miércoles, 20 de noviembre de 2024

LUIS MIGUEL RABANAL. POSTRIMERÍAS

Postrimerías
Luis Miguel Rabanal
Prólogo de Sergio Fernández Martínez
Epílogos de Rafael Saravia
y
Alberto R. Torices
Eolas Ediciones
Serie Azul de Metileno
León, 2024

 

UMBRAL


  El friso creador de Luis Miguel Rabanal (Riello, León, 1957) aglutina recorridos como la novela, el relato y la poesía. Un trayecto de notable fertilidad que conforma la plena dedicación al quehacer escritural, sobre todo cimentado en su obra poética. La mirada lírica ha sumado entregas agrupadas en el volumen Este cuento se ha acabado. Poesía reunida 2014-1977, editado por la editorial sevillana Renacimiento, en 2015. Aquella compilación no cerraba el taller; posteriormente, han ido apareciendo tres nuevas entregas, Los poemas de Horacio E. Cluck (2017), Matar el tiempo (2018) y Que llueva siempre (2020), ahora secuenciadas en Postrimerías, obra enriquecida con una introducción de Sergio Fernández Martínez y los epílogos de Rafael Saravia y Alberto R. Torices.
   El poeta revisa la cronología de sus poemas y enuncia un discurso, fragmentado en el tiempo, en el que la mirada sombría del presente enfila el paso hacia lo existencial, como si el umbral de una etapa crepuscular convocara, en los momentos postreros del discurso poético, pensamiento y filosofía. A la hora de percibir lo cotidiano se impone una poética del desconsuelo, un nítido pesimismo que arropa los días con el epitelio del dolor. El prólogo de Sergio Fernández Martínez recuerda las sombrías coordenadas del escritor: ”Es un libro atravesado por un profundo pesimismo existencial, un pesimismo que se integra dentro del orden poético y que condiciona los sentidos de los libros. En realidad, esta es una constante en la poética de Rabanal, donde el malestar, el cansancio, la rendición y la inmovilidad se erigen como constituyentes del sujeto.”
  Los poemas evocativos de Que llueva siempre dan rumbo al viaje con citas de MJ. Romero y Javier Esteban. Los dos textos se ajustan al pensamiento umbrío de la finitud; las sombras calladas de la intemperie guardan los despojos de la vida alegre. El yo poético se dispone a completar un recorrido en dirección contraria al mediodía, desde el ser a la nada. Intuye que hay que cumplir ese encuentro pactado, a solas con la muerte, y va dejando sus huellas más firmes en los repliegues peraltados del yo interior, hasta componer una autobiografía ficcional.
  De cuando en cuando, el imaginario asume la ironía como recurso distanciador, capaz de  abordar temas nocturnales y trastocar la comprensión interpretativa. Los sueños traen al primer plano personajes oníricos que comparten los pasos perdidos de la memoria erótica.  A su albedrío, conforman un contrapeso del patetismo y la melancolía como si,  junto al yo biográfico, existiera un yo aparente y distinto. El pasado cobra un espacio central, donde el tiempo de niñez evoca que, en ese imprevisible relato de lejanías, todavía no estaban encendidas las luces de la soledad y no se había emborronado la inocencia: “Éramos pequeños y se nos mostraba / la envoltura, la azul apariencia de las cosas. / Ningún misterio más  / que el de no haberlo comprendido”.
  En el recorrido de Que llueva siempre conviven las fluctuaciones argumentales, aunque entre los detonantes poéticos no existan itinerarios antagónicos. Juntos conviven los recuerdos, los días de infancia, la invitación al deseo y las despedidas. Los textos muestran las inclinaciones subjetivas de un pensamiento en vela en el que se agolpan las cicatrices más profundas, esos campos de análisis que requieren contemplar en silencio el horizonte desenfocado.
   Luis Miguel Rabanal ubica el libro Los poemas de Horacio E. Cluck en el espacio central de Postrimerías. La entrega recupera un viejo personaje narrativo del poeta y alumbra un pensamiento especulativo sobre la escritura: “La poesía te rodea las manos, es la amiga que sangra”. Entre las palabras se desvanecen las brumas de lo etéreo; la experiencia vital muestra su fragilidad y añoranza, exige un trazado de sensaciones, que delimite el paso del tiempo. En el prólogo del libro exento, que se publicara en 2017, Andrés González escribió una síntesis del volumen muy afortunada. El trabajo poético es “una cronología de la infamia y de la mística del amor”.
   El apartado “Desnudos” aloja en sus poemas el formato de la prosa poética, de este modo se acentúa la reflexión sobre lo transitorio y ocasional de las palabras, su luminosidad cerrada y tan llena de brumas para comprender la realidad. Se abre la intrahistoria de un sujeto verbal con los inacabables conflictos del deseo, la soledad y el transitar por los grumos de lo cotidiano. Secuelas de vida que esconden el desamparo y la incertidumbre.
   Editado en la editorial Trea en 2018, Matar el tiempo comienza con una composición que hace del tú apelativo un interlocutor de las indagaciones reflexivas del hablante lírico. Se hacen fuerte las incógnitas del tiempo, esas quebraduras hechas de memoria, alquitrán y bruma, en las que se liberan las palabras pero no su sentido, como si el verdadero cauce argumental fuera un territorio de frontera entre la realidad y la imaginación. Todo parece abocar en un entorno de sueños, que se recorre al frío de la noche y nunca pierde el olor a cerrado.
   Desde el dolor y la impotencia de la enfermedad, desde la quietud insomne de quien hace de la medicación un intervalo para no apagar el deseo o la ternura, las palabras emergen para dar cuenta de la desolación y el espanto, en el vivo desorden del silencio. 
   La epístola afectiva final de Rafael Saravia alude a la existencia como fracaso permanente. Vivir nos coloca al borde. Casi pronuncia el adiós en las postrimerías, cuando advierte que la angustia es una presencia fuerte que pide silencio a la esperanza “con la verdad ingrata del poema sublimado”. Por su parte, Alberto R. Torices establece el espacio poético como un territorio ficcional, una geografía telúrica que recorren “vientos de simbolismo y abstracción", la memoria y fantasía de un hombre en el laberinto de su identidad sentimental.

