lunes, 3 de octubre de 2011

JAVIER LOSTALÉ. LUGAR HERIDO

Tormenta transparente
Javier Lostalé
Calambur, Madrid, 2010.

Aunque la poesía de Javier Lostalé (Madrid, 1942)  aparece a principios de los años setenta, al ser incluida por Antonio Prieto en la muestra Espejo del amor y de la muerte, el largo silencio posterior y la intermitencia de sus entregas ha difuminado su quehacer creativo frente a la resonante trayectoria de compañeros generacionales como Luis Alberto de Cuenca y Luis Antonio de Villena.
La editorial Calambur recupera toda su obra en el volumen La rosa inclinada, editado en 2002. Ese título permite percibir los rasgos diferenciales de una propuesta estética en la que pueden hallarse afinidades con la lírica amorosa de Vicente Aleixandre ( de quien Lostalé preparó la compilación Antología del mar y la noche), el mundo del grupo Cántico y con algunas voces del medio siglo, como Antonio Gamoneda,  José Ángel Valente y Francisco Brines.
Concebido como un texto meditativo sobre el impulso amoroso, Tormenta transparente es un conjunto de treinta y tres composiciones que tienen como punto de salida un poema homónimo en el que se traza una síntesis sobre el desarrollo argumental del libro. La tormenta no es sino la convulsión que experimenta el sujeto con las fuertes vivencias interiores, el conflicto anímico que modifica el discurrir del tiempo; el sustantivo parece contraponerse a “transparente”, un adjetivo auroral, diáfano, dispuesto al goce de lo sensorial.
La cita de Jules Renard – “He construido castillos en el aire tan hermosos que me conformo con las ruinas”- traza una perspectiva en pasado; la voz poemática, siempre en primera persona, no habla en presente de su encuentro con la otredad; se consumieron los días de plenitud e idealismo. La palabra se instala en el después, cuando son evidentes los indicios del desgaste. Se habla desde la memoria, desde la conciencia de un recuerdo marcado por la temporalidad que forma parte de un paisaje de niebla.
El deseo concreta un itinerario hacia otra sensibilidad, marca pasos en un camino de búsqueda que avanza a tientas y está lleno de interrogaciones. Pero su recorrido es luz y poco a poco depara conocimiento. Amar es conocer, enhebrar sensaciones, acercarse a los perfiles que nos rodean con un estado de ánimo dispuesto a escuchar los latidos.
En el avance del libro hallamos algunos poemas celebratorios donde el deseo se concreta y llega a puerto. Pero predominan los que dejan constancia de la pérdida y dan fe de lo vivido. Asistimos a una sucesiva hilazón de imágenes en las que un corazón se refleja con los ojos vueltos hacia sí mismo y acepta su destino: “Soy la memoria sin ti/ de todo lo que me fuiste creando,/ el lugar herido de tus pasos;/ por eso crece en mi sangre la rosa silenciosa de no buscarte/ al mismo tiempo de decirte que te amo”.

                                                                       


1 comentario:

  1. Gracias por esta nota sobre el libro de Javier, que releí hace poco. Un saludo.

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