteca ambulante actualizada. Se abre con la palabra evocadora de Arantxa Gómez Sancho, quien en “La resistencia de los materiales” evoca el largo trayecto y el sentido histórico de la publicación, que se complementa con un selecto recorrido por las portadas. Las fotografías adquieren la contundencia de un álbum de la memoria, cuajado de grandes protagonistas literarios de España y Latinoamérica. 
  Tras la atroz debacle de la guerra civil, poco a poco renacen las publicaciones periódicas. Más allá de la dicotomía formalismo o testimonio que representaron Garcilaso y Espadaña en las primeras décadas de la dictadura convivieron  publicaciones como Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Dau al Set, o La estafeta literaria. Del tramo histórico de Ínsula entre 1946 y 1970 da cuenta la entrevista por Antonio Núñez con Enrique Canito y José Luis Cano, impulsores de una publicación “orteguiana y liberal” que buscaba superar la quiebra cultural del momento. Sin miedo, rescata voces del exilio y crea puentes entre concepciones estéticas polarizadas o marcadas por una recepción minoritaria, de escasa aportación crítica.
   Del arraigo de la revista en el suelo cultural y del sentido de una cabecera ideológicamente tolerante y comprometida con el legado de la tradición escriben pensadores, filósofos y ensayistas que coinciden en definir la labor de Ínsula como un ámbito intelectual abierto, dispuesto a propiciar conexiones entre escritores españoles y latinoamericanos y recuperar la convivencia creadora silenciada por el franquismo. La selección de poemas publicados en el tiempo, realizada por Marta Agudo, propicia una completa antología en las calles del tiempo, con una coda en prosa de Carmen Laforet, la inolvidable ganadora del Premio Nadal.
   Setenta y cinco años de continuidad certifican un mérito incuestionable. La literatura española del siglo XX no se entendería sin la vitalidad de Ínsula. Sea esta breve síntesis también el homenaje de gratitud de tantos críticos y poetas que han encontrado en el eclecticismo de los materiales publicados un aula de convivencia y conocimiento, un privilegiado mirador al alcance de todos.

JOSÉ LUIS MORANTE
 
 
 


martes, 16 de marzo de 2021

PASAR EL CEPILLO


 

PASAR EL CEPILL0

 

            El fanatismo es la epilepsia de las ideas

 

MARTÍN CERDA

 
El fanatismo es la epilepsia de las ideas. Lo pienso mientras miro en el telediario la manifestación de antisistemas. Reclama la liberación de los anarquistas encarcelados, tras los graves disturbios vandálicos de Barcelona, sin apenas consecuencias penales. A la luz solar, sin los pasamontañas y las espaldas mochileras, repletas de artilugios destructores, estaban casi guapos. Eran la prole justa para pasar el cepillo y pedirles una colecta voluntaria para reconstruir escaparates, tiendas, sucursales y reponer contenedores. Ya se sabe, la libertad de expresión de esta gente es pura solidaridad y contribuye al Ibex ideológico de la utopía. Sus ideas también cotizan en las bolsas (de basura).
 
Despiertas y está el dinosaurio de la presidenta con elecciones para mayo. Radical y sabia, cuenta con el posible respaldo de la mayoría de votos. Perplejidad; debo operarme el cerebro o buscar algún injerto en Turquía. Sus discursos, por mucho preparador publicitario que tenga, son una continua infracción al lenguaje. Restos de alguna idea de crecimiento tardío acerca de la pobreza de espíritu. 
 
El entorno de intereses que arropa la elección de una cabeza de lista electoral demuestra que no se busca al candidato competitivo sino al colega que merece premio. Desde ese trasfondo vivencial de la política, aunque no lo vean los militantes, no hay posibilidad de regeneración y cambio; solo una cadena de favores que asegura la máxima pensión jubilatoria.
 
Esa vida errante de las promesas electorales: qué pasó con la España vaciada, el cambio de la ley electoral, la disminución de aforamientos, la congelación de sueldos y partidas presupuestarias a instituciones caducas, la separación de poderes… Todo era mentira, pero sigue siendo útil para la próxima campaña electoral. Lo volveremos a oir; son mentiras con mucho pedigrí.

(Apuntes de un ciudadano triste)



lunes, 15 de marzo de 2021

PUERTAS ANTIGUAS


 

PUERTAS ANTIGUAS

             Pensar más de lo que encuentra ya pensado

                                                          T. W. ADORNO

 
El aforismo aspira a la verdad, pero no es la verdad.
 
Los que al hablar de poesía hablan en prosa de poder literario, vivo e inmediato.
 
Despiertas y estás ahí, o no.
 
El entorno demuestra que ser normal es una figura utópica.
 
