Mostrando entradas con la etiqueta Manuel Neila. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Manuel Neila. Mostrar todas las entradas

jueves, 6 de febrero de 2025

Entrevista a JUAN JOSÉ MARTÍN RAMOS

Juan José Martín Ramos (Madrid, 1961)
Editor de Polibea, narrador y aforista

 

1 - ¿Cómo nace la editorial Polibea? ¿En qué proporción se han cumplido aquellas expectativas iniciales?

POLIBEA nació hace cuarenta años como una editorial dedicada a la información sobre discapacidad a través de publicaciones técnicas periódicas. Nació en un momento de gran concienciación sobre el colectivo de personas con discapacidad, sobre sus derechos, sobre su reivindicación de la diferencia que hoy, desgraciadamente, se ha diluido un poco en favor de otros colectivos más mediáticos. En ese contexto hace 15 años se decidió abrir una línea editorial literaria no comercial, que empezó con la colección de poesía “El levitador”, a la que siguió la de prosa, “La espada en el ágata”; la de traducción, “Orlando Versiones”; la de poesía latinoamericana, “Toda la noche se oyeron…”; la de libros descatalogados, “Fuera de lugar”; la de literatura breve, “Pasión de lo breve” y el Premio Javier Lostalé de Poesía Joven.  

2 -  Qué momentos de esta larga trayectoria del catálogo de Polibea recuerda con más satisfacción. ¿Cuáles, también, han abierto puertas al desánimo y la frustración?

El trabajo de cualquier pequeña editorial independiente hoy es un trabajo, como he leído en una publicación sobre este asunto, que se realiza “a pulmón”. Y, siguiendo con esa metáfora deportiva, que a mí me pareció muy acertada, en esta labor hay muchos momentos de apnea que llegan verdaderamente a la asfixia total. De otro lado, el hecho de que haya muchas editoriales independientes y, por otro, muchos autores, hace que cada libro irrumpa como una gota de agua en un océano, en el que termina diluyéndose. A pesar de todo ello, la labor editorial se realiza con cierto espíritu aventurero y de descubrimiento que te anima a seguir, como cuando te llegan determinadas joyas que te sientes orgulloso de haber contribuido a su conocimiento y divulgación… Aunque, como  decía antes, todo termine diluyéndose en el océano librero. Debo suponer que al lector que haya recibido esas joyas le habrá dejado una marca más indeleble… En  eso confío. 

3 - ¿En qué modo son compatibles los papeles de editor y escritor?

 Desde el punto de vista práctico y logístico son completamente compatibles. Desde otro punto de vista, tu visión de lo editorial termina contaminando tu escritura en la medida en que si ves que ciertas joyas que has editado han pasado sin  pena ni gloria, empiezas a pensar que lo que escribes correrá inevitablemente la misma suerte y el esfuerzo termina resultándote baldío. 

4.-La lectura de poesía sigue siendo minoritaria y el número de ventas es muy reducido. Cómo responde a estos efectos secundarios que alimentan estados de ánimo crepusculares. ¿El editor está abocado al diván del psiquiatra?

El editor, por supuesto, está abocado al diván del psiquiatra. Pero decía Scott Fitzgerald que “uno debe saber ver que las cosas son absolutamente imposibles y, sin embargo, estar dispuesto a intentarlas”. 

4 – Editar concede al lector un paisaje de totalidad. Cómo definiría el momento creador presente en las distintas estrategias expresivas: poesía, novela, ensayo, aforismos…

De estos géneros que mencionas, el de aforismos parece que está viviendo un momento dulce, a pesar de que, como en todo, la proliferación conlleve a la confusión, al abuso de la fórmula, a cierta adulteración del género. La poesía, la novela, el ensayo, y también el teatro, a los niveles en que se mueven las editoriales independientes, están atravesados por el impulso poético, literario, el amor a la palabra y el pensamiento, independientemente de que luego el resultado de cada obra sea mejor o peor, eso es otra cosa. Quiero decir que debo suponer que no es lo mismo escribir sabiendo que tu libro lo van a leer dos millones de lectores que apenas unos trescientos (que muchas veces ni a eso llegan). En ese sentido digo con verdadero convencimiento que la verdadera literatura se encuentra en las editoriales independientes y, al decir eso, pienso en la distinción que hacía Juan Goytisolo entre literatura y producto editorial. 

5.- Lectura, Maquetación, Publicación, Distribución, Presentaciones… constituyen las aceras cotidianas del trabajo editorial. ¿En cuál se siente más cómodo?

Sin duda alguna, en la lectura y maquetación, porque son trabajos solitarios. 

6.- Todo proyecto cultural exige un diálogo de colaboración y cercanía, un quehacer hombro con otros en el que resultan imprescindibles las tareas de unos cuantos nombres. ¿Quiénes están en su mesa de trabajo?

Efectivamente, uno no está verdaderamente solo en esta labor, y se realiza con el concurso de amigos, como en  mi caso, los directores de algunas colecciones de nuestro catálogo, como Verónica Aranda, José Tono Martínez, Aitor Francos y Manuel Neila, o el grupo de amigos escritores que forman parte del jurado del Premio Javier Lostalé, o los amigos escritores que forman parte del catálogo con algunos de los cuales se  pueden, y de hecho así ocurre, establecer dinámicas de colaboración, intercambio de ideas, diálogo… 

7.- El plan de trabajo es siempre un recorrido pactado. Qué novedades esperan al lector de Polibea?

Más allá de los nombres, que no querría citar porque la lista es larga y no querría dejar de nombrar a nadie o que alguien se me olvidara, lo importante es que en lo que tenemos por delante, como lo que hemos hecho en estos 15 años, hay poesía y pensamiento, que son los pilares de la creación literaria sea cual sea el género de que se trate, y esperemos que cada uno de los libros que publiquemos encuentre a su lector… aunque sea uno…

8 -  Parece que papel y red digital son el Yin y el Yang, cejijuntos espacios confrontados. ¿Hasta qué punto es deseable la colaboración entre ellos?

