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Sanatorio de la Barranca (Navacerrada, Madrid) |
PABELLÓN DE INTERNOS
Regreso al Pabellón de internos. Una fila de adelfas sobresale de su alambrada hostil. Dentro no cambia nada. Los internos deambulan dubitativos, mirando mi presencia con desconfianza. Después se aproximan; me piden euros y tabaco y premian la generosidad con confidencias. Alguien, susurran, empujó al celador en la escalera central; hubo suerte, aunque sobrevivió se fracturó la cadera y estará lejos varios meses. En la tapia de entrada, siguen juntas las dos sillas de plástico que miran la avenida.
Cuentos diminutos
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