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domingo, 6 de noviembre de 2022

FILOSOFÍA, NATURALEZA Y POESÍA

El Temblar
(Otoño en el Valle del Ambroz, Cáceres)
Poetas en los pueblos de España

 

LA MIRADA OCASIONAL
 
(Naturaleza y poesía)
 
No toda mirada es capaz de engendrar visiones
MARÍA ZAMBRANO
 
   Para establecer un punto de partida conjetural sobre el diálogo entre filosofía y poesía en el que se integra la indagación sobre la naturaleza en el tiempo, podríamos decir que la mirada filosófica es aquella que contempla en el mismo plano el sentir y el pensar. Ambos conforman un espacio de meditación sin rupturas, un recorrido que busca entender y propicia una liberación personal y colectiva, espigando prejuicios y dudas, ataduras y sombras.
   Esta concepción del quehacer poemático requiere un espíritu de fe en las posibilidades del lenguaje como manifestación y reflejo del ser, como razón extrañada entre pensamiento y sentir, capaz de sistematizar y definir, de alentar un espacio de comprensión y estimular la eclosión abierta de los sentidos.
  La poesía filosófica enciende una reflexión plural que diserta sobre las razones de su escritura, repasa el legado de la tradición y deja constancia de una cala en profundidad sobre el sujeto concreto y el contexto social donde se mueve. De este modo, establece un perfil íntegro y total, una concepción ontológica completa que siembra indicios sobre el dinamismo de lo vital.
   Asunto central del acto de escribir es construir una interpretación de lo real, en la que cada elemento adquiera su sentido y se ubique en el laberinto relacional que le corresponde. Este enraizamiento cognitivo alza en el tiempo una arquitectura mudable, donde queda inmersa nuestra experiencia vital.
   El poeta tiene en la infancia un despertar privilegiado, una amanecida en la que el entorno se muestra con sencillez, sinceridad y autenticidad. Estas cualidades aluden a una perspectiva de la naturaleza conocida por intuiciones vitales directas. El paisaje se presenta conectado al asombro, entendiendo el asombro como pujanza energética para preguntarse por el cuerpo ontológico de las cosas. La realidad se interioriza en el sustrato emocional del yo como una topografía viva, resistente, tenaz. En ella se vislumbra lo insólito, un trasfondo que enriquece y muestra sus espasmos más íntimos. Con los años, aquel horizonte moldea una dimensión irrenunciable. Pero es un lugar insular, perdido, que ha de revelarse poco a poco mediante la evocación y la elegía y que se habita desde la memoria, adaptándose a las distintas etapas vivenciales del hombre.
    En los años juveniles, con el comienzo de la formación universitaria, la naturaleza se desvanece en el itinerario biográfico. Personifica un sueño que oculta su tamaño en otra realidad en la que el hablante poético toca fondo y debe hacerse hueco. La ciudad mineraliza su espacio, vinculado a la contingencia temporal y cercanía del yo colectivo. En la urbe se construye un nuevo escenario reflexivo protagonizado por otros figurantes del pensamiento; el yo se transforma en un sujeto pensante, menos intuitivo, empeñado en ordenar y reubicar lo que sucede en la ciudad como silueta poligonal de encuentros.
   El paisaje entonces se deja oír en estilo indirecto, tiene los trazos de una ausencia concreta y mantiene con la situación vivencial del yo una metamorfosis de rasgos que conlleva una clara idealización. Muchas veces el pensamiento se hace grito ensimismado, caligrafía abierta de poemas escritos para cauterizar el dolor, para dejar constancia de que la existencia es sólo un hilo frágil. Cada vez es mayor la conciencia del tiempo. El paisaje queda al margen, se recuerda como un acto de fe, cuya belleza se muestra como una razón persuasiva, una creencia que ensancha el ser del hombre.