Hoy en día las redes son más necesarias que nunca como instrumento de divulgación de la edición independiente, toda vez que los suplementos literarios de los grandes diarios han abandonado la literatura y sólo se centran en el producto editorial. Pero tampoco nos engañemos, dado el nivel masificado de publicación, una reseña tampoco hace que el libro que publicas tenga el impacto que te gustaría que tuviera… Soy muy escéptico en este asunto, de ahí que con el tiempo yo haya elegido una dinámica editorial más “doméstica”.  

9 - ¿Favorece al momento histórico de la escritura actual la gran variedad de temáticas y la facilidad para publicar o para la práctica de la autoedición?

Aunque cada libro sea una gota en el océano, el conjunto de cada una de esas gotas crea o es el propio océano. Y ese océano es el resultado de una gran variedad de miradas, sensibilidades, propuestas, que conforman la literatura. Evidentemente, y por citar a Benjamin, estamos más que nunca en la época de la gran reproductibilidad técnica, de lo que se han beneficiado las editoriales independientes y el mercado de la autoedición, que le hace cierta competencia desleal a las verdaderas editoriales, en la medida en que las obras de autoedición no pasan muchas veces un escrutinio y se publican sencillamente porque el autor paga para que se publique. Está claro que la facilidad de la reproductibilidad técnica facilita la edición masiva y la escritura se ve, de alguna manera, condicionada por esa facilidad. Hay una “edición fácil” que inevitable y desgraciadamente genera una “escritura fácil”. El tiempo pondrá a cada uno en su sitio… o no. 

10.- He vuelto e leer tus aforismos y tienen una evidente carga existencial, no exenta de ironía y escepticismo.  ¿Vivir  y escribir son la misma tarea?

Escribir es una de las muchas tareas que se pueden realizar en esta vida. No creo en el “destino literario”, como tampoco creo en la “llamada de la literatura” ni en que un escritor esté más tocado por los dioses por escribir que otro ser mortal por hacer otra cosa. Mis aforismos intentan, en ese sentido, ser una refutación del valor trascendente de las cosas y la vida, aunque sea en su manifestación pagana. Dice uno de ellos: “Nada es un  destino”. Y todo terminará cayendo en el olvido… aunque sea dentro de cinco mil millones de años cuando parece que el sol se apagará y aquí no quede nadie para dar testimonio de que un día hubo algo que llamábamos poesía. Qué le vamos a hacer…


JOSÉ LUIS MORANTE

(Madrid, febrero de 2025)


 

 

 

 

viernes, 11 de octubre de 2024

Una conversación con Manuel Neila


 

JOSÉ LUIS MORANTE: EL SENTIDO Y EL VALOR DE LA ESCRITURA AFORÍSTICA

 

Por Manuel Neila

       José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956) es poeta, ensayista y crítico literario de amplia trayectoria. Su obra poética se compone de doce títulos y aparece seleccionada en los volúmenes Mapa de ruta (2010), Pulsaciones (2017) y Ahora que es tarde (2020). Colabora habitualmente en Turia. Revista cultural, Crátera, donde coordina la sección de aforismos, y en el suplemento “Los Diablos Azules” del periódico digital Infolibre.es, al tiempo que coordina el blog “Puentes de papel”. Cuenta en su haber con ediciones de Juan Ramón Jiménez, Joan Margarit, Eloy Sánchez Rosillo, Luis García Montero y Karmelo  C. Iribarren.

Al igual que otros poetas de la denominada generación del 80 o de la Transición,  José Luis Morante cultiva de igual manera el verso y el aforismo, ya sea como creador, ya sea como estudioso. Mientras que el aforismo le muestra el sentido de las cosas, siempre parcial y fragmentario, el verso le señala al valor de las mismas. Como aforista, es autor de Mejores días (2009), Motivos personales (2015), la antología Migajas de voz (2021) y Planos cortos (2021). También es responsable de la muestra antológica 11 Aforistas a contrapié (2020) y acaba de editar Paso ligero. La tradición de la brevedad en castellano (siglos XX y XXI).

        Es ampliamente conocida su dedicación a la poesía lírica, como poeta y crítico de poesía en diferentes medios. Ahora bien, ¿cuándo descubrió la escritura aforística y en qué momento comenzó a publicar aforismos?

 —Encontré muy pronto en mis lecturas la certeza escrita del aforismo, su lacónica precisión. A principios de los años noventa tuve la oportunidad de dirigir dos revistas literarias de vida efímera que me pusieron en contacto con practicantes del género. Félix Grande me habló con entusiasmo de Carlos Edmundo de Ory y yo tuve la fortuna de conocer a otros escritores lacónicos como Vicente Núñez o Ángel Crespo; así que es un género muy unido a mi propio trayecto creador.

        —En su calidad de poeta, ¿qué semejanzas y diferencias encuentra entre el género lírico y el género didáctico, al que sin duda pertenece el aforismo, no tanto desde el plano teórico, como desde la experiencia personal?

 —Cada estrategia expresiva mantiene un sistema de claves, un espacio propio; pero las lindes son difusas y propician que los géneros mantengan relaciones cercanas, en las que afloran afinidades y disidencias. Hay poesía meditativa, lírica con aspiraciones filosóficas y hay minimalismo didáctico. Esa convicción ha estado presente en la experiencia personal a través de lecturas, ediciones, encuentros personales y en el taller literario de cada libro.

       —Con el paso del tiempo, el aforismo presenta unos rasgos que permanecen constantes, mientras que otros cambian dependiendo de la situación histórica. ¿Podría señalar cuáles son las constantes del género aforístico?

