lunes, 28 de octubre de 2024

MIGUEL ÁNGEL ALONSO TRECEÑO. AFONÍAS


Afonías

Miguel Ángel Alonso Treceño
Apeadero de Aforistas
Sevilla, 2024

 

LA VOZ DORMIDA

 
  Aunque la amanecida literaria de Miguel Ángel Alonso Treceño (Avilés, 1970) comienza en 2016 con el libro Cinco, siete, cinco, muestra de haikus editada por Camelot, la senda minimalista de este asturiano, licenciado en Químicas e Historia, y graduado en Historia del Arte, y profesor de Fotografía en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal, impulsa dos compilaciones aforísticas: Conciencia (2019) y Misceláneas (2022). Son salidas que exploran los recursos argumentales del molde breve con el objetivismo lúdico de la ironía y el perfil indagatorio de quien habita en un tiempo extraño, habituado, como asevera el tenebroso nihilismo de Cioran, a los desastres inútiles, capaces de provocar un desencanto innato y una tristeza temprana.
 Afonías es nueva brisa; llega a los escaparates de novedades desde Apeadero de Aforistas, el incansable catálogo que coordina José Luis Trullo y en el que numerosas voces nuevas siguen enriqueciendo el respirar conciso. Miguel Ángel Alonso Treceño nos deja un libro breve que yuxtapone textos sin tramos diferenciadores, aunque de cuando en cuando hay rótulos de subtemas como “Atrapasueños”, “Celda de aislamiento”, “Alma” o “Alquimia”. La senda pensativa muestra un camino continuo que elige el tono confidencial, como forma de revelación preferente del yo. Las anotaciones se inscriben en un amplio proceso cognitivo de exploración y conocimiento, de felicidad comunicativa por su huida de la jerarquía grandilocuente. Tienen, por tanto, un enfoque clásico en su recorrido, con un notable apoyo en el pensamiento filosófico al intentar mostrarnos la sensibilidad del ser, superando cualquier afonía.
   El laconismo atiende siempre a la voz interior para pulsar los estados de ánimo y aventar una mínima crónica personal: “La tristeza decidió al instante escribir algunos versos”, “Estoy a mis cosas, que como son sólo mías, no son sólo cosas”, “Lo que conozco no es distinto de lo que soy”, “Como aún no sé bien lo que busco, lo busco desesperadamente por todas partes”. Las palabras abren un espacio reflexivo de aprendizaje que mira hacia la línea de horizonte del hablante interior, donde la incertidumbre es punto de fuga de una apacible soledad.
  Es sabido que, lejos de cualquier brújula predecible, la trama concisa se compone de planos superpuestos. Las preocupaciones semánticas deambulan, establecen itinerarios de ida y vuelta, se contradicen y añoran llanuras distantes en las que brotan otros universos, como si el pensamiento estuviese construido en espirales de humo: “En el límite de la luz, la ondulación de un grano de arena”, “Más allá de los límites del átomo, otro universo en expansión”, “Cuando camino no voy pensando cómo o por dónde caminar. Cuando camino sólo voy pensando cómo o en qué pensar”.
   El escritor recuerda que “Las mejores viejas ideas siempre parecen nuevas”; detrás de la obra en marcha del autor que amanece está el legado lector de aquellas presencias intactas que precedieron su voz: “Gracias a las ideas ajenas tengo las mías”. Miguel Ángel Alonso Treceño dicta un pequeño homenaje a Antonio Porchia, el clásico aforista de Voces y el poeta sin versos que miraba hacia fuera para percibir la vida dentro y emprender su personal camino hacia lo invisible; pero resuenan otros nombres especulares como Amiel y Jaime Fernández.
  Es necesario clarificar ideas. Lo paradójico establece una cercanía natural entre derivaciones en apariencia confrontada, pero con afinidades casi imperceptibles: “A cambio de ser escuchado, les dices todo lo que quieren oír”, “Ha decidido no moverse. Las placas tectónicas que están bajo sus pies, el planeta, la galaxia, el universo… Todo se mueve. Pero él ha decidido no moverse”, “Me escondo, pero no por temor a ser encontrado: por temor a encontrar”. Así nace un pensamiento equitativo, entre sombra y luz, que quiere iluminar los puntos ciegos, meter el dedo en la llaga para saber si todavía la sensibilidad se mantiene.
   La voz que habla en Afonías clarifica, empuña un laborioso lápiz introspectivo para caligrafiar ideas en palabras. Sabe que el pensamiento se contradice a sí mismo a la hora de formular sus argumentos, despereza sueños y percibe que el  reverso de la verdad es la duda y que en ella adquiere solidez y armonía la casa del pensamiento, en su continuo diálogo con el tiempo. Caminar hacia dentro es la mejor manera de superar afonías, de alejarse de cualquier superficie.
 
 

                     JOSÉ LUIS MORANTE




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