JOSÉ LUIS MORANTE



 

martes, 19 de noviembre de 2024

DESPOJOS DE LA MEMORIA

Intemperie
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia



 DESPOJOS DE LA MEMORIA

Cada vez  más, mi memoria se parece a un gran aparcamiento vacío.

La madurez contagia el síndrome de la resignación.

Sombrías y esquinadas en un rincón, con el tacto frío de la escarcha, las decepciones.

Todos los sueños se desvanecen; conforman bellezas y verdades en estado etéreo.

La prudencia resignada y penosa de quien no puede argumentar cuando le llevan la contraria.

Quise mostrar en el reencuentro daños y heridas, pero percibí de inmediato que ya era otro.

"Los recuerdos antiguos duelen, abren grietas por las que duerme dentro la intemperie. No quiero que sean palabras del ahora. Quiero que se alejen para siempre, por favor. Tomó nota en silencio y desde ese momento los convirtió en el tema predilecto de su conversación" 

(Elogio de la tristeza)



lunes, 18 de noviembre de 2024

EL OLOR DEL BOSQUE

Armonía
(California, 2024)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana


EL OLOR DEL BOSQUE

   En el bosque del sueño, un rumor de presencias fugaces. No estoy solo. Están conmigo. Descubro a diario una camaradería secreta, una armonía sensorial entre la realidad y todas mis geografías imaginarias. No te equivoques: la razón oposita cada día a magma informe. El misterio está ahí, en la hondura, bajo la calma superficie de un lago dormido.

(Pensamientos)



domingo, 17 de noviembre de 2024

ANA MARÍA BUSTAMANTE. POEMAS


Ana María Bustamante (Medellín)

   Escritora y fotógrafa nacida en Medellín, Colombia. Es socióloga y magíster en sociología; con su tesis El dolor en la poesía escrita por jóvenes de Medellín obtuvo la distinción Cum Laude por la Universidad de Antioquia. Estudió Historia del Arte en Florencia, Italia. Fue ganadora del Premio Latinoamericano de Poesía Ciro Mendía con su libro Nieve, (Valparaíso Ediciones, 2022); del Premio Nacional de Poesía Tomás Vargas Osorio con su libro Antes de ser silencio (Sílaba Editores, 2019) y del IX Concurso Nacional de Poesía Héctor Trejos Reyes. Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, italiano y árabe, y aparecen en antologías y medios físicos y virtuales de países como México, Argentina, España, Italia, Emiratos Árabes Unidos, Chile, entre otros. Actualmente es profesora e investigadora de tiempo completo y editora de la Revista Telúrica.

