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sábado, 13 de mayo de 2023

INVITACIÓN AL OTRO

Coloquio en la Librería Alberti
(Madrid, marzo de 2023)
Fotografía
de
Carlos d´Ors



 INVITACIÓN AL OTRO

                Je est un autre

                    ARTHUR RIMBAUD


Si hablo de mí en los versos
muestro la contingencia,
el ropero con saldos.
Alzo el artesonado desmontable
de un poema de época
al que no darán tregua
los lejanos suburbios del futuro.

El lenguaje recela
de esta hojarasca tibia
que toma posesión
de una pequeña casa en la intemperie.

Aprendo a articular los argumentos
en torno a otros motivos.
Contención y pudor.
El yo debe quedar inerme entre la grava;
ser reliquia.
Quien importa es el otro.

     (Del libro Nadar en seco, 2022)

 

domingo, 14 de marzo de 2021

MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ. LAS LENTES DE BOLAÑO

Las lentes de Bolaño
Miguel Ángel Gómez
Ediciones Buenos Aires Poetry
Colección Pippa Passes
Buenos Aires, 2020


LAS MANOS DIESTRAS

 

   El escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003) es nítido ejemplo de un tanteante nomadismo biográfico y escritural. Personaliza una voz inusual, ajena a convenciones, que entiende la creación, cimentada sobre el fragmento y la intertextualidad, como un prometeico quehacer de la voluntad, como un ejercicio de manos diestras que busca conexiones continuas entre el ser literario y el yo biográfico. Desde ese magisterio vertical nace el poemario Las lentes de Bolaño de Miguel Ángel Gómez (Oviedo, 1980), Licenciado en Filología Hispánica, docente en un instituto de Educación Secundaria y autor de un extenso corpus, que abarca varios géneros y mantiene un sostenido afán indagatorio. Miguel Ángel Gómez ha publicado casi una decena de poemarios, reconocidos con algunos premios, y ha cultivado el aforismo y la escritura miscelánea. En él, es norma, el rechazo de lo figurativo y del intimismo, la libertad formal y una visión del mundo a trasmano, que confía más en la lente cóncaba del subjetivismo que en los espejos planos.
   Desde esta estética llegan las claves poéticas de Las lentes de Bolaño, una obra que organiza el proceso dialógico de su discurrir en tres apartados. que mantienen el gesto disidente de la uniformidad. Establece la primera parte como pasos de salida un texto escrito desde el desdoblamiento del yo; “En el otro tiene ojos fotográficos”. Surge así, extraña y cercana al mismo tiempo, una presencia paradójica, abierta al cauce fluido de la imaginación y proclive a caminar por un territorio introspectivo. Camina por las composiciones esa libertad semántica de quien acepta la ausencia de certidumbres y es tolerante con las lecturas en claves del entorno. Así va sumando hilos temáticos, aparentemente inconexos, como si cada elemento del paisaje propiciara una lectura yuxtapuesta, una caligrafía sin rumbo fijo, aleatoria y dispersa.
   Miguel Ángel Gómez convoca en su libro referencias culturales básicas para entender el discurrir de su poesía, como Diego Maquieira, poeta chileno inserto en la categoría estética del neobarroco, y Pablo de Rokha, o como el deslumbrante versículo de W. Whitman.  El poema “Una lectura de Mark Strand” entrelaza la naturaleza común del yo verbal y el sujeto ficcional. Ambos comparten similares preguntas sin respuesta, ambos son efímeros y contienen un sistema nervioso lleno de miedos. Los temas se proyectan desde una escritura apelativa en la que el sujeto verbal pone cerco a su incertidumbre, como si necesitase ubicar su itinerario personal en ese mapa desplegado del horizonte existencial: “Perder las batallas / de ego falso y afectado. / Captar la esencia / que nace en torno a tu cara. Tener confianza en ti mismo”. 
  El eje argumentativo central comienza con una cita de Arthur Rimbaud, el poeta vidente y eterno cuestionador de la identidad del yo. El horizonte textual varía entre el laconismo de tonalidad aforística y el tantear indagatorio por la línea de sombras que marca la existencia. El apartado mantiene las mutaciones temáticas que envuelven: exploraciones del hecho literario, lecturas y pavesas del legado cultural, viajes, obsesiones y no pocas manías freudianas. Ejemplos de onirismo y carácter simbólico del poema, se hace palpables en la larga composición “Las víboras”, que en la seca dureza de sus versos, cuajados de intertextualidad, se palpa el estar en ebullición del pensamiento. Las ideas son liebres, viajan como un tren de largo recorrido que nunca repite itinerarios para nombrar la realidad, sin descubrir su esencia. Como si el lugar del poema –el castillo kafkiano- tuviese la constitución arquitectónica del laberinto: “La Realidad es enderezar las piernas y ver nubes / con poderes desconocidos”. 
   Con un cita de otro visionario, William Blake, se abren las composiciones evocativas de la última sección. Algunas tienen un fuerte componente visual, porque cobijan imágenes germinadas desde una mirada plástica. La palabra también se hace crónica realista de la soledad y el ensimismamiento; los escenarios personifican solitarias balizas en medio del paisaje, que retienen las miradas del observador.
  Las lentes de Bolaño muestra una escritura obstinada en la búsqueda del lugar propio, como una sombra terca a contratiempo.  El discurso poético de Miguel Ángel Gómez apuesta por la heterodoxia. Se hace introspección desbocada a través de elementos personales y culturales que otorgan a su poesía un pulso nuevo. Los versos tantean la inquietud de quien viaja sin ruta previa, sobre una frágil geografía de una intuición visionaria, que deja el sentido del poema a merced del tiempo.
 
                                                     José Luis Morante

 

jueves, 11 de marzo de 2021

EL REGRESO DE ADÁN

En el páramo

 

EL REGRESO DE ADÁN


Solo hoy me vuelvo a encontrar

ARTHUR RIMABAUD

 
  Ante el insistente empuje de la melancolía, Adán, una mañana retorno al paraíso. En soledad gozosa, se adentró en aquella geografía de la memoria, con la fuerza feliz de quien busca el lugar propio. No tardó en advertir que recorría un territorio de desposesión. Aquel sitio tenía un mundo dentro que solo cobijaba abandono.
   Persistente, en el centro del páramo, se alzaba todavía el árbol del bien y del mal; Adán miró con lentitud aquel entrelazado de tronco y ramas y se hizo efectiva la rigidez sin vida de un tronco calcinado y rijoso.
   No aguantó más. Bajó los ojos y convocó el olvido, como si el paraíso no hubiese existido nunca. Cuando se precipito hacia la salida, sus pasos tropezaron con el ala inerte de algún ángel, el metal de una espada herrumbrosa y una camisa oscura de serpiente.

(De Cuentos diminutos)