sábado, 9 de diciembre de 2023

A PUNTO DE VER (HAIKUS)

A punto de ver
José Luis Morante
Prólogo de Susana Benet
Polibea Editorial
Colección de poesía El Levitador 
Madrid, 2019


NOTA DE AUTOR

 
   Advierto aquí del doble contenido de A punto de ver. Junto al centenar de haikus, escrito durante casi un lustro, hasta finales de 2018, conviven las piezas breves aforísticas integradas en el epílogo “Anotaciones”.
   Haikus y aforismos fueron amaneciendo juntos y me parecía una obligación pactada no desgajar el habla de su multiplicidad argumental. Ambas estrategias expresivas se empeñan en no abrir más ventanas que la sugerencia y cierran los ojos frente a lo explícito.
   Concluyo; el decir breve exige un proceder sensato: que esta nota de autor no se convierta en una novela.
 
(José Luis Morante)

 

viernes, 8 de diciembre de 2023

FERNANDO ALBÁN RODAS. CÉSAR VALLEJO: EL POETA, EL CRONISTA

César Vallejo: el poeta, el cronista
Fernando Albán Rodas
Ediciones de la Puce
Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura
Colección Ensayo Literario
Quito, Ecuador, 2023

 

MEMORIA DETENIDA


   El cuerpo verbal de César Vallejo (Santiago de Yuco, Perú, 1882 - París, 1938) se enfrenta al discurrir del tiempo con insólita entereza. Dueño de una identidad literaria de contornos proteicos, su trazado poético se asoma al presente, expandido e intacto, para mostrar la profunda dimensión del ser humano que gestó la obra. Fernando Albán Rodas, profesor investigador de la PUCE, poeta, ensayista, editor y director de las recordadas revistas Trashumante y Elipsis, busca nuevos matices en la memoria detenida y sondea las características del universo vallejiano con la entrega César Vallejo: el poeta, el cronista.
   El proemio alienta la sensación de cercanía, como si el personaje verbal, desdoblado entre el niño y el hombre, se desplazara en un entorno próximo y dejara contemplar un itinerario biográfico marcado por la soledad y la condición de extranjero. El gesto escritural del poeta requiere nueva epifanía en el cronista;  es testimonio de un tiempo histórico que vive como testigo, para abrir ventanas reflexivas a una naturaleza muy sensible. Quien contempla se implica de forma directa, y confía en la capacidad del lenguaje para ahuyentar sombras, romper negaciones y discordancias y alejar lugares comunes. En Vallejo, arte y contexto vital van de la mano, se entrelazan de manera incesante: “el lenguaje acusa el choque de las cosas, produciendo en él una fisura que disyunta el orden de la significación” (p.13).
   Fernando Albán Rodas comparte de inmediato con el lector su hipótesis de trabajo explicando el orden de composición del libro y los estratos de una escritura siempre abierta a lo real. Analiza la producción vallejiana confrontando las tesis del filósofo francés Jean-Paul Sartre en su libro ¿Qué es la literatura? y la pulsión creadora del peruano, siempre sumida en una vocación insular, en un permanente estar a la intemperie que refuerza lo oscuro. Añade el ensayista tres aproximaciones escritas en torno a los poemarios Trilce, segunda entrega, tras la carta de presentación Los Heraldos negros, publicada en 1918, y dos ensayos más sobre Poemas humanos, recopilación de su itinerario lírico, y España, aparta de mí este cáliz, su aporte más político, escrito en torno a la guerra civil española. Completan el dibujo total otros dos trabajos que indagan sobre el arte y algunas figuras del mundo contemporáneo. 
   A juicio del ensayista, César Vallejo “no concede a la subjetividad autoral una posición central en el juego de la escritura literaria y de este desistimiento brota un sentido de la política que no tiene como premisa la libre voluntad del sujeto”. Los objetos y seres hablan su propia lengua, recrean un tiempo interior y distinto al del ser pensante perdido en su imaginario. La realidad muestra sus nervaduras, mientras la poesía sale a su encuentro desde el cuerpo de un lenguaje que borra lo designativo para entroncar el gesto poético con la expresión representativa. Con excelente definición, Fernando Albán recuerda que “El poema es la cripta en la que yacen los restos del Sujeto, amortajados en su esencial dispersión” (p. 21).