—La brevedad, la autonomía del texto, el despojamiento formal, la originalidad semántica… Son propiedades del aforismo que han permanecido en el tiempo, aunque soy consciente que no hay una fórmula exacta y cerrada; los aforismos de Marco Antonio no se parecen a los de Wilde y los de Juan Ramón Jiménez no tienen parentesco con los de Gracián…

 —Algunos estudiosos del género diferencian entre el aforismo tradicional, el moderno y el contemporáneo, en función de ciertos rasgos propios de cada época. ¿Cuáles serían los rasgos diferenciales, si los hubiera?

 —Cada intervalo histórico está marcado por la diversidad y lo heterogéneo; la generalización histórica es una apariencia porque lo que define a cada identidad literaria es la percepción singular, el registro diferencial, la negación de la foto de grupo. Por tanto, un contexto histórico da pie a itinerarios creadores divergentes. Creo que la teoría generacional es solo un recurso crítico para el almacenaje práctico de autores.

        —La crisis de la mentalidad burguesa tuvo como consecuencia el paso de la escritura clásica —una escritura universal, de clase— a las escrituras modernas, y así lo advirtió Roland Barthes en El grado cero de la escritura. ¿Cómo se refleja ese cambio en el género aforístico? ¿En qué medida repercute en el género?

—El ensayo de Barthes, publicado en 1953, no hace una revisión de autores y corrientes sino del concepto mismo de escritura literaria y su relación con los periodos históricos. Algo similar sucedió con las investigaciones de Juan Carlos Rodríguez, el impulsor teórico de la Otra Sentimentalidad. Sospecho que el fluir del aforismo en el tiempo escribe liberado de implicaciones teóricas y deja en manos del lector la autoridad interpretativa; quien escribe no lo hace para confirmar teorías; por tanto, no hay una repercusión directa en la arquitectura formal y semántica del aforismo.

        —El aforismo contemporáneo participa de la filosofía y la poesía, de la interpretación y de la evaluación. Por lo que tiene de filosofía, busca el sentido, siempre parcial y fragmentario, de un fenómeno. Por lo que tiene de poesía, señala el valor de ese fenómeno. ¿Cuál de los dos aspectos predomina en la actualidad?

 —Hay un claro predominio del aforismo lírico; es abrumador el número de poetas que escribe aforismos ahora. Intuyo que el tuétano del minimalismo conciso es la filosofía y no hay posibilidad de que lírica y filosofía se desparejen: son músculos y huesos que hacen posible el vitalismo existencial.

        —En lo que llevamos de siglo, el interés de los creadores y los investigadores por la escritura aforística ha aumentado considerablemente. A su parecer, ¿cuáles son las razones de la sorprendente proliferación del aforismo en nuestros días?

 —La expansión aforística en la etapa digital ha sido muy intensa y las razones son varias: el globalismo digital y la “literatura de urgencia” de las redes sociales, la difusión de autores clásicos y la creación de colecciones destinadas al género, la aceptación del género sin el corsé de literatura secundaria y, por supuesto, el papel de estudiosos  concretos como usted, que propician una divulgación popular de los registros minimalistas.

 —Desde la aparición de Pensar por lo breve, compilada por el profesor José Ramón González, hasta el momento presente, en que usted edita Paso ligero, han aparecido más de media docena de antologías de aforistas españoles. ¿Qué opinión le merecen esas obras? ¿Podría señalar las características diferenciales de la suya?

—Eran necesarias; las aproximaciones teóricas todavía son mínimas si comparamos con otras estrategias expresivas, así que sospecho que irán aflorando más enfoques que buscarán acotar características y practicantes, lo que redundará en un conocimiento más hondo. Paso Ligero. La tradición de la brevedad es un estudio histórico sobre el aforismo contemporáneo en castellano, durante los siglos XX y XXI, que aporta además un amplio muestrario de aforismos para hilvanar trayecto biográfico y creativo.

        —Su antología, subtitulada La tradición de la brevedad en castellano (siglos XX y XXI) es la más abarcadora de las realizadas hasta ahora. De hecho, comprende tres periodos históricos: La Edad de Plata (1902-1939), Posguerra y Dictadura (1939-1975), Transición y Democracia (1975-1923). ¿A qué se debe esta división?

 —A la sumisión de la literatura a un enfoque histórico; los tres periodos son clásicos en los estudios de investigadores e historiadores de etapa. El escritor es un sujeto cívico, convulsionado por la contingencia del yo y su circunstancia.

       —En el último tramo representado en su libro, Transición y democracia (1975-2023), los aforistas se han multiplicado exponencialmente. ¿No cree que hubiera sido conveniente antologar este periodo en un volumen independiente?

—Los etiquetados de urgencia suelen tener fecha de caducidad; solo han transcurrido dos décadas del siglo XXI y creo que muchos trayectos están por definir; la antología es una selección de nombres propios, un apunte parcial, no una concentración de practicantes en la Puerta del Sol. No obstante, ya preparo un nuevo volumen sobre la etapa digital, así que también se trata de tener un poco de paciencia. Toca ahora reivindicar las premisas de Paso ligero.   

La hondura reflexiva está más pertrechada para un ejercicio de resistencia; las señas de etapa se diluyen cuando los gustos sociales de un determinado momento periclitan; pero el aforismo es un continuo defensor del matiz, así que harán caso a Borges y llenaran los pasos del futuro de caminos que se bifurcan.

—La escritura aforística concita a veces el rechazo de críticos y lectores. ¿Considera que el aforismo continúa siendo menospreciado por la crítica convencional, como si fuese un género menor, subsidiario, de poca monta?

—Desde el trabajo de José Ramón González hay una apertura de oído crítico. Fue un acierto que zarandeó un poco las solapas del lugar común que considera el aforismo como una nadería verbal. También sucedió en su día con el haiku y el microrrelato. Hoy las formas breves suscitan más interés crítico y hay que seguir en la pelea. No se trata de convencer sino de argumentar.

