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| Novela Javier Mateo Hidalgo Editorial La Tortuga Búlgara Colección Horizontes: poesía Islas baleares, Madrid, 2024 |
HUELLAS, RAÍCES
En Javier Mateo Hidalgo (Madrid, 1988) se
percibe un quehacer incansable que entrelaza dedicación docente, como profesor
de Bellas Artes en un instituto público madrileño, trayecto creativo y trabajo
crítico en un granado inventario de cabeceras digitales. En esta voluntad plural, el quehacer lírico suma las
entregas El mar vertical (2019), Ataraxia (2022), La imagen
sonora (2023), Arquitectura del sueño (2024) y el libro que ahora
comentamos Novela (2024), a los que se une el ensayo De la llegada en
tren a la salida en caravana: 126 hitos de la historia del cine (1895-2021).
Naturalmente, el título requiere una explicación concisa que clarifique su carácter paradójico. Es posible que nos encontremos con una historia ficcional camuflada en un libro de versos; o que la obra sea un poemario hecho con materiales de aliento narrativo. De solventar con lucidez interpretativa esta incertidumbre se encarga el prólogo del poeta y gestor cultural José María Parreño, quien escribe: “El poema enuncia tejidos de memoria y pensamiento y constituye nuestra única forma de fijar, transmitir y descifrar poesía”. Por tanto, nos hallamos ante una autobiografía, un retrato íntimo del yo, recreado con un tono meditativo de sensibilidad elegíaca.
Naturalmente, el título requiere una explicación concisa que clarifique su carácter paradójico. Es posible que nos encontremos con una historia ficcional camuflada en un libro de versos; o que la obra sea un poemario hecho con materiales de aliento narrativo. De solventar con lucidez interpretativa esta incertidumbre se encarga el prólogo del poeta y gestor cultural José María Parreño, quien escribe: “El poema enuncia tejidos de memoria y pensamiento y constituye nuestra única forma de fijar, transmitir y descifrar poesía”. Por tanto, nos hallamos ante una autobiografía, un retrato íntimo del yo, recreado con un tono meditativo de sensibilidad elegíaca.
Javier Mateo Hidalgo vuelve los ojos al pasado para encontrarse consigo
mismo, para vislumbrar profundidad en las huellas y raíces del hablante verbal. Sabe que la memoria inventa, pero sabe también que la escritura es una
forma de evitar la niebla del tiempo y negar las pretensiones de borrar los pasos de la
identidad. El recuerdo llena vacíos, descubre en la pared las marcas secas, abre el
misterio de quien fuimos y la certeza de que “esto existió, yo existí”. Y allí
estaba la casa, como un espacio simbólico de amanecida, para que la vida germine y crezca dentro. Poco a poco las imágenes se multiplican; convocan
vivencias desperdigadas en el transitar, rellenando con su caligrafía las
páginas amarillas del reloj, abriendo ventanas hacia lo posible. Poco a poco, se definen
los contornos visuales del pasado: el niño, la presencia fuerte de la madre, el
parque y la voz dentro de la imaginación construyendo una escenografía interior
con personajes con los que establece una cumplida relación de pertenencia.
Siempre es complejo desentrañar los laberintos del aprendizaje. Ir aceptando que los otros son también soledad e incomprensión y que cada sujeto busca su razón de ser a trasmano de la realidad. El cine es otra manera de transcender los límites de lo cotidiano. Quien escribe, se reconforta en el desfile de imágenes que alumbran la pantalla. La música también articula otra nueva voz. Se hace armonía y vuelo en el pentagrama, conforta el tiempo de las tardes familiares compartidas con abrazos cercanos que pusieron banda sonora a los días y que sembraron vuelo a la armonía del sonido.
El sujeto verbal yuxtapone facetas de una sensibilidad en vela: el gusto estético explora, busca emociones, abre espacios creativos. Así llega la escritura, como una estrategia expresiva que calma la inquietud interior y el incansable laborar del tiempo. Poco a poco, la infancia agosta su ingenuidad y se clarifica itinerarios a un nuevo tiempo que se encamina hacia los farallones de un futuro tangible, dispuesto a habitar otras historias y escribir otra narrativa habitada. Es el momento de conocer los enclaves más atractivos de la ciudad y de saber también que cada sujeto emprende un viaje personal de emociones, sentimientos y aprendizaje. En ese camino abierto van creciendo incertidumbres y sueños, pero también los sedimentos de algunas verdades transcendentes que alumbrarán los devaneos de la propia conciencia.
Novela es un diario íntimo, un cúmulo de composiciones que condensa fragmentos de la experiencia vital. Con una dicción limpia y meditativa, los poemas enlazan ilusiones y pensamientos, afectos y soledad, fotos de grupo y la silueta de un caminante que se dirige hacia un horizonte inalcanzable. Imágenes del yo que ponen lumbre en la memoria. La poesía se hace principio vital. Alienta la escritura de quien comparte esa pulsión latente de la vida que pasa.
Siempre es complejo desentrañar los laberintos del aprendizaje. Ir aceptando que los otros son también soledad e incomprensión y que cada sujeto busca su razón de ser a trasmano de la realidad. El cine es otra manera de transcender los límites de lo cotidiano. Quien escribe, se reconforta en el desfile de imágenes que alumbran la pantalla. La música también articula otra nueva voz. Se hace armonía y vuelo en el pentagrama, conforta el tiempo de las tardes familiares compartidas con abrazos cercanos que pusieron banda sonora a los días y que sembraron vuelo a la armonía del sonido.
El sujeto verbal yuxtapone facetas de una sensibilidad en vela: el gusto estético explora, busca emociones, abre espacios creativos. Así llega la escritura, como una estrategia expresiva que calma la inquietud interior y el incansable laborar del tiempo. Poco a poco, la infancia agosta su ingenuidad y se clarifica itinerarios a un nuevo tiempo que se encamina hacia los farallones de un futuro tangible, dispuesto a habitar otras historias y escribir otra narrativa habitada. Es el momento de conocer los enclaves más atractivos de la ciudad y de saber también que cada sujeto emprende un viaje personal de emociones, sentimientos y aprendizaje. En ese camino abierto van creciendo incertidumbres y sueños, pero también los sedimentos de algunas verdades transcendentes que alumbrarán los devaneos de la propia conciencia.
Novela es un diario íntimo, un cúmulo de composiciones que condensa fragmentos de la experiencia vital. Con una dicción limpia y meditativa, los poemas enlazan ilusiones y pensamientos, afectos y soledad, fotos de grupo y la silueta de un caminante que se dirige hacia un horizonte inalcanzable. Imágenes del yo que ponen lumbre en la memoria. La poesía se hace principio vital. Alienta la escritura de quien comparte esa pulsión latente de la vida que pasa.
JOSÉ LUIS MORANTE

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