A medida de mis contradicciones Poesía esencial 1985-2020 Jesús María Gómez y Flores Prólogo de Efi Cubero Editorial Sial Pigmalión Colección Extremadura Madrid, 2022 |
MODULACIONES
Resalta en los rasgos biográficos del poeta que es Doctor
en Derecho y Magistrado en ejercicio, coordinador desde su fundación del Aula
de la Palabra y director de la revista cultural Norbania. Jesús María Gómez y Flores (Cáceres, 1964) protagoniza un fecundo camino acogido en el volumen A medida de mis contradicciones. Poesía esencial 1985-2020 (Sial Pigmalión, 2022). La conjunción de
entregas, en palabras de la excelente poeta, ensayista y crítica de arte Efi
Cubero, “conforma un conjunto variado, mas nunca disperso, donde cada apartado
despliega un gran poder de imantación signado por la inteligencia emocional y
reflexión observadora, crítica y autocrítica…”. La indagación reflexiva de Efi
Cubero analiza el deambular y da
cuenta de su persistente “sentido de transmisión y fluidez, estéticamente
abierto y en transformación constante”.
El quehacer despierta con la entrega Escaparate con muñecas en 1985. Aquella amanecida postula un lenguaje diáfano en el que se conjuga la observación del entorno y los fragmentos del escaparate vivencial, ese polen que dispersa el viento. Con el libro La Dama de Shalott (1989) se recupera el personaje de la balada de Alfred Tennynson y el ambiente legendario y medieval de sensibilidad romántica. Los poemas incorporan estratos expresivos como la temporalidad, la incierta razón de las palabras, los signos encendidos del cuerpo, o la posesión estéril de la muerte que muda el existir en légamo de sombras; un equívoco lastre, como advirtiera la voz fuerte de José Manuel Caballero Bonald. Aguardando la lluvia de octubre (1991) abre la espita de la celebración del tacto al tanteo y aprendizaje de la educación sentimental: “Ansía mi alcoba el diluvio de tu cuerpo, / el tímido abanico de tu piel, dulce pulpa, / neurótico el verano me hiere con su llama roja, / por ti aguardo los ocres, la cenicienta agua de octubre”. Próximo en su textura al cancionero amoroso, como ratifica la dedicatoria del libro, Arquitectura y convivencia (1993) personaliza el amor con una dicción no exenta de hermetismo; el verbo se hace más simbólico enhebrando piel y aderezo conceptual.
Tras un intervalo de silencio, llega en 2004 El tacto de lo efímero, que coincide en el tiempo con la plaquette Lunas de Hospital. Este punto cero de regreso al poema se reedita en 2016 en Vitruvio, donde sumará otras entregas, como Escenarios y Líneas de tiempo. La salida deja explícito en el acertado epígrafe El tacto de lo efímero el papel esencial del estar transitorio. El discurrir se hace quemadura y testimonio, modulación y regreso; despliega lo mudable. Los poemas airean una sensibilidad proclive al recuerdo, cuya mirada muestra el poso vivencial. Enriquecida por la imaginación, la vuelta al pretérito proyecta la dimensión luminosa del asombro. También las razones del lenguaje constituyen un afán; es preciso resolver el teorema de los vocablos y dialogar con el universo de signos. Las palabras entrelazan hilos de la experiencia e intrahistoria del figurante verbal; desembarcan incertidumbres y miedos. Importa construir un patrimonio interior en el que se define lo esencial, lo que es compañía y perdura en los resortes mudables de la cotidianidad.
Entre ausencias en los espejos nace El último viaje (2007), libro con emotiva dedicatoria intimista. Es el oscuro transitar de la elegía, frente al natural vencimiento de las cosas. Allí marca pasos la dura realidad de lo que somos: un callado aguardar la intemperie habitando las sombras. Pero la escritura no se ensimisma; abre ventanas a otros espacios de inspiración recogidos en Arcanos mayores (2012). El poemario integra la filosofía interpretativa del tarot; esas veintidós cartas donde se leen las señales que ponen los cimientos de la existencia
Como si el poeta buscase la pluralidad del entorno cercano, en Escenarios (2014) los versos se llenan con lugares habitables. El protagonista textual es observador en el anfiteatro de lo real. En los tablados de la memoria está París, siempre arquetipo de entidad cultural. Sus enclaves ramifican tramas de sombras chinescas que preservan una representación colectiva. Otro marco argumental es Berlín; allí reaparece el rostro en blanco y negro de la historia completando un paisaje de miedos, cicatrices y gestos nunca sosegados por el olvido. Entre ecos y sombras, Londres presta su callejero para alzar un tercer escenario. Los reclamos cívicos entroncan con un presente multiétnico, un tumultuoso enjambre. Los caminos explorados trazan una cartografía vivencial. Queda el sujeto poético a pie de superficie, buscando mapas de vestigios visibles y estrategias de puntos de fuga.
La más reciente entrega La complicidad de los amantes (2019),editada por Takara Editorial, evidencia apoyos y cimientos firmes de la tradición literaria. Añade como cierre del libro la nota didáctica “Obligados peajes”, donde se clarifica el aporte bibliográfico. Los apuntes recuerdan protagonistas, argumentos y correspondencias que trascienden lo anecdótico para ensamblar analogías y revitalizar mitos. En esta entrega se abraza una estética neoculturalista sobre la que se asienta el avance orgánico del poemario.
