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miércoles, 25 de mayo de 2016

ABEL SANTOS. JASS

Jass
Abel Santos
Prólogo de José Luis Morante
Ediciones Tuertas
Barcelona, 2016
 MÚSICA DE JAZZ 

  No albergo ninguna duda. El gusto musical de un escritor define con íntima caligrafía el planteamiento, nudo y desenlace de su forma de ser, los latidos de su trabajo poético. Abel Santos (Barcelona, 1976) escucha jazz desde el arranque de su vocación literaria, allá por la amanecida de los años noventa, cuando se dedicaba a escribir relatos fantásticos, una terapia sobre el folio contra el feismo de la realidad y sus desajustes de puerta trasera. Los temas musicales navegaron parsimoniosos en el vinilo también en las últimas horas del tiempo juvenil mientras las madrugadas reclamaban un paseo azaroso por bares y garitos abiertos. Abel Santos ha contado cómo quedó convulsionado por primera vez con los extraños acordes del jazz: recuerda que era un niño de seis o siete años que jugaba en el patio interior de la vivienda familiar y desde la ventana del piso superior llenaba el ambiente la música de un tocadiscos y el tecleo persistente de una máquina de escribir. Fue una audición única y el tímpano infantil vibró con la hondura y extrañeza de aquellas notas volanderas, casi perdidas hoy en el desaliñado trastero de la memoria.  
   En los poemas que acoge esta antología, jazz y blues son dos senderos que se bifurcan, una doble presencia que regula la humildad de las palabras para cercenar lo ampuloso y escribir desde el despojamiento. Los versos dan cauce a reflexiones y apuntes de diario con un lenguaje que jamás confunde emoción y léxico pretencioso, hondura y divagación ensayística.
   La selección Jass compendia veintiocho poemas que preservan en su desarrollo los dos géneros musicales: el jazz y el blues. Los textos pertenecen a libros editados hasta la fecha con la generosa coda de un puñado de inéditos. No es la primera vez que el poeta deposita en los escaparates una muestra de su tarea lírica. Los lectores conocen ya la antología Demasiado joven para el blues (1998-2014), una panorámica con introito de Javier Cánaves. Frente al desarrollo argumental de Jass centrado siempre en los dos mencionados referentes, aquel volumen es más abierto y aglutina composiciones de temas diversos.
   La naturalidad es la textura que mejor explica que el arte es vida y la escritura es el trazo leve de un pulso autobiográfico, un misterio velado que habita en las justas dimensiones del poema. Por eso, la idea se pone de pie con un lenguaje rico en sugerencias y sencillo, consecuente con las cadencias próximas de una pieza de jazz.
   Abel Santos sabe matizar tonos diversos, desde el patetismo de la desolación en el que la soledad atormenta y emite su queja hasta el lamento elegíaco que despide la penumbra triste de un bar de copas, cuando el cliente llega a deshora y el camarero aleja su cansancio soñando con la huida a cualquier litoral deshabitado. La actitud reflexiva de estos poemas nace en ese instante en el que sueño y realidad se confunden y el yo se siente único habitante de un espacio en ruinas; horas en las que el reloj de la melancolía marca el paso a una actitud vital que acumula fracturas y cicatrices
   La palabra de Abel Santos sale a la calle con una gabardina de entretiempo para que se cobije la esperanza y una maleta llena de poesía, un sencillo equipaje que comparte con los ruidos del tiempo algo de blues y el paisaje soleado de una pieza de jazz.

(Fragmento del prólogo a Jass)