lunes, 2 de mayo de 2022

DIEGO MEDINA POVEDA. EN VECINDAD, NO EN COMPAÑÍA.

En vecindad, no en compañía
Diego Medina Poveda
Ediciones de la Isla de Siltolá, Colección Poesía
Sevilla, 2022, 

 

INTERIOR A SOLAS

  

   Diego Medina Poveda (Málaga, 1985), doctor en estudios Hispánicos y profesor en ejercicio, impulsa un quehacer lírico de ritmo fuerte. Aglutina seis poemarios en un corto intervalo temporal, el último de los cuales Todo cuanto es verdad fue reconocido en 2021 con el Premio Andalucía de la Crítica. El itinerario añade ahora En vecindad, no en compañía, una propuesta con sentido unitario que debe su título a unos versos de Claudio Rodríguez: “He aquí lo que nos hizo / vivir en vecindad, no en compañía”.
   El poeta, recordando siempre el terreno movedizo de las etiquetas críticas, se mueve en los parámetros estéticos de un intimismo figurativo y reflexivo, que alienta en el poema un quehacer de búsqueda. La poesía sondea zonas de riesgo de la identidad, suma pasos por los recorridos de una llanura dialogal en la que se entremezclan azar y circunstancias, las abiertas incisiones del recuerdo y esa superficie de certezas que se va diluyendo en el vaivén del tiempo.
   Estas características del discurso lírico de Diego Medina Poveda son refrendadas en la nota de contracubierta por José Infante. Lo resalta, con perspectiva objetivista, integrando el itinerario lírico del malagueño en el cauce de un realismo humanista, que nace “desde una profunda formación barroca y clásica”.
   El primer tramo de esta muestra “Estancias interiores” amanece con la voz remansada de la evocación. El ahora vuelve la mirada a los trazos de resolución de la memoria; deja la puerta franca a una conciencia en tránsito que va acumulando percepciones y sensaciones en la cadencia sosegada del pensamiento. La naturaleza acumula signos explícitos, define una copiosa suma de elementos visuales cuya percepción convierte al sujeto testigo en un poblador de desasosiegos e inquietudes, tratando de resolver su propio destino. Aparece así en el poema un nuevo enfoque en el que encuentran sitio la asperezas de lo real, el acoso escolar, por ejemplo, que rompe la inocencia del niño y lo convierte en una víctima del dolor y la impotencia.
   Las grafías del paisaje se interiorizan. El cauce versal del intimismo adquiere un carácter interrogativo, un diálogo entre el ser y el estar que contrapone el alboroto social con ese instante de eternidad que resume una vida. Todo es quietud en quien hace del ámbito lector un largo viaje, una atmósfera respirable, una forma de ser: “Estoy mirando aquí un ser de nadie, / un ser que se sumerge en intelecto, / y busca en lo profundo de las cosas / esperando encontrarles su secreto, / acaso una certeza sin sentido, / una verdad inmutable, algún destello, / fúlgidas apariencias que se esconden/ en el fondo del aire y son muy dentro…”.
   Cuerpo central en la escritura de Diego Medina Poveda es el tiempo de la infancia. Lo transitorio somete a la identidad a un continuo nomadismo de sensaciones, donde persisten las sinestesias de un ayer marcado en la memoria. El hombre se hace niño y regresa a una epifanía de plenitud y asombro. Ese hilar sucesivo de amanecidas y crepúsculos regula la medida del tiempo. Todo sucede como una brisa fuerte que acunara en el hombre la conciencia de estar a la intemperie, entre signos extraños y carencias.
 En el apartado “Otro hogar” el relieve de lo doméstico, esa Ítaca tan querida por la inolvidable Paca Aguirre, se transforma en lugar habitable y simbólico. El protagonista se empeña en construir su recinto murado, entre paredes y muebles, que requiere equipación minuciosa y un ánimo dispuesto a compartir. Un yo desdoblado puebla los espejos para borrar la sensación de ser tan solo islas humanas: “Al lado de la puerta hay un perchero, / cuelga tu tiempo y siéntate conmigo, / te invito a la tiniebla de mi casa. / Si en el fondo no somos tan distintos”. Sirve de epílogo el poema “Para que se haga el mundo”, una composición dedicada al filósofo y ensayista Javier Gomá. El núcleo germinal del poema es la constatación de un tiempo en crisis, que requiere ejemplaridad y coherencia, razón frente al delirio sin retóricas baldías, moldeando sin estridencias un lenguaje capaz de hacer brotar un mundo nuevo.
  Los poemas de En vecindad, no en compañía buscar el hilo leve del estar diario, perdido en la angostura de lo contingente. Hacen del intimismo un paisaje de luz tenue donde conjugan con naturalidad sus voces la memoria y la melancolía, los pasos variables de un recorrido existencial que remansa emociones y vivencias. como si fuesen reflejos dictados por la contemplación. Lejos de la estridencia, Diego Medina Poveda convierte al yo poético en un interlocutor afectivo, en una voz confidencial que desmenuza el inevitable viento en el rostro de la fugacidad.
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 


       

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