Mostrando entradas con la etiqueta Mario Pérez Antolín. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Mario Pérez Antolín. Mostrar todas las entradas

miércoles, 29 de diciembre de 2021

MARIO PÉREZ ANTOLÍN. CADA VEZ QUE MUERO

Cada vez que muero
Poesía reunida
Mario Pérez Antolín
Lastura Editorial
Colección Alcalima
Madrid, 2021


TRAYECTO CONTINUO


 
  En los últimos años, el largo camino aforístico de Mario Pérez Antolín (Stutgart, 1964) constituye un legado fuerte, definido como una de los enclaves centrales del laconismo filosófico. Los fragmentos literarios del escritor, asentado en Ávila, hilvanan una perspectiva de compromiso con la realidad, nacida desde la experiencia existencial y desde esa afinidad enérgica que impulsan campos del humanismo como la sociología, el pensar ético y el ecosistema político contemporáneo. Menos conocida para el lector común, la obra poética de Mario Pérez Antolín hacía necesario un balance escritural que ahora se asienta, tras el título Cada vez que muero (Poesía reunida) en la colección Alcalima de Lastura, que coordina y dirige la poeta Isabel Miguel.
   Sirven de pórtico a la cronología creadora del poeta, tres citas referenciales que aglutinan en sus autores el peso fuerte de la tradición. Son tres magisterios indeclinables: Blas de Otero, Fernando Pessoa y César Vallejo. Actúan como umbral de un extenso compendio textual que, desde el inicio, refuerzan la idea de complicidad entre las estrategias expresivas cultivadas por el escritor. La pulpa del poema se acerca al discurso fragmentado y en su venero argumental prevalecen la introspección indagatoria, el fragmento sociológico y la salpicadura ética. No son rasgos únicos; la poesía reunida permite conocer un material muy rico de estratos, donde se entremezclan memoria y evocación, las tensas vibraciones que generan lirismo, pensamiento y filosofía al definir temas universales como el amor, el deseo o la muerte: “Nadie podrá decirme ahora / quién fui o quién no he sido, / pues nadie sabe dónde están / los límites de la vida / y, menos, su sentido “.
  Mario Pérez Antolín desdeña cualquier convencionalismo gregario; abre su poética para que las palabras mantengan su piel elástica y generen diversidad.  Las características se yuxtaponen, sin imposiciones excluyentes. En el transcurso de Cada vez que muero hay poemas de aliento clásico, inspirados en la mitología y en la tradición de Grecia y Roma, en los que se revisan claves culturales conocidas: Neptuno, Palas Atenea, Eros y Cronos son protagonistas cálidos del poema que retornan para sembrar en el ahora la voz sabia de la meditación.
  Los poemas no se ajustan a la dirección marcada por las publicaciones. Se recordará que el escritor inició senda poética con la entrega Semántica secreta (2007). Prefiere el reajuste de un nuevo orden en el decurso lírico, De este modo, la primera parte “Háblame de mí” va dejando las huellas firmes del yo interior, hasta interpretar una autobiografía con secuencias dispersas. Ese alguien con aire de familia entre el escritor y el ser biográfico, aborda en el segundo apartado “Silencio antártico” la gelidez fosilizada del ocaso; el entorno se llena de grisura, siente en los talones la vibración extraña de la muerte y el cauce de la desolación borra por dentro cualquier atisbo de esperanza. Con frecuencia, para evitar el patetismo Mario Pérez Antolín recurre al monólogo dramático o a poemas más descriptivos, que focalizan personajes históricos capaces de ajustar un adecuado epílogo al cauce existencial.
