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lunes, 25 de mayo de 2020

ELOGIO DE LA VIDA LITERARIA

En la librería Alberti, con Benjamín Prado
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia 

ELOGIO DE LA VIDA LITERARIA

Las cosas que han pasado cambian continuamente

BENJAMÍN PRADO

Todo argumento que se dobla y retuerce sobre sí mismo
lleva dentro un gusano

JOSÉ CAMÓN AZNAR


Muy generosa en el trabajo crítico pero medita tanto sus reseñas que cuando se publican los libros leídos están descatalogados.


Diluía deudas con sonrisas que ponen en evidencia al dentista.


Estimación sólida de la vida literaria; más lealtad que rapiña; pura lógica sin cartas marcadas ni dados falsos.


Se extinguieron sus ideas y para consolarse comenzó a escribir.


En la madurez la prudencia se desplaza con el depósito lleno.


Ante la afrenta del rechazo de sus manuscritos, en vez de la otra mejilla, ofrece un nuevo inédito.


Los escritores que me interesan son los que crecen cuando se alejan.

(Aforismos en soledad)




jueves, 19 de noviembre de 2015

DAVID MINAYO. SOPORTAR LA NOCHE

Soportar la noche
David Minayo
Ediciones Vitruvio
Madrid, 2015

CUANDO LOS DÍAS

   El archivo literario de David Minayo (Madrid, 1981) se estrena en 2014 con un título que suena con la voz armónica de una etiqueta generacional, El amor en tiempos de los desguaces de coches. Esa carta epifánica amanecía en el catálogo de Vitrubio, editorial que impulsa de nuevo el segundo paso del madrileño, Soportar la noche. El poeta y narrador Benjamín Prado, una de las afinidades explícitas de este ideario de línea clara, firma el breve proemio en el que se resaltan algunos caracteres ya definidos en el inicio: espontaneidad y descaro en la dicción, empleo frecuente de la ironía, cadencia autobiográfica en los temas y esa sensación de verbo confesional que expanden las composiciones.
   La pautada advertencia al lector de Benjamín Prado sobre el enfoque comunicativo se refuerza con el empleo de otro nombre propio para la cita inicial, Mario Benedetti, otro magisterio del figurativismo y la rehumanización. Con ese afán de normalidad arranca un poemario cuyo eje argumental básico en el acontecer del sujeto que emprende un viaje introspectivo. En ese recorrido se van perfilando las pautas diarias del tejido sentimental: la compacta presencia del otro, el puñado de recuerdos que dormitan entre los pliegues del mapa personal y el empeño temporal que sitúa al sujeto en un doble plano, entre el pretérito y el ahora, aunque el amor permanezca como principio básico. Ese impulso requiere determinar su naturaleza elemental en la consideración del legado poético. Esa cuestión conceptual se aborda en el inicio: todo se reduce a la viva presencia del nosotros, al acto feliz y cotidiano de estar en compañía.
  La expresividad del discurso poético no es lineal. En su latido se mantiene en pie una carga simbólica que requiere lecturas nuevas: el ser tiene como signo inevitable la temporalidad. El hombre deja en la superficie su razón sentimental, su deseo de permanencia, como si esa vivencia propugnara una razón contra el olvido; signos elementales moldean una estación de cercanías. En el poema “Tu barrio es un equipo de fútbol” la contingencia de lo cotidiano se hace hábito, postula una forma de vida que da raíz a lo aparente como si cada gesto del hablante verbal formara parte de un discurso emotivo, de un poema habitado.
  Pero ese empeño tenaz de la palabra por construir una arquitectura perdurable tiene de frente un viento azaroso, capaz de transformar cada sueño en un páramo. Como en estos tiempos de redes sociales y mensajería instantánea, el chat se desactiva y el único mensaje que perdura en la bandeja de entrada es el olvido. Todo se ubica en la línea de sombras y hay que aprender a soportar la noche. El poeta escribe: “ Cuando la sombra esconde / sus propios / miedos / es sencillo / confundirse / apoyarse / pisar en falso / caer / soportar la noche / como la casa vacía intenta / deshabitarse / de sus fantasmas “. La soledad copa entonces el tiempo, se hace materia tangible, deja frente a los sentidos un pasillo oscuro para dar cobijo a los recuerdos.
  La voz ética no olvida echar una mirada en el espejo de los demás para entender la psicología compartida y los mecanismos de comportamiento colectivo en los que se pueden reflejar las causas y efectos de los propios pasos. de este modo, los enfoques del verso fluctúan en el propósito escritural y se aglutinan abundantes resquicios. A veces las palabras suenan con la contundencia lacónica del epitafio, como en el poema “Aprovecha”: “Has aprendido / que solo dos días / tendrán menos / de veinticuatro horas / y te queda uno”;  también la razón del poema se hace ironía y discurso estético, como sucede en “Cuatro discursos para escribir poesía”. Un trazo nuevo en la lírica de David Minayo es el sustrato cultural. Las referencias literarias se entreveran en muchos poemas, como si el atemporalismo clásico hiciese necesario una nueva lectura, una interpretación que anulase el aire de viejas fotografías marcadas por el tiempo; otra vez resuenan magisterios que retornan a la casa del presente.
  Pero es el intimismo quien marca la pauta final de un libro que recurre los ángulos cotidianos del trayecto existencial. Con voz serena el sujeto poético se refugia detrás de las palabras para aguantar a pie firme el sol y el frío, para pulir las asperezas que distancian, como si fuésemos juguetes de un dios frío que obliga, en las aceras de la brega diaria, a soportar la noche.