        —La proliferación actual de la escritura aforística obedece a múltiples causas, entre las que se cuentan el desarrollo de los nuevos medios de comunicación y el auge de las nuevas tecnologías. Pero, ¿cuáles son los efectos menos saludables?

 

—La banalización y el oportunismo de las modas son virus extensivos que crean efectos nocivos. En las redes no hay filtros y la ocurrencia se disfraza de profundidad. Hace muchos años ya lo advirtió Sánchez Ferlosio. Cuidado con los disfraces de lo transcendente; son pieles de cordero. La mejor terapia es la lectura. La formación del gusto y el criterio personal.

 —Y, para terminar este conversatorio: ¿qué porvenir le augura el género más breve, en estos tiempos de locura gregaria que nos han tocado en suerte?

 —Amanece, se han descorrido las cortinas y se dibujan formas y colores de un paisaje amplio y atractivo; así que sentidos y pensamientos ya perciben el rumor sosegado del porvenir.

Y me permitirá dar las gracias por su luminosa estela de preguntas. Querido amigo, esta conversación ha sido un placer.

 (Entrevista publicada en las páginas de El cuaderno, Ediciones Trea) 

sábado, 7 de marzo de 2020

JOSÉ LUIS TRULLO, MANUEL NEILA (Eds.) EL CÁNTARO A LA FUENTE

El cántaro a la fuente
Aforistas españoles para el Siglo XXI
José Luis Trullo y Manuel Neila (Eds.)
Apeadero de Aforistas/ Thémata Editorial
Sevilla, 2020

DEMOGRAFÍA DEL AFORISMO ACTUAL


  Desde el amanecer del siglo XXI, el quehacer aforístico, de forma continua y sostenida, ha logrado una pujanza insólita. Su filo lapidario y su lacónica brevedad buscan el contacto cercano de una propuesta dialogal con el lector. La inmediatez de las redes sociales y su compleja bulimia de titulares al paso han fomentado la expresión urgente del fragmento, ese discurso que emplea en su formulación la tacañería expresiva del más es menos. El aforismo además admite fuentes argumentales muy variadas, obsesiones recurrentes, chispazos lúdicos, y su razón de ser camina por una estela de descubrimientos e indagaciones. De ese aflorar incontenible da cuenta la compilación El cántaro a la fuente. Aforistas españoles para el siglo XXI, una edición preparada por dos grandes conocedores del género, José Luis Trullo, aforista, crítico y editor de Libros al Albur, y el poeta, ensayista, antólogo y aforista Manuel Neila.
  Sostiene el refranero popular que “tanto va el cántaro a la fuente…”, así que en la repleta oquedad de esta obra conviven los mejores practicantes del género en el calendario del presente. Los que han hecho posible que existan varias editoriales como Trea, Renacimiento, Cuadernos del Vigía, Libros al Albur, Cuadernos del Laberinto, o Ediciones de la Isla de Siltolá, y los que ya figuran en recuentos y panorámicas recientes como los impulsados por José Ramón González, León Molina, Aitor Francos, Carmen Camacho, José Luis Trullo o Manuel Neila, por citar solo algunas selecciones que han expuesto las coordenadas básicas del aforismo actual.
   Más allá del criterio personal, inevitable siempre en cualquier selección, los editores en el prólogo insisten en ese estado general de consolidación y añaden las notas singulares del momento; a saber, un conocimiento fehaciente de las tradiciones lapidarias y la convivencia en su desarrollo de cierta equidistancia entre filosofía y poesía, entre emoción y pensamiento cognitivo. El lector notará algunas ausencias de protagonistas usuales de esta estrategia expresiva, pero son debidas no al criterio de los editores sino a contingencias varias que no han hecho posible su inclusión. Y cierran su sondeo con una bibliografía selecta del corpus reunido que integra obras individuales, antologías, ensayos críticos de interés y publicaciones digitales monográficas, como la revista digital El Aforista, páginas en vela siempre atentas a las novedades del mercado.    
 La compilación acumula un notable inventario de escritores en el tiempo, desde Carlos Castilla  del Pino (1922-2009) y Dionisia García (1929) hasta los más jóvenes, Aitor Francos, Sihara Nuño y Azahara Alonso. La amplia demografía emplea el criterio temporal y la convivencia generacional para sondear la aportación aforística en estas dos décadas del siglo XXI. En cada aforista respira un ideario distinto, un entramado de intuiciones y experiencias que ha ido gestando una forma de escribir, un formato de anclaje. Como enunciara Carlos Castilla del Pino los buenos aforismos no concluyen, sino que sus enunciados proponen un comienzo en el que las amanecidas del significado nunca borran contornos, ni apagan los episodios emotivos que sugieren.
  En El cántaro a la fuente. Aforistas españoles para el siglo XXI se traza, con solvente sencillez “y buen uso de lo que se sabe”, la arquitectura de un paisaje abierto en el que el aforismo marca su profundidad de campo, esa geografía repleta de miniaturas inteligentes. La antología propone una síntesis de los itinerarios más conocidos, esas voces emergentes cuya escritura en tránsito se detiene ante el espejo para recordar, sin volaterías ni ocurrencias gratuitas: “Morir debe ser fácil, lo peor son los preámbulos” (Dionisia García) “Un buen aforismo es aquel que hace reír a los inocentes y deja serios a los filósofos” (Emilio López Medina); “Quédate, soledad; yo te acompaño” (Ángel Guinda); “En todo viaje interior hay un extravío” (Miguel Cobo Rosa); “Hacer de una desdicha personal una frase feliz es el privilegio de los aforistas” (Ramón Eder); “Cuando la pasión no existe suelen florecer las teorías” (Andrés Trapiello); “La muerte no está al final de una vida, está en su centro” (Ramón Andrés); “Como el pan la vida tiene su corteza y su miga” (Carmen Canet); “Dormir es la diaria obligación de esconderte de ti mismo” (Luis Felipe Comendador).