  En el trazado de Cada vez que muero conviven las fluctuaciones argumentales. El poeta busca en el tercer apartado “Nada hay donde todo está” lo paradójico, esa conciliación de contrarios que integra itinerarios antagónicos en el discurrir. Los textos muestran la geometría variable de un entorno que expande incertidumbres y despierta las inclinaciones subjetivas de un pensamiento en vela. El destino es proclive al azar y en su textura duerme la hermética caligrafía de lo que no tiene respuestas. Así nace una metafísica de la incertidumbre, que apenas encuentra sistematización y forma: “Si existir consiste en enterrar a / los que bien pude ser y ya no fui, / morir es olvidar a este que soy / y abrir las tumbas de los que serán”. De ahí nace la sensación de que todo es especulación y mentira, espejismo mental que nunca expone al sol su verdadera naturaleza. Pero el pesimismo, tan cerca en su condición de un cierto nihilismo, cobijado bajo el árbol reflexivo de Cioran, guarda en sus pliegues un brote germinal: es el amor, que tapona grietas y enciende en su cansancio una mínima luz entre la sombra.  
   Mario Pérez Antolín integra su carta auroral Semántica secreta en el cuarto apartado; de este modo sus poemas más tempranos delimitan un diálogo de conocimiento con los demás; muestran vínculos directos con la fragmentaria voz del aforismo y su empeño de comprender la realidad, siempre proclive al trampantojo. Esta línea analítica prosigue en las composiciones de “Carta de marear en tu memoria” en las que el tiempo y sus efectos, siempre erosivos en nuestra condición fugaz y transitoria, marca algunos tramos del apartado, junto a un fuerte poso cultural. El yo afronta el destino con la incertidumbre de salir a un día de límites difusos en el que es preciso buscar un equilibrio emocional en la destilación del devenir.
   Más cerca de la geografía humana del poeta está la sexta sección “El amor nada más, el poder a veces”, que compone un mínimo testamento que deja hablar a solas a conciencia y entendimiento. No es ajena a esta fe de vida que dicta la voluntad el mimetismo de los lugares de paso, o las mutaciones de la identidad que convierten al yo en un personaje.
   El paisaje se hace presencia central en “El paisajista ciego”, ámbito en el que está presente el entorno geográfico y humano de Candeleda, localidad abulense en las laderas de la sierra de Gredos que limita ya con el hermoso paisaje de la Vera cacereña. Las pupilas reflejan espacios habitables para la meditación y el paseo. Describen las angosturas y relieves percibidos por los sentidos y que hacen de la contemplación una conciencia de temporalidad y cambio de ciclos. Una actitud contemplatoria que también está presente en “La voluntad carece de motivos” donde las composiciones, como sugiere el mismo autor, recuerdan fotogramas que buscan el dibujo final.
  Los apartados finales “De nadie”, inspirados en los versos de “Libre te quiero” de Agustín García Calvo que, con tanto acierto cantara Amancio Prada, entremezclan la mirada crítica, frente a una sociedad llena de asimetrías y crudeza, y el rumor fuerte de un pensamiento crepuscular, que ha hecho suyos la piel áspera de la decepción o el frío habitual de la derrota.  El reposo invita a la quietud: “Cae la nieve / sobre las cenizas tibias / del bosque quemado”
   El poeta coloca como cierre “Tres odas” resueltas con fragmentos versiculares que acercan el poema al texto ensayístico o la cadencia musical de una larga sinfonía. La escritura adensa su carga conceptual y su hermetismo, se enrosca en sí misma, busca imágenes de calado como si quisiera dibujar el incontenible fluir del pensamiento.     
   La reflexión está en la médula del trayecto poético de Mario Pérez Antolín; sus poemas velan el intimismo sentimental de ascendencia romántica para focalizar una pulsión indagatoria en el tiempo. Los versos ascienden por la conciencia, más próximos al pensamiento que al pulso emotivo del corazón. En ellos es esencial el tratamiento del lenguaje y el empleo de una dicción exacta, plena de textura semántica que compone un mosaico en movimiento, que hace del yo pensante un cúmulo de sensaciones, una confrontación abierta con lo indefinido.
 