De Antes de ser silencio (Sílaba Ediciones, 2019)

 I

 Soy el silencio que sobrevive

tan lejos,

donde la boca del mundo desaparece

y queda solo una sombra,

 un fluir inmenso de agua

donde la soledad se yergue.

En la ceguera de mi nombre

emprendo el viaje.

 

II

Vengo al encuentro con lo antiguo,

al hondo renacer de esta ceniza.

A poblar el silencio,

el cansancio,

torpemente,

con mis huesos fundidos.


A nacer, viajera

en el indefinible milagro del alba.

 

A eso he venido.


La despedida

 

El mundo nos abandonó

                        verdaderamente

en la lluvia

 

en el agua se dijeron adiós

los cuerpos

que amaron tanto la herida

hasta secar su ardor

 

se dijeron adiós las manos

que palparon tantas veces la rasgadura

hasta entender su paisaje

 

todo lo nuestro se despidió en el agua

quedamos con el temblor apenas

con el frío desdibujando las raíces

con el miedo de nuestros ojos mojados

en el diluvio que fue una hoguera.

           (De Antes de ser silencio (Sílaba Ediciones, 2019)

 

De Nieve (Valparaíso Ediciones, 2022)

 Ser mujer

 Ser mujer es estar adentro

de la piel
y decirlo todo
con lágrimas y sangre
que es el lenguaje más sencillo

 

es ser llama al viento
que el viento apaga
y reverdece
con las primeras sombras

 

es sentir en las puertas

del corazón
el llanto
y no poder

hablar las lágrimas


es no saber decir
porque lo indecible
vale más que el tiempo
y porque hay dolores
invisibles a los hombres

 

ser mujer es sentirse una
y sentirse también

cada una de ellas

 

es pensar que algún día
las mujeres tendrán alas
y se irán volando


 Me niego


A Susana Thenon

 

Me niego a ser definida por geometrías absurdas

a ser destruida por un reloj
que no reconoce mi hambre

 

No quiero ser

este pedazo de mundo

y arrastrar mi cuerpo

colina arriba

pidiendo un poco de cielo

 

o ser nombrada por dioses

que no me pertenecen.


Me niego a febrero

y a junio

y a todos los meses.

 

Quiero no tener molde

no tener forma

 

no tener nombre
             

   -para que nadie me llame

ni nadie me busque-

 

y ser todas mis formas

y todos mis  nombres.


Ausencia

 

No hay idioma más sincero

que el frío

su ardor acaricia los huesos

como a la vida:

 

eso es lo que llamo ausencia

 

una voz temblando en la carne

un murmullo

un recuerdo estrechándose

a lo que duele

 

como el mundo se estrecha

cada noche

al silencio.

 

     ( De Nieve (Valparaíso Ediciones, 2022)


 

 

sábado, 16 de noviembre de 2024

PEDRO LÓPEZ LARA. EXPIACIÓN

Expiación
Pedro López Lara
Huerga y Fierro Editores
Colección  Graffiti
Madrid, 2024