   La ciudad moderna contempla la naturaleza desde la carencia, lejos de sus procesos naturales y con un escaso tacto ecológico. La arquitectura habitual desnaturaliza y relega los espacios verdes a la periferia, condicionados por las construcciones y la movilidad. Perece la singularidad de los paisajes y nace un tablero visual de elementos uniformes seriados, que crean la sensación de ser parques temáticos, copias miméticas o extravagantes. La naturaleza urbana se torna insulsa o neutra y con poco peso específico en lo literario.
   A veces, sin embargo, la naturaleza se reafirma de nuevo desde la elegía. Mediante la contención expresiva, la hondura y la vibración anímica, se da una nueva temporalización a lo perdido, se recorre al paso la geografía familiar y el pretérito encuentra expresión emocionada y temblor humano en el material poético. La naturaleza retorna cargada de fuerza, con plena densidad significativa, como un ámbito humanizado en el que la intimidad del poeta germina en su lugar preciso.
   La voz poemática ya no es la de un yo desubicado y desvalido, en la intemperie, sino la de un sujeto activo que abre la claridad a sus recuerdos, a esa estela vital de lo vivido. El gesto de reconstruir puebla el poema de símbolos, renacen los ciclos estacionales y se alzan puentes que unen las riberas del pretérito con el latido indagatorio del ahora. Las palabras se arropan en una sensibilidad meditativa que haya en el pensamiento un refugio protector, un rastro de intimidad y meditación donde se escuchan las señales del tiempo.
  La escritura personal suma en su discurrir anotaciones e incertidumbres, pasos que conforman en cada entrega una manera de andar y de sentir. Los poemas esclarecen una concepción poética en tránsito, que parte del confesionalismo cotidiano y despliega en su madurez un entrelazado espiritual, en el que resulta eje central la esencia del entorno. Su coherencia modula una cosmovisión más racional que expositiva; la poesía concede a la conciencia del ser un carácter trascendente y revelador, pasado por el filtro de la conciencia. Es el abrazo pleno del yo con el velado horizonte de lo esencial; la certeza de que cada hoja caída busca de nuevo rama y reverdece.   
   El material lírico aspira el olor de la tierra, la carga sinestésica de un no lugar que transciende cualquier alabanza de aldea para sumirse en un estado de contemplación ascética que propicia un estar ensimismado. La percepción se consolida. Culmina caligrafías sensoriales; invita a tender las manos del pensamiento para retener lo que ofrece el transcurso del tiempo para incidir en la condición de ser en medio de los ciclos naturales.
  La naturaleza propicia una sensación de estatismo, un devenir que alienta la quietud y el despojamiento y que halla en la imagen de  cualquier elemento natural el reflejo de la propia esencia de vivir; se van agotando los afanes y las pretensiones, los elementos del paisaje muestran una común actitud de calma  que acrecienta la soledad del que contempla o ese desamparo que lleva a buscar el abrazo del otro para librarse del escalofrío.
   La poesía adquiere el tono justo de la confidencia; no levanta una voz que apenas cambia con el tiempo, otea el horizonte y se encoge de hombros, convencido de que la naturaleza tiene un destino marcado, una cadencia que invita a reflexionar sobre los signos de lo  mudable y a guarecerse  a cielo abierto, detrás del pensamiento.
 

