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Desde mis ojos La juventud que desafió al franquismo Félix Marina Buitrago Ediciones Carena Barcelona, 2025 |
MEMORIA Y TIEMPO
El premio nobel portugués José
Saramago, cuyo legado es lumbre encendida, siempre atento a reflejar en su obra
la problemática social y los laberintos de la historia, argumentaba que la
buena literatura busca su verdad en el lenguaje. No trata de convencer a los
demás porque tal propósito encubriría una falta de respeto, un intento de
colonizar la inteligencia del otro. Por tanto, si aplicamos esta reflexión al
libro Desde mis ojos, subtitulado La juventud que desafió al
franquismo, de Félix Marina Buitrago, parece meridiano que no se trata de
hacer proselitismo de las propias convicciones desde la memoria, sino de
dibujar, con los mejores trazos de la evocación, un arco temporal que
trasciende la existencia individual, la peculiar manera de andar por la vida,
para conformar una crónica colectiva, que afecta en profundidad a varias
generaciones del presente.
Nacido en Andújar en la década
de los años cincuenta, licenciado en Historia Contemporánea, ensayista y
dinamizador cultural, Félix Marina Buitrago anticipa en la introducción la
filosofía narrativa del volumen que centra sus contenidos en el último tramo
del franquismo, la Transición y el retorno al sistema democrático. Recupera con
un claro sentido cronológico una floración de acontecimientos vivida en la
mirada del yo como testigo directo.
La narración biográfica comienza explorando los orígenes familiares y el
condicionamiento existencial que supuso la guerra cainita de 1936-1939, con su
inacabable estela de purgas y persecuciones a los vencidos. El triunfo
nacionalsindicalista abría la posguerra como un largo túnel totalitario, que
condenó al exilio a miles de españoles, y cercenó las libertades individuales
imponiendo un pensamiento único, ajeno a cualquier crítica del sistema, y
bendecido por la plenipotenciaria iglesia católica.
La infancia es un periodo vital
mitificado en el que solo parece tener asiento lo ideal. Sin embargo, para los
hijos de los vencidos se mostró como un surco abierto de carencias que
condicionó su percepción sombría de lo cotidiano. Lo mismo sucede con los años
colegiales, marcados por un sistema de enseñanza tradicional, basado en la
autoridad del maestro y en el indeclinable culto a la memorización de
contenidos. Igual sucede en el internado, gestionado por la orden religiosa
de los jesuitas. Aquella institución promovía una disciplina extrema y un
sistema de enseñanza muy competitivo, como estímulo del esfuerzo y la
inteligencia. Pero poco a poco, ya casi superada la adolescencia comienzan a
aflorar los primeros conatos de rebeldía en los años del bachillerato y en el
inicio de la formación universitaria, cuando se amplía el entorno más próximo y
se hacen evidentes las asimetrías y contornos de la vida social en su conjunto.
Confluyen otros caminos y horizontes que coinciden en su búsqueda de
razones de vida con los últimos días del general golpista. Todo comienza a cambiar,
tras aquel 20 de noviembre de 1975 que cerraba un régimen dictatorial
interminable. Poco a poco afloran los nombres de la oposición clandestina y sus
mensajes serán un semillero intelectual que adquiere hondo calado entre los
jóvenes universitarios que esperan con la máxima ilusión el advenimiento de la
democracia. Se iniciaba la senda del compromiso social y la lucha por la
igualdad, la justicia y la libertad que impulsó una afiliación numerosa al PCE
y el retorno de líderes que serán esforzados impulsores de la consolidación
democrática.
El activismo provocaba la
desconfianza de viejas instituciones ancladas en el pasado; comienzan las
convocatorias reivindicativas, las huelgas y manifestaciones que supondrán
también vejaciones y torturas a los detenidos. Poco a poco, los nostálgicos del
régimen van perdiendo espacio político. Pero sus métodos represivos se
mantienen inalterables, tanto en Andújar, la localidad del autor, como en otros
espacios geográficos de Andalucía.
Félix Marina Buitrago da un
amplio tratamiento a los años universitarios, como impulsores de su activismo
social, y como cultivo de muchas amistades que marcarán los años venideros y la
propia educación sentimental. Si 1975 y 1976, en los años de gobierno de ajuste,
son los del referéndum que obviaba la ruptura total con el régimen anterior,
1977 se dibuja como un intervalo temporal que cambia todo y que abre una nueva
fase vita en la personalidad del escritor. Como dice Jim Morrison “la clase más
importante de libertad es ser lo que realmente eres”. Vive un momento álgido en
su memoria sentimental con una relación amorosa determinante. Este nuevo tiempo
de cantautores, contracultura, pelo largo y trencas maneja la espita del cambio
democrático. Se legaliza el PCE y en las elecciones generales del 15 de junio
la UCD de Adolfo Suárez resultaba el partido más votado, por delante del PSOE.
Comenzaba la Transición, presentada como un ejemplo modélico de diálogo y
concordia. Pero no fue así; el proceso estuvo marcado por el miedo y la
incertidumbre, por una transformación política que no cerraba las sangrantes heridas.
Pasaba por alto la revisión del pasado y mantenía en sus puestos a muchos
funcionarios implicados en los desmanes del régimen franquista. La Transición
miraba hacia adelante con graves dificultades como la matanza de los abogados
de Atocha, el atentado a la redacción de la revista satírica El Papus, La
Operación Galaxia o el Golpe de estado del 23-F. El proceso democrático parecía
imponer un pacto de silencio con el pasado.
Félix Marina Buitrago en los
últimos capítulos se centra en los cambios de domicilio, desde Andújar a
Granada y Madrid, temporalmente. Son escenarios que le ponen en contacto con
otros ámbitos culturales y la música de cantautores hispanos y latinos o la inmersión social en el abrumador
cambio político que supuso el triunfo del PSOE en las elecciones generales.
Destaca también la amistad inmarchitable con el poeta Juan Antonio Mora, cuyo
itinerario poético es un ejemplo de claridad intelectual y compromiso, de
hondura humanista y testigo implicado que lucha en su quehacer solidario con
los más desfavorecidos. Juan Antonio Mora será para el escritor un necesario
ancla de ideología, apoyo personal y ejemplo de coherencia que anima a seguir su papel cultural a compañeros de su generación y a escritores más jóvenes que hacen suya causas solidarias como el medio ambiente, la inmigración, la defensa de la naturaleza o las causas del feminismo y la igualdad.
Desde la ecología al activismo
político, desde el compromiso personal con el pensamiento de izquierdas al
despliegue de artículos y proyectos, como Pablo Neruda, Félix Marina Buitrago
confiesa que ha vivido. Lleva dentro el bagaje de esa juventud que sembró
esperanza en los oscuros callejones del franquismo y que lanzó al aire la
cometa azarosa de cambiar la vida para cambiar el mundo; para dejar constancia
que memoria y tiempo respiran el aire limpio del futuro y nunca estarán en
manos del olvido.