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jueves, 16 de enero de 2025

LOS CAÑOS DEL PUEBLO


 

 

LOS CAÑOS

 
    Como ayer, todavía
se zambulle en los caños
la frágil convicción
de dar molde a las piedras.
Despereza muy cerca
el lejano revuelo
de  la casa sin nadie,
las nubes, sus azares,
el frontón, las esquilas,
el rastrojal con bozo
y los pinares…
 
Son auroras del viaje
que completa
el pautado cumplir de los regresos;
el escenario intacto
del niño que no sabe
que a cada cual su cielo y su repliegue.
 
Hoy me nombra de nuevo
la clara voz del agua
dormida en su angostura.
Sobre la sed ferrosa pongo el labio,
sorbo zumo en el borde
y es un cuenco repleto de nostalgia.
Si arracimo las gotas
y su vuelo de pájaros,
un niño en soledad
bebe conmigo.
 
 
    (Del libro Nadar en seco, 2022)



 

domingo, 7 de agosto de 2022

CON LUZ DE AGOSTO

Por tierras de La Moraña
Fotografía
de
Javier Pérez


 CON LUZ DE AGOSTO

El enfado conmigo mismo, por olvidar el móvil y los artilugios adecuados para unos días fuera de casa, nada sostiene y a nada da forma. Sonrío. Aceptación de lo precario: soy el único responsable de mis carencias y además no tengo remedio.

Desde la autovía que enlaza Ávila y Salamanca se percibe la llanada de oro de la Moraña, tras la recolección. La tierra cuajada de cereales me recuerda los días de infancia en El Bohodón, el municipio donde nací. He sometido las imágenes de aquel tiempo a una mitificación permanente. Todo fue muy hermoso, aunque sucediera de otro modo.

Aquí tampoco falta la banalización extrema de las opiniones y el socavón mental de quien tiene razón siempre.

Leo porque los libros sosiegan el incendio, ofrecen una visión más lúcida de la soledad y aceptan el yo múltiple, donde se cobijan incertidumbres, tristezas y fracturas.

Apuntes de verano



jueves, 9 de junio de 2022

EN EL AGUA DEL CAÑO

Los caños
(El Bohodón, Ávila)

Qué sabor frío   
en el agua del caño,
si lo recuerdo.

                       (Inédito)
 

martes, 15 de abril de 2014

DESDE EL BOHODÓN (ÁVILA)

Laguna de El Bohodón (Ávila), abril, 2014
Fotografía de Irene Morante

DESDE MI PUEBLO
 
Para mi hija Irene, que me acompañó al pasado,
con la ternura de quien comparte emoción y tiempo

   A media mañana del lunes tenía cita en la capital para una entrevista en la radio con el poeta y periodista José Pulido, por mis nuevos libros. Acudo media hora antes, aunque sé que es costumbre nacional el retraso y que se considera una injerencia desasosegante llegar temprano. Pero cada uno es como es; a mí me gusta hablar a solas con la memoria. Tomo asiento en el Paseo de San Roque, frente a la fachada principal del Instituto Isabel la Católica. Allí me examiné de Ingreso, hace casi medio siglo. La imagen urbana se mantiene igual, salvo los detestables grafitis, las desbordadas arizónicas y la herrumbre de las vallas metálicas que ahora impregna las piedras de granito.
   Era mi primera salida de El Bohodón, el pequeño pueblo donde nací, un lugar a la medida del sosiego, con un entorno limpio y dilatado, donde vislumbraba como centro de mi estar la laguna, a unos pocos metros de mi casa. El examen libre se programó en junio, al acabar el curso escolar. Yo tenía nueve años y ya era un lector continuo de tebeos en blanco y negro y enciclopedias Álvarez. Mi nota de Ingreso hizo muy feliz a Don Emilio, el maestro responsable del preparatorio. Tras aquella nota amanecía un tiempo nuevo como alumno interno en Ávila.
  Encogieron los días estivales y crecieron mis dudas. Soporté cada atardecer en las eras la niebla del porvenir. Oía los pasos de septiembre. A orillas de la laguna los ojos se me inundaban con frecuencia. Lo recuerdo bien. O lo imagino. Supongo que aquel llanto a escondidas, mientras miraba el juncal y escuchaba el croar de las ranas, era la pronunciada resistencia de un niño que dejaba una casa de adobes y barderas para habitar un libro.