  La experiencia poética de Vallejo concede al poema un inconformismo sabio, en el que tienen sitio actitudes básicas como la inocencia y la intuición. En él se pone de manifiesto una sinceridad intacta que hace del corazón el órgano de la poesía. Las palabras palpitan, tienen ritmo, respiran orgánicamente para que aflore la pulpa de una sensibilidad en constante expansión. En la cronología del ayer crecen invisibles las raíces, el afán intacto de llegar al presente porque “todo cuanto existe digno es de entrar en la obra de arte, porque todo goza de la inmanente realidad de la existencia” (p. 46).
   El yo meditativo rdesanda la estela biográfica para trasmutar los estratos existenciales. No hay sincronía entre el ser real y el protagonista lírico. La escritura busca una subjetividad universal, donde se cobija, “la irrupción intempestiva del otro”. Así sucede en Poemas humanos donde el cauce versal fluye entre la angustia y la esperanza, como escribiera Américo Ferrari, y el hablante lírico se adentra en la secreta desolación del vivir como un estar a la deriva. Por otro lado, la trágica circunstancia del conflicto cainita de la guerra civil española (1936-1939) despierta en Vallejo una fuerte empatía solidaria reflejando la heroicidad del pueblo que hace suya la causa republicana. El poeta “se hace testigo ciego del gesto de los caídos, cuyos nombres se ignora, es la renuncia al control sobre la lengua; ser extranjero en su propia lengua, solo así la palabra crea lo inexpresable”.
   El ensayo “Crónicas sobre el arte” fortalece al máximo la libertad creadora, más allá de la lógica, la coherencia o el estricto control de la razón. El sistema de valores ideológicos y las ideas cívicas son ajenas al arte; el poema no es didáctico, no trasmite ni enseña una doctrina moral. La escritura impone su trayectoria esquiva, más allá de las convenciones;  lucha contra el imperialismo estético, soslaya etiquetas impuestas para adentrarse en una germinación autónoma y constante, que hace de la búsqueda la razón del arte, como se percibe en la obra de Dostoievski y Proust.
   El recorrido se completa con el trabajo “Crónicas del mundo contemporáneo”, donde la retina de la prosa, durante la estancia en la Rusia comunista, yuxtapone “trozos palpitantes de la vida real”. Quien explora los páramos grises de lo diario se identifica con la orfandad de su nadería, con ese tejido gastado que recubre el anonimato de la existencia. La representación social gana en realismo y lleva a un sueño de igualdad sin jerarquía. Una visión utópica que niega la disonancia y trastoca la verosimilitud de lo que cuenta.
  Tras el epílogo, que recuerda aquella aspiración de “ser poeta hasta el punto de dejar de serlo”, Fernando Albán Rodas añade a su enfoque una selecta bibliografía y una pequeña compilación de poemas y textos en prosa para clausurar César Vallejo: el poeta, el cronista. Tras la lectura queda el reflejo de un itinerario canónico, contemporáneo de Vicente Huidobro, las vanguardias europeas y la generación del 27, que fraguó una registro estético singular e irrepetible, un legado único pleno de luz y subversión, "una manera de caminar por los trapecios”.

JOSÉ LUIS MORANTE




jueves, 7 de diciembre de 2023

CONJETURAS DEL YO

Itinerarios
Quito, 2023

 

PREPARATIVOS
 
 
   Que salí a la calle mientras dormía, con esa soledad de quien tampoco va consigo. Que consumí un trayecto anodino entre edificios para buscar el callejón más íntimo para concluir con alivio todos los actos que no tuvieron nunca olvido y me han dejado traumas recurrentes. Un palpitar de inconfesables frustraciones. Que a pesar de cumplir tempranos requisitos y sumar voluntad, solo puede leer en voz alta, hasta cuatro veces, aquel panel indicador del callejero urbano. El pasado mantuvo su liviandad errática y no llegó a la cita. Que esta noche también siguió distante y frío, como raíz oscura, insoportable, que tantea por dentro.  

