 |
Pepi Bobis Reinoso (Ciudad Real, 1952) Poeta y actriz
|
PEPI BOBIS
REINOSO: ÜLTIMA POESÍA
Ventanas
Pepi Bobis Reinoso
Ediciones en Huida
Colección Extravaganza / Poesía
Sevilla, 2024
Brooklyn
Pepi Bobis Reinoso
Edición privada no venal
Sevilla, 2025
Manchega de nacimiento, pero sevillana desde hace muchos años, Pepi
Bobis Reinoso (Ciudad Real, 1952) alumbra una vocación poética cuyo paso inicial es el libro El jardín de los instantes (2017). Poco a poco, coge ritmo un discurrir pautado, donde ven la luz las entregas: Nido de mirlos (2019), Bajo
el árbol prohibido (2021), Ventanas (2024) y Brooklyn (2025).
Todos los títulos alumbran un protagonista lírico poético cercano y comunicativo, dispuesto a
mostrar las contingencias de lo confesional, desde un lenguaje limpio y sin laberintos herméticos. Las palabras observan la realidad, no esconden sus
incertidumbres, sospechan que lo cotidiano es un entorno abierto en el que se
cobijan los fantasmas ateridos del tiempo, junto a simples ficciones verosímiles.
En los poemas de Ventanas las palabras se asomaban al tránsito
existencial buscando claridad vital, esa oquedad estremecida que conforma la
esencia de los días. El tiempo se nutre de sueños apagados y decepciones, de un
gusto amargo que se posa en el paladar y del empeño inacabable de
encontrar una razón para vivir, más allá de erosiones y pérdidas: “Acaso pueda
entender / por qué rebosa un balde / con solo mirar desde el borde / brutal de
la esperanza”.
Los poemas sedimentan una clara sensación de orfandad, la certeza de que
lo humano tiene un epitelio de fragilidad vulnerable. Cada pisada abre un
camino transitorio y oscuro que nunca anticipa el anden hospitalario en el que
abrir casa donde poder descansar. El territorio existencial “es una ventana /
abierta a la incertidumbre / una pupila dilatada, / una frente herida / un
pasillo de oscuridades”. Toca respirar hondo y borrar los contornos del ser
enajenado; aprender serenidad y buscar en la transparencia del cristal hilos de
esperanza. Aunque la aguja de la brújula nunca señale el norte, hay que ser
Ícaro y preservar intacto el sueño de volar.
Brookyn recuerda en su cubierta la emblemática silueta del
puente, uno de los elementos icónicos más celebrados de la ciudad de Nueva
York, que ha servido de excusa argumental y escenario a numerosos poetas
españoles. A ellos se suma Pepi Bobis Reinoso en su empeño lírico de “hacerse a
la mar sin conocer las corrientes y el barro de fondo”, ignorando el riesgo y
dando fuerza al afán por descubrir. Con la esperanza de abrir los ojos y mirar
más lejos. El poema en prosa se convierte en molde expresivo de una palabra
meditativa que acoge en su interior emotivas sensaciones del entorno. La
escritora alumbra una variopinta fauna plena de simbolismo: mariposas,
murciélagos, águilas conforman los trazos de un paisaje onírico en el que el
hablante verbal contrasta el patrimonio sensorial del entorno. Los sueños
salvan del tedio de esos días imprecisos en los que se evidencia la cercana
presencia del vacío, “una deflagración de interiores que opaca cualquier
tormenta”. El yo se contempla a sí mismo envuelto en una oscuridad indefinida
que confunde contornos y transforma los sueños en grises esqueletos.
La trama, en ocasiones, sugiere
el decir despojado de un diario íntimo que intenta guardar el ligero temblor de
los días. Recuerda en su estructura el mirar ensimismado del poeta que busca en
las palabras su propia identidad. Sin ruido, con el paso sosegado de quien
espera el alba. Alguien que sabe que la fuerza semántica de Brooklyn es a la vez
libro y puente, cerradura y ventana. Ciudad interior. Una conciencia subjetiva
y concreta, que se asoma al tiempo para marcar sus pasos. Geografía que
confunde la realidad posible y las nubes de paso de los sueños.