Los televisores repiten las imágenes del jugador argentino Leo Messi recibiendo el balón de oro. El trofeo certifica que es el mejor jugador del mundo en 2010. Lo agradece con torpeza, con un vocabulario titubeante que afirma con claridad que prefiere expresarse con los pies y a ser posible en el área pequeña; después posa con timidez para la enésima instantánea de portada.
Comparto la justicia de la concesión, pero hubiese preferido que el reconocimiento fuera para Xavi Hernández. Tiene una personalidad proclive a la mitología.
El físico de Xavi es humilde, carece de solidez muscular, tiene una estatura mediana y no se deslumbra por ninguna cualidad sobresaliente; es un compendio de cualidades medias, salvo en la excepción: su inteligencia es la del superdotado.
Hace algunos meses, el novelista extremeño Eugenio Fuentes, creador del detective privado Ricardo Cupido, homenajeaba al tour en su novela Contrarreloj. En ella los protagonistas principales eran corredores del pelotón, gregarios empeñados en cruzar la meta tarde porque su máxima fijación es pedalear contra si mismos.
La edad de Xavi impide (es más que una hipótesis razonable) que en el futuro vuelva a optar al premio porque lo sucedido este año sobre el césped es irrepetible y los candidatos serán Cristiano Ronaldo y Messi (de nuevo); pero el papel de Xavi es patrimonio de todos. Como Raúl, otro personaje para la historia doméstica de los aficionados, merece convertirse en un personaje literario. Se busca escritor; el argumento espera.
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