(De Cuentos diminutos)



 

miércoles, 6 de diciembre de 2023

RECUERDO DE 1978: CUARENTA Y CINCO AÑOS DE NUESTRA CONSTITUCIÓN

Adela y yo, 6 de diciembre de 1978
Navadijos, Ávila

 

RECUERDO DE 1978

 

(Elogio de la Constitución)
 
   Era el seis de diciembre de 1978 y votábamos por  primera vez. Teníamos veintidós años y sabíamos con certeza absoluta que casi todo estaba por hacer. La voluntad verdecía en lo personal y el yo social era la identidad colectiva en las aceras de la historia que nos empujaba a ser protagonistas activos de lo real. Atrás quedaba, renqueante y oscura, como una puerta mal cerrada, la gravosa presencia del tardofranquismo frente al espacio intacto de una constitución democrática, hecha desde el consenso y la tolerancia, desde la cesión y el acuerdo. Votamos sí. Y en la calle se oían los pasos de alegría, los latidos del miedo y la necesidad de hallar frutos de tolerancia, junto a la hoguera estéril de la historia reciente.
  Había que encontrar un equilibrio y hacer de la convivencia una fuerza integradora, capaz de disolver el odio revanchista y el resentimiento, que habían hecho de su jerarquía una costumbre. La política –la de verdad, la que busca el interés colectivo y el servicio a la causa social- es pacto, aportación al todo, esqueje autónomo que crece a su aire, pero en el árbol común.
  Un tiempo limpio encendía la aurora con la celeridad de quien tiene prisa para salir al día. Dos jóvenes miraban las horas de la incertidumbre, buscando la empatía de un futuro  a dos voces. Votaron juntos en la mañana del seis de diciembre y, cuatro días después, se casaban en Ávila, la ciudad donde se habían conocido a los diecisiete años, mientras estudiaban, la ciudad de siempre. 
  El día 11 de diciembre de 1978 viajábamos a Portugal para disfrutar la luna de miel en Lisboa, Coimbra y Nazaret… Todo pasó en el 78. Ahora su huella firme está conmigo.  Hace cuarenta y cinco años se aprobaba la constitución, ese marco legal que nos cobija a todos, y merece la pena celebrar aquella historia vivida en cada poro. Yo lo hago ya, mientras cierro los ojos para recordar mejor.

(Autobiografía)


      

martes, 5 de diciembre de 2023

BAJO LA PIEL

Galerías
Imagen de
La Vanguardia

 

BAJO LA PIEL

 

   Tengo un hormiguero bajo el páramo triste de la piel. Sus pobladores trajinan intempestivos, sin preguntarse si alguien acudirá a rescatarlos. Un temblor continuo evidencia su vocación de recorrerme a diario. Completan el mapa de la memoria de mi decrepitud. Pago tributo, acepto, no hago drama; la queja pertenece a los débiles. Previsibles y oscuras, cobijadas bajo las escamas, las hormigas deshojan las horas. Se agitan como un denso río sin sangre. Son el trampantojo de una arteria empapada de negro.

(Cuentos diminutos)




lunes, 4 de diciembre de 2023

GUILLERMO MARCOS REMÓN. PERDER EL TIEMPO

Perder el tiempò
Guillermo Marco Remón
Ediciones Isla Elefante
Palma de Mallorca, 2023

   