El quehacer despierta con la entrega Escaparate con muñecas en 1985. Aquella amanecida postula un lenguaje diáfano en el que se conjuga la observación del entorno y los fragmentos del escaparate vivencial, ese polen que dispersa el viento. Con el libro La Dama de Shalott (1989) se recupera el personaje de la balada de Alfred Tennynson y el ambiente legendario y medieval de sensibilidad romántica. Los poemas incorporan estratos expresivos como la temporalidad, la incierta razón de las palabras, los signos encendidos del cuerpo, o la posesión estéril de la muerte que muda el existir en légamo de sombras; un equívoco lastre, como advirtiera la voz fuerte de José Manuel Caballero Bonald. Aguardando la lluvia de octubre (1991) abre la espita de la celebración del tacto al tanteo y aprendizaje de la educación sentimental: “Ansía mi alcoba el diluvio de tu cuerpo, / el tímido abanico de tu piel, dulce pulpa, / neurótico el verano me hiere con su llama roja, / por ti aguardo los ocres, la cenicienta agua de octubre”. Próximo en su textura al cancionero amoroso, como ratifica la dedicatoria del libro, Arquitectura y convivencia (1993) personaliza el amor con una dicción no exenta de hermetismo; el verbo se hace más simbólico enhebrando piel y aderezo conceptual.
Tras un intervalo de silencio, llega en 2004 El tacto de lo efímero, que coincide en el tiempo con la plaquette Lunas de Hospital. Este punto cero de regreso al poema se reedita en 2016 en Vitruvio, donde sumará otras entregas, como Escenarios y Líneas de tiempo. La salida deja explícito en el acertado epígrafe El tacto de lo efímero el papel esencial del estar transitorio. El discurrir se hace quemadura y testimonio, modulación y regreso; despliega lo mudable. Los poemas airean una sensibilidad proclive al recuerdo, cuya mirada muestra el poso vivencial. Enriquecida por la imaginación, la vuelta al pretérito proyecta la dimensión luminosa del asombro. También las razones del lenguaje constituyen un afán; es preciso resolver el teorema de los vocablos y dialogar con el universo de signos. Las palabras entrelazan hilos de la experiencia e intrahistoria del figurante verbal; desembarcan incertidumbres y miedos. Importa construir un patrimonio interior en el que se define lo esencial, lo que es compañía y perdura en los resortes mudables de la cotidianidad.
Entre ausencias en los espejos nace El último viaje (2007), libro con emotiva dedicatoria intimista. Es el oscuro transitar de la elegía, frente al natural vencimiento de las cosas. Allí marca pasos la dura realidad de lo que somos: un callado aguardar la intemperie habitando las sombras. Pero la escritura no se ensimisma; abre ventanas a otros espacios de inspiración recogidos en Arcanos mayores (2012). El poemario integra la filosofía interpretativa del tarot; esas veintidós cartas donde se leen las señales que ponen los cimientos de la existencia
Como si el poeta buscase la pluralidad del entorno cercano, en Escenarios (2014) los versos se llenan con lugares habitables. El protagonista textual es observador en el anfiteatro de lo real. En los tablados de la memoria está París, siempre arquetipo de entidad cultural. Sus enclaves ramifican tramas de sombras chinescas que preservan una representación colectiva. Otro marco argumental es Berlín; allí reaparece el rostro en blanco y negro de la historia completando un paisaje de miedos, cicatrices y gestos nunca sosegados por el olvido. Entre ecos y sombras, Londres presta su callejero para alzar un tercer escenario. Los reclamos cívicos entroncan con un presente multiétnico, un tumultuoso enjambre. Los caminos explorados trazan una cartografía vivencial. Queda el sujeto poético a pie de superficie, buscando mapas de vestigios visibles y estrategias de puntos de fuga.
La más reciente entrega La complicidad de los amantes (2019),editada por Takara Editorial, evidencia apoyos y cimientos firmes de la tradición literaria. Añade como cierre del libro la nota didáctica “Obligados peajes”, donde se clarifica el aporte bibliográfico. Los apuntes recuerdan protagonistas, argumentos y correspondencias que trascienden lo anecdótico para ensamblar analogías y revitalizar mitos. En esta entrega se abraza una estética neoculturalista sobre la que se asienta el avance orgánico del poemario.
Completa este despliegue creativo el
conjunto Otros poemas, abanico misceláneo
que busca entre los anaqueles de la memoria y recupera textos de una lírica
sensorial, enunciativa, que presta atención a los gestos del entorno, con
dicción selectiva. A veces el discurso
poético se ralentiza, como si la expresión adquiriese un sentido aforístico,
una invitación al verso conclusivo que muestra la musculatura del lenguaje.
El balance A medida de mis contradicciones reivindica la heterodoxia del gesto creativo. Los poemas están bajo sospecha porque quien escribe protagoniza un rito en el que se cobijan especulaciones y signos, calladas vibraciones del pretérito y un desandar de pasos que sitúan en el comienzo de la duda. El devenir de la escritura nunca se aleja de una visión que hilvana evocación y elegía, una emotiva crónica escrita con los trazos atemporales del latido existencial. Vivir duele; es espera y naufragio que enmudece los sueños.
El balance A medida de mis contradicciones reivindica la heterodoxia del gesto creativo. Los poemas están bajo sospecha porque quien escribe protagoniza un rito en el que se cobijan especulaciones y signos, calladas vibraciones del pretérito y un desandar de pasos que sitúan en el comienzo de la duda. El devenir de la escritura nunca se aleja de una visión que hilvana evocación y elegía, una emotiva crónica escrita con los trazos atemporales del latido existencial. Vivir duele; es espera y naufragio que enmudece los sueños.
JOSÉ LUIS MORANTE
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