Vuelo entre dos mundos Elisabeta Botan Prólogo de Miguel Veyrat Ilustraciones de Sorin Mihai Bârgaoan Editorial Nuevos Ekkos, Colección La Palabra Inquieta Madrid, 2022 |
REGRESOS
Fue en las rutas culturales abiertas por Gregorio Muelas Bermúdez, José
Antonio Olmedo López Amor y Jorge Ortiz Robla, los directores de la revista Crátera donde cuando conocí por primera vez a la escritora, traductora, crítica
y antóloga Elisabeta Botan. Juntos compartimos algunas veladas en la siempre
recordada librería Nakama, en el barrio de Chueca, y en las aulas de la
Universidad de Alcalá de Henares, ciudad donde vive desde el año 2002 y donde protagoniza
con ánimo incansable una intensa labor cultural sin líneas divisorias. Nacida
en Rumanía en 1972 sintió desde muy joven un intenso interés por la poesía y
participó en premios y convocatorias que alentaron un itinerario de largo
recorrido. Dispuesta a desarrollar su temprana pasión por la página escrita
ganó, consiguió resultar ganadora en varios concursos de cuartetas, con rima
preestablecida y recitando en directo obtuvo el Primer Premio del Concurso
organizado por Radio Nacional de Rumanía (Juventud Bucarest- 1996) y ”Radio
România Tineret”, en 1997.
Aprender y domesticar un nuevo ámbito lingüístico y conocer los peldaños expresivos de su fluencia es una acción en progreso. En 2012 publica en castellano el poemario Dimensiones y cuatro años después la entrega Egometría (2016). De ambos libros se han realizado traslaciones al inglés, francés, italiano, chino, griego, árabe, búlgaro y catalán. Ha participado en antologías de relato breve y poesía del ámbito nacional e internacional. Coordinó la antología bilingüe Horizontes poéticos, que se presentó en la Feria Internacional del Libro de Bucarest, Gaudeamus 2019, y ha traducido siete libros a diferentes idiomas, principalmente de rumano a español. Colabora con numerosas revistas culturales. En suma, una labor miscelánea que revela una actitud en vela y generosa.
El mapa lírico de Vuelo entre dos mundos ofrece como apertura un prólogo del poeta Miguel Veyrat. Comienza con un recuerdo personal de su etapa de periodista, que justifica la idea motriz de la introducción. La palabra impone un magma aglutinador, conjunta una síntesis capaz de borrar diferencias entre espacios geográficos, entornos culturales y enfoques subjetivos. Tras ese umbral de partida, la poeta comienza su indagación verbal con una crónica de vivencias que sondea el sentido del ser. Las arterias grises del estar diario necesitan superar el conformismo y la quietud. El yo poético en su alineación sucesiva de momentos debe mirar más allá para superar erosiones y desajustes y repensar las relaciones entre creación poética y discurrir existencial.
Desde el amanecer del libro se percibe que la palabra de Elisabeta Botan es intensamente humana. Asume un intimismo cercano y transparente que acomete una función dialogal y comunicativa. Los datos verbales se enriquecen con imágenes que agitan la fuerza sensorial del poema y su temblor emotivo. Andar el camino de las palabras no es más que abrir una perspectiva nueva al tránsito interior y una toma de conciencia del carácter nómada de cualquier destino tras el mágico asombro del amanecer.
Los temas de Vuelo entre dos mundos tienden a la riqueza argumental. Los momentos de la confidencia personal conviven con el homenaje a figuras del canon como Federico García Lorca, a quien se dedica el poema “Noche de agosto”, o se abren interrogaciones sobre las propias coordenadas estéticas, como leemos en la composición “Ars Poetica”: El poeta se retira en la luz / de las palabras, / no necesita conquistar paraísos, / -pues él no cree en los infiernos-. / Le basta el lecho de sus versos”.
Otras composiciones conectan con la mirada del espectador que contempla y es capaz de interpretar signos y trazos de la pintura. Así sucede con “Cuadro I” dedicado al pincel de Jorge Vaca, o “Cuadro II” , otra composición empeñada en descubrir la luz y sus límites visuales a partir de la obra de Florin Buciuleac.
La poesía amanece cuando descubre motivos argumentales por lo que las palabras abren resquicios; muchas veces el hilo fuerte que las convoca son las contingencias de la actualidad: el tiempo ensimismado de la pandemia, la indeclinable fuerza de la enfermedad, o los contraluces de una sociedad marcada por los fanatismos religiosos, la intolerancia o la violencia sexual.