lunes, 23 de septiembre de 2019

MANUEL NEILA. RENDICIÓN DEL HÉROE

Rendición del héroe
Del poeta romántico al hombre imaginativo
Manuel Neila
Prólogo de
José Manuel Lucía Mejías
Editorial Polibea
Colección La espada en el ágata
Madrid, 2019


MIRADAS LITERARIAS

  
   El incansable entusiasmo de Editorial Polibea, que dirige el escritor Juan José Martín Ramos, impulsa la salida de Rendición del héroe, una selección de ensayos breves del poeta, crítico, aforista y antólogo Manuel Neila (Hervás, Cáceres, 1950). El volumen, subtitulado Del poeta romántico al hombre imaginativo, amanece con una mirada prologal del profesor y ensayista Juan Manuel Lucía Megías. La andadura crítica de “El hilo (invisible) del Romanticismo” devana el enlace umbilical con el movimiento romántico a finales del siglo XVIII y la vigencia de su trayectoria hasta la modernidad. Más allá del concepto empobrecido que limita el romanticismo al calado sentimental, el ideario deja claves de uso que exaltan la libertad singular del sujeto entre la multitud, el contacto del hombre con la naturaleza, la inmersión del soporte lingüístico en el coloquialismo confidencial y la fuerza expansiva de una concepción artística que sitúa al yo concreto como epicentro de la conciencia.
   Según el prologuista, Manuel Neila visualiza la sensibilidad romántica como un cabo estético que tiene su amanecida germinal en la obra de Coleridge y que se difunde, desde una mesurada diversidad, en los planteamientos de autores como Byron, Baudelaire, José Zorrilla, Nietzsche, Rubén Darío o John Reed. Así se fortalece un diálogo abierto con la tradición, cuya configuración se explora a a través de un despliegue de interrogantes, que sirve como pauta indagatoria: “¿Qué es lo específico de estas figuras históricas? ¿A qué deben su aparición dentro de las diferentes instituciones culturales de la civilización burguesa? ¿Cuál es su función en la estructura de nuestra sociedad técnica y científica?”. Desde esos ámbitos, el estudioso compone un pentagrama crítico que ha ido publicando en revistas y que ahora completa plano general con inmersiones en el aforismo, subgénero muy presente en el perfil estudioso y creador de Manuel Neila. 
    Por su entramado, la entrega puede considerarse continuación del volumen La levedad y la gracia (renacimiento, 2016) que aglutinaba también enfoques críticos parciales adelantados. La coherencia de ambos libros, al sumar visiones críticas distanciadas y autónomas, nace del argumentos central de una escritura donde se va gestando en el tiempo un legado continuo que se retroalimenta y expande con otros enfoques. Los trabajos de Rendición del héroe rastrean roles activos de personalidades creadoras, cuyo discurrir biográfico cuestiona el clima epocal para abrir sendas inexploradas a la sensibilidad subjetiva.
   Ya se ha comentado que corresponde a Samuel T. Coleridge, junto a Wordsworth, la primera andadura del movimiento romántico con su libro Lirical ballads (1798); en sus poemas se reivindica lo mágico en contraposición al gélido racionalismo ilustrado. Otro protagonista esencial en este intervalo de rebeldía y aspiración al ideal es Lord Byron, a quien se dedica el estudio “Peregrino de la libertad”. Se me permitirá aquí un breve inciso para destacar el quehacer del traductor y antólogo Pedro Pérez Prieto (Navaescurial, Ávila, 1953) que desde 2003 versiona al castellano a figuras esenciales de la lírica anglosajona, con incansable fidelidad y un innegable sentido estético, como certifica su traducción de la obra de Lord Byron.
   También el trabajo “Lord Byron y Emilio Castelar: vidas para leerlas” insiste en la fuerza creadora del romántico, los avatares biográficos y la consolidación de su magisterio en el núcleo del castellano, gracias, entre otros, a los aportes de Castelar, uno de los primeros estudiosos del poeta en nuestro idioma.
   Otras demarcaciones críticas se dedican al teatro romántico hispano y a la contribución esencial de José Zorilla, cuyo drama Don Juan Tenorio concedió plena vigencia al ideario en los escenarios teatrales al reactualizar la caracterización del mito clásico, exento de moralismo y con resaltables innovaciones formales. Completan el perímetro de intereses de esta primera parte incisiones meditativas sobre Charles Baudelaire, Nietzsche, Rubén Darío y John Reed.
   El apartado de cierre, bajo el epígrafe “Otras apreciaciones” integra artículos breves y reseñas que tienen en común el recorrido por itinerarios de cultivadores del aforismo. Inicia el sondeo Antonio Machado, cuya trayectoria poética convive con la expresividad lacónica del proverbio. En él rige un pensamiento escéptico nacido del descrédito de valores de la sociedad burguesa que, con frecuencia, recurre a los apócrifos para universalizar reflexiones subjetivas.
  La nómina de acercamiento integra dos hispanoamericanos, el mexicano Amado Nervo y el boliviano Fran Tamayo, dos cultivadores del minimalismo expresivo que aportan una tradición no derivada del pensamiento occidental europeo.
   El apartado se completa con Juan Ramón Jiménez, sin duda el aforista poético mejor dotado de nuestra literatura, como se constata en el fecundo espacio de Ideolojía, la edición más completa del legado aforístico que llevó a cabo el hispanista Antonio Sánchez Romeralo, cuyas pautas sirven de norte a ediciones posteriores. Coetáneo del poeta de Moguer es Eugenio d’Or, quien propició el cultivo de una estética moderna, cercana al fragmento en sus glosas, textos mínimos sobre la actualidad literaria, el pensamiento personal y los avatares de la convivencia Y añade una mirada a la parca obra aforística del humanista y polígrafo aragonés José Camón Aznar, cuyas intuiciones se recogen en el libro póstumo Los aforismos del solitario (1982). La galería ensayística muestra también exploraciones sobre algunos heterodoxos del canon literario actual como Cirlot, Cristóbal Serra, Carlos Edmundo de Ory  o Rafael Sánchez Ferlosio. 
   Aunque, como se ha comentado, el fondo aglutinador de esta segunda parte es el aforismo, el apartado mantiene una configuración abierta que añade moldes reflexivos diversos. En torno a Federico García Lorca se recuerda la prosa meditativa del poeta que aparece en su carta de presentación literaria, Impresiones y paisajes. Esta obra de amanecida es una emotiva compilación de recuerdos, personas y figuras nacida de la percepción descriptiva del viajero. Otros relevantes protagonistas resultan Octavio Paz, José Lezama Lima y oportuno resulta el recuerdo de un poeta del medio siglo, casi orillado en los análisis críticos de la generación del medio siglo: Carlos Sahagún.
   Ameno, sugestivo y clarificador, el conjunto ensayístico de Manuel Neila explora la peculiar evolución del romanticismo a través de una geografía coral de voces esenciales. Rendición del héroe visualiza en plano corto el periplo de una etiqueta estética cuyo magisterio sigue caminando hasta el tiempo digital. Una meritoria compilación que renueva la profesión de fe de Manuel Neila y su sensibilidad crítica en la poesía y en el aforismo; que hace del escritor un testigo privilegiado de nuestro tiempo.