JOSÉ LUIS MORANTE


 

    


miércoles, 5 de diciembre de 2018

MARIO PÉREZ ANTOLÍN. CRUDEZA

Crudeza
Mario Pérez Antolín
Ediciones Trea, Colección Aforismo
Gijón, 2018


BIFURCACIONES

  En el demorado trayecto aforístico de Mario Pérez Antolín (Stutgart, 1964), el cuarto andén comienza con un liminar de Vicente Verdú. La reflexión resulta chocante –casi todo el prólogo lo es- porque hilvana su interpretación del conjunto textual en torno a la fisiología. Comenta una incidencia escatológica de Josep Tarradellas. Verdú pone gases en aquel solemne “Ja sóc aquí”, que anunciaba el regreso. La coyuntura propicia unos párrafos sobre el aforismo como género de madurez. El decir breve aflora desde la experiencia existencial y la propulsión enérgica de un pensamiento curtido en el devenir. Como lector y crítico, soy consciente de que los prólogos suelen ser elementos complementarios y prescindibles. Y este lo es, así que no hay que demorar la entrada en los pensamientos del escritor para adquirir saberes entre lo mudable: “Mis aforismos son como miniaturas en un cajón inmenso”.
   Quienes hayan degustado la coherente cronología del poeta recordarán que sus textos enuncian un discurso fragmentado en el que prevalece el fragmento sociológico y la mirada ética. No son rasgos únicos, claro está, porque en toda compilación aforística el orden se gesta al paso, entrelazando lirismo, pensamiento y filosofía. Simplemente son características que se yuxtaponen, sin imposiciones excluyentes. En el transcurso de Crudeza retorna la revisión de un paréntesis histórico que se define por la desigualdad y dependencia de una economía global y concentrada en protagonistas invisibles y poderosos, que trazan las inadvertidas coordenadas de la actualidad.
  Los aforismos caminan en doble dirección; si por un lado se ajustan al decurso gregario de lo colectivo y a las insolaciones de la intemperie, por otro lado completa un recorrido inverso y va dejando sus huellas más firmes en los repliegues peraltados del yo interior, hasta componer una autobiografía, aunque asume que “toda comprensión es interpretativa, incluso la que se logra  entre el yo aparente y el yo mismo“. En ese relato de alguien, con aire de familia entre el escritor y el ser biográfico, sentidos y pensamiento son meros testigos: “Soy el que anota. Me limito a  observar, comprender y dejar constancia de lo cierto antes de que se tergiverse”.
  En el trazado conviven las fluctuaciones argumentales, aunque entre las cuatro secciones que integran Crudeza no existan itinerarios antagónicos. Los textos muestran las inclinaciones subjetivas de un pensamiento en vela en el que se agolpan las cicatrices más profundas, esos campos de análisis que requieren sistematización y forma: “En cada fase de la cognición se produce un distanciamiento de ida y vuelta: al generar la idea, al cartografiarla, al esquematizarla,  al exportarla, al detallarla y al compartirla con que, seguro, contribuirán a su degradación y mejora”.
   Mario Pérez Antolín sabe que el aforismo corre el riesgo de convertirse en un pensamiento especulativo, en una nube que se desvanece entre las brumas de lo etéreo, y que por ello tiene que exigirse un espacio fértil, de lindes convincentes, que delimiten y calen en el diálogo con los demás. Que lo transitorio y ocasional se apose, inicie vínculos directos con la inteligencia para comprender la realidad e inicie una singladura perdurable. Así llegan los aforismos de Crudeza, "desprendidos y aferrados. Con ganas de soltar y con ganas de agarrar. Que les sobre aunque les falte, y que les falte, aunque les sobre", un conjunto de pensamientos que erigen su refugio en la lucidez, que hacen de filosofía y poesía un refugio emocional para seguir caminando por la azarosa senda de lo temporal.


    

lunes, 19 de noviembre de 2018

JOSÉ LUIS TRULLO (Ed). FILI MEI: LOS AFORISTAS Y LA PATERNIDAD

FILI MEI
Los aforistas y la paternidad
José Luis Trullo (Ed)
Libros Al Albur
Sevilla, 2018


