Una triste búsqueda de alegría Gregorio Luri Nota de contracubierta de Enrique García-Máiquez La Isla de Siltolá ediciones Sevilla, 2024 |
DIMENSIONES DEL
PENSAR
La filosofía se acerca a la realidad para asumir, en su silencio mineral, los estratos más firmes, aquellos por donde caminan los grandes interrogantes existenciales. De ahí, la sostenida tendencia a la introspección reflexiva y los postulados del hábitat colectivo, analizados con el rigor de la lógica: “Lo que el sentido común no sepa poner en la vida, no sabrá ponerlo la filosofía”. Son claves explicativas que interpretan los síntomas literarios de esta compilación, donde las señas de identidad del momento histórico reciente afloran con nitidez: “No podemos andar despreciando nuestro tiempo sin acabar damnificados por nuestro desprecio”.
El contradictorio presente ha convertido las redes sociales en mentideros de opinión y en escaparates de exhibicionismo argumental. “Las aporías de la convivencia” están marcadas por los insistentes cantos de sirena del progreso tecnológico, los vestigios de la globalización, la pujanza del mercado siempre cómplice de los poderes financieros y mediáticos que anulan el pensamiento crítico y las exacerbadas asimetrías sociales que abren grietas en cualquier mapa. En este contexto se gesta la épica de la formación personal y la educación sentimental de un sujeto omnisciente que debe recorrer una doble senda: el espacio interior de su conciencia y las aceras de un yo solidario, social, que forma parte de un cuerpo maleable y colectivo, propicio a la idealización y la esperanza: “Es soberano el que consigue hacer creíble una determinada relación entre lo real y lo posible”. Dentro de la conciencia del yo pensante, razón y sentimientos conviven en un tiempo de desasosiego y contradicciones: “El cadáver es el hombre que ha dejado de hacerse ilusiones sobre sí mismo”.
Escueta en los formatos de relación entre palabras e ideas, la capacidad concisa de Una triste búsqueda de alegría solo requiere dos o tres líneas para sus enunciados paradójicos, esos fragmentos de verdad que buscan el todo. Veamos algunos ejemplos al paso de su eficiencia comunicativa: “El sueño es un ejercicio de humildad realista”, “El hombre libre es aquel que no culpa a nadie ni de sus traspiés ni de su estatura”, “Ser sabio es, probablemente, mantenerse sereno en el naufragio”, “El pensamiento avanza sobre la decepción de lo dicho”.
Con recorrido similar en su afán de explorar la naturaleza humana y su metafísica cotidiana, pero con un evidente epitelio de ironía, algunos aforismos de Gregorio Luri cimentan un escepticismo adquirido en la guerra de guerrillas contra el tiempo: “Lo que suele entenderse por pensamiento crítico cabe en cuatro pancartas”, “Habitar la caverna es decorarla con las ilusiones del futuro”, “La vida vivida se sostiene sobre la vida imaginada”, “Olvidé la respuesta a la pregunta que también he olvidado. Pero recuerdo que tenía una buena pregunta y una magnífica respuesta. Cosa que también olvidaré.”
En las páginas de Una triste búsqueda de la alegría la voluntad ética se empeña en conocer los propios límites. Piensa en el hombre como ser histórico que añade a lo real el incansable fluir de lo posible. Se hace necesario imaginar y construir,. Buscar emplazamiento habitable a los pasos perdidos del yo pensante para que se asome al nuevo día con la luz encendida de las convicciones. En su transitar minimalista, Gregorio Luri discurre con naturalidad desde el lenguaje del autoconocimiento. Nunca desaparece el afán de hilvanar causas y efectos, palabras y presencias, las improbables formas de comprender al otro. Aunque la imagen más atinada del mundo se corresponda, tal vez, con un relato de ruido y furia, las lecciones de la lógica advierten que “No hay que reducir la búsqueda a una triste búsqueda de alegría (que es el destino de la filosofía). Aunque estén en el margen, siempre regresan las amanecidas, los principios básicos de lo posible; hay que hacer del optimismo un norte del decir y hacer, una verdad consoladora.
JOSÉ LUIS MORANTE
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