    

martes, 22 de enero de 2019

MANUEL NEILA. SENDAS DE BASHÒ

Sendas de Bashô
Manuel Neila
Prólogo de
Antonio Rivero Taravillo
Ilustraciones interiores y de cubierta:
Juan Manuel Uría
Editorial Polibea, Col. El Levitador
Madrid, 2018


EL CAMINO DE BASHÔ


   En 2013 la editorial La Veleta acercaba al lector un representativo florilegio del haiku contemporáneo en español, coordinado por Susana Benet y Frutos Soriano, dos incansables estudiosos de la estrofa nipona. El compendio, titulado Un viejo estanque, integraba además un liminar del profesor Fernando Rodríguez Izquierdo, acaso el especialista más reputado sobre la aclimatación peninsular del trébol verbal. El volumen, sobre todo, constataba la naturalidad en nuestro entorno del esquema japonés. Y a él retorna Manuel Neila (Hervás, Cáceres, 1950)  con Sendas de Bashô, un libro integrado en la colección El Levitador, con el que la editorial Polibea, que dirige Juan José Martín Ramos, conmemora su primera década de quehacer editorial.
   Antes de adentrarme en los haikus de Manuel Neila quiero resaltar la magnífica presentación formal. Las ilustraciones de cubierta e interiores son del poeta y aforista Juan Manuel Uría, quien con mínimos trazos monocromos despierta emotivas sugerencias visuales. Y el texto introductorio es el del poeta, narrador y traductor Antonio Rivero Taravillo. El escritor sevillano aborda el quehacer plural de Neila para recuperar una definición, de claras afinidades juanramonianas, que cartografía el fulgor del haiku: “eternidad en vilo”. El prologuista no duda en remontarse a la persspectiva japonesa para ver en la tradición un referente máximo: la voz angular de M. Bashô, cuyo libro Sendas de Oku, con paradigmática edición de Octavio Paz, aparece como un estanque semántico hecho de transparencia y perplejidad. Otro aporte nítido del texto es el análisis lógico del libro, al que concede un sentido orgánico, muy bien hilvanado en torno al ciclo estacional, que obedece a una disposición simétrica en cada tramo de escritura. Recupero además una aseveración crítica, a veces no bien entendida, al hablar sin matices de la tradición oriental: el haiku no puede caer en la japonería ni el artificio retórico vacuamente imitativo; ha de ser, antes bien, impregnación de lo inmediato, de lo que está en la mano y, fuerza es que así sea, se escapa, fugaz”.
   Manuel Neila, como refrenda la cita prologal de Bashô, no busca el camino de los antiguos, sino lo que ellos buscaron, y esa tarea propicia la germinación de un estado de conciencia que amalgama sensación y pensamientos, que abre camino y sombras, que hace del tiempo un itinerario sentimental y cognitivo.
   La actitud dialogal entre sujeto y entorno comienza con la primavera. Ningún lapso temporal entona con más fuerza la canción de la tierra. La estación es savia nutricia, renacer y apertura, plástica auroral. Y de esos estados de la conciencia se nutren los veinticuatro haikus iniciales en los que se conjuga la plenitud sensorial; lo minúsculo llega ante los ojos como un tiempo celebratorio y pleno, aunque no oculte su estar transitorio. Manuel Neila cierra la sección con un conjunto de notas o apostillas en las que el devenir poético convoca a la reflexión indagatoria. El entorno como elemento ajeno y circundante se interioriza, pasa a integrar el latido interior del pensamiento.       
   Las glosas refuerzan la sensibilidad lírica; los enunciados nunca disienten del carácter poético, de esa dicción escogida que alerta ante la luz y la belleza, como aglutinantes tenaces de relieves y formas que empañan la propia identidad del hablante. Ser es vivir a la intemperie, hacer de los dominios interiores el lugar habitable de la meditación y sus figuraciones.
   El cumplido transitar del estío aglutina un temblor de claridad. La mañana emerge con el carácter de tiempo cumplido que pone entre las manos la cosecha. Es una sensación de aurora que contrasta, a veces, con la lejana soledad del yo que sigue en ruta, que siente alrededor el crepitar de una identidad transitoria. Por eso, el camino hollado acumula sensaciones dispares. De este clima de incertidumbre participan también los fragmentos en prosa, cuya fuerza dubitativa nunca descansa. la existencia es un largo trayecto de final difuso, un viaje que dispersa en el paisaje los elementos germinales que proporcionan a quien los percibe un temblor desasido. Es la vida que pasa con sus claroscuros solares y umbríos, dos estados que se disputan, a la vez, la sensación de cumplimiento y fracaso, la alegría de las manos llenas o la estéril sonrisa del sueño no cumplido.
  Pero hay que seguir y la jornada muestra la dermis crepuscular del otoño. Meses que abren un lapso de evocación donde se dan la mano el sonido monocorde de la tormenta y la decrepitud de las hojas. Las ramas recortan su capa de fronda, avanzan hacia la desnudez, niegan su cobijo a los nidos que quedan solos, sin alas ni vuelo, como si la ausencia se convirtiese en un estado natural de los días. Las hojas muertas conforman la hojarasca de un itinerario interior en el que convergen las sensaciones externas y la emoción renacida del sujeto. La conciencia se hace testigo de la temporalidad; percibe en el entorno un incesante flujo de transformaciones y emprende de nuevo un sosegado regreso hacia el pensar, convencida de que “se confunden los sueños de la realidad con la realidad de los sueños”; el sujeto traspasa límites imprecisos que convierten el caminar en una distancia sin fondo.
   El invierno dicta las pavesas crepusculares del final. Suenan los últimos pasos y hay en el cansancio del sujeto un latido de finitud, aunque también de esperanza y compañía: “Noche cerrada. / Una luz que se enciende. / Ya no estoy solo”. Las glosas estacionales dejan a la palabra en su lugar, el nomadeo no es sino el afán de capturar el misterio y la belleza, pero también la fuerza de un lenguaje que en una sociedad volcada en lo contingente da lugar a la poesía, y hace de las palabras un muro firme de permanencia, aunque ese muro deje al poeta un rincón al margen, una morada humilde y periférica, lejos de los escaparates de lo trivial.
   En Sendas de Bashô Manuel Neila abre un remanso de belleza y verdad, persuasión y extrañeza. Busca en el haiku la gota de claridad inesperada que nos deja un tiempo en vela, donde lo relevante y lo verdadero nunca ocupa el primer plano de la plaza social sino los mínimos rincones donde el sujeto intuye una comunión agradecida con la naturaleza y con todas las preguntas que van manando del borbotón del tiempo. La palabra recoge esas sensaciones que se hacen visibles entre la materia, que alegran y entristecen como voces mudas que nos reconcilian.  