LOS AFORISTAS Y LA PATERNIDAD


   Cada papel social tiene su itinerario. Una ruta que sosiega el reloj y fortalece, como si fuera un tónico. Ayuda a encontrar sitio en la polis comunitaria. La ruta del padre ha estado transitada durante siglos por el privilegio. Desde los orígenes de la civilización occidental, la presencia paterna fue vértice e impulsora de la escala social y se subordinaron a su omnipotencia todos los integrantes del clan familiar.
  Como un Jano moldeado por el devenir, el sujeto padre vive en el ahora momentos de incertidumbre e indefinición, ya que el ser igualitario del siglo XXI impulsa otros modelos de familia; el padre y la paternidad han descendido escalones para equiparar singularidades, derechos y deberes con los demás componentes de la célula social. Al amparo de estas mutaciones del rol, el editor y aforista José Luis Trullo, impulsor de la colección Libros al Albur, ha seleccionado una decena de autores  contemporáneos, que lanza el dardo de sus textos a la diana argumental del motivo.
  En cita celebratoria que abre el pequeño volumen, G. Papini asocia el ser padre con el perfecto amor, el puro y desinteresado amor. Alguien que firma la hipoteca pendiente del dar mucho a cambio de nada, sabiendo que todo lo bueno que ocurra al hijo es bendición recibida por vía interpuesta. Frente a ese optimismo desplegado, el prólogo analiza el día laborable del sustantivo en las convulsiones acontecidas por la deriva individualista. La Modernidad ha dejado en la cartografia social una multitud de damnificados; todo es sombra y en ella los signos del padre se han diluido hasta ocupar una posición cuestionada y secundaria.
   De ese seísmo emocional se nutren los enunciados de los diez aforistas invitados.  Para todos ellos, el vínculo de la paternidad se aproxima a la fuente de sentido del existir. Provoca una metamorfosis íntima que obliga a replantearse el eje de coordenadas de lo personal y somete a una rara dependencia; difunde otra relación entre mundo y sujeto. Una vez producido el milagro de la vida, el yo se sitúa en un balcón frente a la incertidumbre, como si fuera espectador dispuesto a una representación escénica. Cuando comienza el crecimiento físico del hijo cambia el tono; lo subjetivo se pospone para establecer con el hijo un pacto de bifurcaciones y actitudes.
  Cada aforista aporta su experiencia sobre la paternidad y deja su visión desde las emociones primarias del ser hasta los estratos de madurez que, no pocas veces, conllevan independencia y decepción, declive y afectos condicionados por otras circunstancias. Leer a Jordi Doce, Elías Moro, Jesús Cotta, Luis Acebes, León Molina, Jesús Montiel, Juan Manuel Uría, José Luis Morante, Mario Pérez Antolín y Emilio López Medina es vislumbrar, con sobriedad inteligente, esa búsqueda del equilibrio entre las emociones y los resquicios de temporalidad y contingencia que abren sitio a lo imprevisible.
   La socorrida indefinición genérica del esquema verbal es evidente. Muchos enunciados son simples aportes reflexivos, sin la nitidez, el destello y el chispazo preciso del aforismo. Apenas recuerdos o pensamientos en torno a la idea, o fragmentos de un pensar autobiográfico. También hay algunos aforismos estupendos: "Su hijo es quien más se le parece, pero no sabe nada de él. Su hijo es quien más se le parece, pero no sabría reconocerlo" (Jordi Doce); "Tan solo me consuela un pensamiento, el tiempo que a mí se me escapa rumoroso fluye hacia ti" (León Molina); "El hombre con hijos es más vulnerable. Por eso tiene que ser más fuerte" (Jesús Cotta); "Espero que me recuerdes lo que fatalmente he ido olvidando" (Juan Manuel Uría); "En la mirada de mis hijas palpita la raiz de mi mundo" (Elías Moro); "Mis hijos me arrebatan el tiempo. Pero lo llenan de sentido" (Jesús Montiel); "Los hijos que no se ocupan de enterrar a sus padres, comienzan pronto a desnacer" (Mario Pérez Antolín); "Aquel que tiene hijos, ya no podrá esconderse de la vida. Este es quizás el precio más gravoso de la paternidad" (Emilio López Medina). 
   Ser padre es aceptar la conquista azarosa de la libertad, dejar al yo en otra vuelta del camino, al amparo del tiempo, buscar el aire límpido de la tarea cumplida y saber que la experiencia depara sabiduría y ternura. Es también la conclusión clarificadora de la gratitud. Nada más grato que la libertad de conciencia de la paternidad. 
  El encuentro se dilata hasta que los hijos se transforman en aves migratorias. Su estela entonces se hace creación, autobiografía y experimentación literaria. Y a ella se aplican los aforistas elegidos por José Luis Trullo. Saben, como María Zambrano, que ninguna injusticia podrá desterrar del alma esa ingenua confianza en la vida de quien fue guiado por la ternura de la paternidad en sus primeros pasos.




miércoles, 14 de marzo de 2018

HABITACIÓN CON VISTAS

Vistas 



HABITACIÓN CON VISTAS


Para Celsi Vera,
que pone en cada ventana un paisaje con sol.   


