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Las piedras de mis ruinas Juan José Tejero Valparaíso ediciones Granada, 2021
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ASCUAS
En la epifanía poética de Juan José Tejero (Lebrija, 1978) Cuaderno de extravíos. Un viaje a Grecia (Editorial
Point de Lunettes, 2009) se percibía, tras el formato enunciativo del poema en
prosa, un intenso caminar meditativo por las asimetrías geográficas del entorno
helénico. El libro, con prólogo de José María Conget, recuperaba resonancias
del paisajismo griego, no desde la retina nómada, apresurada del turista de paso, sino desde el
cuaderno de viaje del testigo implicado que marca rutas, completa trayectorias
e integra sus textos en una tradición meditativa que busca comprender, hacer
suyo un tejido de vivencias y sensaciones.
Aunque los separa un intervalo temporal de casi una década, la
segunda estación del poeta y traductor, Las
piedras de mis ruinas, pertenece a una misma etapa escritural. Estamos ante
una colección poemática hecha desde la introspección y con un tono decididamente
clásico. Tras un perceptible afán de claridad, los poemas aglutinan los núcleos
básicos de una sensibilidad que define al sujeto verbal desde el reflexivo fluir
de la conciencia. El poeta explica en “Proemio” las contingencias domésticas y
la asunción de nuevos roles con una fuerte densidad emotiva: la dualidad de ser
esposo y padre condiciona la forma de entender el tránsito vivencial dentro de
un espacio íntimo y sosegado, de una casa encendida en la que se perciben los
temblores de los ciclos estacionales. Ascuas. Signos de vida y compañía que han ubicado
al protagonista verbal en medio del camino, en ese punto de simetría entre
pasado y porvenir que propende a la evocación y los regresos.
El propósito escritural se desvela de inmediato en la composición “Este
libro”: “Tener un libro que escribir, leer / con la mirada puesta en la
escritura / propia, vivir la vida por escrito, releer lo vivido y revivir / que
la vida ha sido por dos veces”. La escritura es fijar lo transitorio, conseguir
el milagro de lo permanente en el cauce vital sin que las cosas se apaguen en
la indefinición crepuscular del tiempo. Son semillas plantadas sobre la tierra
abierta de la memoria, para que no se pierdan raíces y frutos en la indecisa
definición del tiempo.
En la pautada evolución del libro, los poemas recorren lugares afectivos
como la casa paterna o el mínimo laberinto del pueblo. Su presencia evoca un
reflejo sensorial, un recuerdo que parece adquirir el impreciso cromatismo de
un detalle pictórico y deja un poso de quietud en la huella de lo que
huye. La vida en fuga, imaginaciones,
sueños y olvidos que conviven tras el rastro de modulación de las palabras; la
escritura anota y nombra; clarifica el personal legado que deja el tiempo entre
las manos.
El distanciamiento biográfico muestra otros temas en los que está
presente la referencia cultural Es el caso de composiciones como “Soliloquio de un esclavo griego en Emérita
Augusta” y “Desvelo de un pater familias
(Segóbriga. S. II d. C.), que ceden la palabra a otros protagonistas verbales,
cuyas aspiraciones no distan mucho de ese quehacer diario de buscar sentido al
destino propio.
La herencia clásica en Juan José Tejero no es un asentamiento
transitorio. Ya he comentado la atmósfera de clasicismo atemporal que sostiene
su lírica; así lo confirman composiciones como “Dedicación. (Desde
Edeta-Liria)”donde perduran “las ascuas de una antigua llama”, conexionando el
presente biográfico con la pulsión lectora: Homero, Safo, la mitología, el
cantar evocador del desterrado junto al Danubio Garcilaso de la Vega o
referentes de la cultura centroeuropea, que hallaron en las páginas en prosa de
Claudio Magris su codificación definitiva.
En los poemas de Las piedras de
mis ruinas el yo verbal recrea itinerarios que establecen un verdadero
abrazo entre caligrafía y realidad existencial. Desde ese enlace surge la
necesidad de interpretar la letra menuda del devenir. Ante la sensibilidad vigilante,
se entreabren ventanas interiores que enseñan a entender los aparentes
rastrojos de lo transitorio. Se convierten en destellos que iluminan la
contemplación del pasado. Con la artesanía de la sencillez y la mirada
puesta en José Antonio Muñoz Rojas, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, Juan José Tejero depura la voz
en una permanente búsqueda de lo esencial. Versos donde la palabra sondea el
tiempo, la mutabilidad de las cosas y el acontecer de la vida como un presente
continuo, hecho de nubes, recuerdos y cenizas.
José Luis Morante