jueves, 12 de septiembre de 2024

LAS BRUMAS DE SEPTIEMBRE

Parque de las Everglades
(Florida, USA)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 LAS BRUMAS DE SEPTIEMBRE

Qué desconcierto en el tono agresivo de esa gente que defiende un disentimiento menor como si fuera una ofensa generacional a la humanidad, un asunto de Adán y Eva.

La vigorosa brevedad de estrategias expresivas como el haiku, los microrrelatos, el aforismo o los epitafios expresa magia y belleza, la epifanía de lo inesperado desde una aparente sencillez. 
 
Desde que escribo aforismos mi pensamiento, como en aquel cuento de Cortázar es una casa tomada.

Junto a otros, recibo el libro de Juan Antonio Mora "La ciudad y yo", una compilación de vivencias introspectivas que he tenido el privilegio de firmar el prólogo. Será muy grata la presentación en Madrid; oír en boca del poeta la convivencia con saurios y ofidios, con ilusiones, esperanzas, decepciones y sueños. La hermosa edición contiene también un puñado de fotografías de poetas como Jorge Riechmann o Alberto García-Teresa; son vistosas pinceladas de la desolación cotidiana.  

(Notas del diario)


martes, 10 de septiembre de 2024

RICARDO VIRTANEN. HILO DE LLUVIA

Hilo de lluvia 
Ricardo Virtanen
Prólogo de Luis Alberto de Cuenca
Colección Poesía / haiku
Barcelona, 2024

 
BAJO LA LUNA

 
   Siempre es causa de asombro el vitalismo creativo de Ricardo Virtanen (Madrid, 1964). Es poeta, profesor universitario, músico, narrador, aforista y un referente fundamental de la cultura de Rivas, localidad en la que vive con su familia desde hace veinte años. En su trayectoria creadora como poeta ha dedicado a la estrategia expresiva del haiku un sostenido tiempo de cultivo, escribiendo los libros Notas a pie de página (2005), La sed provocadora (2006), Sol de hogueras (2010), Nieve sobre nieve (2017) y Llama de luna (2021). Una cosecha tan reseñable ha convertido a su autor en una presencia esencial en conocidas antologías del género como Un viejo estanque (2013). También ha impulsado la práctica de la estrofa entre sus alumnos de ESO preparando las ediciones Una flor amarilla (2022) y Bajo el cerezo en flor (2023).
   Tan sólido trayecto ha definido una estética de trazo clásico, que apuesta por los matices frente a la ruptura y la gratuidad experimental. Así lo atestigua también en un prólogo de cálido sustrato emotivo el poeta Luis Alberto de Cuenca: “Virtanen se atiene la mayoría de las veces a la más pura ortodoxia del haiku japonés, que ha de versar sobre un tema relacionado de uno u otro modo con la naturaleza, el paso de las estaciones y la observación del mundo circundante, sin permitirse en ningún momento (o casi en ningún momento, si queremos ser exactos, la efusión sentimental.”
   En efecto, en los cien haikus de Ricardo Virtanen, escalonados en tres apartados, es básico el registro sensorial; ese papel de quien integra los elementos del entorno desde la continua vigilia de la percepción en el preciso molde de las diecisiete sílabas.
   La sección inicial, “Inquietudes”, por su denominación, parece ubicar sus textos en un registro interior; pero de inmediato constatamos que los ciclos naturales asoman a cada instante: la lluvia, el rumor renacido de los pétalos en flor, la finitud de la belleza: “el crisantemo / se dobla en la maceta / como una ráfaga”, la fuerza sensitiva del entorno que desasosiega y abraza al mismo tiempo en el naufragio de los días, mientras una brisa conmociona, casi inadvertida, la quietud, como esa mano anónima que pasa las páginas del libro de la vida y su continuo despojamiento: “Llega septiembre. / Al borde del camino, / sólo unos cardos”. Casi todos los textos de este primer tramo dejan una sensación crepuscular, como si la vida atardeciera con prisa tras un horizonte deshabitado y quedara solo el silencio, la frágil silueta de una rama sin hojas: “Ya no se ven / huellas en el camino. / Nieve en la nieve”.
   La parte central se titula “Rumores” y se abre con citas de los clásicos  Shiki e Issa. Amanece en ellas una mínima fauna dispuesta a brindar compañía en el azaroso desplazamiento cotidiano. Luciérnagas, mariposas, grajos, pájaros, trazan en el aire leves itinerarios que siguen la dirección del viento. En este apartado emerge el haiku que da título al libro: “Bajo la luna, / el aullido de un perro. / Hilo de lluvia”. Los instantes de vida cobran protagonistas frágiles y cercanos y dejan al yo en la zona de sombras del poema; el yo no está sino para constatar los destellos de vida de la naturaleza que se mueven entre las sombras de los árboles. 
   El sustantivo “Presencias” agrupa los haikus que conforman el apartado final, esta vez bajo el eco sonoro de Santóka. Si el haiku es lo que sucede aquí y ahora, esa coma viva del tiempo, el registro tonal mantiene esa calma al paso en los poemas; el pasado se marcha, pero su olor perdura, como si todo quisiera constatar su presencia cerca del testigo: “Coge la rosa / antes de que sus pétalos / estén en tierra”.
   Ya se ha escrito que en el trayecto creador de Ricardo Virtanen conviven varios géneros. Pero en esta vocación creadora el haiku es vértice preferente. Sin duda, en  su hechura formal y sensitiva, el madrileño es un maestro; uno de los mejores que pone en el mínimo esquema japonés una luna redonda, la sacudida de la plena luz.
 