El egoísmo hace del yo apócope del nosotros. 



Tiene una memoria prodigiosa, capaz de hacer real una mentira.


 En el trasfondo del azar dormita un orden secreto, una simetría que pauta planteamiento, nudo y desenlace.


 La autobiografía convierte a otro en protagonista.


 Los minimalistas dogmáticos pueden confundir un haiku con un cantar de gesta.


 Los cementerios de coches abundan del retorcimiento manierista.


 El agónico vocacional tiene una visión cabizbaja de la realidad inmediata.


 Aforismo, un zumbido de avispas.


(De la antología Concisos)
.

miércoles, 7 de febrero de 2018

AFORISTAS CONTEMPORÁNEOS: CONCISOS

Concisos
Aforistas contemporáneos
Coordina
Mario Pérez Antolín
Prólogo de Carlos Aganzo
Editorial Cuadernos del Laberinto
Madrid, 2017

LA ANTOLOGÍA CONCISOS

   El decurso estético del aforismo ha adquirido en la cronología del presente una personalidad sólida y sorprendente. En él es parte irrenunciable la hibridez semántica que le confiere, si me permiten la expresión, un aspecto de sala polivalente. En su formulación cabe todo. Y es un error considerar cerrada su definición con rasgos únicos, simplemente las características se yuxtaponen sin imposiciones excluyentes. El aforismo no se acopla a un promagado cálculo de estructuras mentales; define una realidad heterogénea, cuya técnica exige insólita precisión, desnudez, intereses desplegados y mutables, intuiciones y hallazgos que lo liberen de la monserga ensayística. De esa depuración emana un concepto estético lapidario y una mirada ética.
  No es un género nuevo sino renovado. Estaba  en la memoria cultural de las principales civilizaciones y su pervivencia ha ganado entidad en el caminar del tiempo. Una mirada retrospectiva a la historiografía sitúa el aforismo en las civilizaciones mesopotámicas, India, China, el mundo grecolatino, la edad media, el Siglo de las Luces y como compañero de viaje de las primeras vanguardias… Parece como si el minúsculo contenido del aforismo protagonizara, con fervor indeclinable,  un periplo perenne por el planisferio cultural.
   Ahora, en este paréntesis digital que define el primer tramo del siglo XXI, estamos en un periodo de plenitud. La literatura abreviada es un corriente principal crecida que se enriquece, de inmediato, con las características singulares de los nuevos practicantes.
  La selección Concisos, una propuesta de aforistas españoles contemporáneos,  se configura desde la diversidad. dejo la relación nominal por orden alfabético: Miguel Ángel Arcas, rafael Argullol, Carmen Canet, Miguel Catalán, Antonio Colinas, Jordi Doce, Eliana Dukelsky, Raón Eder, Dionisia García, Sergio García Clemente, Ignacio Gómez de Liaño, Erika Martínez, León Molina, José Luis Morante, Manuel Neila, Andrés Neuman, Gemma Pellicer, Mario Pérez Antolín, Javier Sánchez Menéndez y Vicente Verdú.
  Su afortunado título es un acierto de Mario Pérez Antolín, el coordinador del proyecto y el verdadero impulsor de una inciativa que prolonga su deambular por el género en el que ha publicado las entregas Profaanación del poder o la más cruel de las certezas, que configuran un valioso cuerpo de pensamiento que entremezcla literatura y sociología, metafísica y estética bajo una factura sentenciosa que no elude lo digresivo y la profundidad. El aserto Concisos remite de inmediato al carácter conceptista del aforismo y su lejanía de lo ampuloso; también al destello de lucidez inteligente que adquiere en el buen fruto un carácter canónico. Los acogidos muestran una diferente sensibilidad estética que daría pie a indagar en los itinerarios creadores de cada autor. Queda claro, por tanto que no es una antología de tendencia sino que muestra un panorama heterogéneo en el que caben la reflexión filosófica, el apunte lírico, la expresividad lúdica, la vibración metaliteraria, el verbo crítico, la introspección existencial o la mirada sociológica, por citar algunos de los planos que conforman el espacio textual de Concisos.
  Con tantas definiciones válidas, me gusta pensar que en esas convergencias y divergencias cabe la propuesta de entender el aforismo como una novela de ideas, una ficción cuyo narrador omnisciente es la conciencia del sujeto que deja hablar a sus convicciones éticas y estéticas y cuyo argumento entrelaza interioridad y exterioridad y soporta un continuo amotinamiento de los elementos textuales. El carácter autónomo de cada texto concede al hilo argumental un rumbo imprevisible, como el vuelo tangencial de los copos de nieve.

