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| Nidos en el aire Manuel Feria Prólogo de Manuel Pérez Antolín Cubierta e ilustraciones interiores "Fanega" Diseño y maquetación: Irene Antón Canalis Autoedición en Gráficas Sabater Canarias, 2025 |
NIDOS EN EL AIRE
En 2023 buscaba sitio en la mesa de novedades literarias la antología El río de la
perplejidad, primer balance de conjunto de la obra aforística de Manuel
Feria (La Laguna, Tenerife, 1949). Era un muestreo altamente representativo, realizado
por Javier Recas Bayón, el mejor teórico del minimalismo sapiencial en
castellano. El estudioso apuntaba que el catedrático universitario de
Farmacología y apasionado cultivador de la brevedad era un cultivador de
madurez, por lo que sus fragmentos reflexivos compartían experiencia vital,
sociología impregnada de un escepticismo benevolente y una perseverante claridad
expresiva en la materia textual con frases directas, despojadas, de alcance
inmediato. Así habían tomado vuelo las entregas Verlas venir (2015), En
ascuas (2017) Diccionario imaginario
de un irónico (2018) y Fe de vida
(2023). A esas autoediciones se incorpora, casi en el cierre de año, Nidos en el aire (2025),
un conjunto de aforismos prologado por Mario
Pérez Antolín (Stuttgart,1964), un referente plural del género, como poeta,
aforista y antólogo, con reconocimientos como el Premio Internacional Juan
Gil-Albert de Escritura Aforística.
La nota introductoria recuerda algunas constantes del
autor canario: ”Agudeza, ingenio e ironía”. Son sustantivos de fuerte
carga semántica en el panorama de la expresión concisa: la agudeza define la capacidad de
sondear relaciones y dar hondura a lo episódico, junto a la capacidad de
comprender con claridad los significados polivalentes. La ironía en literatura
es un recurso de impacto por el que el lenguaje crea efectos sorpresa o formula
críticas con benevolencia, evitando ridiculizar situaciones y personas,
mientras el mensaje adquiere definición de cauce. Por último, el ingenio
resalta el enfoque subjetivo, el pulso personal del yo singular cuando airea opiniones, enalteciendo
la libertad de pensamiento y la autoridad moral.
Tras la breve y acertada entrada de Pérez Antolín, que sugirió también el aserto
del título, Manuel Feria abre un capítulo de agradecimientos a quien
denomina, con cálida ternura, el “equipo médico habitual”. Es el cercano núcleo
que ha logrado dar un reconocible molde formal a cada paso del trayecto para
que la salida de imprenta alumbre hermosos ejemplares estéticos: las
ilustraciones de Antonio Mauro García “Fanega” (La Laguna, 1952) y el cuidado tratamiento
artesanal de la diseñadora y maquetadora Irene Antón. Fruto de esa sintonía estética común, la publicación Nidos en el aire enaltece el buen gusto y lo convierte en signo identitario.
Manuel Feria escribe “la
reflexión es un ave que anida en el aire”; por tanto está marcada por la
levedad y lo transitorio, por el tono menor de la introspección. No hay
certezas sólidas sino enfoques, efímeros indicios rasgando el horizonte, desperdigados por la superficie, finita y cambiante, del transitar
por lo cotidiano. Desde la confidencia, los textos, con su mínima plenitud, ponen cerco a la curiosidad y amplian la mirada a sujeto y entorno. En esa contemplación afectiva prevalecen dos itinerarios básicos: en el primero, se rastrea el
viaje interior sobre la existencia, capaz de discernir la complejidad del ser
humano: “Mi pasado se llama oscuridad. Mi futuro comparte el mismo nombre. Mi
existencia: un destello de luz imperceptible”. La otra veta esencial en el
laconismo de Manuel Feria es la percepción de la realidad, ese espacio abierto
que aglutina detalles y curiosidades; que sirve de geografía habitable a las relaciones con el otro, y que deja un cohesionado mensaje de emociones y pensamientos sobre la
convivencia.
A lo largo del tiempo, el compromiso con la realidad prodiga efectos sobre la conciencia y describen, con lenguaje sutil y delicado, la
experiencia existencial. Los
apuntes mínimos tantean el aire. Cambian de dirección, alientan el papel de la
búsqueda. Picotean: “Degustar los aforismos como beben las gallinas, levantando
la cabeza a cada sorbo” y buscan la razón de escritura que formule una breve
teórica de lo conciso: “Un aforismo nunca es una respuesta, pero siempre
debería ser una pregunta”; “Escribir no es mucho más que confesar una desazón”,
“Para no decir nada, verborrea, para decirlo todo, aforismos”.
Nidos
en el aire insiste en conceder a Manuel Feria el perfil de un solitario
conciso, alejado del engarzamiento generacional. Un aforista, pleno de intuiciones, que prefiere el
margen editorial y la ubicación a trasmano antes que la algarabía del redoble, con
presentaciones, encuentros con la crítica o entrevistas en medios digitales. Un autor reflexivo, dispuesto a que sus aforismos abran las aguas a nuevos hallazgos con inasequibles brazadas, con el musculoso impulso de la lucidez y el frescor incisivo del nadador de fondo.
JOSÉ LUIS MORANTE

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