JOSÉ LUIS MORANTE

 
 
 



lunes, 9 de septiembre de 2024

SABIOS CONSEJOS

Días en Covibar
Rivas Vaciamadrid, Centro Social

  

SABIOS CONSEJOS
 
Tanto naufragio en verso,
tanta huella en el agua,
tanto demonio suelto entre papeles,
incomodan mi estancia en la tranquila
pensión de solitarios terminales.
El huésped más antiguo
sugiere a la patrona mi partida
antes de que mis gestos nos descubran
al vengador destino
y peligre la idílica existencia.
Otros, más generosos,
desde el primer momento me perdonan
y juran rescatarme del mañana infeliz;
me recomiendan cosas de provecho,
que por ejemplo escriba un guion de cine.
Lo intentaré. Palabra.

     (Del libro Enemigo leal, 1992)

 

domingo, 8 de septiembre de 2024

LAS TECLAS DEL SARCASMO

Dentadura con caries
Fotografía publicitaria
de 
internet

 

LAS TECLAS DEL SARCASMO

Nos hacemos más solitarios a medida
que conocemos bien a la gente.

ARTHUR SCHOPENHAUER

   Hay sujetos disonantes, que tocan a menudo las teclas del sarcasmo. Las pulsan, convencidos de su sonoridad y su eficacia, como si provocaran en el amansado tímpano de los los oyentes un asentimiento placentero, el descubrimiento de que la burla cruel o la ironía mordaz son altas expresiones de ingenio de un intelecto activo.
   Convivo con un entorno amable –soy un tipo afortunado- en el que disuena de forma estrepitosa el sarcasmo. Y por eso he tardado en descubrir la razón de mi tolerancia o la quieta paciencia que me lleva a dejar sin respuesta una actitud que no soporto.
   Sé cuántas razones llevan al sarcasmo: la inseguridad de quien carece de certezas y piensa que todo es relativo; la soledad, la insatisfacción personal, el fracaso afectivo, el resentimiento de quien hace culpables a los que se sientan al otro lado del yo, o los efectos secundarios de la ignorancia, la mezquindad, o la envidia… Sé también que no existe ninguna razón para soportarlo.
   Pero el cansancio aflora y uno encuentra el sarcasmo, vomitivo y vulgar como un pelo en la sopa. Es el pasajero incontinente que puebla los asientos del día, cuando invitamos al viaje y se abonan todos los peajes.
   El sarcasmo está en la mirada rugosa que descubre en un mural de años de trabajo la cagada de una mosca; felicita con toses; besa con salivillas y extiende una mano sudosa si saluda. Me tortura el sarcasmo y solo aspiro a encontrar en un instante la coartada maravillosa que cambie el sarcasmo por un definitivo epitafio de bien morir.

(Notas del diario)


 

sábado, 7 de septiembre de 2024

SOMBRAS A SORBOS

Mesa Devina Nais Smart Ring
Archivo de internet
Fotografía publicitaria


SOMBRAS A SORBOS

Tras el estupor, más allá del derrumbe dos gestos: quien se queda mirando las ruinas y quien busca senderos  para el regreso. 

***

Oscar Wilde añadía a la escritura la tarea de librarse de fantasmas. Así que alquilo sitio – me enseñó Julio Ramón Ribeyro- para que sus apariciones tengan una imagen veraz.

 

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El nómada sabe que los viajes son la espera del regreso. 

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El escritor subido a lomos del centenario más que a Don Quijote recuerda a Sancho.

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Conciencia de la edad; cada vez en mi diccionario personal hay más acepciones en desuso. 

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En los insomnios, el silencio tiene una fuerza verbal inquietante. 

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Tristeza. Su matrimonio era un número impar. 

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Despeja incógnitas con la musculatura argumentativa del defensa central. 

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No tengo ninguna vocación de sedentario. Sé que escribir es caminar.

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El andamiaje escéptico de los que tampoco creen en sí mismos. 