martes, 15 de mayo de 2018

CARMEN CANET. LUCIÉRNAGAS

Luciérnagas
Carmen Canet
Renacimiento, Colección A la mínima
Sevilla, 2018


GOLPES DE LUZ


  Pocos géneros captan con la lucidez del aforismo las telarañas de afinidades que van creciendo entre periplo biográfico, entorno social y quehacer literario. Las tres geografías semánticas conviven con naturalidad, se complementan y dan pie al inacabable fluir de argumentos que salpica las páginas.
   Por su altura verbal, pese a su disonante ausencia en alguna antología reciente, Carmen Canet (Almería, 1955), Doctora en Filología Hispánica y Profesora de Lengua y Literatura con décadas de práctica docente, se ha convertido en uno de los referentes esenciales de la práctica aforística actual. Aunque su periplo creador estuvo, durante años, ligado a la escritura didáctica y a la crítica, desde los años ochenta cultiva el conciso aporte de la escritura breve, aunque su primera entrega, Malabarismos, aparece en Valparaíso Ediciones en 2016. No tarda mucho en firmar un segundo aporte en la misma editorial, Él mide las palabras y nos tiende la mano, una selección aforística extraída de la obra de Luis García Montero. Completa el quehacer de la escritora la entrega Luciérnagas, trabajo que se suma al excelente momento que atraviesa el aforismo en castellano, con una sorprendente proliferación de autores y títulos.
   Creo necesaria, antes de recorrer las páginas de Luciérnagas, un apunte reflexivo. Manuel Neila, investigador del género y director de la colección A la mínima, sostiene que estamos en una etapa nuclear, de codificación estructural del aforismo. Yo comparto esta afirmación, pero es imprescindible recurrir al recorrido de la tradición en castellano. La máxima de Gracián “Lo bueno, si breve, dos veces bueno” pone la clave central del formato e inicia una estale que en el primer tramo del siglo XX encuentra cultivadores y magisterios como Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, José Bergamín o Ramón Gómez de la Serna. Todos ellos trascienden el solemne enunciado de la Academia sobre el aforismo y aportan al suelo argumental nuevos matices.
   Para Carmen Canet el aforismo es un golpe de luz, el cuerpo diminuto y luminoso de una luciérnaga. Del maravilloso acierto estético nacen los hilos sueltos de esta compilación, cuyos caracteres encuentran breve enunciado en el liminar: “Los aforismos deben tener una dosis necesaria para dialogar, ser esos instantes terapéuticos de carga amable, elegante, irónica y comprometida, con los que te sientes muchas veces identificado porque dicen verdades, que no te preguntan ni responden, que ofrecen pensamientos y sentimientos, y que muchas veces ofrecen bienestar. “  El significativo párrafo constata el interés de la autora en resaltar el esquema conciso, la pauta reflexiva y la presencia del humor, que no es sino un esfuerzo inadvertido para mostrar el primer plano de una sensibilidad convivencial.
    La escritora resalta mediante citas la conexión entre chispazo aforístico y luciérnaga. Cada apartado focaliza un paisaje afectivo de incertidumbres, sensaciones y apuntes visuales. Así se manifiesta una percepción inteligente que muestra un carácter versátil, aunque siempre marcado por la temporalidad y la lectura ética. Quien habla, da cauce a una identidad permeable que va ajustando sus relieves al devenir: “Apagaba sus silencios con el interruptor del diálogo”, “para recordar quien eres es necesario olvidar lo que otros dijeron que eras”, “A cierta edad algunas cosas están menos firmes, pero están más relajadas”. Son textos que dejan entre las manos una fuerte pulsión lírica, que reitera en su avance un amanecer de claridad emotiva: “Los silencios que se mojan con la lluvia, enmohecen”, “La piel de la tristeza necesita crema hidratante”.
   Un entorno de amplio tratamiento en Luciérnagas es el amor y la caligrafía que traza en el cuaderno relacional. Sus líneas postulan renglones afectivos que tienden a crear un ambiente sentimental diáfano. Pero la voz de la escritora pone en cuarentena cualquier romanticismo exaltado y no duda en marcar distancias con estrategias irónicas: “Era una mujer tan dulce que siempre usaba extensiones de cabello de ángel”; “A la antepenúltima etapa de una relación hay que entrar ya con el abogado”
   El buen libro de aforismos es siempre un poblado recuento de intereses. casi ningún asunto se diluye en lo marginal. Van emergiendo como archipiélagos las preocupaciones que definen nuestro tiempo: la sensibilidad femenina y su perenne lucha por dar solidez al estar cívico igualitario, el arte y sus bifurcaciones, la lectura metaliteraria que busca la razón de ser de la escritura breve o el pacto entre sujeto y sociedad como si fuesen territorios polares que se atraen o repelen…
   De esta atinada riqueza, propiciada por la psicología de una presencia implicada en la travesía existencial nace entre los breves fragmentos un decir cálido, una voz dialogal que se mira en el espejo gastado de lo diario y hace suya la imagen de esos versos lapidarios de Giconda Belli: “Soy la mujer que piensa. / Algún día / mis ojos / encenderán luciérnagas”.