Otro sustrato básico de la poesía es el tejido sentimental del amor, los afectos familiares: el marido, la hija, el recuerdo del padre o la evocación de la figura materna. Junto a ellos los nombres propios del transitar del tiempo y ese destino personal de quien vive entre dos mundos, el de la infancia y el lugar de origen, y el del presente y la necesidad de que broten nuevas raíces para que sostengan la casa del ahora y las expectativas de la costumbre.
En la voz de Elisabeta Botan cada poema es un refugio y un punto de encuentro, un espacio dialéctico, sencillo y complejo, que concentra significados y desdice la soledad del paseante solitario con la consoladora evidencia de la poesía. El discurso verbal nos habla de buena vecindad entre pasado y presente, entre los libros y la geografía indecisa en la que viven juntos y se abrazan realidades y sueños.
Aprender y domesticar un nuevo ámbito lingüístico y conocer los peldaños expresivos de su fluencia es una acción en progreso. En 2012 publica en castellano el poemario Dimensiones y cuatro años después la entrega Egometría (2016). De ambos libros se han realizado traslaciones al inglés, francés, italiano, chino, griego, árabe, búlgaro y catalán. Ha participado en antologías de relato breve y poesía del ámbito nacional e internacional. Coordinó la antología bilingüe Horizontes poéticos, que se presentó en la Feria Internacional del Libro de Bucarest, Gaudeamus 2019, y ha traducido siete libros a diferentes idiomas, principalmente de rumano a español. Colabora con numerosas revistas culturales. En suma, una labor miscelánea que revela una actitud en vela y generosa.
El mapa lírico de Vuelo entre dos mundos ofrece como apertura un prólogo del poeta Miguel Veyrat. Comienza con un recuerdo personal de su etapa de periodista, que justifica la idea motriz de la introducción. La palabra impone un magma aglutinador, conjunta una síntesis capaz de borrar diferencias entre espacios geográficos, entornos culturales y enfoques subjetivos. Tras ese umbral de partida, la poeta comienza su indagación verbal con una crónica de vivencias que sondea el sentido del ser. Las arterias grises del estar diario necesitan superar el conformismo y la quietud. El yo poético en su alineación sucesiva de momentos debe mirar más allá para superar erosiones y desajustes y repensar las relaciones entre creación poética y discurrir existencial.
Desde el amanecer del libro se percibe que la palabra de Elisabeta Botan es intensamente humana. Asume un intimismo cercano y transparente que acomete una función dialogal y comunicativa. Los datos verbales se enriquecen con imágenes que agitan la fuerza sensorial del poema y su temblor emotivo. Andar el camino de las palabras no es más que abrir una perspectiva nueva al tránsito interior y una toma de conciencia del carácter nómada de cualquier destino tras el mágico asombro del amanecer.
Los temas de Vuelo entre dos mundos tienden a la riqueza argumental. Los momentos de la confidencia personal conviven con el homenaje a figuras del canon como Federico García Lorca, a quien se dedica el poema “Noche de agosto”, o se abren interrogaciones sobre las propias coordenadas estéticas, como leemos en la composición “Ars Poetica”: El poeta se retira en la luz / de las palabras, / no necesita conquistar paraísos, / -pues él no cree en los infiernos-. / Le basta el lecho de sus versos”.
Otras composiciones conectan con la mirada del espectador que contempla y es capaz de interpretar signos y trazos de la pintura. Así sucede con “Cuadro I” dedicado al pincel de Jorge Vaca, o “Cuadro II” , otra composición empeñada en descubrir la luz y sus límites visuales a partir de la obra de Florin Buciuleac.
La poesía amanece cuando descubre motivos argumentales por lo que las palabras abren resquicios; muchas veces el hilo fuerte que las convoca son las contingencias de la actualidad: el tiempo ensimismado de la pandemia, la indeclinable fuerza de la enfermedad, o los contraluces de una sociedad marcada por los fanatismos religiosos, la intolerancia o la violencia sexual.
Otro sustrato básico de la poesía es el tejido sentimental del amor, los afectos familiares: el marido, la hija, el recuerdo del padre o la evocación de la figura materna. Junto a ellos los nombres propios del transitar del tiempo y ese destino personal de quien vive entre dos mundos, el de la infancia y el lugar de origen, y el del presente y la necesidad de que broten nuevas raíces para que sostengan la casa del ahora y las expectativas de la costumbre.
En la voz de Elisabeta Botan cada poema es un refugio y un punto de encuentro, un espacio dialéctico, sencillo y complejo, que concentra significados y desdice la soledad del paseante solitario con la consoladora evidencia de la poesía. El discurso verbal nos habla de buena vecindad entre pasado y presente, entre los libros y la geografía indecisa en la que viven juntos y se abrazan realidades y sueños.
JOSÉ LUIS MORANTE
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