   

miércoles, 18 de octubre de 2017

CONCISOS (ANTOLOGÍA DE AFORISTAS CONTEMPORÁNEOS)

Concisos.
 Aforistas españoles contemporáneos
Selección de
Mario Pérez Antolin
Prólogo de Carlos Aganzo
Editorial Cuadernos del Laberinto
Madrid, 2017

SELECCIÓN PROPIA


El egoísmo hace del yo apócope del nosotros.

Tiene una memoria prodigiosa, capaz de hacer real una mentira.

En el trasfondo del azar dormita un orden secreto, una simetría que pauta planteamiento, nudo y desenlace.

La autobiografía convierte a otro en protagonista.

Los minimalistas dogmáticos pueden confundir un haiku con un cantar de gesta.

Los cementerios de coches abundan del retorcimiento manierista.

Los viajes largos en los niños desperezan el pasmo; en los adultos, el cansancio.

El agónico vocacional tiene una visión cabizbaja de la realidad inmediata.

Cerca del mar todo se borra, salvo el silencio roto y el efecto emocional de la contemplación.

Aforismo, un zumbido de avispas.

(De  Concisos, antología de aforistas contemporáneos)









lunes, 18 de enero de 2016

MARIO PÉREZ ANTOLÍN. OSCURA LUCIDEZ

Oscura lucidez
Mario Pérez Antolín
Prólogo de Joan Subirats
Baile del Sol Ediciones, Colección Textos del Desorden
Tegeste, Tenerife, 2015 


RINCONES DE LA RAZÓN


   Resulta curioso que la contención expresiva del aforismo se haya convertido en los últimos años en incontinente fuerza creadora. En las estanterías del presente se multiplican títulos, nombres propios y colecciones monográficas. El impulso, creo yo, no proviene de un legado literario renovado, aunque magisterios centrales como Antonio Machado o Juan Ramón Jiménez escribieran aforismos, o aunque las greguerías de Ramón Gómez de la Serna desbrozaran sendas lúdicas a los recorridos habituales del texto breve. La copiosa floración actual obedece más bien a las cualidades de un entorno cambiante, a la pugna por esencializar el mensaje para una difusión más global en las redes sociales y al carácter fragmentario de lo real que se va renovando con paso inestable marcado por la intensidad de la urgencia. Es hora de mostrar en público los rincones de la razón.
  Mario Pérez Antolín (Backnang, Alemania, 1964) es Licenciado en Geografía y completó su formación universitaria con un máster en Ordenación del territorio y política ambiental, un campo formativo que ha dado pie  a aproximaciones, estudios y ensayos y a foros de debate donde tiene un activo protagonista. Su prisma creador es diverso; integra poesía, ensayo, colaboraciones en medios de comunicación y aforismos. Este último género ha propiciado las entregas Profanación del poder, con liminar del filósofo Eugenio Trías, la entrega La más cruel de las certezas y el volumen  Oscura lucidez. Entre estos pasos no hay fracturas; las compilaciones aforísticas comparten el diálogo indagatorio entre filosofía (el yo), sociología (los otros) y lenguaje (ese puente que une el trayecto continuo entre el ser y el estar). 
   Las líneas prologales de Joan Subirats nos dejan una definición relevante del género como labor asistemática que admite en sus costuras lirismo, reflexión, consecuencia moral o postulado político. Y un selfie del autor: una mezcla de poeta de la quintaesencia y de cirujano de lo superfluo. Sin duda, un atinado retrato que se mantiene en el curso del tiempo...Así pues, Mario Pérez Antolín enfoca el renglón aforístico con un criterio amplio, de puertas abiertas, que acoge cuestiones dispares y las huellas más profundad del ahora para convertir la escritura en realidad reflexiva. El escritor no es un esteta desubicado sino una retina con luz que comparte intrahistoria y necesidad colectiva con un lenguaje claro, conciso y esencial. Un ideario que extiende su semántica también a la poesía. En los diferentes apartados surge de cuando en cuando el poema, versos que buscan las transiciones que abren emociones e ideas. 
   El libro Oscura lucidez de Mario Pérez Antolín no busca una memoria compacta y orgánica sino una visión parcial del simple vivir. Así se va enunciando una sensibilidad, una conciencia interrogativa que trata de ubicarse en el cable tenso de una irreprochable coherencia. Pasos de un funambulista que aspira a comprender.   