LA VOZ DE LOS RELOJES

   La trayectoria poética de Guillermo Marco Remón (Madrid, 1997), Ingeniero de Computadores y doctorando en Inteligencia Artificial, comienza con el poemario Otras nubes, accésit del Premio Adonais de 2018. Además ha participado en revistas y antologías y en 2023 fue becario de la Residencia de Estudiantes de Madrid.
  El poeta abre su nueva entrega Perder el tiempo con dos nombres de peso, Lucrecio y Fernando Pessoa. Las citas reivindican el afán observador del sujeto y su continua percepción de lo mudable, como si fuese necesario tejer recorridos indagatorios para llegar al conocimiento interior, a los sustratos que componen el yo. Un yo íntimo, cercano, confidencial, que hace de su palabra, como refrenda con hermosa textura el poema prologal “Resumen”, un espacio abierto; la existencia es reiterar pasos y erosiones, asumir que la realidad es desbroce y poda y que conviene interiorizar la certeza de que el yo protagoniza una continua despedida.
  En cada ser habita la extrañeza, una multiplicidad de estados que va perdiendo contornos en el devenir. Son los pliegues del discurrir, o como refrenda el título de la sección inicial: las “Maneras de relacionarse con el tiempo”. En Guillermo Marco Remón queda patente que lo cotidiano es una referencia temporal definitoria. Añade al registro conversacional intimista instantáneas, nombres propios,  imágenes de la memoria que anulan la soledad y el desamparo de estar a solas con el latir del tiempo. Se plasman en los poemas secuencias íntimas, filtradas por el tiempo, no con un mero afán enunciativo sino con ese punto de asombro que concede a lo diario ventanas a la imaginación.
  La poesía admite la participación activa del lector que completa el poema, como sucede en “Paternalismo”, un texto que admite varias versiones al rellenar los huecos que el autor deja en los versos. Hay palabras que nacen entre la sombra, que buscan habitar la ausencia con la desnudez pactada del intimismo. El paisaje se interioriza y crea su propio espacio interpretativo para servir de marco a instantes memorables del pasado; contemplar es apropiarse de colores y formas, buscar itinerarios visuales con orientación pactada.
   La amistad y el amor confluyen como continuos vértices de reflexión, como nidos de indagaciones y paradojas que en su hondura poética acercan el caminar biográfico y las tramas argumentales. El cauce vivencial está ahí, frágil y amarillento como una hoja otoñal,  y exige reflexionar sobre la propia escritura, como aseveran los versos del poema “Huyendo de la crítica”: “Y sigo caminando mientras doy vueltas… si habré hecho bien en abandonar toda formalidad, / en tender hacia la prosa, / en disfrutar de las rimas espontáneas y feas y precisas, / en haber mitificado la juventud siendo un niño viejo, / en fingir pessoanamente tanto lo que soy”.
   Desde Otras nubes hasta Perder el tiempo la voz poética de Guillermo Marco Remón ha perdido carga sentimental en la reelaboración del periplo existencial y se ha decantado más por la autoafirmación del hablante lírico, por la fuerza de una voz hecha desde la lucidez y la indagación. Por eso los textos necesitan un mayor desarrollo enunciativo y un espacio para el recorrido pensante. Se fue un tiempo auroral y cada vez queda menos de la infancia; quien se mira en la caligrafía confidencial del diario apenas se reconoce y se cambia el hábito de jugar por las tareas cotidianas; pasó la juventud y en el silencio fue madurando una poblada cosecha de certezas que concede al tiempo el primer plano, una continua presencia substancial.
  El breve conjunto “Un domingo a solas” focaliza el tiempo en mínimos objetos cotidianos; la silla no cobija, es una incógnita que exige buscar la postura y responder a las preguntas de la convivencia. Cada vez se hace más fuerte la sensación de soledad e intemperie, ese cálido hueco de la ausencia que invita al estar sedentario.
   El amor, con sus matices de nostalgia, evocación y melancolía, cobra un primer plano en “Me quedaría aquí” para buscar aquellos destellos a resguardo del primer beso o de las instantáneas que cobija el recuerdo y que salen al aire, como una cometa en vuelo. Pero el tiempo dispone su estrategia y convierte el suelo fértil de los sentimientos en un lugar donde habita el olvido. La realidad se llena, tras el quedo rumor de las palabras, de una historia en pasado, de un texto con erratas que solo el tránsito puede corregir.
   Queda la ausencia, un aire frío que entumece las manos y que pone en las palabras el epitelio de la despedida. Recordar es una manera de dar sentido al regreso, de pensar que todo sucedió hace mucho tiempo, en la lejanía de un estar compartido. Perder el tiempo hace de la escritura evocación y olvido. Una ventilación del cuarto propio que puso evocaciones en las estanterías para que las palabras se ordenaran y aprendieran a caminar a solas.
 

JOSÉ LUIS MORANTE


 

sábado, 2 de diciembre de 2023

JUAN SUÁREZ. LAS COSAS NEGADAS

Las cosas negadas
Juan Suárez
Editorial Cisne Negro
Poesía nº 17
Edición al cuidado de Frances Simán
Ilustración interior de José Luis Quesada
Tegucigalpa, Honduras, 2023

 

RAZÓN DE RESISTENCIA

 

