![]() |
Motivos personales José Luis Morante Ediciones de la Isla de Siltolá Sevilla, 2015 |
MOTIVOS PERSONALES
Antonio Gutiérrez Turrión
Blog "Desde mi terraza"
9 de septiembre de 2015
El mundo de
los géneros literarios se agita, se revuelve, se acomoda, se pone al día, se
mira y se vuelve a reconocer en lo antiguo…
Al final, tranquilidad y sosiego, que todo vuelve a su cauce: todo es
pensamiento y palabra, curiosidad y deseos de satisfacerla, parada y vista al
frente. Tal vez para descubrir que el horizonte es siempre horizonte porque no
nos deja llegar hasta él (valga ya como aforismo).
Parece que,
en estos últimos tiempos, el mundo del aforismo recobra vigor y se alza como
expresión preferida por muchos creadores. Otros, si no han dejado recopilación,
lo harán más adelante, pues casi todos han hollado ese camino, aunque sea de
manera esporádica y espaciada. De manera que casi podríamos decir que se trata
de ocupación trasversal y de formato común. Luego, algún día, el cajón contiene
los suficientes pensamientos comprimidos como para pensar en darles formato
unificado, en separarlos acaso por temas, en someterlos a un proceso de
selección y en darlos a la imprenta. Un buen estudio sociológico nos daría
claves certeras acerca del éxito del aforismo en este mundo agitado de
comienzos del siglo veintiuno. Yo intuyo algunas razones y no me importaría
exponerlas en formato más extenso.
No resulta sencillo, ni siquiera a estas
alturas, concretar con exactitud el significado de la palabra aforismo, pues la familia de sus
allegados es larga y profusa: sentencia, proverbio, adagio, apotegma, axioma,
pensamiento, máxima, dicha, refrán… Pero podríamos dejar esto para contextos
técnicos y para “negocios de particular juicio”.
En varias
ocasiones intenta el autor una definición de aforismo desde la misma plataforma del aforismo, y habrá que
entender que es aquella a la que él atiende en la construcción de los mismos.
Lo hace, si mi recuento no falla, en las páginas 68,6; 81,1: 83,4; 91,6. Copio
solo el último ejemplo: “Los aforismos son textos avaros, que racanean en la
argumentación”. 91,6.
Dicen los
cánones que el aforismo debe compendiar brevedad, doctrina y propuesta de
reflexión o de actuación. Ahí es nada: abstracción para universalizar, ni un
solo dispendio formal, y encima incitación al lector para que se conmueva,
piense y decida. Vaya un ejercicio de forma y contenido. Por eso tal vez se
trate de un ejercicio arriesgado y que bordea y conjuga lo sublime con lo inane
y hasta lo mostrenco. Cuidado con ese peligro.
En ese
ejercicio se mueve Morante y creo que casi siempre salta el obstáculo que se le
ofrece hasta conseguir volver a colocar el listón para un nuevo ejercicio.
La brevedad
formal no solo se consigue, y la consigue, con criterios lineales, sino con el
dominio, el conocimiento y el trabajo de la frase y de sus elementos
esenciales; y hasta con el dominio de la puntuación, que, para este ejercicio
creador, resulta absolutamente fundamental, pues un solo cambio y olvido
remueve totalmente el sentido del aforismo.
La doctrina o
reflexión mana con naturalidad de la personalidad del autor, de su conciencia,
de su formación, de su conducta vital. Un aforismo con fuerza puede surgir por
casualidad; varios no, nunca; y el escritor natural de aforismos es el que ha
defendido siempre “Que el poema tenga siempre un hueco para la razón”, pg.
64,1. O aquel otro pensamiento: “El peso de la edad encorva hacia el
moralismo”, pg. 78,5. El snob de turno lo que tiene que hacer es asomarse a la
ventana, contemplar, aprender, serenarse…; y luego ya después…
Y esa
proposición como regla de actuación que se esconde en el aforismo, esa
propuesta de deducción, ese planteamiento en escorzo, ese amago… poco es si no
propone una reacción de asentimiento o de disentimiento en el lector. Por eso,
tal vez, sea tan importante el campo de reflexión en el que se asienta el
aforismo. Porque, si toda lectura termina siendo un diálogo entre el creador y
el lector, acaso en el mundo del aforismo este intercambio es más intenso por
repetido y continuo, casi por apabullamiento, pues, cuando has terminado de
dejarte cegar por uno, ya te está esperando el siguiente.
José Luis
Morante acude, de manera natural, a la reflexión acerca del mundo de la
literatura en un tanto por ciento muy elevado de sus aforismos. Es su ambiente,
su estado básico, el contexto en el que se relaja y en el que anda gozosamente
perdido. Y digo “el mundo literario”, con todas sus variantes, no solo la de la
creación estricta. Hay en este libro de aforismos toda una teoría y una manera
de pensar acerca de la creación, de los concursos, del mundo editorial, de las
lecturas…
No le cuesta
a Morante apoyarse en otros autores para refrendar pensamientos con los que
está de acuerdo. Le honra el hecho y ayuda esto a conocer mejor su estirpe
literaria y su camino de pensamiento. Después aparecen asuntos diversos,
aspectos de la vida sobre los que echar el cuarto a espadas y otra serie de
consideraciones de forma y de contenido. Pero este desmenuzamiento ya no cabe
en pocas líneas.
Siempre se ha
basado la poesía de José Luis Morante en un poso de pensamiento, a veces
demasiado visible, lo que no quiere decir que yo personalmente no me alegre de
ello. Este libro de aforismos me parece un paso absolutamente normal y natural
en el proceso de su creación. Seguro que habrá más entregas. Nosotros las
podremos desmenuzar en sus ingredientes. De momento, estos “Motivos personales” pasan a formar
parte de los motivos personales de cada uno de los lectores. Al menos de los
míos.