viernes, 11 de octubre de 2024

Una conversación con Manuel Neila


 

JOSÉ LUIS MORANTE: EL SENTIDO Y EL VALOR DE LA ESCRITURA AFORÍSTICA

 

Por Manuel Neila

       José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956) es poeta, ensayista y crítico literario de amplia trayectoria. Su obra poética se compone de doce títulos y aparece seleccionada en los volúmenes Mapa de ruta (2010), Pulsaciones (2017) y Ahora que es tarde (2020). Colabora habitualmente en Turia. Revista cultural, Crátera, donde coordina la sección de aforismos, y en el suplemento “Los Diablos Azules” del periódico digital Infolibre.es, al tiempo que coordina el blog “Puentes de papel”. Cuenta en su haber con ediciones de Juan Ramón Jiménez, Joan Margarit, Eloy Sánchez Rosillo, Luis García Montero y Karmelo  C. Iribarren.

Al igual que otros poetas de la denominada generación del 80 o de la Transición,  José Luis Morante cultiva de igual manera el verso y el aforismo, ya sea como creador, ya sea como estudioso. Mientras que el aforismo le muestra el sentido de las cosas, siempre parcial y fragmentario, el verso le señala al valor de las mismas. Como aforista, es autor de Mejores días (2009), Motivos personales (2015), la antología Migajas de voz (2021) y Planos cortos (2021). También es responsable de la muestra antológica 11 Aforistas a contrapié (2020) y acaba de editar Paso ligero. La tradición de la brevedad en castellano (siglos XX y XXI).

        Es ampliamente conocida su dedicación a la poesía lírica, como poeta y crítico de poesía en diferentes medios. Ahora bien, ¿cuándo descubrió la escritura aforística y en qué momento comenzó a publicar aforismos?

 —Encontré muy pronto en mis lecturas la certeza escrita del aforismo, su lacónica precisión. A principios de los años noventa tuve la oportunidad de dirigir dos revistas literarias de vida efímera que me pusieron en contacto con practicantes del género. Félix Grande me habló con entusiasmo de Carlos Edmundo de Ory y yo tuve la fortuna de conocer a otros escritores lacónicos como Vicente Núñez o Ángel Crespo; así que es un género muy unido a mi propio trayecto creador.

        —En su calidad de poeta, ¿qué semejanzas y diferencias encuentra entre el género lírico y el género didáctico, al que sin duda pertenece el aforismo, no tanto desde el plano teórico, como desde la experiencia personal?

 —Cada estrategia expresiva mantiene un sistema de claves, un espacio propio; pero las lindes son difusas y propician que los géneros mantengan relaciones cercanas, en las que afloran afinidades y disidencias. Hay poesía meditativa, lírica con aspiraciones filosóficas y hay minimalismo didáctico. Esa convicción ha estado presente en la experiencia personal a través de lecturas, ediciones, encuentros personales y en el taller literario de cada libro.

       —Con el paso del tiempo, el aforismo presenta unos rasgos que permanecen constantes, mientras que otros cambian dependiendo de la situación histórica. ¿Podría señalar cuáles son las constantes del género aforístico?

—La brevedad, la autonomía del texto, el despojamiento formal, la originalidad semántica… Son propiedades del aforismo que han permanecido en el tiempo, aunque soy consciente que no hay una fórmula exacta y cerrada; los aforismos de Marco Antonio no se parecen a los de Wilde y los de Juan Ramón Jiménez no tienen parentesco con los de Gracián…

 —Algunos estudiosos del género diferencian entre el aforismo tradicional, el moderno y el contemporáneo, en función de ciertos rasgos propios de cada época. ¿Cuáles serían los rasgos diferenciales, si los hubiera?

 —Cada intervalo histórico está marcado por la diversidad y lo heterogéneo; la generalización histórica es una apariencia porque lo que define a cada identidad literaria es la percepción singular, el registro diferencial, la negación de la foto de grupo. Por tanto, un contexto histórico da pie a itinerarios creadores divergentes. Creo que la teoría generacional es solo un recurso crítico para el almacenaje práctico de autores.

        —La crisis de la mentalidad burguesa tuvo como consecuencia el paso de la escritura clásica —una escritura universal, de clase— a las escrituras modernas, y así lo advirtió Roland Barthes en El grado cero de la escritura. ¿Cómo se refleja ese cambio en el género aforístico? ¿En qué medida repercute en el género?

—El ensayo de Barthes, publicado en 1953, no hace una revisión de autores y corrientes sino del concepto mismo de escritura literaria y su relación con los periodos históricos. Algo similar sucedió con las investigaciones de Juan Carlos Rodríguez, el impulsor teórico de la Otra Sentimentalidad. Sospecho que el fluir del aforismo en el tiempo escribe liberado de implicaciones teóricas y deja en manos del lector la autoridad interpretativa; quien escribe no lo hace para confirmar teorías; por tanto, no hay una repercusión directa en la arquitectura formal y semántica del aforismo.

