domingo, 5 de octubre de 2025

JOSEP M. SALA-VALLDAURA. EL UMBRAL DEL VERSO

El umbral del verso
Estudios sobre la poesía hispánica contemporánea
Josep M. Sala-Valldaura
Pagès Editors y Universitat de Lleida
Lleida, 2025

PAISAJES DEL VERSO 
 
 
   Ya casi establecidos los nombres propios del canon en el territorio literario del siglo XX, se percibe que la Generación del 50 emerge como grupo definitorio por su representatividad real y el plural magisterio en las hornadas siguientes. Esta consideración es también constatable en el conjunto de estudios que Josep M. Sala-Valldaura (Gironella, 1947), doctor en Filología por la Universidad de Barcelona y catedrático de Literatura española moderna y contemporánea en la Universitat de Lleida. El poeta, profesor universitario y ensayista reúne en el volumen El umbral del verso un conjunto de estudios sobre el espacio lírico español contemporáneo, completado con dos exploraciones centradas en el imaginario hispanoamericano de Octavio Paz y en la obra poética catalana de Jaume Pons. En nota de entrada, se clarifica la procedencia de los análisis y los enfoques básicos, siempre sustentados en el interés por el acervo poético de los últimos cien años.
   La perspectiva crítica comienza con dos clásicos de las vanguardias. Vicente Aleixandre, impulsor del surrealismo a través de su entrega Pasión de la tierra, y Carlos Edmundo de Ory, cuya eclosión coincide con el agotamiento del espíritu vanguardista, y la imposición monolítica del realismo social.
  Como recuerda el estudioso, en los años veinte se dan cita entregas de Aleixandre, Alberti, García Lorca, Cernuda y J.V. Foix. Son libros que conforman la etapa inicial del surrealismo y su emerger como corriente estética. El ideario había nacido en Francia. Aunque el ámbito peninsular comparte mecanismos oníricos, se aleja de la escritura automática y guarda una cierta conexión racional. Vicente Aleixandre deja en Pasión de la tierra un conflicto entre actividad mental y material metaliterario, entre lo intuitivo y la palabra. El lenguaje poético busca lo inefable, el despertar de la revelación y sus correspondencias simbólicas. Los versos se moldean como aspiración a la luz.
  En la posguerra, Carlos Edmundo de Ory prolonga una singular vocación creadora, ejercida en condiciones de marginalidad. Serán Pere Gimferrer y Félix Grande, ya en los años sesenta, quienes alerten del valor de su quehacer, pese a su condición de heterodoxa marginalidad. En pocos años se multiplica su presencia en antologías, colabora en abundantes revistas literarias y se resaltan en su justa medida sus elementos lingüísticos y expresivos, el cultivo de lo irracional, el juego lúdico y la imaginación. El poeta personifica un proceso de libertad semántica que trata de armonizar la desarmonía del inconsciente y que se diversifica entre la poesía y el aforismo.
   Casi todos los estudiosos del medio siglo convierten en núcleo aglutinador la escuela de Barcelona, como rampa de lanzamiento del grupo generacional. Aunque las redes de afinidades son complejas, en el inquieto ambiente cultural barcelonés se prodigan revistas, tertulias, colecciones poéticas y encuentros literarios confrontados con los postulados estéticos del régimen. Así se forjan las personalidades de José Agustín Goytisolo, Carlos Barral o Jaime Gil de Biedma. Todos aspiran a construir un nuevo humanismo, una poesía cordial que asume en su ideario pulsiones marxistas y existencialistas. La emoción se convierte en el eje motriz del poema, desde una dimensión ética y colectiva, con una luminosa referencialidad moral, como se percibe en los poemas de El retorno.
