Las pesadillas de un artista del siglo XXI Luis Tulsa Ediciones de la Isla de Siltolá Sevilla, 2017 |
INSISTENCIAS DEL YO
Es el punto cero; el itinerario poético de Luis Tulsa (Valparaíso,
Chile, 1993, graduado en Filología
Hispánica por la Universidad de Madrid comienza con Las pesadillas de un artista del siglo XXI. Es un poemario de una
longitud inusual y título irónico que arranca de inmediato, sin citas de
relumbre ni introitos amicales, con la prisa firme de una voz desbordada que no
esconde una tendencia natural al prosaísmo y una ubicación sentimental en el
mapa urbano del ahora, con sus calendarios previsibles y sus esquinas de
desolación.
La voz de Luis Tulsa podría ser –si se permite la convención de entrada-
el monólogo fragmentado de una crónica de urgencia que hace del yo el testigo
implicado que sale a descubierta. Explica sin más qué elementos y sensaciones
se suman aleatorias a los sentidos y al espejo oxidado de la reflexión. El
poema inicial concede al artista una condición precaria: quien habla es el
sujeto apaleado que en todos los ángulos de la realidad recibe el trato
menesteroso de un perro abandonado, de un inmigrante, de un ser anónimo que
hace de la carencia su único vestido. La palabra entonces se convierte en
testimonio de un jardín inhabitable como un cuadro renacido en las pupilas de
El Bosco. La poesía no es más que catarsis, no el pasaporte al arte y la estética
que concede a quien lo practica la condición aristocrática de un portador de la
belleza: Ser en el poema es mostrar la cabeza apaleada.
Quien se asoma al poema exige una comprensión de lo real también en sus
parámetros de absurdo, desolación y malditismo. El sujeto se apresta a pasar su
particular temporada en el infierno al lado del feísmo, incidiendo en actitudes
que ridiculizan la normalidad como coordenada del conformismo. El protagonista
verbal es el reverso del ciudadano integrado; está ahí para quebrar la norma,
para hacer de su literatura estridencia y mácula, aunque para ello tenga que
negar al crítico o buscar sitio en los rincones zafios.
Es sabido que cada poeta que arranca senda busca la sombra de una
genealogía y a medida que se avanza entre las páginas de Las pesadillas de un artista del siglo XXI se van haciendo más
evidentes las afinidades o los ecos de otros poemas como es el caso de “No vales para nada” que recupera uno de los
más memorables poemas de José Agustín Goytisolo, una de las voces esenciales
del medio siglo por su empleo de la ironía y por su poesía cívica y
comprometida con la denuncia de una realidad social cariacontecida.
De esa ironía se vale Luis Tulsa para caricaturizar a los intelectuales
que esconden tras su solemne erudición mensajes de humo y conformismo. Pero
este rechazo de la infantería intelectual puede llamar a engaño. Aunque Tulsa
escribe un libro sobrio en su lenguaje que emplea expresiones coloquiales y
vulgarismos, constatamos múltiples referencias eruditas que reivindican la
pasión por las bibliotecas y el sustrato literario que entrelazan los versos;
por tanto hay plena confianza en la capacidad sugeridora y metafórica de las
palabras.
Sobresale en el avance argumental del libro el recurso de la
autonominación. El yo biográfico busca sitio en el poema. El rasgo estilístico
ha tenido amplio cultivo en la tradición –Unamuno, Dámaso Alonso, Hierro, Blas
de Otero, Ángel González…- y sigue cultivándose en la poesía reciente. Un
cultivador insistente de la exaltación del yo es Manuel Vilas, cuyo magisterio
en esta primera entrega de Luis Tulsa parece evidente.
Sé que la poesía más joven no es el desierto dilatado que algunos
suponen. Hay en su espacio temporal muchos nombres y cada uno acumula
inevitables y provechosas peculiaridades. Luis Tulsa pertenece por edad a los
nietos digitales de Poe y Baudelaire. Afronta la derrota diaria con birras,
porros, rayas y algo de sexo –un vecino ejemplar, pongo por caso- pero este
malditismo de periferia propaga una saludable fuerza expresiva. En ella convive
el verbo derramado nerudiano y la invitación al derrumbe de Cernuda en “Bird in
the night”; muestra una realidad vivida
como sombra y como huida. No queda sino refugiarse bajo el paraguas del
lenguaje con la escueta compañía de las palabras y un poco de humor, hecho de
mondaduras y algunas pesadillas.
El malditismo como enfermedad ¿infantil? ¿senil? de la poesía tiene, ahora y siempre, un enorme atractivo entre la juventud. El extrañamiento, la marginalidad, los suburbios, la "nieve", lo subterráneo. Aquel Fernando Merlo de "Estos cauces que ves amoratados..." A veces acude como realidad, a veces como pose.
ResponderEliminarNo he leído Luis.
Querido Paco, que alegría recuperar tus palabras en estos puentes de papel. es cierto que la escritura más temprana tiene una tendencia natural al malditismo, como nuestra poesía de madurez tiende a la reflexión y a la elegía. Pero el debut literario de Luis Tulsa es un paso al frente sólido y perdurable. Te encantará. Un fuerte abrazo.
EliminarJose Luis, tienes el contacto de Luis Tulsa? Lo busco para invitarlo a participar en una revista. Saludos.
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