sábado, 12 de octubre de 2024

JORGE PÉREZ CEBRIÁN. PERO NUNCA LOS HUESOS DE LAS AVES

Pero nunca los huesos de las aves
Jorge Pérez Cebrián
XVI Premio de Poesía joven RNE y Fundación Montemadrid
Editorial Pre-Textos
Valencia, 2024


 

ESTACIÓN FINAL

 

   En la primavera de 2024, en la ciudad cervantina de Alcalá de Henares, tuve la oportunidad de abrazar por primera vez a Jorge Pérez Cebrián (Requena, Valencia, 1996) en un evento organizado por la poeta y traductora Elisabeta Botan, en el que participaban con nosotros otros poetas como Cristina Penalva, Fernando Pastor  y Darío Márquez. Desde su voz amanecían los nuevos proyectos literarios del joven valenciano y pude escuchar, en el cálido ambiente de una biblioteca pública, una lectura altamente emotiva con una selección de poemas de Pero nunca los huesos de las aves, un meritorio anticipo del libro publicado por la editorial Pre-Textos, tras ser reconocido con el XVI Premio de Poesía Joven de RNE, en colaboración con la Fundación Montemadrid.
  Hasta la fecha, Jorge Pérez Cebrián había publicado las entregas La voz sobre las aguas (Valparaíso, 2019), La lumbre del barquero (Olélibros, 2021), y De cuánta noche cabe en un espejo (2022), obra que consiguió el Premio Arcipreste de Hita y también llegó a los escaparates  publicada por la editorial Pre-Textos. Este río continuo de poesía permite establecer algunas premisas sobre la singladura personal. Jorge Pérez Cebrián desdeña lo anecdótico y vela la biografía concreta para convertir sus composiciones en estratos reflexivos que recorre un pensamiento en vigilia. Los versos trasmiten una perspectiva humanista, una forma de ser y de sentir el devenir existencial y la temporalidad, dos vértices conceptuales recurrentes.
   En un clarificador artículo publicado en Zenda el escritor exploraba el sentido de su entrega Pero nunca los huesos de las aves. La palabra poética enuncia las cualidades del ave como presencia simbólica: grácil y ligera pobladora del aire, el ave habita ese peldaño que nos acerca a la divinidad y el paraíso; es reflejo del alma. Esta imagen, tan espiritual y transparente, oculta un esqueleto que nunca supera su condición de fisiología frágil y vulnerable, de elemento matérico con fecha de caducidad. Se abre entre realidad e ideal un panorama conceptual de contrastes, un espacio tensional que produce enajenación y desencanto. Lo inasible convoca a una cita en la distancia, e invita a la voluntad a descubrir sus lejanas posibilidades para emprender un viaje interminable.
   La apertura del libro “Devolver el remo” sugiere un instante final de claudicación y quietud, la llegada a un andén que sella más pasos perdidos. Después del ocaso la voz emprende un caminar descalzo que soporta el peso del frío y el cumplimiento de un porvenir impuesto en el que sólo queda la mano alzada del recuerdo.
   La vibración 440 herzios, número en apariencia misterioso que da titulo a un poema, sirve como estándar de referencia para afinar la altura musical, la nota que desbroza el silencio que sellan las sílabas gastadas. Es también un destello de esperanza que se convierte en una refutación de la sombra. La carne muere y solo queda el barro y el aliento de los dioses, una dimensión transcendida del yo.
   El final emplea algunos referentes culturales como Sinar, la bíblica llanura entre los ríos Éufrates y Tigris donde se asentó la civilización mesopotámica, Esa geografía del pasado contribuye a crear una dimensión mítica del poema, lejos de lo cotidiano y lo biográfico. Todo el apartado tiene la evolución de una sensibilidad nocturnal. Todo es noche, un oscuro horizonte perdido en un mapa, un yo colectivo que soporta el peso de la carne y muere un poco cada día.
   El conjunto de poemas “Antes de que nos halle la mentira” recupera la evocación del polvo de la historia, ese largo rastro de lo perdido en el que se entrelazan también la geografía de los sueños y el tenue resplandor del desencanto, al descubrir los frágiles cimientos del mañana. Solo el amor y el deseo siembran amanecidas, construyen una íntima patria de celebración y canto, donde habita el todavía. La muerte se apaga y renacen las cosas que no han sido, aunque el amor se desvanezca.
   El aserto culturalista “La sangre de Agamenón en el cuello del cisne” enriquece la semántica del mito haciendo de la muerte una cercana presencia que condiciona el destino, y pone en lo cotidiano el color bermejo de la finitud. En su indagación sobre la trama vital se percibe la ceniza que recubre nuestra condición. El poniente acecha al atardecer y a él se encamina el complejo mecanismo de los días. Todo está dispuesto para el cierre final, para el otoño de tareas que deja al caminante ligero de equipaje, con un legado de quien nunca tuvo nada y, por tanto, nada retiene.
   Los poemas de Jorge Pérez Cebrián sobrecogen. Su voz pronuncia tristeza ante la certidumbre de un destino poco proclive al cumplimiento del ideal. La vida apenas deja sitio a lo inasible, a la intensidad del vuelo, a la asunción de los certeros trazos que alumbran la belleza, que apagan en cada instante el rumor de los huesos de las aves, el plumaje de una densa oscuridad.



JOSÉ LUIS MORANTE



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