    La búsqueda estética de José Agustín Goytisolo en el lenguaje de Salmos al viento despersonaliza la experiencia biográfica para acercarse a la realidad exterior con una voz narrativa, nunca ajena a la conciencia ética.  Hay una ruptura del relato poético tradicional mediante una expresión directa, que maneja recursos expresivos como la ironía, el prosaísmo coloquial y el sarcasmo. Lo mismo sucede en el tono elegíaco de Claridad, un poemario que deja traslucir una densa experiencia biográfica. Jaime Gil de Biedma hace de Barcelona el lugar del poema; el exterior urbano integra el espacio y tiempo de la intimidad. Ante el entorno se agrandan los vaivenes de conciencia del personaje y el cuestionamiento de los estratos sociales dispersos en la ciudad, que se convierte también en trasfondo simbólico.
   Al grupo de Barcelona se añaden escritores con postulados estéticos coincidentes como Ángel González, José Ángel Valente, José Manuel Caballero Bonald y Francisco Brines. Sólo este último tiene presencia en El umbral del verso. El análisis recalca la fuerza elegíaca del poeta, la influencia de Kavafis y la conciencia del tiempo mientras languidece la plenitud existencial y se agranda la percepción de lo perdido.  
   Cuando la nómina generacional se consolida, deja fuera a coetáneos que, aunque compartieron el mismo tiempo histórico, prevalece en su obra la insularidad y el aislamiento. Así sucede con José Corredor-Matheos, a quien el ensayo dedica un capítulo completo en el que se subraya la depuración expresiva y la contemplación inocente de la naturaleza. El poeta manchego, afincado durante muchos años en Barcelona, hace de su escritura una profundización en el misterio de ser, una conciencia de la ascesis. La poesía se hace aceptación gozosa del ser en el estar.
   Me parece un acierto el análisis de las constantes creativas de Francisca Aguirre y Chantal Maillard. Francisca Aguirre es una voz comunicativa que siempre entendió la poesía como comunicación y reflejo del yo biográfico. La escritura testimonia la experiencia personal, y hace de su solidaridad con el sufrimiento un subtema central. Con claro trasfondo existencialista y un fuerte espíritu reivindicativo sobre el papel de la mujer, Francisca Aguirre escribe a trasmano del culturalismo del momento con un ideario realista, en el que se refleja la soledad, el miedo y la finitud. La poeta enlaza biografía e historia en libros donde la conciencia subjetiva nunca guarda distancias con el contexto inmediato.
  Chantal Maillard personifica un ars poética de fondo filosófico, donde se buscan claves existenciales. La escritura hilvana conocimiento y paradojas; hace del lenguaje un paisaje insondable que multiplica metáforas y símbolos. El yo poético transita por sensaciones corporales, muestra el anverso y el reverso del existir y se enfrenta a la realidad insuficiente que hace de cada ideal un punto inalcanzable. De ahí la condición crepuscular de nuestros pasos condenados al polvo.
  La panorámica resultante a juicio del ensayista es una comunidad creativa fragmentada y plural, con un espacio crítico reducido y sin suficientes filtros estéticos y con una condición marginal de la poesía como elemento del mercado; se vislumbran también algunos ángulos optimistas como la normalización de la poesía femenina, el desarrollo de tradiciones complementarias gracias a internet y la facilidad comunicativa que suponen las redes sociales.
   Ejemplos de otros contextos líricos son las miradas a Octavio Paz en Árbol adentro adentro a propósito de la ironía como liberación moral y estética del lenguaje en el autor mexicano. Termina el libro con una rendija a la poesía catalana a través de la razón creadora de Jaume Pons.
   Josep M. Sala-Valldaura identifica líneas de fuerza en algunos de los ámbitos expresivos más luminosos del pasado siglo. Con solvente competencia estudia en El umbral del verso los principales registros que han nutrido la literatura finisecular. Sigue el rastro de itinerarios firmes que asumen la poesía como expresión de lo sentimental, como testimonio social e histórico y como apertura indagatoria sobre los incógnitos paisajes del lenguaje. Discursos poéticos con la incansable tarea de conocer lo humano.

JOSÉ LUIS MORANTE





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