Una conversación con José Luis Morante
Antonio Gutiérrez
Turrión
Hace casi tres décadas preparé
el libro Apuntes de supervivencia, un
breve estudio crítico sobre la lírica de José Luis Morante, con una selección
de poemas. Desde entonces el poeta abulense, nacido en El Bohodón en 1956, ha recorrido un trayecto
que abarca una docena de poemarios –alguno reconocido con premios como el Luis Cernuda,
el Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz o el Hermanos
Argensola-, un libro de entrevistas, Palabras
adentro, una compilación de ensayos, Protagonistas
y secundarios, el diario Reencuentros
y algunas ediciones de autores como
Joan Margarit o Luis Felipe Comendador. Es además un activista cultural en
Rivas donde ejerce como profesor en un instituto. Hablamos, mientras suena un
viejo disco de Charlie Parker. El jazz es el mejor fondo sonoro.
P.- ¿Cómo recuerdas tus primeros
pasos en el traslado desde el mundo de la lectura al mundo de la escritura?
R.- Los inviernos de la infancia
eran largos y tediosos, así que pronto busqué en la lectura un refugio
complaciente. Del tebeo pasé a los libros de un cineclub municipal y de allí a
la biblioteca del internado en Ávila. Fue en los años de mi bachillerato en Ávila,
en plena adolescencia, cuando comencé a escribir. Muchas poesías sobrevivieron
durante años, hasta que las quemé. Eran crónicas sentimentales sin ningún valor.
P.-Se te considera un gran lector
y conocedor de la literatura actual. ¿En qué medida sientes que te pesa la
carga de la lectura a la hora de crear? ¿Sientes dificultades para
desengancharte de este peso?
R.- No creo en el escritor
analfabeto, así que la lectura es una obligación general. Durante años he
compartido autores actuales y clásicos y eso ha originado que sea la biblioteca
el reducto natural de mis horas. No creo que nadie pueda liberarse de las
influencias, la tradición es un camino continuo donde todos acumulamos pasos. Es
mejor caminar por sendas abiertas que despeñarse.
P.- ¿Cómo encaras la construcción
de un poema? ¿Puedes mostrarlo con un poema concreto?
R.- Suele asociarse mi poesía con
esa corriente que postula un realismo narrativo. A mí no me disgusta la
etiqueta, aunque sea una mera construcción conceptual. Entiendo el poema como
un relato mínimo que acoge un cauce argumental. Por eso tiene tanta importancia
el verso de cierre. Muchos de mis poemas se acogen a ese formato. Cualquier texto
de Un país lejano, o Largo recorrido, ilustraría ese modo de entender el poema.
P.- ¿Y la construcción de un
libro de poemas?
R.- Casi siempre hay un hilo
conductor en el que las piezas autónomas se van yuxtaponiendo buscando un
sentido más amplio. Incluso en Un país
lejano sobrevive la idea del libro unitario, a pesar de la aparente
diversidad de argumentos. Prefiero que los poemas creen un clima emocional.
P.- Qué te parece de la
proliferación de escritores? ¿En el mundillo literario son todos los que están
y están todos los que son?
R.- Somos demasiados. Hay una
evidente superpoblación en todos los géneros porque editar no es difícil. Otro
asunto sería hablar de la distribución de lo publicado. Pero aparecen multitud
de premios municipales, provinciales, autonómicos… junto a las editoriales de
siempre que sólo apuestan a caballo ganador. Hay un afán desmesurado por el titular de prensa y por recibir la
confirmación oficial de los suplementos de los grandes periódicos nacionales.
Que hablen de ti en Babelia parece
mostrarse como una herida de guerra. El estar se prefiere al ser y además hay
una cadena de favores que mitifica esa crítica de urgencia.
¿Hay focos literarios en
España? ¿Es real la influencia de Madrid y Barcelona y la de los medios de
comunicación?
R.- Si hay agrupaciones,
pandillas, mafias, amistades… como en cualquier otra actividad; la literatura
se escribe por sujetos, ciudadanos que se mueven por afinidades y disidencias y
lógicamente donde más abundan es en los polos demográficos más concurridos:
Barcelona y Madrid. En ambas ciudades se
concentran editoriales e instituciones culturales y, por tanto, la actividad
literaria es más intensa y suele tener más eco en los medios.
P.- ¿Hay una “literatura
alternativa”?
R.- Hay escritores que cuando se
miran al espejo se sienten al margen. Pero ese sentimiento a veces es puro
espejismo. Conozco a un autor reseñado en ABC,
El mundo y El país, que se queja, con frecuencia, de la escasa repercusión de
sus libros. Lo mismo sucede con los malditos, con los contraculturales… en un
lejano congreso en Vitoria me criticaron duramente por coordinar una revista
subvencionada por un ayuntamiento; al acabar la charla los mismos que me
criticaban se acercaron a ofrecerme sus poemas para el número siguiente de la
revista. Y eso me ha pasado también en Huelva, Moguer, o Rivas…los marginados
sueñan con vestirse poéticamente en El
Corte inglés.