Si el desarraigo cobra forma, se me parece.
 
Soy un escritor realista. Sueño mucho.
 
Las puertas antiguas y su perpetua discusión con la cerradura.
 
Desde hace años milita en el servicio incondicional de la estupidez.
 
También los afectos mantienen su vocación de austeridad.

(Aforismos del lunes)
 
 
 


domingo, 14 de marzo de 2021

MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ. LAS LENTES DE BOLAÑO

Las lentes de Bolaño
Miguel Ángel Gómez
Ediciones Buenos Aires Poetry
Colección Pippa Passes
Buenos Aires, 2020


LAS MANOS DIESTRAS

 

   El escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003) es nítido ejemplo de un tanteante nomadismo biográfico y escritural. Personaliza una voz inusual, ajena a convenciones, que entiende la creación, cimentada sobre el fragmento y la intertextualidad, como un prometeico quehacer de la voluntad, como un ejercicio de manos diestras que busca conexiones continuas entre el ser literario y el yo biográfico. Desde ese magisterio vertical nace el poemario Las lentes de Bolaño de Miguel Ángel Gómez (Oviedo, 1980), Licenciado en Filología Hispánica, docente en un instituto de Educación Secundaria y autor de un extenso corpus, que abarca varios géneros y mantiene un sostenido afán indagatorio. Miguel Ángel Gómez ha publicado casi una decena de poemarios, reconocidos con algunos premios, y ha cultivado el aforismo y la escritura miscelánea. En él, es norma, el rechazo de lo figurativo y del intimismo, la libertad formal y una visión del mundo a trasmano, que confía más en la lente cóncaba del subjetivismo que en los espejos planos.
   Desde esta estética llegan las claves poéticas de Las lentes de Bolaño, una obra que organiza el proceso dialógico de su discurrir en tres apartados. que mantienen el gesto disidente de la uniformidad. Establece la primera parte como pasos de salida un texto escrito desde el desdoblamiento del yo; “En el otro tiene ojos fotográficos”. Surge así, extraña y cercana al mismo tiempo, una presencia paradójica, abierta al cauce fluido de la imaginación y proclive a caminar por un territorio introspectivo. Camina por las composiciones esa libertad semántica de quien acepta la ausencia de certidumbres y es tolerante con las lecturas en claves del entorno. Así va sumando hilos temáticos, aparentemente inconexos, como si cada elemento del paisaje propiciara una lectura yuxtapuesta, una caligrafía sin rumbo fijo, aleatoria y dispersa.
   Miguel Ángel Gómez convoca en su libro referencias culturales básicas para entender el discurrir de su poesía, como Diego Maquieira, poeta chileno inserto en la categoría estética del neobarroco, y Pablo de Rokha, o como el deslumbrante versículo de W. Whitman.  El poema “Una lectura de Mark Strand” entrelaza la naturaleza común del yo verbal y el sujeto ficcional. Ambos comparten similares preguntas sin respuesta, ambos son efímeros y contienen un sistema nervioso lleno de miedos. Los temas se proyectan desde una escritura apelativa en la que el sujeto verbal pone cerco a su incertidumbre, como si necesitase ubicar su itinerario personal en ese mapa desplegado del horizonte existencial: “Perder las batallas / de ego falso y afectado. / Captar la esencia / que nace en torno a tu cara. Tener confianza en ti mismo”. 
  El eje argumentativo central comienza con una cita de Arthur Rimbaud, el poeta vidente y eterno cuestionador de la identidad del yo. El horizonte textual varía entre el laconismo de tonalidad aforística y el tantear indagatorio por la línea de sombras que marca la existencia. El apartado mantiene las mutaciones temáticas que envuelven: exploraciones del hecho literario, lecturas y pavesas del legado cultural, viajes, obsesiones y no pocas manías freudianas. Ejemplos de onirismo y carácter simbólico del poema, se hace palpables en la larga composición “Las víboras”, que en la seca dureza de sus versos, cuajados de intertextualidad, se palpa el estar en ebullición del pensamiento. Las ideas son liebres, viajan como un tren de largo recorrido que nunca repite itinerarios para nombrar la realidad, sin descubrir su esencia. Como si el lugar del poema –el castillo kafkiano- tuviese la constitución arquitectónica del laberinto: “La Realidad es enderezar las piernas y ver nubes / con poderes desconocidos”. 
   Con un cita de otro visionario, William Blake, se abren las composiciones evocativas de la última sección. Algunas tienen un fuerte componente visual, porque cobijan imágenes germinadas desde una mirada plástica. La palabra también se hace crónica realista de la soledad y el ensimismamiento; los escenarios personifican solitarias balizas en medio del paisaje, que retienen las miradas del observador.
  Las lentes de Bolaño muestra una escritura obstinada en la búsqueda del lugar propio, como una sombra terca a contratiempo.  El discurso poético de Miguel Ángel Gómez apuesta por la heterodoxia. Se hace introspección desbocada a través de elementos personales y culturales que otorgan a su poesía un pulso nuevo. Los versos tantean la inquietud de quien viaja sin ruta previa, sobre una frágil geografía de una intuición visionaria, que deja el sentido del poema a merced del tiempo.
 
