sábado, 24 de febrero de 2018

FRIEDRICH HÖLDERLIN. CANTOS HESPÉRICOS

Cantos hespéricos
Friedrich Hölderlin
Traducción y versiones libres en lienzos y poemas de
Verónica Jaffé
Presentación de Luis Miguel Isava
La Laguna de Campoma, Caracas, 2016


RÍO Y MEMORIA

   En su obra Sobre traducciones. Poemas 2000-2008 Verónica Jaffé (Caracas, 1957) incorpora un epílogo que creo necesario recordar aquí. La poeta, ensayista, traductora y artista plástica se preguntaba en aquel texto las razones por la que se acerca a la traducción con una actitud alejada de cualquier trasposición mimética, como si plantase en el árbol de la escritura original un desplegado injerto personalizador: “Hölderlin me enseñó que la traducción es la política de lo poético porque implica la apertura a lo ajeno en la voz propia y porque con la traducción comienza el ciclo histórico de la imaginación humana”. Del calado semántico de esta aseveración reflexiva emana una tarea sostenida en el tiempo que deja ahora, con relevante propuesta editorial de la Laguna de Campoma, en colaboración con el Goethe-Intitut Caracas, la traducción de Cantos hespéricos. de Friedrich Hölderlin.
  Escritos en la aurora del siglo XIX, los cantos, en palabras de Clara Janés “devuelven la poesía a su primigenia vocación sacra y augural”. Verónica Jaffé toma como fuente de sus traslados textuales e imágenes la edición histórico-crítica de D. E. Sattler. Es la más valorada por la investigación filológica especializada; se singulariza por integrar en su magma textual las versiones y variantes. Sobre las características formales del volumen, resulta clarificadora la mirada crítica del profesor Luis Miguel Isava. El ensayista contextualiza el enfoque de estos cantos que integran, junto al viraje canónico, una versión literal y otra libre, empapada con la sintaxis castellana y con la atmósfera sensitiva de la traductora, quien amplía su papel hasta personificar una autoría versal, abierta a las posibilidades del matiz. El resultado es una conjunción de voces, un proceso de textualidad entrecruzada que transfigura la significación.
  Otro vértice nuevo y singular del decurso que acerca al espacio cognitivo castellano estos himnos es la síntesis plástica. A partir de una reflexión no verbal, los versos se transforman en imágenes y formas visuales en las que elementos conceptuales como el río, arquetipo de fluidez y transcurso, protagonizan plasmaciones imaginativas.
 Verónica Jaffé añade un preliminar en el que clarifica las cualidades de estos doce himnos o cantos, cuya forma métrica se inspira en los himnos de Píndaro. Son grupos estróficos que se construyen con similar esquema argumental: arrancan con un canto de alabanza que despliega a continuación un argumento enunciativo e interpretativo para integrar como coda lecciones y sentencias formativas. La traductora defiende que la textura esencial de esta obra es su transitar entre lo antiguo y lo moderno que además se enriquece con la presencia en su filosofía de un contexto histórico marcado por circunstancias políticas y sociales, capaces de moldear la subjetividad del poeta.
  Ya se ha comentado que no estamos ante el habitual trasvase académico. Verónica Jaffé deja el acceso abierto a su poesía y ofrece una introducción lírica, acompañando a las secuencias visuales. Las reproducciones de carboncillos y collages no restan espacio a las palabras sino que constituyen un episodio más de la traducción. Son expresiones meditativas que sondean analogías en la red del lenguaje y representan nuevas perspectivas semánticas.
   Si “lo que queda lo fundan los poetas”, el conjunto hímnico proyecta un regreso al pasado clásico como espacio mítico y reducto de plenitud y grandeza. Grecia es génesis y cuna y el anhelo del viaje se convierte en un cumplimiento del destino. Ir es hacer posible los deseos del corazón, dar forja a ideales que cobijan la belleza y la pureza. Así retornan epopeyas y tradiciones, historias épicas y geografías míticas que se entrelazan entre sí hasta adquirir la apariencia confusa de una construcción aérea. En Hölderlin la eternidad de los mitos paganos nutre pulsiones genesíacas de la existencia y recupera un panteón ecléctico de divinidades con acento visionario.
   A la luz de la razón, los cantos no  proporcionan historias cerradas ni semas lógicos. Se abren como figuraciones y marcas repletas de imágenes que exigen nuevas sendas, que entrevelan su hilo argumental para solapar sentidos o para hacer de su lectura un campo especulativo repleto de subjetividad.
   La actividad poética comprende también un impulso que lleva a Verónica Jaffé a una cala poética: “Fue el mismo Hölderlin / quien me enseñó a ver / la traducción en la poesía / y la metáfora del propio río / como el fluir de la memoria, / de la lengua en mi país / que no me pertenece, / ya lo sé / ni a mí ni a nadie.” El espíritu de Hölderlin bifurca el camino. Aflora un presente en el que es palpable la preocupación solidaria, el rastro de la pérdida, y la objetivación de un tiempo personal que traza su propio mapa de la memoria, los signos del día que abren a cada instante caminos y preguntas “porque la querencia de vida como riqueza, / para sí y para todos, es común a dioses / y mortales“.
   Lejos de quien asume la traducción como un expediente laboral, Verónica Jaffé promueve vínculos con el legado y la personalidad espiritual de Friedrich Hölderlin y crea en esa hilada conversación con el poeta su propio género literario, un quehacer singular para que siga hablando con voz inalterable esa tensión que encierra lucidez y locura. 


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