JOSÉ LUIS MORANTE





sábado, 5 de noviembre de 2022

VELADA POÉTICA EN ALDEANUEVA DEL CAMINO

Poetas en los pueblos de España
II Convocatoria
Aldeanueva del Camino (Cáceres)

 

ACERCA DEL SUEÑO
 
                               a mi hija Irene
 
I     
 
Qué es el sueño, preguntas,
con la abrumadora ingenuidad
de quien me presupone una respuesta.
Y yo salvo el escollo
modulando una frase convulsa
en la retórica de los desconciertos.
Te digo: el generoso don
que la fatiga obtiene de la noche,
una brizna de luz escalando la sombra,
el envés de una historia
cotidiana y absurda;
tú misma, hija mía,
cada palabra tuya, cada gesto.
No sé si el sueño
es potestad del hombre
o comparten los sueños animales y cosas.
Ignoro de igual modo qué hilo teje
su textura de seda,
qué alzada confabula
su hermética apariencia
o qué brújula guía
la estela de sus viajes.
Sé que hay sueños tristes y gozosos,
oscuros y diáfanos,
ocasionales y obsesivos;
sé también que hay sueños tan hermosos
que el tiempo los indulta y perseveran,
y no envejecen nunca.
 
II
 
                    Para Ana

Hay sueños que una noche
consumen su existencia
y otros que se prolongan con los días.
Simulan los primeros
una especie común de lepidópteros
y acaban siendo pasto
del trastero y del polvo,
como un experimento vanguardista.
Levísimos planetas alumbran los segundos,
como estrellas fugaces que convocan
múltiples y azarosas travesías.
Ante nuestra mirada sus figuras componen
un paisaje celeste,
intangible materia en sereno reposo,
donde habita la luna del deseo.

                     (De la antología Ahora que es tarde, 2021)

 
 

sábado, 2 de octubre de 2021

POETAS EN LOS PUEBLOS DE ESPAÑA

 

POETAS EN LOS PUEBLOS DE ESPAÑA 

(La España vaciada / La mujer en el mundo rural) 

Aldeanueva del Camino, Hervás y Plasencia, 2 y 3 de octubre de 2021

 

  " Buenas tardes a todos, una alegría tanta compañía en un lugar tan dispuesto a la poesía y la confidencia literaria. Es obligatorio exponer mi gratitud a Ana María Reviriego, coordinadora e impulsora de estas jornadas y a todas las entidades que han colaborado para crear el lugar de encuentro de Poetas en los pueblos de España en torno a la España vaciada y la presencia de la mujer en el mundo rural. Es una oportunidad de explorar las incertidumbres de un tiempo complejo que requiere el hombro dispuesto de todos. También de los poetas, y aquí estamos porque siempre nos quedan voluntad y palabras. Mi intervención requiere premisas previas que resumo de inmediato. Un poema no es una fotografía que plasma con objetividad y alcance los detalles de las formas próximas para depositarlos en los estantes de las palabras. Así que al convertir el pueblo o el paisaje en argumento literario conviene clarificar la postura que adopta el autor. Hay una poesía enunciativa, de sensibilidad narrativa, que muestra su apego y fidelidad a la tierra y sus enclaves semánticos de paisaje y paisanaje a través de la captación sensorial de una geografía. Las palabras miran, huelen, activan sensaciones en las que el entorno se percibe como centro neurálgico. Fueron los románticos quienes propiciaron la idea del paisaje como territorio afín a la identidad del sujeto; y desde esta premisa nacieron muchas obras literarias que han ido forjando el tema como un punto fuerte de nuestra tradición literaria.  Pero sería en la generación del 98, sobre todo en las voces de Miguel de Unamuno y Antonio Machado cuando el paisaje y su gente alcancen su mejor despliegue poético, sobre todo en Castilla, convertida en arquetipo de cualquier paisaje humano y geográfico. De esta forma de entender el paisaje se habla en Campos de Castilla de Antonio machado con intenso lirismo y profundidad de campo. Y hay otra poesía evocativa, sostenida en la meditación de ser. Más que la imagen aparente de la tierra se deja la asunción de su cercanía o su ausencia. De este paisaje de límites borrados que trasciende la realidad para convertirse en un territorio de la evocación está repleta la literatura del exilio y de muchos poetas contemporáneos que asocian la pérdida a la evocación. La reconstrucción de un paisaje constituye un acto de la imaginación más que una tarea del recuerdo. Y esa es la manera habitual de enfocar el paisaje en mi escritura. Soy de pueblo, nací en El Bohodón, un municipio de la Moraña con muy poca población y abandoné la casa familiar muy pronto para estudiar interno en Ávila. Pero aquel territorio de mi niñez ha estado siempre conmigo, disponible y acorde con la emoción del rescate y el pensamiento de la felicidad. No sé si mi pueblo es como yo lo contemplo, da igual, esas son las calles que recorro por dentro. Y en él sigo… "

fragmento de la intervención en el evento

 POETAS EN LOS PUEBLOS DE ESPAÑA