miércoles, 15 de mayo de 2024

ALICE MUNRO. DESPEDIDA

Alice Munro
(Wingham, Ontario, 1931-2024)
Fotografía
 de
Derek Shapman


 

                              ALICE MUNRO. LA HUMILDAD  DEL RELATO

   La decisión del sanedrín literario sueco de conceder la antorcha del Nobel 2013 a la canadiense Alice Munro desplegó en los medios de comunicación de todo el mundo abundantes informaciones biográficas. Nacida en Wingham, provincia de Ontario, en 1931, pasó su infancia en un ambiente rural del gélido interior canadiense, con severas dificultades económicas familiares. Tras establecerse en Vancouver ejerce distintos oficios y a partir de 1950 va cimentando un sólido trayecto escritural en el que el cuento se convierte en centro creador de su escritura. En él alcanza cimas universales. Como recalca la autora una y otra vez, su existencia sólo cobra sentido en la escritura, donde no pocas veces la letra pequeña de lo autobiográfico actúa como venero temático. Es en el cuento, un género mayor del siglo XX, donde habita lo esencial de un sentir literario.
  En Munro el cuento tiende a describir historias sin épica, con el énfasis apagado de lo cotidiano. Así sucede en su reciente colección de cuentos Demasiada felicidad, cuyos trayectos accionales requieren un desarrollo argumental de temporalidad expandida, una media extensión para precisar las circunvalaciones de actitudes vivenciales siempre de paso. Los cuentos abordan instantáneas de protagonistas y secundarios empeñados en una carrera de fondo de metas difusas. Lo contingente acecha, siembra estados de angustia capaces de cambiar el rumbo de una voluntad que no se guía por ideas abstractas sino por motivaciones de escasa relevancia. Y lo mismo ocurre en su entrega Mi vida querida, donde volvemos a percibir una estética singular en el aliento creativo de la escritora canadiense.
   Ni espacio ni tiempo precisan datos exactos. De esa atemporalidad emerge la geografía vivencial doméstica. Son espacios estrechos para supervivientes que reiteran tareas habituales en intervalos cronológicos en los que apenas cabe la sorpresa. Y, sin embargo, ésta reclama un espacio secreto de la intimidad individual como si fuera materia central de un submundo hermético.
   En los cuentos de Alice Munro cobran un relieve singular los perfiles femeninos, siempre llenos de complejos estados emocionales, en la paciente espera de lo extraordinario. Mujeres, atentas y receptivas, crecen hacia dentro mientras muestran su cansancio ante una realidad manipuladora y llena de cicatrices, que de cuando en cuando se ilumina con una relación personal, con un deseo cumplido, con la calma resolución de un conflicto sin tregua, o con el espejismo de una felicidad que nunca dura demasiado.
   La narradora canadiense falleció la noche del lunes, 13 de mayo de 2024, en una residencia geriátrica de Ontario, donde estaba interna desde hace años por su demencia senil. Antón Chéjov, Margaret Laurence y James Joyce fueron sus maestros. Hoy todos somos admiradores compungidos de sus narraciones extraordinarias, esas que aseveran con su imaginación moral que la conciencia de lo minúsculo está llena de grandeza. Descanse en paz.


JOSÉ LUIS MORANTE


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