jueves, 9 de mayo de 2024

EL MURO


 

 

 
 
EL MURO
 
No es mucho –nada tengo-;
estoy con los que miran
la palidez opaca y vertical.
Busco su enigma, piel
de roce y hendidura
en tanto la razón,
se vuelve fósil.
 
Solo el óxido asciende
hasta su altura.
Los días que amanecen requieren otra luz;
callados se preguntan
en qué lugar
camina el horizonte.
La distancia es ahora
el esqueleto gris de lo posible.
Aquí  la transparencia
no moja las espaldas;
y tampoco sostiene
un reflejo de nubes,
las migajas del vuelo.
 
Una lluvia de arena
dispersa sus indicios
y dibuja ceniza en nuestras espera.
Comienza la vejez
 cuando no hay sueños.
 
Con despojos salobres
sedimenta el desierto
al otro lado.
Abrazaré mañana su vacío.

      (Del libro Nadar en seco




miércoles, 8 de mayo de 2024

FRANCISCO FLORES PAREDES. UN TIRO AL PIE

Un tiro al pie
Francisco Flores Paredes
Edición de José Luis Trullo
Apeadero de Aforistas
Sevilla, 2024

 

OLOR A PÓLVORA

 
 
   Poco a poco emergen nuevas presencias en torno al aforismo, género que sigue mostrando una prolífica ambición expandida. Francisco Flores Paredes (Torremejía, Badajoz, 1961) cursó la licenciatura en el área de ciencias de la salud y ejerce como médico, labor que compagina con el quehacer literario. El despertar creador tiene su aurora en la novela A las ocho me visten de hombre, publicada por Círculo Rojo en 2016, apertura ficcional con continuidad en las narraciones breves de Relatos de una pandemia  (2020) y en su primera inmersión en el laconismo verbal Aforismos, anaforismos y otros artefactos, que también llega a imprenta en 2020.
   La concisión expresiva vuelve al taller de trabajo en la entrega Un tiro al pie, una propuesta editorial de José Luis Trullo, incorporada al poblado catálogo de Apeadero de Aforistas. El autor elige como gratificante compañía a dos consolidados nombres del presente conciso: Elías Moro y Miguel Ángel Arcas, dos autores que añaden al intimismo confidente de la brevedad la frescura y transparencia de la ironía, el humor y ese punto de recelo crítico que requiere la orfandad social.
   Con el paso ligero de la idea despojada, Francisco Flores Paredes busca perfilar destellos verbales siempre sentados a la diestra del sentido común; son atinadas reflexiones que se enroscan sobre sí mismas: “Todo niño contrariado se convierte en adulto por un momento”, “El silencio también puede llegar a ser erudición”, “La fe es una larga ruta que camina hacia la duda”, “Más humano que errar es fracasar”. Extraigo ejemplos en los que se hace patente el matiz filosófico, esa carta de navegación del yo pensante cuando busca dentro las persistentes interrogaciones del discurrir.
   Los buenos libros de aforismos conceden a la textura argumental enfoque abierto. El yo reflexivo se pone frente a la ventana en muchos textos, como si necesitase percibir las asimetrías del entorno. El pensamiento se desboca y amplía su radio de acción. El conjunto mezcla texturas con voluntad propia y ánimo de perderse en laberintos inexplorados. Las redes argumentales sondean lo metaliterario, ese estrato en el que la escritura indaga su naturaleza: “Del aforismo al haiku solo hay un continente de distancia”, “Hay escritores muy cultos que saben leer y escribir”, “Toda idea se asienta en el vacío previo que otra dejó”, “A muchos aforismos, ya en el último borrador del libro, les asalta el miedo escénico”, “Todo poema se sitúa en un punto equidistante entre el cielo y el olvido”, “La inspiración es la energía potencial del arte. El trabajo y la constancia, su energía cinética”. Y especial acierto tiene esta incorporación a la desaforada estela nominal del género: “Ahorismo: aforismo actual y exacto en tiempo y forma.”
   Otros breves son líneas de pensamiento con un claro carácter enunciativo. En sus contenidos reverberan los reflejos de la contemplación: “El color gris no es tan triste. Representa la oscuridad con vocación de luz”; la sombra fértil de la meditación ética: “La verdad es una preciada joya con tantas réplicas como almas cobija la tierra”, o esas puntadas de ironía que convierten la solemnidad en suelo raso: “La maldad está plagada de inconformistas”, “Las cuchilladas amorosas son una prueba de supervivencia extrema. Ni te imaginas lo que el alma puede aguantar sangrando”, “El prepotente es un blanco fácil”, “El futuro se compone de muchos presentes inexactos” o este consejo de botiquín de primeros auxilios: “Si cargas toda tu ira contra la vida corres el riesgo de pegarte un tiro al pie”
    Hablaba, al iniciar esta reseña, que a las compilaciones de aforismos les sienta bien el traje de la cordura, ese empeño del pensamiento para que las palabras respiren en armonía al romper silencios ensimismados. Para que quede cerca el ápice de sabiduría de algunas certezas. El sujeto verbal que deambula por los textos mínimos de Un tiro al pie  practica la empatía. Deja en sus palabras esa carga de aprendizaje que nos lega lo efímero, los recorridos de la vida al paso en una geografía contingente y con contornos poco definidos. Muy atinados estos monólogos comunicativos de una soledad que busca en la atardecida algo de luz en los paisajes del pensamiento.
 

