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viernes, 2 de enero de 2015

NATALIA LITVINOVA. GRIETA

Grieta
Natalia Litvinova
Prólogo de Juan Carlos Mestre
Amargord Ediciones, Madrid, 2014
EN LAS CORNISAS
 
  En el transcurrir literario de Natalia Litvinova (Gómel, Bielorrusia, 1986) conviven dos  compromisos complementarios: la traducción al castellano de poetas rusos – desde los diez años la escritora reside en Argentina- y una dedicación sostenida a la lírica que ahora se enriquece con el libro Grieta, que ve la luz en el sello madrileño de Amargord. La entrega cuenta con un breve umbral de Juan Carlos Mestre, un texto pleno de simbolismo onírico, muy alejado del renglón didáctico y del análisis crítico del prologuista habitual.
   Esta salida aglutina, junto a los poemas que estructuran el libro, dos series ya editadas: “Cartas de la locura”, apartado de cuatro composiciones con desarrollo orgánico que celebra el amor y la ausencia, y “Balbuceo de la noche” una plaquette ya traducida al francés sobre la soledad y la extrañeza.
   Grieta se abre con una sugerente cita de Athos Dimulá: “Es también la realidad una grieta en el sueño”. El paratexto puede servir también de indicio estético sobre la mirada escritural de Natalia Litvinova: existimos en la indefinición, en ese territorio ambiguo y neutral que se expande entre  vigilia y sueño, en una incertidumbre que hace de la razón temporal inquieta espera; un acto de conciencia y voluntad.
   Las palabras nombran el devenir, postulan una cronología que acoge el tránsito de lo cotidiano, una herida abierta en la que siempre está presente la pérdida y la erosión, ese renacer continuo de la herida y la cicatriz. Así lo manifiesta el poema “Una sonrisa sin dolor”: “Aquel día tropecé en el bosque. / Las flores me abrieron heridas. / Mis manos parecían tulipanes rojos. / Entonces comprendí. / No pertenezco al mundo sino a la caída /… ”.
   El acontecer y su pleno sentido en el ser del hablante lírico es el núcleo temático central del poemario. De él se van formulando con silenciosa precisión las preguntas claves, la necesidad de frenar el tiempo,  el viaje y los regresos, la necesidad del amor y el hospitalario cobijo de los sentimientos, o la razón de vuelo de las palabras: “Si el silencio  cambia / de idioma todos los días, / y hablar  es entregarse / a la victoria y la pobreza / con el mismo gesto. / ¿Por qué palabras? /  ¿Y para qué la boca?”.
   Breves e indagatorios, los poemas de Grieta recorren un largo viaje introspectivo que concilia pensamiento y sentir, buscan “cornisas donde caminar al borde del abismo”, establecen relaciones con el entorno en el que se mueve el sujeto poético y dejan constancia del fugaz desembarco de las sensaciones. Palabras repletas de belleza sobre la indecisa caligrafía del tiempo, esos hilos de luz que se van desgajando entre las sombras.