                                                     José Luis Morante

 

sábado, 13 de marzo de 2021

APARICIONES

Gente dentro
imagen
del archivo
Blipoint 

 

APARICIONES

 

Como si necesitase propagar las nociones del miedo, su desastrada imagen regresa de improviso. Recuerda un destello diluido que va perdiendo intensidad.  Hay en su gesto un estar apocado, como el de esos actores prescindibles que están fuera de escena. Cuando los ojos rozan, conjetura que estoy en ese tiempo en el que los fantasmas no son pesadillas sino compañía.

(De Cuentos diminutos)




viernes, 12 de marzo de 2021

CERCO DE DUDAS

Cerco de dudas
Archivo de internet

 

Acera gris;
escribo soledad
con mis carencias.

                                          (De A punto de ver (Polibea, 2019)


jueves, 11 de marzo de 2021

EL REGRESO DE ADÁN

En el páramo

 

EL REGRESO DE ADÁN


Solo hoy me vuelvo a encontrar

ARTHUR RIMABAUD

 
  Ante el insistente empuje de la melancolía, Adán, una mañana retorno al paraíso. En soledad gozosa, se adentró en aquella geografía de la memoria, con la fuerza feliz de quien busca el lugar propio. No tardó en advertir que recorría un territorio de desposesión. Aquel sitio tenía un mundo dentro que solo cobijaba abandono.
   Persistente, en el centro del páramo, se alzaba todavía el árbol del bien y del mal; Adán miró con lentitud aquel entrelazado de tronco y ramas y se hizo efectiva la rigidez sin vida de un tronco calcinado y rijoso.
   No aguantó más. Bajó los ojos y convocó el olvido, como si el paraíso no hubiese existido nunca. Cuando se precipito hacia la salida, sus pasos tropezaron con el ala inerte de algún ángel, el metal de una espada herrumbrosa y una camisa oscura de serpiente.

(De Cuentos diminutos)


miércoles, 10 de marzo de 2021

MANUEL BROULLÓN. LA TONALIDAD PRECISA DEL ROJO

La tonalidad precisa del rojo
Manuel Broullón
Epílogo de Manuel Ángel Vázquez Medel
Kaótica Libros
Colección Multiverso
Madrid, 2021