 

JOSÉ LUIS MORANTE 




 

martes, 7 de mayo de 2024

ALERGIA

En el paraíso
(Serpiente cascabel, Faunia, Madrid)


 

ALERGIA
 
   La serpiente padece una alargada alergia a la manzana, por lo que mantiene su guarida en un distante rincón del Paraíso, a conveniente lejanía de mordeduras en el árbol del bien y del mal. De cuando en cuando se cruza ante sus ojos el desnudo resplandor de Eva.
   El reptil aprovecha el encuentro para elogiar la buena cualidad de aperitivo con panes y peces que tienen las raíces, los pequeños roedores y algunos gusanos de las hendiduras. El perfil de la hermosa muchacha asiente, pero sus hábitos alimenticios se han emancipado y dan la espalda al consejo.
  La soberbia solitaria de dios aprieta los puños sin rendirse. No entiende el absentismo laboral de la serpiente y, acostumbrado a estar solo, tampoco soporta el sedentarismo remansado de Adán y Eva. Cada mediodía tiene un final idéntico; la expulsión suspendida nada enciende, es ahora una pavesa inmóvil.

(De Cuentos diminutos)





lunes, 6 de mayo de 2024

CARLOS ROBERTO GÓMEZ BERAS. LA ESPINA QUE FLORECE

La espina que florece
Carlos Roberto Gómez Beras
Nota de contracubierta: Ana María Fuster-Lavin
Isla Negra Editores
Colección Filo de Fuego
San Juan, Puerto Rico, 2023


 
ASÍ ES LA ROSA
 
   Para quienes siguen desde hace tiempo, como es mi caso, el vitalismo creador de Carlos Roberto Gómez Beras (República Dominicana, 1959) no pasa inadvertida la persistente devoción por la poesía, la exacta fantasía de calado filosófico y la confidencia que hace del nombrar una paradoja simbólica. Con la escritura busca perfilar los trazos más frescos y transparentes de su yo personal; el sonido del agua. Desde el asombro del misterio y la profundidad ha ido naciendo un largo recorrido de publicaciones que ha obtenido numerosos reconocimientos y conforma un encendido relato de éxitos. El poeta, editor y catedrático, afincado en Puerto Rico desde 1964, ha conseguido en cinco ocasiones el Premio Nacional de Poesía y sus poemas se han trasladado a idiomas como el serbio, francés, inglés, alemán o estonio, asegurando de paso una presencia fuerte en revistas y antologías. Ana María Fuster-Lavin mide la dimensión expandida de estos versos y considera a su autor "una de las voces más genuinas y destacadas de la literatura antillana". 
   El poeta vuelve a conectar con la palabra poética con la entrega La espina que florece, un conjunto de más de sesenta poemas breves que se abre con este destello verbal de Blanca Varela: “Entre las cosas dios está allí, / sentado a la diestra de sí mismo”. Del estar entre cielo y tierra que observa a la distancia justa los elementos del universo y su génesis, con voluntad propia, nacen las travesías argumentales de  las composiciones, distribuidas en tres tramos orgánicos.
   El primero “Cielo” muestra un claro carácter enunciativo en el que reverberan los recuerdos de la contemplación donde se abrazan lo pagano y lo sagrado, la deidad incorpórea que respira en los estratos de la noche: “Dios trabaja para otros. / No descansa, como dijeron. / Por eso nos entregó el sueño / y un ángel para custodiar / ese espacio que nos ganamos / para ser frágiles como un ánfora.”  El necesario onirismo invita a traspasar límites físicos para percibir esa presencia fuerte e intocada, que trasciende el tiempo y cobija intacta la belleza “como la rosa de un poema”. Es una voz que convoca y absuelve la soledad dormida, que llama desde dentro. A veces no está. Entonces la mañana se hace frío y tiniebla. Muerte y olvido. El abierto vacío de una boca que no tiene palabras que pronunciar y oye respirar un tangible silencio ensimismado, sin ninguna certeza aparente. El sujeto siente su desvalimiento, percibe esas coordenadas que dejan la existencia en el centro de la nada. Es un monólogo sin luz. Una página en blanco, un lenguaje por descubrir, donde aferrarse en el oscuro caminar de la imaginación. El yo verbal en soledad es solo el reflejo de la rosa que nació del sueño. Una esperanza, un legado intangible de verdad y belleza. Una sed, un regreso, una espina que desgarra la piel “sola, dura e hiriente / abandonada a sí misma / como un recuerdo”
   La sección central “Axis” toma su nombre de la segunda vértebra de la columna, la que hace posible el movimiento de rotación de la cabeza. Ella simboliza el amor, “la vocación de ofrendar lo que deseamos”. El cuerpo se hace entonces puro molde que cobija el deseo. Es senda hacia la deidad, hecha paisaje interior, razón del imaginario, encuentro y caminar capaz de hacer posible la resurrección de lo vivido, el retorno al origen, la urgente necesidad de representar el papel de Lázaro. Fugaz y contingente, la memoria susurra con esquejes de lo vivido, con esas instantáneas capaces de borrar la ausencia y convocar el ciclo germinal de una nueva primavera. Así nace el poema, como un pájaro que vuela entre las manos, como el temblor cálido de la celebración de la nostalgia: “Tú me vislumbras como un hombre afiebrado / que busca entre pliegues tus humedales. / Yo me presiento ser el niño huérfano / que de tus senos rebosantes bebe la nostalgia. / Por eso, en este puente imaginado, cada noche, nos rendimos a la entrega malsana / de sabernos un cuerpo y una ausencia / que intentan cruzar ciegos una parábola”. Existir es marcar en pieles de arena una ruta de pasos perdidos; dar sentido a un peregrinaje que se pierde en la razón del misterio y hace de la duda una pulsión de búsqueda.
   Como si fuera otro espacio marcado por la geografía afectiva, el apartado final “Tierra” supone en el recorrido la persistencia del despertar. Como si el extravío encontrara un andén donde detenerse y pernoctar. El alma lava su cansancio, recupera la ingenuidad del niño, la clara senda del poema que se hace preguntas entre el amor y la incertidumbre y dispersa el vaho de los espejos. La pérdida impone su reguero de ausencias, hace del pretérito un estanque de imágenes posadas en las aguas dormidas del olvido. Falta el legado personal del pretérito, aquello que alguna vez fue nuestro y ahora se diluye en la prisa del tiempo, cambiando el plumaje de la noche.
   Algunos poemas de la sección habitan la razón de la escritura, desde la conciencia del poeta. Escribir es dar aliento, hacer de la palabra una grieta de vida, convertir en centro cada margen. Quien se viste de poema no busca la belleza intocada de la rosa sino el tantear de la espina que rasga la piel, que olvida el tedio de lo cotidiano en la hondura de gris de los espejos. La voluntad se hace intento; sabe que no hay más premios que persistir en ese oficio callado y laborioso de la contemplación. La naturaleza del yo es transitoria y efímera, camina hacia el atardecer y hace de la tristeza un himno que se apaga en la punta de la lengua.
  La poesía de Carlos Roberto Gómez Beras se empeña en comprender las voces fragmentarias que definen la propia identidad, esa cadencia que muestra en lo cotidiano incertidumbre y desamparo. Así va perfilando el empeño del yo en sus indagaciones en torno al enigma existencial y en la construcción de los sentimientos como una arquitectura de largo alcance. Es esencialismo expresivo. Poesía donde atardece despacio, con la sutil pincelada del misterio.



