En vecindad, no en compañía Diego Medina Poveda Ediciones de la Isla de Siltolá, Colección Poesía Sevilla, 2022, |
INTERIOR A SOLAS
Diego Medina Poveda (Málaga, 1985), doctor en estudios Hispánicos y
profesor en ejercicio, impulsa un quehacer lírico de ritmo fuerte. Aglutina
seis poemarios en un corto intervalo temporal, el último de los cuales Todo cuanto es verdad fue reconocido en
2021 con el Premio Andalucía de la Crítica. El itinerario añade ahora En vecindad, no en compañía, una
propuesta con sentido unitario que debe su título a unos versos de Claudio
Rodríguez: “He aquí lo que nos hizo / vivir en vecindad, no en compañía”.
El poeta, recordando siempre el terreno movedizo de las etiquetas
críticas, se mueve en los parámetros estéticos de un intimismo figurativo y
reflexivo, que alienta en el poema un quehacer de búsqueda. La poesía sondea
zonas de riesgo de la identidad, suma pasos por los recorridos de una llanura
dialogal en la que se entremezclan azar y circunstancias, las abiertas
incisiones del recuerdo y esa superficie de certezas que se va diluyendo en el
vaivén del tiempo.
Estas características del discurso lírico de Diego Medina Poveda son
refrendadas en la nota de contracubierta por José Infante. Lo resalta, con
perspectiva objetivista, integrando el itinerario lírico del malagueño en el
cauce de un realismo humanista, que nace “desde una profunda formación barroca
y clásica”.
El primer tramo de esta muestra “Estancias interiores” amanece con la
voz remansada de la evocación. El ahora vuelve la mirada a los trazos de
resolución de la memoria; deja la puerta franca a una conciencia en tránsito
que va acumulando percepciones y sensaciones en la cadencia sosegada del
pensamiento. La naturaleza acumula signos explícitos, define una copiosa suma de
elementos visuales cuya percepción convierte al sujeto testigo en un poblador
de desasosiegos e inquietudes, tratando de resolver su propio destino. Aparece
así en el poema un nuevo enfoque en el que encuentran sitio la asperezas de lo
real, el acoso escolar, por ejemplo, que rompe la inocencia del niño y lo
convierte en una víctima del dolor y la impotencia.
Las grafías del paisaje se interiorizan. El cauce versal del intimismo adquiere
un carácter interrogativo, un diálogo entre el ser y el estar que contrapone el
alboroto social con ese instante de eternidad que resume una vida. Todo es
quietud en quien hace del ámbito lector un largo viaje, una atmósfera
respirable, una forma de ser: “Estoy mirando aquí un ser de nadie, / un ser que
se sumerge en intelecto, / y busca en lo profundo de las cosas / esperando
encontrarles su secreto, / acaso una certeza sin sentido, / una verdad
inmutable, algún destello, / fúlgidas apariencias que se esconden/ en el fondo
del aire y son muy dentro…”.
Cuerpo central en la escritura de Diego Medina Poveda es el tiempo de la
infancia. Lo transitorio somete a la identidad a un continuo nomadismo de
sensaciones, donde persisten las sinestesias de un ayer marcado en la memoria.
El hombre se hace niño y regresa a una epifanía de plenitud y asombro. Ese
hilar sucesivo de amanecidas y crepúsculos regula la medida del tiempo. Todo
sucede como una brisa fuerte que acunara en el hombre la conciencia de estar a
la intemperie, entre signos extraños y carencias.
En el apartado “Otro hogar” el relieve de lo
doméstico, esa Ítaca tan querida por la inolvidable Paca Aguirre, se transforma
en lugar habitable y simbólico. El protagonista se empeña en construir su
recinto murado, entre paredes y muebles, que requiere equipación minuciosa y un
ánimo dispuesto a compartir. Un yo desdoblado puebla los espejos para borrar la
sensación de ser tan solo islas humanas: “Al lado de la puerta hay un perchero,
/ cuelga tu tiempo y siéntate conmigo, / te invito a la tiniebla de mi casa. /
Si en el fondo no somos tan distintos”. Sirve de epílogo el poema “Para que se haga el mundo”, una composición
dedicada al filósofo y ensayista Javier Gomá. El núcleo germinal del poema es
la constatación de un tiempo en crisis, que requiere ejemplaridad y coherencia,
razón frente al delirio sin retóricas baldías, moldeando sin estridencias un
lenguaje capaz de hacer brotar un mundo nuevo.
Los poemas de En vecindad, no en
compañía buscar el hilo leve del estar diario, perdido en la angostura de
lo contingente. Hacen del intimismo un paisaje de luz tenue donde conjugan con
naturalidad sus voces la memoria y la melancolía, los pasos variables de un recorrido
existencial que remansa emociones y vivencias. como si fuesen reflejos dictados
por la contemplación. Lejos de la estridencia, Diego Medina Poveda convierte al
yo poético en un interlocutor afectivo, en una voz confidencial que desmenuza
el inevitable viento en el rostro de la fugacidad.
JOSÉ LUIS MORANTE
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