CON VOZ DE DIARIO


   Prosigue, con regularidad pautada, el sorprendente proyecto de Kaótica Libros, impulsado por Ana Orantes, Sofía Sánchez y Lidia López, con Multiverso. La editorial abre una nueva colección, inaugurada con el libro La tonalidad precisa del rojo, de Manuel Broullón (Cádiz, 1987), doctor en Comunicación, Literatura, Ética y Estética y profesor de escritura creativa en la Universidad Complutense de Madrid. El breve pórtico editorial desvela la singularidad genérica del libro, el  luminoso deambular del material creativo entre la voz lírica, escrita en prosa poética, o el apunte del íntimo diario de un yo, escrito con un propósito cognitivo clarificador. Del carácter híbrido de la entrega, que abren citas de José Saramago y Federico García Lorca, trata también el umbral de autor “La lectura”: “Disculpa que este libro hable de todo y de nada. La lectura es una proyección tuya y mía que nadie sabe dónde está”. Desde esa indefinición arranca un trayecto hecho de mínimas secuencias, pero capaz de condensar lo real en la abstracción, esa habitación con vistas abierta a la evocación y el pensamiento.
  Los apuntes textuales sugieren una percepción fragmentada, un mapa repleto de puntos dispersos que nacen desde el deseo, como vía de acceso a una realidad transcendida. Manuel Broullón recurre al utillaje cultural para crear una recepción cómplice, que camine buscando el trazo firme del relato. En esos afanes, la identidad acumula estímulos. Los duerme en algún rincón del yo para que sean sustratos primigenios de  la conciencia, protegidos de la oscuridad exterior. También el tiempo interno busca su independencia de horarios estables y relojes para hacer de la cronología un transcurso para percibir las pulsaciones de la ciudad roja, ese campo de trabajo delimitado por la hermosa escritura de Manuel Broullón. No sé cuánto especulo si al diseñar la insomne belleza tintada de la urbe, los recuerdos del escritor regresaron al sur. Acaso para ver atardecidas junto al mar, con paredes blancas de cal y rojas de la arcilla, tanteando los muros de una geografía real. Las descripciones sintéticas del espacio conectan realidad y sueño. Se aventuran por callejones y sótanos, insisten en buscar símbolos en el vino rojo que duerme en el vaso o en el caos de formas y colores que conforma el laberinto urbano de “Los mapas”, primer apartado de La tonalidad del rojo.
   La segunda parte “Los lugares y los días” hace del yo un espectador que contempla el manso fluir de lo diario. Los apuntes congregan un contagio de asuntos, como si el hilo argumental fuera consciente de las mutaciones que conlleva el transcurrir. La vida se celebra a cada paso. Sosiega el quehacer laboral para dejar sitio a la contemplación y a esas sensaciones que buscan plenitud al deseo. Como sucede en esas ciudades que componen un marco teatral como Almagro, Córdoba, Salamanca o Granada, el paso cómplice que puebla las aceras recuerda una representación teatral en la que participa la propia arquitectura de la ciudad: ese antiguo convento monacal, convertido en aula universitaria, o esas galerías de medio punto hechas biblioteca y silencio o esa plaza porticada dispuesta a la escenografía del teatro o a la proyección luminosa del cine de verano. Así, los rincones de la ciudad roja, en la magia del verano y sus noches estrelladas, conforman un reflejo de la ciudad real como si fueran imágenes simétricas.
   El tramo “Matices: de vivos y muertos” testifica el tránsito incesante. Frente a los firmes planos de la arquitectura monumental se prodigan matices y sensaciones, se toma asiento en el andén de una estación lejana, donde el tren oferte en el cristal esa película continua de mí un asiento vacío. El viaje despierta esa caligrafía de la ausencia que escribe en lluvia oblicua. Los lugares van sumando imágenes y pasos, la respiración de vivos y las erosiones de los que ya son agostados signos de derrumbe. El cuaderno guarda impresiones, captura la visión panorámica, el disipado aliento de la vida al paso.
   Manuel Broullón cierra su libro con el apartado “la precisa tonalidad del rojo”, como si quisiera dejar una síntesis de los itinerarios que componen la ciudad, ese lugar donde el añil impone su fuerza cromática para despertar en los paseantes celebración y abrazo, voluntad firme para conjugar sombras y proseguir ruta. Es también aceptar la llegada a la estación final y suponer que acaso alguien regrese un día al mismo lugar con otro cuerpo y otra identidad, con el mismo afán de plenitud, de explorar conocimiento y palabras.
   La edición de La tonalidad precisa del rojo incorpora un hermoso epílogo firmado por el profesor, ensayista y crítico Manuel Ángel Vázquez Medel. El parónimo “preciosa” transforma completamente la lectura del título para mudar la exactitud en belleza. No en vano enlaza el conocimiento personal con la estela creadora hecha discurso transversal y polifonía, “celebración de la vida, magia y misterio”. Yo no voy a contradecir tan hermoso epílogo, pero mis lecturas de esta entrega de Manuel Broullón ratifican su rareza; es un poemario en prosa, y un diario íntimo. Sus breves observaciones están hechas de lugares y gentes, de soledad y encuentro. La escritura de La tonalidad precisa del rojo propone un itinerario interior por una ciudad abierta; es un refugio cálido y habitable que no entiende de mapas sino de colores cambiantes, de una cartografía onírica que aspira al vuelo libre de cada lector, dispuesto a conformar su propia ruta.
 
JOSÉ LUIS MORANTE     
 

martes, 9 de marzo de 2021

CARENCIAS FÍSICAS

La noche en blanco
(Premio Hermanos Argensola, 2006)


 

CARENCIAS FÍSICAS

 

Haber nacido me arruinó la salud
 
CLARICE LISPECTOR
 
  Mi ausencia de sentido del humor se incrementa cuando aparecen algunas carencias físicas como la otitis; la pérdida auditiva transforma voces y ecos en veces y ocas, una alternativa verbal que no oculta la magia del relato.
 
  Hay sueños que estremecen por su voluntad de personalizarse en un cuerpo concreto. Nacen desde la urgencia y recorren la distancia con el paso eficaz de quien no teme ni la humedad ni la nieve. Así se materializó en mi libro La noche en blanco que convirtió vigilias en poemas. Ahora la noche en blanco es más prosaica, ha mudado los poemas por visitas al frigorífico o al baño... Ya se sabe que la madurez llama a la decrepitud física experiencia.  
 
   Cuando discuto conmigo, me cuesta refutar mis argumentaciones.
 
   La salud ignora su naturaleza de paréntesis; es caminar sobre un cable sin red.
 

(Apuntes para el diario)