Nada brilla en los rincones (antología) Claudia Prado Ediciones La Coz Valencia, 2024 |
SECUENCIAS
El libro más temprano, El interior de la ballena, editado en 2000, sirve de tierra firme a una voz lírica que formula en las composiciones percepciones objetivas. Los versos aglutinan imágenes rotundas, secuencias perdidas en el tiempo que propician una perspectiva muy amplia de la memoria ficcional. Los textos adquieren el molde de breves relatos, en los que sobrevive todavía ilesa la conciencia del discurrir. Este modo de enfocar la semántica textual se percibe con mucha nitidez en el excelente poema inaugural “1899. EL VESTIDO” cuyos versos postulan una historia en gradación, en la que los distintos elementos se conjugan para la coda argumental. Los fragmentos recuerdan el trazo exacto de un círculo que se va cerrando sobre sí mismo mientras indaga sobre una recreación casi teatral, en la que intervienen distintos figurantes.
El despliegue verbal prosigue con Viajar de noche, obra publicada en 2007. El sujeto poético se hace más intimista y confidencial para explorar una senda reflexiva que tiene en la memoria su material de cimentación. La difusa inestabilidad de lo cotidiano ratifica la complejidad de encontrar en la convivencia diaria el camino de regreso a la felicidad. El gregarismo del presente empuja a buscar una vida nueva que libere de tanta insignificancia. Los reiterados ámbitos de la realidad necesitan rupturas, como los sueños, o destellos de la imaginación, como la existencia de algunos ovnis que trastocan el discurso unidireccional de la rutina y olvidan lo evidente: “era un ovni, lo dejaron / estático en el cielo, / tenía la fijeza / la apariencia inofensiva / de un deseo insatisfecho”.
La tercera entrega integrada es Primero, libro de 2020 que tiene como detonante escritural los recuerdos de infancia de distintas personas. La cita de Felisberto Hernández clarifica el epitelio poético: “Yo he vivido cerca de otras personas y me he guardado en la memoria recuerdos que no me pertenecen”. Son materiales de acarreo que entrelazan aportes de los otros y las reflexiones del sujeto sobre su significado evocativo. El yo junto a los demás conforma un equilibrio precario que trata de completar la mirada y descubre el devastador paso ligero de los años: “No, no hay nada brillante / en los rincones, nada oscuro, / solo un poco de pelusa”.
La trama suma acontecimientos desplegados en otro intervalo que se aferran a la memoria para no desvanecerse, para demostrar que la belleza y la fealdad están cerca y pueden compartir estratos del mismo espacio de realidad. La escritura proporciona una contemplación en primer plano del pasado. En esta toma de conciencia del transitarr todo parece extraño y envejecido, como mínimos acontecimientos que sobrevivieron; teselas fragmentadas, que dejan la certeza de haber vivido, cuyo misterio inmediato no se marchita nunca.
Claudia Prado incorpora como andamio final de Nada brilla en los rincones algunos poemas inéditos. La poesía captura ese temblor mínimo de las cosas en tránsito, para convertirlas en vuelo y raíz al mismo tiempo, en recuerdos que van perdiendo claridad y que interpelan a la ternura. Poesía narrativa que sostienen una amplia reflexión en torno a la conciencia de finitud mudable. Poesía excelente, asomada al fluir estacional del personaje y a la condición transitoria del yo.
JOSÉ LUIS MORANTE
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