Dónde estabas tú el día del fin del mundo
Luis Ángel Lobato
Cálamo Poesía, 2014
|
RECONSTRUCCIONES
Recuerdo una foto de grupo que me puso en
contacto en 2013 con la travesía lírica de Luis Ángel Lobato. Fue la antología Sentados o de pie, muestrario que tenía un segundo
título escrito con tinta irónica: 9
poetas en su sitio. Una verdad sin matices: solo la lectura cordial del receptor dispone el lugar adecuado a la poesía. En esas páginas, editadas por el profesor y ensayista Antonio Piedra, se
resaltaban las afinidades del grupo y los elementos integradores que, sobre todo, venían marcados por la proximidad geográfica y formativa de los incluidos.
Nacido en Medina de Rioseco (Valladolid) en 1958 y profundamente apegado al entorno natal, Luis
Ángel Lobato representaba la opción más radical y estricta, la andadura que
busca singularizar su voz en un permanente proceso de búsqueda que va marcando
pautas expresivas hasta desembocar en los matices más personales de su caminar. Un recorrido en el que la lírica amorosa se percibe como elemento
sustancial y reiterado que también marca la última entrega del poeta hasta la
fecha, Dónde estabas tú el día del fin
del mundo, obra que recoge composiciones escritas entre 2009 y 2010.
El poemario se organiza a partir de un título interpelativo. Es un
aserto entrelazado de intimismo confidencial, soledad y diálogo con las emociones. Esas
son las claves de anclaje de un yo
poético que busca reconstruir su intrahistoria personal a partir de secuencias
instaladas en los pliegues del tiempo. Son estampas vivenciales del pretérito y subrayan en los calendarios su cronología, como un efectivo mecanismo para
reforzar la experiencia y hacerla más perdurable. La conciencia de lo
transitorio siempre advierte de la piel frágil de los recuerdos; no tardan en
transformarse en ceniza y arena o en los difusos espejismos del sueño.
Los episodios convivenciales que dejan un rescoldo inquieto en el tejido
sentimental, un indicio de vida capaz de hacer habitable la soledad del ahora.
El recuerdo conforta la respiración, da tono y armonía a los latidos del
existir y construye tercos peldaños que nos hacen retroceder en el tiempo y
regresar hasta la soledad confusa de lo cotidiano con un patrimonio intacto entre
las manos, capaz de disimular los escombros solitarios del presente, ese tiempo crepuscular del amor a solas.
Dónde estabas tú el día del juicio
final sorprende gratamente por su trabada arquitectura interna y por el ejemplar
sentido unitario de los poemas; como los buenos puzzles, cada pieza es autónoma y
singular pero refuerza su significado en el todo global, en el dibujo
completo de un estado de ánimo que habla de melancolía y desasosiego. Es un libro de poesía amorosa que no tiene miedo a la reiteración del
motivo porque sabe que añade sombras y matices, abre sendas y
postula itinerarios nuevos. Un libro con gran sentido del ritmo y con imágenes
que definen la ausencia como si fuese un horizonte que requiere reconstrucción y compañía, la alzada nueva de otra amanecida.
Te agradezco, querido amigo, tus palabras. Tu lectura ha sido impresionante y me siento feliz de que te haya llegado con nitidez el dolor del que me he intentado desprender; ese desamor que me agarró durante años y que con este libro he intentado olvidar.
ResponderEliminarMuchas gracias, de verdad, por tus palabras, querido amigo en la poesía.
Un abrazo sincero, José Luis.
Un gran abrazo, querido amigo, una grata experiencia adentrarse en tus poemas y compartir los itinerarios del amor a solas. Feliz jornada desde la sierra de Gredos, en el frescor de Ávila.
Eliminar