        —El aforismo contemporáneo participa de la filosofía y la poesía, de la interpretación y de la evaluación. Por lo que tiene de filosofía, busca el sentido, siempre parcial y fragmentario, de un fenómeno. Por lo que tiene de poesía, señala el valor de ese fenómeno. ¿Cuál de los dos aspectos predomina en la actualidad?

 —Hay un claro predominio del aforismo lírico; es abrumador el número de poetas que escribe aforismos ahora. Intuyo que el tuétano del minimalismo conciso es la filosofía y no hay posibilidad de que lírica y filosofía se desparejen: son músculos y huesos que hacen posible el vitalismo existencial.

        —En lo que llevamos de siglo, el interés de los creadores y los investigadores por la escritura aforística ha aumentado considerablemente. A su parecer, ¿cuáles son las razones de la sorprendente proliferación del aforismo en nuestros días?

 —La expansión aforística en la etapa digital ha sido muy intensa y las razones son varias: el globalismo digital y la “literatura de urgencia” de las redes sociales, la difusión de autores clásicos y la creación de colecciones destinadas al género, la aceptación del género sin el corsé de literatura secundaria y, por supuesto, el papel de estudiosos  concretos como usted, que propician una divulgación popular de los registros minimalistas.

 —Desde la aparición de Pensar por lo breve, compilada por el profesor José Ramón González, hasta el momento presente, en que usted edita Paso ligero, han aparecido más de media docena de antologías de aforistas españoles. ¿Qué opinión le merecen esas obras? ¿Podría señalar las características diferenciales de la suya?

—Eran necesarias; las aproximaciones teóricas todavía son mínimas si comparamos con otras estrategias expresivas, así que sospecho que irán aflorando más enfoques que buscarán acotar características y practicantes, lo que redundará en un conocimiento más hondo. Paso Ligero. La tradición de la brevedad es un estudio histórico sobre el aforismo contemporáneo en castellano, durante los siglos XX y XXI, que aporta además un amplio muestrario de aforismos para hilvanar trayecto biográfico y creativo.

        —Su antología, subtitulada La tradición de la brevedad en castellano (siglos XX y XXI) es la más abarcadora de las realizadas hasta ahora. De hecho, comprende tres periodos históricos: La Edad de Plata (1902-1939), Posguerra y Dictadura (1939-1975), Transición y Democracia (1975-1923). ¿A qué se debe esta división?

 —A la sumisión de la literatura a un enfoque histórico; los tres periodos son clásicos en los estudios de investigadores e historiadores de etapa. El escritor es un sujeto cívico, convulsionado por la contingencia del yo y su circunstancia.

       —En el último tramo representado en su libro, Transición y democracia (1975-2023), los aforistas se han multiplicado exponencialmente. ¿No cree que hubiera sido conveniente antologar este periodo en un volumen independiente?

—Los etiquetados de urgencia suelen tener fecha de caducidad; solo han transcurrido dos décadas del siglo XXI y creo que muchos trayectos están por definir; la antología es una selección de nombres propios, un apunte parcial, no una concentración de practicantes en la Puerta del Sol. No obstante, ya preparo un nuevo volumen sobre la etapa digital, así que también se trata de tener un poco de paciencia. Toca ahora reivindicar las premisas de Paso ligero.   

La hondura reflexiva está más pertrechada para un ejercicio de resistencia; las señas de etapa se diluyen cuando los gustos sociales de un determinado momento periclitan; pero el aforismo es un continuo defensor del matiz, así que harán caso a Borges y llenaran los pasos del futuro de caminos que se bifurcan.

—La escritura aforística concita a veces el rechazo de críticos y lectores. ¿Considera que el aforismo continúa siendo menospreciado por la crítica convencional, como si fuese un género menor, subsidiario, de poca monta?

—Desde el trabajo de José Ramón González hay una apertura de oído crítico. Fue un acierto que zarandeó un poco las solapas del lugar común que considera el aforismo como una nadería verbal. También sucedió en su día con el haiku y el microrrelato. Hoy las formas breves suscitan más interés crítico y hay que seguir en la pelea. No se trata de convencer sino de argumentar.

        —La proliferación actual de la escritura aforística obedece a múltiples causas, entre las que se cuentan el desarrollo de los nuevos medios de comunicación y el auge de las nuevas tecnologías. Pero, ¿cuáles son los efectos menos saludables?

 

—La banalización y el oportunismo de las modas son virus extensivos que crean efectos nocivos. En las redes no hay filtros y la ocurrencia se disfraza de profundidad. Hace muchos años ya lo advirtió Sánchez Ferlosio. Cuidado con los disfraces de lo transcendente; son pieles de cordero. La mejor terapia es la lectura. La formación del gusto y el criterio personal.

 —Y, para terminar este conversatorio: ¿qué porvenir le augura el género más breve, en estos tiempos de locura gregaria que nos han tocado en suerte?

 —Amanece, se han descorrido las cortinas y se dibujan formas y colores de un paisaje amplio y atractivo; así que sentidos y pensamientos ya perciben el rumor sosegado del porvenir.

Y me permitirá dar las gracias por su luminosa estela de preguntas. Querido amigo, esta conversación ha sido un placer.

 (Entrevista publicada en las páginas de El cuaderno, Ediciones Trea) 

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