CULPAS

  
   La amanecida poética de Pedro López Lara (Madrid, 1963), Licenciado en Filología Hispánica, queda lejos de cualquier apresuramiento juvenil. Se fecha en 2020, cuando su libro Destiempo es reconocido con el Premio Rafael Morales, convocado por el Ayuntamiento toledano de Talavera de la Reina, para conmemorar la memoria del inolvidable autor de Poemas del Toro, libro con el que se inauguraba la colección Adonais, sin duda el sello más emblemático de nuestra historia poética. Comenzaba a  ser celebrado un manantial poético, muchos años inédito, que sigue manteniendo un cauce fuerte, como ratifican las entregas Meandros (2021), Dársenas (20222), Escombros (2022), Filacterias (2023), Iconos (2023), Singladura (2023), Muestrario (2023), Incisiones (2024), Cancionero (2024) y Expiación (2024). Son rutas expresivas que comparten en sus títulos la querencia natural del sustantivo explícito, como si esa palabra guareciera el lugar sensitivo, el eje orbital que debe organizar la senda básica del poema.
   El movimiento de la pulsión poética está ligado al trayecto vital, ese cúmulo de pasos que buscan la claridad del mediodía y el ocaso cansado del atardecer y más tarde la línea difusa del vacío; por tanto el tiempo, en su semántica general, constituye la razón del libro. Las palabras rastrean nuestra condición transitoria, sondean el sentido existencial del ser, meditan sobre la superficie del discurrir, remansado en la superficie transparente de los días. La poesía es voz convulsionada por los guijarros del pensamiento. La incertidumbre del yo toma conciencia, sabe, como en la hermosa cita de Fernando Pessoa que  el polvo y la ceniza están cerca: “No soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. /  Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo”. 
   El poeta une en Expiación el recorrido por cuatro secciones, muy bien definidas por el propio autor en la solapilla interior de cierre: La primera sección del libro “Sentina” hace de la introspección una enumeración de la infamia; explora ese entorno de desolación que acumula escombros, inmundicias y malos olores. La experiencia vital desazona. Descubre que la verdad está lejos del ideal, que la mentira coloniza campos enteros de la vida social y afecta a los trazos del propio sujeto que habita nuestros espejos. Las convicciones no pasan de ser una heterogénea amalgama de remiendos y la fiel compañía de los afectos, con frecuencia, se ve contaminada por la traición o la silueta entre la sombra de los que nos vendieron. La nada parece ser el destino final y sus efectos secundarios dañan la claridad de la memoria del sujeto poético. El ser hace un ominoso balance del transitar por el tiempo que justifica la decepción y la necesidad de decir “No”.
   El enunciado “Introspección” descarga en el sujeto la capacidad de ser testigo y buscar resolver por sí mismo los interrogantes existenciales con la única herramienta que tiene a su alcance: el lenguaje. El patrimonio del decir es la primera forma de objetivar el conocimiento del ser y del mundo. Como producto cultural, la actividad lingüística moldea la fisionomía del cosmos y la propia identidad. Pero nuestras capacidades cognitivas son limitadas y nuestro entendimiento insuficiente. El poeta, con una humilde poética muestra su empeño en poner luz a la incertidumbre:“Unas pocas palabras / colocadas en orden, / a manera de escolios que anotasen la vida. / Un conjuro pequeño, / ubicado en un margen, / de alcance limitado y voluntad sedante “. Quien escribe empuja su vocación descubridora para explorar la naturaleza del sujeto poético, las condiciones del poema, aun sabiendo que las variantes del texto original son infinitas.
  El tercer apartado “Exterminio” hace del precipicio un andén de llegada. La noche se repliega y expande una incontinente letanía de sombras. La voluntad de las palabras es estéril. No arraigan sus significados porque el transitar del tiempo transforma la voz en un estigma exhaustivo. Se percibe en el breve apartado un claro pesimismo, como si la presencia del sujeto verbal fuese zarandeada a cada instante por las convulsiones del desasosiego, o se viese sometida a una liquidación por derribo. Solo queda dar el último paso hacia el abismo y al imprevisible final de trayecto.
  La extensa oración de cierre “Kirie  toma su nombre de una plegaria de la liturgia cristiana. El sustantivo es una voz griega y su versión al castellano sería “Oh, Señor”; de este modo el aserto “Kirie Eleison” denominaría una frase implorativa que insta a la compasión” “Oh, Señor, ten piedad”. Con el formato de una letanía,  el poeta compone un largo monólogo sobre personajes, actitudes y secuencias de un corrosivo valle de lágrimas. La escenografía de la infamia necesita expiación y penitencia para tantos desahuciados de la felicidad. Vivir es una floración de frustraciones, un cúmulo de estaciones de paso que esperan el traquear de ese tren que no lleva a ninguna parte, salvo a los trampantojos de la esperanza, esas oquedades ilusorias de lo temporal.
  En Expiación convergen la sombra y el aullido, la  áspera sensación de que no hay regreso y además es tarde para la esperanza porque la existencia no es sino un caminar marcado por la ausencia, por esa nube cenicienta que explora un cielo turbio. 
 