miércoles, 11 de diciembre de 2013

MARIO PÉREZ ANTOLÍN. PERSPECTIVAS.

La más cruel de las certezas
Mario Pérez Antolín
Textos del Desorden, Baile del Sol
Tegeste, Tenerife, 2013
 

PERSPECTIVAS
 

   En su indefinición el aforismo acoge ingredientes heterodoxos que se mezclan como un material genérico. Son elementos compactos que fortalecen la práctica escritural y que podrían resumirse en tres itinerarios conceptuales: poesía, ética y filosofía. De esos componentes se nutre la aforística de Mario Pérez Antolín (Backnang, Alemania, 1964), poeta, ensayista y profesor. Ya en 2011 editó su primera colección de sentencias, Profanación del poder. Esta salida ampliaba la más convencional semántica del aforismo; el prólogo, firmado por Eugenio Trías, avalaba la inclinación a la incidencia reflexiva y a la escritura de pensamiento de un escritor que prefiere la disertación pautada al vuelo simple y despojado de la frase.
  El libro que aquí comento, La más cruel de las certezas, emplea en su desarrollo un muestrario temático que perfila secuencias de nuestro tiempo. El viaje interior –en el que deambula un sujeto concreto que nos permite asomarnos a los devaneos de lo confesional- se da la mano con el ser colectivo, con los contraluces de una sociedad aglutinadora de aciertos y desajustes. En las líneas introductorias, Victoria Camps asevera: “Un buen aforismo es la síntesis lograda de una idea que no precisa de ulterior desarrollo y que desvela la substancia de la autorreflexión”. Es una frase de corte perfecto que invita a entrar en las premisas estéticas de Mario Pérez Antolín para madurar despacio cada una de sus aseveraciones. Nada entorpece más la lectura aforística que el galope alocado de las ocurrencias al paso; por otra parte, la escueta talla del aforismo se lleva mal con oropeles retóricos.
  En el extenso páramo de la realidad es donde el buen aforista protagoniza sus incursiones más fértiles. Así sucede en  La más cruel de las certezas. Allí están los acontecimientos que jalonan cualquier existencia y que suelen aposentarse entre la emoción y el pensamiento, aunque las notas avancen en ese itinerario azaroso que eligen las nubes de lo cotidiano.
   Pérez Antolín halla abundantes estímulos en la sociología. Con innegable afán vindicativo, en un tiempo en el que la práctica de lo público parece un cenagal, el poeta alza  la voz y hace de la crítica una baliza disuasoria. El yo se exige a sí mismo coherencia y razones existenciales que vayan más allá del mero reconocimiento de fracturas y rumbos contradictorios; que propicien un convivir bajo una mayor claridad ética. No duda en situarse frente al espejo: “Por lo que se refiere a mis credenciales políticas me considero demasiado nietzscheano para ser de izquierdas y demasiado marxista para ser de derechas. Soy un polemista premeditadamente crítico y ambiguo”.
   La más cruel de las certezas muestra un dilatado espacio de intereses. En él dialogan “una poesía que piensa y una filosofía que emociona”. En su diversidad confraternizan una inquieta atención a los episodios del entorno, que siempre dejan entre las manos gotas de conocimiento y belleza, y esa mirada disconforme y porosa que cuestiona apariencias y otorga confianza al pensamiento. Mario Pérez Antolín nos deja sobre la mesa un libro inteligente empeñado en la búsqueda de la palabra exacta.