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Estación del Pozo (Monumento a las víctimas del 11-M, Madrid) |
TRANSICIONES
En la estación de cercanías de El Pozo caminamos sin prisa, sustituyendo al paseante por el pensador para
percibir la superficie sosegada del recuerdo, la persistencia de una página de nuestra historia reciente escrita por la barbarie y el fanatismo terrorista. La memoria es una estatua con vida,
el latido que suena con el dolor ronco del cello. Instantes. Transiciones del
ánimo.
A
diario mantengo el cívico disfraz de la esperanza. Han sido meses de mucho
trabajo y este mes, donde el libro es elemento esencial, dejará sitio a dos
nuevas entregas personales y a dos estudios con otros autores. Una cosecha que merece celebración amistosa con los amigos. Cada libro no es más
que una actitud de asombro frente a lo contingente.
Permanecen
los garabatos del encuentro.
Si
ves claridad descarta el endiosamiento. Una vela no es una estrella.
Signos
de alegría frente al ordenador. Tras días en casa, vencido y desarmado por la
neurótica saturación de lo doméstico, otra vez la buhardilla adquiere su
apariencia natural. Ya están los libros en su sitio, he colocado en otros
estantes los que nunca releo y he reciclado la poesía que envejeció mal y
que ahora me mira con ojos de extrañeza.
Ojos
de vuelta; la vida es un reguero de ceniza pero hay que preservar el
sentimiento de positivismo con el tiempo, esa amistad de conveniencia que apenas dura.
Los que confunden la amistad con el asentimiento a sus desvaríos mentales sobran. Nunca entenderé la red como siembra de odios o como vertedero de críticas a los que pensamos de otro modo. Aquí no vale la ambigüedad emocional; puerta franca.
(Apuntes del diario)
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