UNA CALLE VACÍA
que no esconde ningún itinerario.
Todas las calles fluyen dócilmente
al mar de cualquier sitio,
cierran con parsimonia una distancia;
pero ésta alarga al infinito su trazado,
pretendiendo ignorar dónde concluye.
Amo el cuello sumiso de sus verdes farolas,
los reflejos chillones de sus autos a plazos,
la cal que habitan líquenes y musgos;
y amo sus papeleras, cielos para despojos,
singulares regazos donde nada perturba
el aliento feliz de lo caduco.
(del libro Población activa, 1994)
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