![]() |
Venir desde tan lejos Eloy Sánchez Rosillo Tusquets editores Colección Nuevos Textos Sagrados Barcelona, 2025 |
CONDICIÓN DE POETA
Quienes hayan seguido el recorrido poético de Eloy Sánchez Rosillo
(Murcia, 1948) recordarán que su obra expande una travesía orgánica donde se
yuxtaponen, sin estridencias, dos etapas, con voluntaria continuidad: una primera, definida por la inclinación
evocativa y el sentimiento elegíaco, y un segundo momento estético marcado por el canto
y el tono celebratorio. El tramo inicial de escritura abarca las entregas Maneras de estar solo (1978), Páginas de un diario (1981), Elegías (1984), Autorretratos (1989), La vida
(1996) y La certeza (2005). Son
libros habitados por un protagonista verbal reconocible en sus rasgos y
actitudes, próximos a la experiencia biográfica de quien escribe. A cada paso,
los contenidos muestran una terca inmersión en el intimismo y en el fluir del
pensamiento. En ellos se percibe la variedad de una evolución sin rupturas, donde
la reflexión humanista y el epitelio emotivo funcionan como sedimentos orbitales.
Así lo reafirma el autor en El sueño
cumplido (2023), libro en prosa que recoge sus escritos sobre poética y varias entrevistas, al meditar sobre su condición de poeta: “El escribir poesía es
para mí una manera de entender y de considerar la vida, de acercarme a ella y
de confundirme con su sustancia: un ser y un estar. Y un destino hermoso como
pocos, del que hay que hacerse digno asumiéndolo hasta sus últimas
consecuencias”.
El segundo episodio escritural germina ya en abundantes composiciones de La certeza, que puede considerarse un conjunto
de transición. Aglutina los poemarios Oír
la luz (2008), Sueño del origen (2011),
Antes del nombre (2013), Quién lo diría (2015) y La rama verde (2020). Ahora se hace más
evidente la voluntad de canto ante el patrimonio sensorial del discurrir. El tránsito de la existencia propicia la felicidad unánime de estar entre
las cosas, de ser parte de su fervorosa plenitud y apacible armonía. No hay
soledad en la intemperie de quien amanece a diario sino meditación ante el
asombro de ser. En la claridad de lo inmediato se palpa una realidad
benevolente, ofrecida como regazo y vínculo.
En los poemas de Venir desde tan
lejos (2025) parece abrirse un nuevo ciclo. No predominan la elegía ni el canto,
sino una asumida disposición de la conciencia para aceptar el desbocado caminar
del tiempo, la certeza de lo transitorio y la apacible consumación. La mirada
interior se hace cumplimiento y aceptación, y se refuerza el trasfondo moral.
Quien advierte en el espejo los laberintos de su periplo vital asume que el
destino ha trazado un largo itinerario de vivencias. Advierte también que el
ahora se aproxima, con sosegado andar, al lento atardecer. No hay resentimiento
sino acuerdo pleno con el estar de la vida y su condición de andén transitorio.
Hay una compenetración sin fisuras entre sujeto y entorno, como si hubiera una
exacta correspondencia en el diálogo entre intimismo y territorio contingente.
El abanico de tramas argumentales
recobra algunos motivos recurrentes. Se percibe, por ejemplo en el poema “La
herida”, un renacido homenaje al recuerdo paterno y al encuentro temprano con
la ausencia y el desamparo, también presente, de forma más explícita, en el
poema “Acerca del final”. El tiempo no ha cerrado esa “extraña herida que duele
y da consuelo”, pero la sensación de lejanía ha mitigado el dolor y lo ha
trasmutado en fortaleza y esperanza, mientras se deshoja la nostalgia,
convertida en lección y conocimiento.
Paso
a paso, el sujeto verbal medita sobre la ontología cotidiana de ser y las enseñanzas de
la edad. El ahora deja al protagonista lírico frente a sí mismo, con las
coordenadas situacionales de estar en el centro de todo. La mirada es apropiación
de colores y formas; en ella se cobija la claridad de lo vivido, mientras el
pensamiento resguarda, como “centro sereno del asombro”, el pulso elemental de
la existencia.
El poeta es un maestro en construir impresiones y maneras de sentir; la
observación se transforma en génesis y aglutina dentro las instantáneas
exteriores. Quedan a resguardo esas sensaciones pasajeras que concede el
transcurso del tiempo. Todo se hace trazo ingrávido y decurso interior,
luminosas señales de quien está vivo: “La vida es esto: / tanta quietud
moviéndose, / estar sin nadie y conversar con todo”.
En los poemas de Venir desde tan lejos Eloy Sánchez Rosillo atribuye al poeta el quehacer esencial de
expresar la dimensión inefable de la existencia. El misterio que encubre en lo
más hondo lo aparente. La mano del poeta deshilvana el necesario hilo de luz que una rendija guarda para que el día se ponga en pie.
JOSÉ LUIS MORANTE
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.