miércoles, 17 de agosto de 2022

LUIS BRAVO. LAS HORAS GRISES

Las horas grises
Luis Bravo
La Veleta, Poesía
Granada, 2022

 

LA EDAD JUSTA

 

 
  La entrega Las horas grises de Luis Bravo (Madrid, 1994), autor del poemario Triestino (Cántico, 2021), parece acoger un discurso lírico confidencial e intimista, aunque vela la desnudez biográfica del sujeto verbal mediante un objetivismo perceptivo. El recurso pone en los itinerarios del pensamiento, como sugiere la cita de John Keats, una distancia clásica: “Aquel que se entristece / al pensar en su propia ociosidad no puede estar ocioso, / y está despierto quien se cree dormido.  Estar supone ser consciente de la convivencia alrededor de una realidad paradójica, hecha de contrastes e incertidumbres.
  El trazado del libro abre un proceso de autoconocimiento. Crea una senda reflexiva que interrelaciona con el entorno y concede a sus elementos una lectura simbólica. Así se constata en el poema ”Gabarras en el río”, al que pertenecen estos versos: “¿Quién volverá a podar estos juncos, / a bañarse en estas aguas, / cuando se corten sus tablas / y en silencio naveguen solas / y se varen quienes fuimos”.
  Otros poemas buscan el impulso germinal en la lectura y adquieren así el paso relacional del homenaje. Ocurre en la composición “La Quinta”, que toma el título de una novela del poeta, narrador y ensayista Miguel Sánchez-Ostiz. A lo largo del libro se dispersan otros referentes culturales. El conocido verso de T. S. Eliot que da comienzo a La Tierra Baldía sirve de pauta para el texto “Contra T. S. Eliot”, cuyo estrato base es el amor y sus circunstancias. Y el legado cultural también integra otros nombres de fuerte temperatura poética: Vladimir Holan Lee, Antonio Colinas, Jaroslav Seifert, Pavel Hrádok, Shelley...
   Luis Bravo no opta por el verso enunciativo; fuerza la sintaxis para moldear un ámbito de sugestión. Esa mirada impresionista deja excelentes composiciones como “Otoñales” : ”Merecemos el desánimo, los día sombríos. / No serían lo mismo sin la ayuda del cavilar / y la sugestión, sin previo aviso, que nos pesan / cuando regresamos…”. Todo invita a la especulación de la memoria y al desempolvar de huellas y recuerdos como legado del tiempo y sus inclemencias. Esta refutación del tiempo y su mirada crepuscular, que deja en el aire una sensación temporalista, contagia también al credo estético del modernismo y sus recursos expresivos, ahora convertido por el poeta en pétalo seco de la historia literaria, oculto tras el desencanto, acaso enfermo de melancolía. La existencia parece un respirar de sombras, un callado yuxtaponer de horas grises: “Hay algo peor, decía Foxá, que las conversaciones huesudas / o los días tediosos. No lo sé. / Más callado últimamente, / dispongo como emblemas los polvos y resortes / de una melodía gastada. Teniendo estas bazas del novecientos / seguiré escribiendo. ¿Feliz? No lo sé. “
   Como un paseante en busca de lo inesperado, el poeta hace acopo de percepciones y pausas reflexivas, esas hendiduras en las que se cobija el ánimo ante una realidad en apariencia insulsa y crepuscular. Lo ideal adquiere siempre la distancia de una meta lejana e inalcanzable que exige una ascesis, una peregrinación hasta el lejano jardín de lo literario, ese lugar enaltecido por los dones de la tradición, que tiene un intangible olor a tiempo, que galvaniza la piel precaria de las horas más grises. 


JOSÉ LUIS MORANTE



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.