jueves, 23 de septiembre de 2021

MIGUEL CATALÁN. SUMA BREVE

Suma breve
Pensamiento breve reunido (2001-2018)
Miguel Catalán
Ediciones Trea, Aforismo
Gijón, Asturias, 2018

 

ELOGIO DE LA PARADOJA
 
 
   El momento cenital del aforismo como estrategia expresiva en nuestro país ha tenido en Miguel Catalán (Valencia,1958- 2019) un cultivador vehemente. Doctor en Filosofía, profesor universitario y ensayista, su cosecha paremiológica abarca seis entregas dedicadas al género. Todas se compilan en el volumen Suma breve. El trayecto completo abarca desde 2001 hasta 2018, un intervalo conformado por las ediciones El sol de medianoche (2001), La nada griega (2013), La ventana invertida (2014) y el aporte inédito que añaden tres conjuntos que anticiparon textos en revistas, Así es imposible, El altar del olvido y Paréntesis vacío.
  El conjunto permite definir con lúcida solvencia el carácter ontológico del aforismo y su evolución en el discurrir. El término siempre está vinculado a un territorio de intersección entre literatura y filosofía que es base común de todas las entregas. Así lo recuerda el texto de apertura de José Montoya Sáenz, quien también examina de cerca el concepto de paradoja como implosión del lugar común. A través de la paradoja se puede expresar la constante fluctuación del entorno social y humano; de esta forma adquiere un notable potencial subversivo en la contundente concisión de sus reflexiones.
  El aforismo postula la complejidad de su contenido, emprende en su decir una interpretación del sujeto y de la realidad externa, en la que sondea una continua búsqueda de sentido. Su exigencia estética se asoma a los estantes de la verdad, con lo que adquiere en su definición una cierta claridad metafísica al intentar captar la significación de la experiencia. El texto se llena de matices, de este modo dentro del material común cada libro presenta rasgos específicos, aunque éstos a veces sean contradictorios o definan estados de ánimo dispares, como si en su amanecida la escritura plegara pasos a la condición de ser.
   Ya se ha comentado que el primer paso aforístico de Miguel Catalán es El Sol de medianoche. El fenómeno natural observable en las proximidades de las geografías polares ejemplifica bien antítesis y contrastes. La claridad nocturna prolonga el día entre la sombra. Desde el inicio, Miguel Catalán asume el desvelo incansable del observador. Sabe que el comportamiento del yo es reflejo de las actitudes aleatorias del otro; por tanto, es necesario sondear su sentido para que el aprendizaje surta efectos interiores. Nada de lo humano resulta ajeno; de ahí que la ética sea siempre un relevante proceso reconstructivo. Pero hay que evitar los juicios sumarios, revestir las opiniones de calidez y argumentar con el tacto sosegado de quien sabe, como Marcel Proust, que “cualquier idea clara tiene el mismo grado de confusión que las nuestras”.
  El corpus textual tras la entrega epifánica abre un largo tiempo de silencio de más de doce años, pero ese acantilado temporal no varía el paisaje y su cartografía meditativa. Como si quien escribe apostara por una senda coherente, los aforismos caminan de un asunto a otro, con paso constante. De cuando en cuando varían los ingredientes para que nunca pierdan fuerza meditativa. O hacen del humor una ventana para que salga al día la carcajada: ”ANUNCIO POR PALABRAS. Se pintan casas a domicilio”.
   Como un regalo lector se recibe el material inédito de Suma breve, cuya voz siempre en guardia otea el paisaje oculto, frente a la opinión recibida y común. Los textos, breves y lapidarios, aunque a veces con un tallo argumental que los aproxima al microrrelato, marcan lindes a la experiencia en su etapa de madurez. Más allá del contraste y del juego de palabras, apuntalan una arquitectura vertebradora que confirma la permanencia del ser frente a una realidad mudable, propicia al desmontaje. La lógica interna del yo resiste la extrañeza, abre el paraguas frente a la intemperie de la contradicción y defiende la razón como brújula para buscar el norte del sentido.
  Suma breve descubre el excelente volumen conceptual del decir fragmentario de Miguel Catalán. Apunta que la lógica no es un logro en sí sino una aspiración que se aplica en solventar las divagaciones existenciales. Sobrelleva el discurrir bajo un cielo informe de nubes y claros, que obliga a caminar bajo el paraguas desplegado de la introspección. Así nace un quehacer continuo, atomizado, fresco, que tiene la claridad del manantial, esa sensibilidad que aleja la sed y empuja a la permanencia y la memoria.

JOSÉ LUIS MORANTE 
 

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