Abril multiplica las actividades en torno al
libro. Llevo un par de semanas de ida y vuelta, entre presentaciones, firmas de
libros y lecturas. Hoy me toca leer en las aulas de la Facultad de Ciencias de
la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Comento
a los estudiantes de Filología Española mi trayecto literario, a través
del libro Mapa de ruta. El
responsable de la actividad es el profesor Antonio Arroyo quien, año tras año,
propicia este encuentro y recomienda libros de poesía contemporánea a su
alumnado. El profesor Arroyo sabe que este “largo trayecto de escritura entraña
una poética personal en la que asuntos habituales son el extrañamiento de lo
cotidiano, las motivaciones sociales de quien se siente parte de un colectivo y
la introspección en el tejido sentimental del sujeto. El discurso poético,
narrativo, intimista y epigramático, prosigue una senda que enlaza con la
tradición realista, algunas voces de la generación del 50 –Jaime Gil de Biedma
y Ángel González- y con miradas contemporáneas
en las que se percibe un diálogo con lo existencial y una sensibilidad
urbana”.
Los estudiantes suelen preguntar siempre por
las circunstancias concretas de cada poema, que facilitan su mejor comprensión,
por mi opinión sobre los premios literarios y por los mecanismos editoriales
que transforman el manuscrito en un libro impreso.
En mis lecturas huyo de cualquier solemnidad.
Prefiero el acercamiento y el tono cordial. El poeta es un ciudadano que alza
en sus poemas espacios habitables. El sujeto verbal no es un narcisista
ensimismado que sólo contempla los trazos de su propia silueta, sino un sujeto
cercano que sondea dos coordenadas referenciales: intimidad y pensamiento.
También me gusta poner los cinco
sentidos en las dedicatorias. Veo al yo juvenil, cuando empezaba a hacer biblioteca y conseguía firmas de José
Hierro y de otros poetas en las casetas de la feria del libro. Un libro dedicado
es un poema escrito para mi; por eso, busco palabras que definan una
relación dialogal entre escritura y lector.
Cuando salgo de las aulas, sueño
con un lector futuro, que lee en el aire sosegado de su cuarto este poema:
Medianoche
Mi cuerpo envejecía indiferente
y adquirió el hábito de la senectud.
Sentaba su cansancio ante la cristalera,
ajeno al paso asiduo de lo cotidiano.
A veces sonreía y aquel gesto
remitía de pronto a un tiempo de cerezas,
liberaba fructífera nostalgia.
Una atenta pupila
espiaba feliz el vuelo regazado,
el rebrote puntual de los arbustos.
Ahora la casa huele
a fósforo sin lumbre
y gotea el reloj lentitud y pereza.
Los objetos domésticos
resaltan su desgaste
como si presintieran
que en aquella mirada no hay retorno.
Al sol de medianoche
hilvano estas palabras mientras duermo.
Hermoso poema que rezuma nostalgia por las cosas sencillas y hermosas de la vida que nos han dejado, por ese añorado "tiempo de cerezas".
ResponderEliminarMi felicitación y mucha suerte para esa lectura. Un abrazo
Querido Jesús, tu mensaje me pilla con LA PAPELERA DE PESSOA en las manos. No sé si mi lectura te resultará pertinente, pero desde luego comparto contigo el afán de claridad y el discurso machadiano que enlaza tus poemas con una tradición meditativa. Abrazos.
EliminarJosé Luis, leo tu entrada justo antes de salir de casa hacia uno de los institutos de Talavera, donde haré una lectura para los alumnos de 1º de Bachillerato. Tu texto y tu poema no han podido ser más oportunos. Ojalá me den fuerza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Querido Antonio, acercar la poesía a los jóvenes es una obligación ineludible. No sé si la batalla está perdida ante una sociedad icónica y digital, o todavía hay posibilidades para que el libro sea un imprescindible compañero de viaje. Hay que intentarlo. Mis mejores deseos para tu encuentro con los bachilleres y un fuerte abrazo.
Eliminar