P.- El universo poético de Joan
Margarit demuestra la importancia de la biografía en la creación. En concreto,
¿una buena obra literaria tiene que estar sostenida por una biografía
“interesante”?
R.- Creo que sería bueno precisar
qué es una biografía interesante. Si entendemos por interesante la acumulación
de peripecias y situaciones límite, la vida de una prostituta, de un
mercenario, de un emigrante, de un alcohólico terminal o de una becaria del
Erasmus, tiene más posibilidades de ser motivo de escritura que la de un padre
de familia sometido a un horario funcionarial. A mí esa teoría no me parece
acertada. La poesía tiene más que ver con la biografía interior. La literatura
es literatura y la existencia es otra cosa; puede que existan conexiones o
puede que no. No hay una fórmula única para el poema. En cuanto a Joan Margarit, a quien dediqué mi estudio crítico Arquitecturas de la memoria que Cátedra
tuvo la amabilidad de publicarme en su colección Letras Hispánicas, sí hay un
peso específico de lo biográfico, pero Joana
es un libro de poemas no el acta notarial de una muerte anunciada. El poema en primera persona busca verosimilitud; no hay que confundir el
escritor con el sujeto que habla en el poema. Un buen poema está habitado por
muchas voces.
P.- ¿Hacia dónde puede romper la
literatura poética del inmediato futuro?
R.- Si nos atenemos a
recuperaciones de nombres, a premios literarios de postín y a novedades de
voces emergentes, parece que hay un cierto cansancio del realismo y una
sintonía con resquicios del surrealismo. Pero cada lector debe ser capaz de
buscar en el escaparate de novedades y emitir sus propios juicios. El reseñista
está bien, como pasa con el cronista de fútbol; es mejor ver el partido en la
grada: que no te cuenten por donde camina la literatura, descúbrelo tú mismo.
P.-¿Hasta qué punto tiene que ser
distinta la aproximación a la realidad que realiza la poesía de la que realiza
la persona “normal” en su discurrir diario?
R.- No percibo ese desdoble. El
poeta y el ciudadano tienen los mismos sentidos, el mismo tejido sentimental y
un enfoque semejante de la realidad. El poeta no es un ectoplasma, aunque es
cierto que algún crítico actúa como un verdadero fantasma (No hace falta que
ponga nombres propios: el sujeto sabe quién es porque nunca aparece en el
espejo.
P.- Ese comentario parece tener
un sentido en clave, ¿es una venganza?
R.- Claro, es echar un poco de
leña al fuego. Un fuego que durante muchos años me pareció cálido e iluminador
y ahora me parece un ejercicio de pirómano sin más mérito que hacer daño en los
campos cercanos. Así que he decidido apagarlo con alguna meada.
P.- ¿Hay mal ambiente en la
literatura?
R.- Depende el punto cardinal que
contemples; mis mejores amigos son poetas, comparten mis alegrías, son
solidarios y alguno, como Luis Felipe Comendador, me edita y dedica parte de su
economía a recoger mis anotaciones de lo cotidiano y a ofrecerme sus
colecciones para mis inéditos. Su generosidad está fuera de toda duda. Como la
de Josune García, Emilio Pascual, o Sergio Gaspar. Durante la década que coordiné Prima
Littera recibí muchas colaboraciones y un notable apoyo personal y
literario. Como en otras actividades, hay de todo, pero yo estoy muy contento
con el elemento humano de la escritura.
P.- ¿Qué proyectos ocupan tu mesa
actualmente?
R.- En febrero de 2007 apareció
mi diario Reencuentros y algunos
párrafos tenían claras similitudes con el aforismo y los epigramas. Así que
estoy escribiendo algunos aforismos y al mismo tiempo preparo una antología de
poesía contemporánea. Lo que hago cada vez menos es escribir reseñas; es un
trabajo muy ingrato que requiere muchas horas de tiempo y prefiero releer.
P.- ¿No hay excesivas antologías
en el mercado?
R.- Una antología es una
introspección de etapa. En ella se percibe el estado de salud de un periodo,
aunque el diagnóstico puede ser equivocado. Al realizar mi antología soy
optimista: vivimos años saludables; sólo los agoreros vislumbras años negros.
P.-¿Tienes preparado algún nuevo
libro de poesía?
R.- No; cada vez escribo poemas
con más lentitud aunque cuando concluyo el poema recibo una alegría de primer
orden.
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