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sábado, 26 de enero de 2013

ITINERARIO DE CLARA JANÉS.


Compás de códigos en la poesía de Clara Janés
Mariarosa Scaramuzza Vidoni
Devenir, El Otro, Madrid, 2012

   La profesora Mariarosa Scaramuzza,  hispanista de reconocido prestigio por sus estudios de literatura española, con especial dedicación a Miguel de Cervantes, difusora en la universidad de Milán del español como segunda lengua, y directora de la revista Tintas, aborda en esta monografía el devenir lírico de Clara Janés (Barcelona, 1940). Sus diferentes ensayos sobre la escritora, perciben las sucesivas entregas como una cosmovisión dinámica, en la que encuentra definición un lenguaje personal. Comienza Compás de códigos en la poesía de Clara Janés con las notas caracteriales del ambiente familiar. En él se potencia desde la infancia una sensibilidad artística, que se fortalece en la primera juventud con la lectura de clásicos y los estudios universitarios. Así se va gestando una estética, también moldeada por la contingencia existencial.
   Existir implica percibir nuestra condición transitoria y temporal, una idea que halla acomodo en la carta de presentación, Las estrellas vencidas, y que seguirá vigente en pasos posteriores. Otro momento determinante en el rumbo poético de Clara Janés es la lectura y traducción del poeta checo Vladimir Holan, a quien debe  una visión trágica del ser individual contemporáneo. La obra de Holan resuena en el acercamiento a otros poetas del misterio como Rilke y T. S Eliot. Pero cualquier periplo creador busca ensanches nuevos, mutaciones en las que se incorporan recursos expresivos y variantes teáticas; en una vocación tan fecunda como la estudiada cada momento escritural  encuentra matices que lo singularizan y enfocan otras preocupaciones, como lo metapoético. La reflexión sobre el sentido de la palabra poética dota a muchos poemas de Clara Janés de núcleos generativos basados en el ritmo, la melodía – que en no pocas ocasiones se debe a experiencias sensoriales de su infancia- y el sentido de conocimiento que las palabras tienen para dar identidad.
  La dimensión janesiana tiene una vertiente icónica en su práctica de la poesía visual, una escritura en libertad que vincula la expresión formal a la participación activa de un lector capaz de descifrar claves simbólicas.
  Con decir ameno, Mariarosa Scaramuzza dibuja una documentada geografía poética de Clara Janés, cuya lírica optó desde sus entregas iniciales por el recorrido en solitario, desconectada de grupos de abrigo y etiquetas generacionales. Las fases de escritura se suceden con un objetivo común: la búsqueda de una palabra originaria, capaz de expresar la dimensión interior del yo; los versos conceden fluidez al cauce por el que discurren las aguas profundas de la conciencia. Como escribiese María del Pilar Palomo, en Clara Janés “el afán de escribir es lo mismo que el afán de ser”     

domingo, 13 de mayo de 2012

RICARDO RUIZ. DERROTAS.

Los vencidos
Ricardo Ruiz
Devenir, poesía, Madrid, 2012

   Una enumeración caótica sirve de pórtico al libro Los vencidos, quinto poemario de Ricardo Ruiz (Burgos, 1963). El poema, de tono desasosegado y crepuscular, concluye con este verso : ”Los vencidos conservan la dignidad de la derrota”. Así pues el único trofeo de quien lo ha perdido todo es la coherencia personal, el hecho de contemplarse en el azogue de los espejo sin tener que cerrar los párpados. Queda la coherencia, el mantenimiento intacto de una identidad que ha sobrevivido a lo contingente, en ese largo recorrido que se extiende entre la aurora y el crepúsculo.
   El yo poemático se sitúa en el último tramo del camino y con el sosiego manso del que no aguarda nada hace recuento de las pérdidas. El mapa de tiempo se despliega para exhibir las coordenadas donde se hacen más evidentes los estragos.
    Las metáforas se acumulan para reforzar la semántica del deterioro en una escritura, seca y austera, cercana al patetismo, que prefiere el paso reflexivo de la prosa al son reiterativo de cualquier cadencia métrica.   Toda la serie inicial de “los vencidos” comparte un aparente matiz autobiográfico; el dolor se hace verosímil porque es el dolor propio, el que nos acompaña bajo el paraguas negro del fracaso, sin que el devenir existencial alcance metas justificatorias.
   La segunda parte “Estoy ayer” hace suya la tinta de la memoria, amalgama recuerdos recuperando un baúl vivencial retrospectivo, escrito con la tinta desvaída de la memoria. El poema se adelgaza, busca la fuerza comunicativa de un pensamiento cerrado, casi en clave aforística, como si este fuera el método más idóneo para describir la decepción. Una y otra vez se expanden términos cuya semántica tiene un claro matiz invernal. Sólo la infancia representa el lugar de la esperanza, mientras que el ahora se ha convertido en un enclave de melancolía, como si el sujeto verbal consumiera un plazo vital con fecha de caducidad: “Todo llega para irse. / El sudor de los cristales. / La semilla de la nieve. / El claxon del amanecer. / Las bragas de la noche. / La seda de los muslos. / La piel de las olas. / Los pulmones del mar. / Todo llega para irse ". 
   Ricardo Ruiz, en su poemario Los vencidos excluye el espejismo complaciente del futuro que deja ante los ojos un estático paisaje habitable. El desenlace poemático no invita al optimismo sino a comprobar que una caricia en una piel de invierno tiene un tacto rugoso, como helada tristeza. Queda el pasado y queda entre los dedos la aceptación de un destino personal que concluye en un andén vacío, donde toman el tren aquellos pasajeros que se marchan hacia ninguna parte.