miércoles, 26 de noviembre de 2025

MANUEL FERIA. NIDOS EN EL AIRE

Nidos en el aire
Manuel Feria
Prólogo de Manuel Pérez Antolín
Cubierta e ilustraciones interiores "Fanega"
Diseño y maquetación: Irene Antón Canalis
Autoedición en Gráficas Sabater
Canarias, 2025

 

NIDOS EN EL AIRE

  
  En 2023 buscaba sitio en la mesa de novedades literarias la antología El río de la perplejidad, primer balance de conjunto de la obra aforística de Manuel Feria (La Laguna, Tenerife, 1949). Era un muestreo altamente representativo, realizado por Javier Recas Bayón, el mejor teórico del minimalismo sapiencial en castellano. El estudioso apuntaba que el catedrático universitario de Farmacología y apasionado cultivador de la brevedad era un cultivador de madurez, por lo que sus fragmentos reflexivos compartían experiencia vital, sociología impregnada de un escepticismo benevolente y una perseverante claridad expresiva en la materia textual con frases directas, despojadas, de alcance inmediato. Así habían tomado vuelo las entregas Verlas venir (2015), En ascuas (2017) Diccionario imaginario de un irónico (2018) y Fe de vida (2023). A esas autoediciones se incorpora, casi en el cierre de año, Nidos en el aire (2025), un conjunto de aforismos prologado por Mario Pérez Antolín (Stuttgart,1964), un referente plural del género, como poeta, aforista y antólogo, con reconocimientos como el Premio Internacional Juan Gil-Albert de Escritura Aforística.
  La nota introductoria recuerda algunas constantes del autor canario: ”Agudeza, ingenio e ironía”. Son sustantivos de fuerte carga semántica en el panorama de la expresión concisa: la agudeza define la capacidad de sondear relaciones y dar hondura a lo episódico, junto a la capacidad de comprender con claridad los significados polivalentes. La ironía en literatura es un recurso de impacto por el que el lenguaje crea efectos sorpresa o formula críticas con benevolencia, evitando ridiculizar situaciones y personas, mientras el mensaje adquiere definición de cauce. Por último, el ingenio resalta el enfoque subjetivo, el pulso personal del yo singular cuando airea opiniones, enalteciendo la libertad de pensamiento y la autoridad moral.
   Tras la breve y acertada  entrada de Pérez Antolín, que sugirió también el aserto del título, Manuel Feria abre un capítulo de agradecimientos a quien denomina, con cálida ternura, el “equipo médico habitual”. Es el cercano núcleo que ha logrado dar un reconocible molde formal a cada paso del trayecto para que la salida de imprenta alumbre hermosos ejemplares estéticos: las ilustraciones de Antonio Mauro García “Fanega” (La Laguna, 1952) y el cuidado tratamiento artesanal de la diseñadora y maquetadora Irene Antón. Fruto de esa sintonía estética común, la publicación Nidos en el aire enaltece el buen gusto y lo convierte en signo identitario.
   Manuel Feria escribe “la reflexión es un ave que anida en el aire”; por tanto está marcada por la levedad y lo transitorio, por el tono menor de la introspección. No hay certezas sólidas sino enfoques, efímeros indicios rasgando el horizonte, desperdigados por la superficie, finita y cambiante, del transitar por lo cotidiano. Desde la confidencia, los textos, con su mínima plenitud, ponen cerco a la curiosidad y amplian la mirada a sujeto y entorno. En esa contemplación afectiva prevalecen dos itinerarios básicos: en el primero, se rastrea el viaje interior sobre la existencia, capaz de discernir la complejidad del ser humano: “Mi pasado se llama oscuridad. Mi futuro comparte el mismo nombre. Mi existencia: un destello de luz imperceptible”. La otra veta esencial en el laconismo de Manuel Feria es la percepción de la realidad, ese espacio abierto que aglutina detalles y curiosidades; que sirve de geografía habitable a las relaciones con el otro,  y que deja un cohesionado mensaje de emociones y pensamientos sobre la convivencia. 
  A lo largo del tiempo, el compromiso con la realidad prodiga efectos sobre la conciencia y describen, con lenguaje sutil y delicado, la experiencia existencial. Los apuntes mínimos tantean el aire. Cambian de dirección, alientan el papel de la búsqueda. Picotean: “Degustar los aforismos como beben las gallinas, levantando la cabeza a cada sorbo” y buscan la razón de escritura que formule una breve teórica de lo conciso: “Un aforismo nunca es una respuesta, pero siempre debería ser una pregunta”; “Escribir no es mucho más que confesar una desazón”, “Para no decir nada, verborrea, para decirlo todo, aforismos”.
   Nidos en el aire insiste en conceder a Manuel Feria el perfil de un solitario conciso, alejado del engarzamiento generacional. Un aforista, pleno de intuiciones, que prefiere el margen editorial y la ubicación a trasmano antes que la algarabía del redoble, con presentaciones, encuentros con la crítica o entrevistas en medios digitales. Un autor reflexivo, dispuesto a que sus aforismos abran las aguas a nuevos hallazgos con inasequibles brazadas, con el musculoso impulso de la lucidez y el frescor incisivo del nadador de fondo.

JOSÉ LUIS MORANTE






    



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