Moralistas franceses (De La Rochefoucauld a Joubert) Luis Valdesueiro Amazon, Independently Published Traverse City, Michigan, USA, 2024 VOCES EN EL AIRE |
Abierto de par en par el incontinente cajón del aforismo, y convertido en vaso transparente, que apaga la sed de conocimiento mientras ensaya elogios entre poesía, ética y pensamiento, se expanden sobre la mesa del lenguaje algunas etiquetas críticas que recogen los momentos históricos esenciales en la consolidación normativa del género. Así sucede con el aserto “Moralistas franceses”, que aglutina el fluir reflexivo de un grupo de pensadores, florecido en territorio francés entre los siglos XVII y XVIII.
Luis Valdesueiro (Peguerinos, Ávila, 1953), aforista, difusor y estudioso del laconismo ha incluido en su propuesta a La Rochefoucauld, Pascal, La Bruyère, Vauvernagues, Chamfort, Rivarol y Joubert. Son rutas expresivas que comparten un consolidado trayecto aforístico que, desde hace décadas, es parte del canon y soporte de la senda central minimalista.
El antólogo obvia el prólogo de contexto. Se centra en la pulsión de cada autor y da unos breves trazos del discurrir vital, ese cúmulo de pasos de la biografía que condiciona, en mayor o menor medida, el ideario estético y la perspectiva escritural. Desde ese retrato se hace una breve selección de textos, que pretende clarificar, en su semántica general, la razón existencial de cada voz. Todos los seleccionados rastrean nuestra condición transitoria; sondean el sentido existencial del ser. Meditan de continuo sobre la remansada superficie del discurrir y alientan una retina crítica de la convivencia social, empeñada en anteponer el interés individual a la convivencia colectiva. Cada legado toma conciencia y se hace registro en la introspección.
La primera obra incluida es la de La Rochefoucauld (1630-1680), cuya aportación se define como “Máximas de un hombre desengañado”. Su breve libro Máximas y reflexiones diversas explora con ironía y sarcasmo ese entorno de fingimiento y desolación de la experiencia vital que disimula escombros, inmundicias y sinuosidades, detrás del escenario de las apariencias. El amor propio mitiga esas cicatrices de la experiencia vital que desazonan. Su mordacidad descubre que la verdad está lejos del ideal y la mentira coloniza campos enteros de la vida social y afecta a los trazos del propio sujeto que habita nuestros espejos.
Las convicciones de Pascal (1623-1662) se acogen en “Los pensamientos de un alma en vilo”. Pese a su temprana muerte, dejó una heterogénea herencia como físico, matemático, inventor, teólogo y filósofo. El desasosiego religioso impulsa su cercanía al debate teológico de la Abadía de Port-Royal. Como caña pensante, el hombre personifica una amalgama de creencias y afectos; la conciencia personal con frecuencia se ve contaminada por las sombras de dudas e incertidumbres. La nada parece ser el destino final de la existencia y su libro Pensamientos enaltece la necesidad de Dios y la fuerza salvadora de la religión.
El anhelo de verdad está muy presente en La Bruyère (1645-1696), cuya obra define Luis Valdesueiro como “máximas de un pintor de almas”. Su exitoso balance literario justifica la consideración de ser una de las voces mayores de la literatura francesa. En sus caracteres refleja el carácter moral de sus contemporáneos; su libro es el espejo de una época. Incansable observador, La Bruyère descarga en el sujeto la capacidad de ser testigo y observador de la realidad. Así se fortalece una visión crítica que depura lo que ve y quiere buscar resolver por sí misma los interrogantes existenciales.
El mínimo aporte textual de Vauvenargues (1715-1747) se estudia en el apunte “Las máximas de un hombre doliente”. En reflexiones y máximas las anotaciones objetivan el conocimiento del ser y del mundo, buscando un equilibrio de moderación entre luces y sombras, entre visión candorosa y nihilismo. Considera que la razón necesita el pulso sentimental para no ser áspera y fría. Nuestras capacidades cognitivas alumbran claridad. Dado que nuestras capacidades son limitadas y nuestro entendimiento insuficiente, hay que cultivar la voluntad firme y el empeño en poner luz a la incertidumbre con un espíritu reflexivo abierto y tolerante.
El apartado “Los pensamientos de un hombre desesperanzado”, dedicado a Chamfort (1741-1794), recuerda sus orígenes oscuros, que condicionaron un persistente resentimiento en su quehacer literario. El instructivo moralista percibió en primera fila el desvarío jacobino de la Revolución francesa y su empeño en hacer del precipicio un andén de llegada. Las máximas y reflexiones de Chamfort difunden una gélida desolación. Su pensamiento expande una incontinente tormenta de sombras. La voluntad de las palabras es estéril porque sus significados no curan los más doloridos sentimientos. Como afirma el antólogo, las máximas y pensamientos de Chamfort son “la radiografía de un hombre vencido por la amargura”. Se percibe en el breve apartado un claro pesimismo, como si la presencia de la esperanza no fuera sino un espejismo que se obstina en mentir a cada instante.
La vida de Rivarol (1753-18019 fue una continua búsqueda de fortuna. Ensayista y panfletista sus máximas se leen como “los pensamientos de un espíritu inquieto”. Fue un enemigo declarado de la revolución francesa, lo que impulsó su persecución y exilio, hasta su definitivo asentamiento en Berlín. Su brevedad está marcada por la claridad y el rigor y deja patente su ingenio, y una inconfundible mezcla de ironía y humor. La filosofía de Rivarol entiende la vida como una floración de frustraciones, un cúmulo de estaciones de paso que espera ese tren que no lleva a ninguna parte, salvo a los trampantojos de la esperanza, esas oquedades ilusorias de lo temporal.
El volumen se clausura con los aforismos de “Un poeta de la luz”: Joseph Joubert (1754-1824), un incansable compilador de aforismos que representa el vínculo de transición entre los moralistas franceses y la naciente sensibilidad del romanticismo. Convergen en la escritura lacónica de Joubert filosofía y poesía; el empeño de brevedad y la precisión más extrema. La sensación que deja la lectura de Joubert es que los grandes temas de la conciencia humana necesitan el amparo reflexivo del pensamiento. Todo lo que pensamos es preciso pensarlo con el ser completo; con el alma y el cuerpo porque ser natural en el arte es ser sincero.
Con nitidez y armonía, Luis Valdesueiro deja un ajustado registro nominal de los moralistas franceses y de su destacada aportación a la tradición literaria del aforismo. Un itinerario de voces consolidadas que ensancha el camino lector. Un espacio asentado que sostiene un magisterio fuerte, desde una concepción abierta del género, desde el paso libre y ligero de la inteligencia.
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