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| Mañana no nos acordaremos de nosotros Christian Encarnación Prólogo de Marisa Martínez Pérsico Huerga & Fierro Editores / Poesía Colección Graffiti Madrid, 2025 |
EXTRAVÍOS
En su línea habitual de enriquecer el ahora poético hispano con novedosas estelas creativas de Latinoamérica y el Caribe, Huerga y Fierro Editores impulsa la salida del volumen de poemas Mañana no nos acordaremos de nosotros, de Christian Encarnación. Nacido en República Dominicana en 1997, poeta y fotógrafo, el quehacer lírico del escritor ha tenido un amplio refrendo en revistas literarias digitales. Parte de su producción inicial se ha versionado al francés por el poeta, aforista y traductor Miguel Ángel Real. El activo bagaje literario se completa con frecuentes intervenciones en conferencias, talleres y recitales. En 2022, tras conseguir el Premio de Poesía Joven Zacarías Espinal, convocado por la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, llega a las librerías su carta auroral Ausencia del vacío. El Premio Luna Insomne para jóvenes poetas, convocado en 2023, hace posible la edición de Todas las madres nos condenan a muerte (2024).
La entrega Mañana no nos acordaremos de nosotros se abre con el texto “De la réverie al (neo)surrealismo tropical”, una transparente mirada de la poeta, ensayista, editora y profesora universitaria Marisa Martínez Pérsico. El quehacer poético, más allá del decurso reflexivo racional, guarda sitio a un estado indagatorio de límites ambiguos, que sirve de puente entre el onirismo y la percepción real. Se trata de una forma de conocimiento por la que se accede a la iluminación subjetiva. Más allá del discurrir que preserva instantes aislados, la imaginación forja su propio relato, un horizonte ficcional que transciende y se hace autoconciencia poética. El análisis de Marisa Martínez Pérsico recoge también dos lúcidas incisiones reflexivas: la recreación de un entorno costumbrista y local, convertido en símbolo, y el reiterado uso de títulos explícitos, que sorprenden por el extenso fraseo y su enunciado narrativo.
El paratexto integra un aforismo de Antonio Porchia, nombre esencial de la brevedad sentenciosa, y un fragmento de Nonudra, pseudónimo del escritor Pedro Burgos Montero. Ambos comparten en su ideario la inmersión en lo paradójico, ese estar en el que conviven dos verdades aparentemente contrarias. Las citas sirven de apertura a un libro organizado en tres tramos semánticos: “Lo que se pierde en los sueños”, “Mi casa era una bombilla que luchaba por no apagarse y “Construcciones en el fuego”.
El sujeto verbal opta por una dicción limpia y directa, como si compartiera confidencias introspectivas que hablan de la fragilidad del yo y su situación de desajuste frente al entorno. El poema encarna “Una señal de auxilio”, frente a la hostilidad exterior, de alguien que percibe la carencia y la pérdida; el óxido que recubre el discurrir temporal. El lugar de residencia aparece como un paraíso difuminado e inhóspito. En él se refleja la soledad del yo y la ausencia del amor como asidero fuerte para aguantar la noche. Ahora, el despertar es una forma de tomar conciencia de lo perdido, la sensación de encontrarse cerca del “apocalipsis” cotidiano. Mirar fuera es sentir la grieta, explorar desajustes sociales ahogando el ánimo. Es fortalecer, también, la idea de aislamiento y que germine entre la soledad la inquietante verdad de quien ya no pertenece a ninguna parte. Mientras, la conciencia de ser se agosta lentamente.
El tramo de comienzo está lastrado por un cierto tenebrismo existencial. Los poemas cortos dibujan un estado de ánimo cuya silueta es la desolación. Quien se asoma al día lo hace con la mirada gris. El hablante verbal no encuentra los signos necesarios para el mediodía.
El apartado central “Mi casa era una bombilla que luchaba por no apagarse” mantiene esos destellos de desolación. Nacer es percibir que el primer lenguaje conocido es el llanto. Así comienza la necesaria exploración, el viaje interior que es un encuentro con el conocimiento y el asombro. Presencias cercanas, como la madre, dejan en la mirada la luz sensible que preludia la verdad y el abrazo; la razón de ser de la poesía.
La escritura se hace terapia en una casa donde sobrevuela la intemperie, esos signos caducos que se adhieren a la convivencia cotidiana: “La isla se tragó a mi padre / también todos los sueños / la habitación es un naufragio de posibles retratos familiares / Hay tantos muertos que apenas se contienen / en las cajas de mudanza / haremos labor de desarme / llenaremos con objetos / las faltas que solo cubren ciertas presencias”. Pero también en esa noche triste, persiste el impulso de la escritura.
“Construcciones en el fuego” deja su latido en el apartado final. También se compone de poemas breves en torno a la ausencia amorosa. El tiempo deja una certeza oscura: la esperanza es una rama quebrada que deshabita lugares y sueños. No queda casi nada del nosotros, salvo viejas fotografías en sepia, cuyo perfil se va desvaneciendo bajo un sol de niebla que llega exhausto hasta el ocaso.
Mañana no nos acordaremos de nosotros, de Christian Encarnación, finalista del V Premio Internacional de Poesía Joven José Antonio Santano, configura un ámbito reflexivo de soledad y tristeza. El amor como refugio ha quebrado sus muros y el ahora es solo un papel manchado de nostalgia. La voz se encierra en sus laberintos interiores, mientras mira una ciudad lejana, marcada por la extrañeza. El pensamiento resiste en el poema. Sabe, cuando cierra los ojos, que solo el amor nos salva.
José Luis Morante

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