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Grieta Natalia Litvinova Prólogo de Juan Carlos Mestre Amargord Ediciones, Madrid, 2014 |
EN LAS CORNISAS
En el transcurrir literario de Natalia Litvinova (Gómel, Bielorrusia,
1986) conviven dos compromisos
complementarios: la traducción al castellano de poetas rusos – desde los diez
años la escritora reside en Argentina- y una dedicación sostenida a la
lírica que ahora se enriquece con el libro Grieta,
que ve la luz en el sello madrileño de Amargord. La entrega cuenta con un breve
umbral de Juan Carlos Mestre, un texto pleno de simbolismo onírico, muy alejado del
renglón didáctico y del análisis crítico del prologuista habitual.
Esta salida aglutina, junto a los poemas que estructuran el libro, dos series ya editadas: “Cartas de
la locura”, apartado de cuatro composiciones con desarrollo orgánico que celebra el amor y la ausencia, y “Balbuceo de la noche” una plaquette ya
traducida al francés sobre la soledad y la extrañeza.
Grieta se abre con una sugerente cita de Athos Dimulá: “Es también
la realidad una grieta en el sueño”. El paratexto puede servir también de indicio
estético sobre la mirada escritural de Natalia Litvinova: existimos en la
indefinición, en ese territorio ambiguo y neutral que se expande entre vigilia y sueño, en una incertidumbre que
hace de la razón temporal inquieta espera; un acto de conciencia y voluntad.
Las palabras nombran el devenir, postulan una cronología que acoge el
tránsito de lo cotidiano, una herida abierta en la que siempre está presente la
pérdida y la erosión, ese renacer continuo de la herida y la cicatriz.
Así lo manifiesta el poema “Una sonrisa sin dolor”: “Aquel día tropecé en el
bosque. / Las flores me abrieron heridas. / Mis manos parecían tulipanes rojos.
/ Entonces comprendí. / No pertenezco al mundo sino a la caída /… ”.
El acontecer y su pleno sentido en el ser del hablante lírico
es el núcleo temático central del poemario. De él se van formulando con
silenciosa precisión las preguntas claves, la necesidad de frenar el
tiempo, el viaje y los regresos, la
necesidad del amor y el hospitalario cobijo de los sentimientos, o la razón de
vuelo de las palabras: “Si el silencio
cambia / de idioma todos los días, / y hablar es entregarse / a la victoria y la pobreza /
con el mismo gesto. / ¿Por qué palabras? /
¿Y para qué la boca?”.
Breves e indagatorios, los poemas de Grieta
recorren un largo viaje introspectivo que concilia pensamiento y sentir,
buscan “cornisas donde caminar al borde del abismo”, establecen relaciones con
el entorno en el que se mueve el sujeto poético y dejan constancia del fugaz
desembarco de las sensaciones. Palabras repletas de belleza sobre la indecisa
caligrafía del tiempo, esos hilos de luz que se van desgajando entre las
sombras.