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domingo, 8 de junio de 2025

CONSTANTINO CAVAFIS. LA VIDA DENTRO

Constantinos Cavafis
(Alejandría, Egipto, 1863-1933)

 

MURALLAS Y ERIZOS

 

                   Con C. Cavafis y Joan Margarit

 

   En estos días de soledad forzada, retorno con frecuencia a la poesía de C. Cavafis. Leo en voz alta composiciones que sobrepasan su condición de textos literarios para convertirse en principios  vivenciales, listos para aplicarse a la travesía del mañana que empieza. Así me sucede con “Murallas”, un poema breve breve que suelo emparentar con otro imprescindible en mis hábitos lectores, “El erizo”, un acierto de Joan Margarit. En los dos escritos se habla de un yo encerrado fuera del mundo, seguro, inaccesible, protegido en Cavafis por sólidas murallas y en Joan Margarit por la punzante piel de los erizos. Ambos poemas dan voz a un yo solitario, a resguardo, que con horror descubre que el mundo está fuera, y allí empieza la vida.

 José Luis Morante




 

 

sábado, 27 de abril de 2024

MURALLAS Y ERIZOS

Con Joan Margarit
Instituto Cervantes de Madrid, 2020
Fotografía
de
Isabel Fernández Bernaldo de Quirós

 

MURALLAS Y ERIZOS

                   Con C. Cavafis y Joan Margarit

 

   Retorno con frecuencia la poesía de C. Cavafis. Leo en voz alta versos que sobrepasan su condición de textos literarios para convertirse en principios  vivenciales, listos para aplicarse a la travesía diaria del mañana que empieza. Así me sucede con “Murallas”, una composición breve que suelo emparentar con otro poema imprescindible de mis hábitos lectores, “El erizo”, un acierto de Joan Margarit. En los dos textos se habla de un yo encerrado fuera del mundo, seguro, inaccesible, protegido en Cavafis por sólidas murallas y en Joan Margarit por la punzante piel de los erizos. Ambos poemas dan voz a un yo solitario, a resguardo, que abraza el desconcierto porque el mundo está fuera, y allí empieza la vida.

(Anotaciones bajo la lluvia)





 

 

lunes, 25 de enero de 2021

PILAR ARANDA LÓPEZ. ENTREVELAS

Entrevelas
Pilar Aranda López
Editorial Alhulia
Salobreña, Granada, 2020

 EL MAR, TAN CERCA

 

  La obra literaria de la madrileña Pilar Aranda López, maestra de Primaria, y Licenciada en Derecho, ha tenido un desarrollo tardío, aunque ha estado presente en algunas antologías poéticas y ha protagonizado una presencia activa en la gestión cultural. Su itinerario personal se compone del poemario Las uvas amarillas (2016) y del cuento poético ilustrado ¿Y yo dónde canto?), publicado por Editorial Lastura en 2019, solo dos títulos, por tanto, a los que ahora se añade, en el cierre de 2020, Entrevelas, una edición miscelánea que, tras el simbólico epígrafe, relaciona mar y tiempo.
  La apertura expone el carácter intimista de un libro que recuerda en su primer paso al poeta C. Cavafis y a uno de sus poemas más conocidos, el “Viaje a Ítaca”; si la meta final es el camino, el discurrir existencial se plantea como un argumento en tránsito; a diario acumula experiencia y convierte las secuencias cotidianas en materia de reflexión y conocimiento. Cuatro sustantivos, en boca de Pilar Aranda López balizan esta singladura personal de Entrevelas, como cuatro puntos cardinales: “equipaje, travesía, naufragio, esperanza”.
   Son signos reflexivos que mantienen en alerta al sustrato básico del aforismo. Como si el hablante verbal fuera dejando esquejes meditativos, se recurre al decir breve para airear entre líneas un pensamiento conciso y lacónico. El presente se convierte en un espacio transitable en el que se marcan los pasos de ilusiones y sueños. Lo diario solidifica la certeza incontestable de un caminar común hacia el vacío, pero el tiempo permite descifrar la belleza contenida en las cosas. El aire del viaje  huele a mar, a azul de cercanía y esperanza: “Por pequeña que sea la esperanza, no dudes de que puede cambiar el rumbo de las olas”. Es esa sensación de gobernar el propio destino, de fortalecer con ella una voluntad que va diluyendo las geografías del itinerario quebrado por las circunstancias.
   El segundo apartado “De lo invisible a la luz. Equipaje” concentra el viaje introspectivo en el cauce fragmentario del aforismo; la escritura siembra leves anotaciones de prosa poética que entrelazan consejos y experiencia vital; si para lo vivido no hay regreso, en el estar del sujeto se hace necesario elegir el equipaje adecuado; hay que borrar los recuerdos que lastran, como esas ausencias de los antepasados, y saber que la luz resiste también entre las sombras y diluye la melancolía: “En la adversidad no desesperes. Por mucho que cave la oscuridad, la luz resiste”, así lo corroboran con excelente trazo algunos aforismos: “A toda verdad persigue la sombra de lo absurdo”; el discurrir deja en la mirada algunas certezas; nada es posible frente a los contraluces que definen la condición de ser, ni siquiera el abrazo del lenguaje: “Una bella palabra inútil estorba tanto, como una paloma en la cabeza de la obra inmortal del escultor”.
   En todo el apartado siguiente “Luces y sombras. Travesía” prevalece la sensación del desplazamiento continuo. Pero la reflexión persiste en fijar los meandros del pensamiento, como si en la conciencia del yo poético hubiese una tácita aceptación de que vivir es amar, contemplación, escucha y soledad. El mar cercano siembra sus elementos simbólicos para que la observación analice sus trazos esenciales, reales o imaginarios. De ese papel de testigo nace la poesía, pero también las confidencias del yo frente al espejo desplegado en su vaivén azul. En él renace la mirada limpia de quien percibe el entorno con asombro y cordialidad.
   La experiencia cotidiana muda el paisaje interior y a menudo se imponen los efectos negativos, la derrota y la decepción; llega un tiempo que lleva al  naufragio: “Aferrarse a lo oscuro del pasado es no querer salir del barco hundido”; o este aforismo signado por una visión crepuscular: “Puede que la sombra de la muerte venga a ser como un barco que te salva de vivir mientras te ahoga”. Las constantes vitales dan fe de que “la sombra del alma es como un barco encallado en la noche del que nadie se acuerda".
   Con trazo lapidario, el apartado “Carnaval de una esperanza” dibuja en el último tramo de Entrevelas la identidad difusa de las sombras. Lo vivido deja sus cicatrices; el entorno circundante cede sitio al derrumbe, pero el náufrago debe confiar en la roca firme de la esperanza, donde la vida se mantiene en pie, como un tendedero repleto de obligaciones que se orean al manso sol de invierno.
   En los breves destellos verbales de Entrevelas, Pilar Aranda López señala los vértices del existir. Los breves fragmentos reflexivos abrazan el sentir del testigo que percibió la angustia y la erosión, pero mantiene firme la voluntad del yo para seguir en ruta hacia Ítaca, para sentir el mar en la mirada sobre la textura provisional de los sentimientos. El viaje, entre la amanecida y la intemperie, continúa y se hacen emoción y poesía.    
 
JOSÉ LUIS MORANTE