  La celebración, en noviembre de 2023, del XV Encuentro internacional de Poesía Paralelo O convocó en Quito y otras localidades ecuatorianas a más de sesenta voces del mapa literario actual, bajo la dirección de Xavier Oquendo Troncoso y el eficaz trabajo de un selecto equipo de colaboradores. En el plantel organizativo sobresale Juan Suárez (Quito, 1993), coordinador literario del evento, poeta, editor del sello “El Ángel editor” y Licenciado en Comunicación y Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Ecuador (PUCE) con una investigación sobre la poética de la enfermedad en el quehacer creativo de la escritora, crítica y periodista Ileana Espinel (Guayaquil, 1931-2001). El poeta completó los estudios de Maestría en la Universidad de Salamanca, bajo la dirección de la poeta, investigadora y  profesora titular de Literatura Hispanoamericana María Ángeles Pérez López.
   Es autor de Lluvia sobre los columpios (2014), Hacen falta pájaros (2016), Nos ha crecido hierba (Finalista premio Nacional de Poesía Paralelo O 2018) y El nombre del Alba (Nueva York Poetry Press, 2019). Son títulos que conforman una fértil trayectoria con sitio en balances generacionales como Seis poetas ecuatorianos (Editorial Caletita, México) y en la muestra de lírica española actual Y lo demás es Silencio Vol. II (Madrid, 2016). Así mismo su poesía está presente en el compendio de poetas ecuatorianos «Voices form the center of the world» realizado y traducido al inglés por la poeta estadounidense Margaret Randall.
  En Las cosas negadas, tras la emotiva dedicatoria, una cita de Louise Glück, Premio Nobel de 2020, entronca la propuesta escritural de Juan Suárez con una estética figurativa cuyas coordenadas básicas entrelazan incursiones autobiográficas, el fluir insomne de la observación que se asoma la crónica social y la relación entre el lenguaje y los paisajes interiores de la subjetividad. Así se vislumbra en la obertura fragmentada “Este es nuestro sitio”, a la que pertenecen estos versos: “A veces nos asomamos a la vida / y parece un carnero / que mastica las hierbas que germinaron / cuando el bosque de la esperanza fue quemado. / A veces, / nuestra sangre derrite el granizo en las veredas. / Así seguimos, / buscando, en la geometría más feroz, / la ternura”.
  El autor rastrea en el poema las anotaciones de la evocación. La existencia amanece como un despliegue de conocimientos y cicatrices que se adhieren a la piel del tiempo. Los recuerdos trazan un inhóspito laberinto de sensaciones. Sus signos recobrados alzan sobre los pilares de la memoria un lugar pretérito, nunca idealizado. Muestran un perímetro de lejanías que comparten presencias marcadas por la pobreza, el desarraigo y el tedio que, poco a poco, van conformando la educación sentimental del niño. Un pactado aprendizaje de silencio y soledad que moldea en el discurrir una percepción singular de la existencia.
  En el tramo inicial, la muerte se cimenta como tema esencial. La ceniza aguarda. Los ausentes parecen respirar en medio de la existencia diaria, como si estuvieran petrificados e intensificaran sus conexiones con el entorno reclamando, entre la lluvia de los días, un espacio vacío. Pero este hilo argumental deja sitio a otros elementos que someten al pensamiento a un despliegue de recorridos, a una eclosión de encuentros y destellos emotivos recostados en el sedoso tejido de la imaginación.
   En el recorrido del protagonista verbal lo contingente se impone con fuerza inexorable; hace del anecdotario vital una senda de pérdidas y cicatrices, un poblado periplo de inquietudes que exige a la conciencia que aprenda a sobrevivir, que se refugie tras una razón de resistencia, lejos del tedio y la conmiseración: ”A los que el Gran Escriba de la historia / ha negado una página, /      poesía, / hazles saber que alguien piensa en ellos, / que se los siente caminar / por las enmohecidas calles del alma”.
   Desde esta solidaridad que siente próxima la tristeza sombría de las escombreras, el poema se aferra a las respuestas de un destino sin luz. No quiere inspirar misericordia. Reivindica su derecho al olvido, su inventario de cosas negadas, con la piel áspera y tocada por el frío. Más allá del derrumbe, habita en las palabras la fragilidad de una esperanza. La voz suena a lluvia lenta que moja y tonifica la memoria. En Las cosas negadas Juan Suárez vuelve sobre los días para hablar consigo, para recordar que dentro del ahora habitan un niño, una genealogía de sombras, una casa con luz donde reside una constelación de incertidumbre, un transitar de amanecidas que siempre llega tarde.
 
 

                                                                  JOSÉ LUIS MORANTE