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viernes, 6 de septiembre de 2024

JULIA NAVAS MORENO. BAILARINAS DE RAFIA

Bailarinas de rafia
Julia Navas Moreno
Chamán Ediciones
Colección Chamán ante el fuego
Albacete, 2024

 

ENTRE LA NIEBLA

  

    Desde una estética realista, aunque impregnada de implicación subjetiva, Julia Navas Moreno (Avilés, Asturias, 1966) alienta un trayecto personal que explora estrategias dialogales con el lector en verso y prosa. Sus ficciones argumentales engloban las novelas Esperando a Darian (2014) y ¿Qué hay en una habitación vacía? (2018). Además ha cultivado el relato breve, participando en algunos volúmenes colectivos.
   Su poesía, cuyo cuerpo matérico tiene como signo básico lo existencial, se adentra en el intimismo del sujeto poético para vislumbrar entre la niebla. Hace una evocación profunda de la identidad a partir de la memoria biográfica. Crepuscular en su desamparo y consciente de afrontar un declinar perecedero y contingente, integra las entregas Confieso que he perdido el miedo (2015), Ombligos y universos (2016), Simulacro (2019) y Zapatos sin cordones (2021), que incorpora un liminar escrito por Ana Vega.
   Ahora es el escritor Andrés Ortiz Tafur quien firma el umbral “Una niña”. El breve texto es una incisiva reflexión sobre el olvido y su incansable capacidad de demolición. Todo se diluye hasta convertirse en desmemoria y ausencia; hasta acercarse a ese anden sin regreso que expande la nada como destino final. Pero los versos de Julia Navas Moreno no formulan su propio discurso reflexivo sobre la enfermedad y el olvido de manera conceptual y abstracta; buscan personajes de carne y hueso, cercanos y tangibles, en los que se concretan las carencias y las asimetrías de nuestra condición temporal para que los poemas sean memoria y biografía, para que la implicación afectiva y sentimental anule cualquier asepsia expresiva porque los sólidos pilares que cimentaban la rutina diaria se han ido agrietando hasta convertirse en esqueléticas ruinas y testigos del pasar del tiempo.  
  Dos citas, de  Pedro Salinas y Alejandro Céspedes, ratifican el decurso verbal en torno al recuerdo y a las mutaciones inadvertidas que propician las desapariciones. Desde su filosofía de la fugacidad arranca el poema homónimo “Bailarinas de rafia” que sirve de apunte clarificador en torno al título: como un aroma de infancia, intangible y persistente, llegan a la memoria, cuando todo es olvido, mientras rezuma abandono, las formas plastificadas de unas bailarinas bordadas por las manos hacendosas de la madre, como si enlazaran pasado y pensamiento, como si su fragilidad acometiera un cálido ejercicio de resistencia.
  Julia Navas Moreno concibe cada libro como un caminar unitario en torno a un tema; de ese modo, las tramas se van construyendo complementarias y sumativas. Aquí es el alzheimer la que marca el destino poético de la madre como protagonista en primer plano. Las estancias del yo se van despojando en el tiempo; muestran su desnudez con esa confusión irreversible de quien nada recuerda. Todo fue, y ahora es un es cansado que tiene en los sentidos el desnorte frágil de quien no sabe y soporta una estridente soledad en la que no cabe nadie. Sobra espacio.
    El yo poético sobrevive en el caos cotidiano; el sujeto no tiene a veces más respuestas que esperar el desahucio, esa disonancia manifiesta que confronta deseos y esperanzas. Nada parece permanente y salvable; todo soporta un claro desengaño ante la realidad vivida. El mutismo y la incertidumbre sobrecogen; es la impotencia manifiesta ante el destrozo de la soledad, ante el acero frío de la pérdida: “La pérdida es el dúctil vacío / de las tardes de domingo, / no encontrar la palabra adecuada, / mirar con extrañeza el rostro antes venerado”. De esa conciencia de finitud y despojamiento, de pequeñez con gestos limitados, se hace el presente, ese denso páramo por el que discurren los pensamientos.
   Son los momentos decisivos de un trayecto personal que asume la ausencia de quienes fueron norte y guía y son ahora sombras de un laberinto sin puertas que acumula vivencias irrepetibles. De nada sirve la errática evocación, el desandar el tiempo para reencontrar la estela de lo vivido. Toca vivir un futuro nuevo, sin forjar demasiadas esperanzas; se trata de moldear un destino manejable y gris, unidimensional, un paisaje sin pretensiones donde sobrevivir a la inclemencia porque “la épica del quebranto habla más de nosotros / que la vanagloria del éxito” y, al cabo, de la existencia nunca se sale indemne.
   La autora incluye una nota final que refuerza la cercanía entre poesía y vida. Tras su lectura, se hace fuerte la sensación de que Julia Navas Moreno entiende la escritura como testimonio y terapia, como confidencia en la que el verso adquiere, con un lenguaje despojado y ajeno a cualquier arrebato místico, la caligrafía de la evocación: las palabras moldean un sujeto literario que humaniza su voz, que muestra los movimientos convulsos del corazón. esas arritmias que marcan el deseo de seguir a flote en el oscuro declinar de un mar desconocido. 
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 
 
 

 

jueves, 5 de septiembre de 2024

EL SUEÑO DE LAS NUECES

Fuera de guion
(Casi cien microrrelatos)
José Luis Morante
Lastura Editorial
Madrid, 2024

 

Puntos de sutura   El sueño de las nueces
 
   Al atardecer se abrieron los puntos de sutura del cansancio y se hizo más visible la derrota del nunca acabar.  Como en aquella prosa de Paul Celan, me sentí  una ardilla extenuada al pie de un tronco añejo, que nunca pudo liberarse del sueño de buscar nueces con cáscaras de cristal.
 
(Del libro de microrrelatos Fuera de guion, Lastura, 2024)