JOSÉ LUIS MORANTE 


 
 
 
  

viernes, 15 de noviembre de 2024

LA EDAD DE LAS MENTIRAS

laberinto
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

INDAGACIONES



Hay interiores sórdidos, dispuestos a excretar basura a cada instante.

Hicieron del presente pulpa oscura, un relato del odio.

Le gustaba vivir en descampados de certezas, esos sitios poblados de hosquedad que prenden hogueras para consumir cualquier signo de vida.

La mala conciencia de los inquisidores es feliz en la escarcha; la convierte en ruta principal.

Miran a distancia, saben que la ternura es lugar intangible. 

(Anotaciones sin luz)


miércoles, 13 de noviembre de 2024

SONORÁMICA. PAISAJE SONORO VENEZOLANO

SONORÁMICA

(Paisaje sonoro venezolano en 11 poemas)
Coordina el disco-libro Tibisay Guerra
Ilustraciones: Starsky Brines
Producción Editorial: Alberto Sáez, Rodnei Casares
Entidades colaboradoras: @autoresVzlanos Promusik
Caracas, Venezuela, 2019


MÁS ALLÁ DEL POEMA

  
   En los días tibios del otoño de 2024 recorrió el callejero de Madrid la venezolana Tibisay Guerra, un perfil cultural bien definido por cartas de presentación como el proyecto Autores vzlanos o el Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. El apresurado recorrido por la capital no concluyó del todo porque dejó en la librería el disco-libro SONORÁMICA, bello producto híbrido, cuya edición representa una oportunidad única para disfrutar del abrazo plural entre poesía, música y creación visual.
   La coordinadora de esta iniciativa dedica la hermosa caja a la memoria de su progenitor, el músico, instrumentista y compositor Carlos Guerra y a los integrantes de la orquesta que dirigió, en el intervalo temporal de los años sesenta en Venezuela.
  Con el respaldo de @autoresVzlanos y Promusik, y la colaboración esencial del artista Starsky Brines, se completaba en 2019 un  cálido paisaje sonoro, integrado por  once poemas. La idea tuvo su primera amanecida en 2014. Tibisay Guerra pretendía celebrar una memoria compartida, un legado cultural colectivo, hecho de imágenes, poemas y música. Crear el espacio de contemplación de “un imaginario que se deslinda en todas las posibilidades de expresión, pero dentro de un único contexto: lo que somos”.
  El largo recorrido de la poesía venezolana en el discurrir temporal ha ido sembrando las estanterías de voces esenciales. Esos magisterios y presencias del canon han permitido una pautada selección que integra frutos líricos de Andrés Eloy Blanco, Yolanda Pantin, Hesnor Rivera, María Calcaño, Eugenio Montejo, Rafael Cadenas, Santiago Acosta, Cristina Gutiérrez Leal, José Antonio Ramos Sucre y Alejandro Castro, a los que suma el poema epílogo "Canto de amasar", de Tibisay Guerra.
  Precede a cada texto un breve liminar firmado por un comentarista, que justifica la inclusión, explica la procedencia del poema o recalca su fuerza expresiva.
  La variedad rítmica, los paisajes sonoros y la riqueza de voces y cantos corren a cargo de 23 músicos que se decantan por la diversidad melódica y un completo friso de vocalistas. Salen al aire para mudar el poema en canción, para que las sensaciones se multipliquen más allá de las palabras.
  Piedras angulares de este trabajo son las ilustraciones de Starsky Brines (Caracas, Venezuela, 1977). La mirada estética del artista nace desde la observación del entorno y los estratos profundos de una realidad histórica que conjuga lo primario y lo lúdico; que busca conformar una geografía de extrañeza, ajena a cualquier realismo mimético.
  Los enriquecedores sustratos de poesía, música y expresión artística sedimentan un suelo firme, el compromiso de transmitir una profunda reflexión sobre la esencia del ser humano. El disco-libro pone voz clara a los sentimientos para que se defina en ellos la identidad del yo. Sin la dicción de lo emotivo, el sujeto se deshabita, vive a solas confinado en la gélida caverna temporal de la decepción y el desencanto. Arte, música y poesía levantan en SONORÁMICA un refugio abierto para la vigilia del pensamiento, un ancho espacio de visión que suma señales y símbolos para alumbrar la retina del día, la dormida belleza que conmueve.
 

JOSÉ LUIS MORANTE