JOSÉ LUIS MORANTE



 


domingo, 5 de mayo de 2024

HUÉSPED

Los otros
Archivo de internet

 

HUÉSPED 

A Karmelo C. Iribarren, a quien debo la idea de este microrrelato

 
   Viajo mucho a ciudades distintas y lejanas, pero casi nunca abandono la habitación del hotel donde me alojo. Es una costumbre arraigada. Nació en Orlando el día en que encontré en el espejo de mi cuarto de baño el rostro del huésped anterior. Con gesto tranquilo, me desveló su identidad. Tras una larga charla, cuajada de interés, me facilitó el contacto con huéspedes encerrados en otros espejos. Todos resultan interlocutores amenos, que buscan el aire fresco de la confidencia.
   Sigo en ruta. En los espejos, también la soledad es avenida que espera transeúntes.

(De Cuentos diminutos)





viernes, 3 de mayo de 2024

COORDENADAS DEL YO

Coordenadas del yo
Pantano de Ávila
Fotografía
de
Rubén Sánchez Santana

AQUÍ
 
 
                Nada y todo ocurre en todas partes
 
                                          PHILIP LARKIN
 
Es aquí donde estoy,
entre grietas de  un yo parapetado
en las profundidades
de sí mismo.
 
Habito un cuarto exiguo
donde nada hay detrás,
salvo el triste vacío
de paredes sin lustre.
Soy un plano que muestra,
maltrecho y solitario,
el retraso gastado de caminos
que ya se desvanecen.
 
Mi reclusión carece de secretos.
En las puertas del frío,
necesito encontrar
en cualquier prisa
el sol en casa;
un cuerpo que sostenga
el temblor de la luz.

        (Del libro Nadar en seco, 2022)




miércoles, 1 de mayo de 2024

VENTANA AL SUR

Ventana al sur
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana


 

VENTANA AL SUR 

            Pensar más de lo que  encuentra ya pensado

T. W. ADORNO

 

El aforismo aspira a la verdad, pero no es la verdad.

Los que al hablar de poesía hablan en prosa de poder literario son impostores.

Despiertas y estás ahí, o no.

El entorno demuestra que ser normal es una categoría utópica.

Si el desarraigo cobra forma, se me parece.

Soy un escritor realista. Sueño mucho.

La puerta y su perpetua discusión con la cerradura.

Desde hace años es un servidor incondicional del resentimiento.

Me gustan los afectos mantienen su vocación de austeridad.

(Tras el cristal)