domingo, 25 de junio de 2017

MANUEL NEILA. BAJO EL SIGNO DE ATENEA

Bajo el signo de Atenea
Diez aforistas de hoy
Manuel Neila (Edición)
Renacimiento, Colección A la Mínima
Sevilla, 2017

BAJO EL SIGNO DE ATENEA


   La literatura en femenino sigue siendo para algunos polemistas una encrucijada conceptual, uno de esos asuntos bizantinos que permanecen flotando como nubes perpetuas. Pero lo evidente es simple: la escritura no tiene sexo sino calidad; por tanto, la condición de mujer en sí misma no aporta rasgos sustanciales al quehacer literario. Eso no borra contingencias como la escasa presencia del aforismo escrito por mujeres en la larga senda de la paremia en castellano. Solo el aforismo disperso de María Zambrano, rescatado por Antoni Marí entre sus obras filosóficas, y la relevante aportación a esta estrategia narrativa de Dionisia García, coetánea de la generación del 50, sobresalen en la travesía temporal del siglo XX. Así que la propuesta del poeta, ensayista y aforista Manuel Neila para constatar el cauce relacional entre voz femenina y aforismo en los primeros lustros del siglo XXI es un acierto de peso.
   En la introducción de Bajo el signo de Atenea Neila suma a la cuestión de género otro asunto obligado en los estudios sobre el género hiperbreve: la indefinición terminológica. Es otro escollo no superado que admite una interpretación plural y la coexistencia de amplios matices dentro del aforismo. La modalidad expresiva no es un discurso homologado sino una propuesta creadora donde cada autor se transforma en un explorador semántico. El sujeto que escribe refuerza en su taller el carácter subjetivo de enunciados y contenidos.
   Tras explorar la cosmovisión femenina en el tiempo y el claro empeño en forjar una identidad que no sea secundaria y moldeada por los valores masculinos imperantes, el antólogo concreta la nómina de autoras que conforma esta antología en el paréntesis finisecular y en el tramo inicial del nuevo siglo. Su título se inspira en el aserto  Bajo el signo de Aries que Nietzsche empleara en 1905.
   Manuel Neila recurre a la cronología para ordenar su selección. Por edad, abre la muestra la profesora y ensayista Carmen Canet, y son compañeras de páginas Isabel Bono, Ana Pérez Cañamares, Erika Martínez, Gemma Pellicer, Carmen Camacho, Victoria León, Eliana Dukelsky, Azahara Alonso y Raquel Vázquez. Es un plantel diverso en el que son evidentes las apuestas personales del antólogo en las representantes de la generación más joven, Victoria León y Raquel Vázquez. Hasta la fecha, ambas solo han anticipado muestras de su trabajo y no cuentan todavía con un primer libro.
   La representación es muy atinada, ya que las páginas dedicadas a cada nombre presentan un itinerario biográfico, un breve ideario sobre la escritura y una selección muy numerosa de aforismos editados e inéditos. Ello permite un trazo bien marcado. El ideario, como sucede al formular una poética, describe los cimientos de la mirada y su forma de dialogar con el lenguaje. En la particular caligrafía de cada autora hallamos la evolución del cauce recorrido y las coordenadas de escritura. La madurez de Carmen Canet está marcada por la experiencia, busca el enfoque original e inteligente en el que, de cuando en cuando, abre una brecha lúdica la ironía. Isabel Bono expande en el decir sereno del enunciado breve una iluminación de la travesía existencial. Ana Pérez Cañamares entiende el aforismo como una certeza que mira de reojo; en él se expande lo paradójico, como si buscase enunciar los contrastes del discurrir. Gemma Pellicer establece vasos comunicantes entre la caligrafía aforística y el microrrelato; de esta indagación nace un aforismo narrativo que despliega en su cortedad un discurso nuevo, dando pie a la naturaleza cambiante del texto. Carmen Camacho denomina “Minimás” a estas breverías. Los textos reafirman la persistente indefinición genérica en sus interrogaciones. Buscan agitar el lenguaje para que aflore otra realidad, muchas veces engarzada desde la intuición. Para Erika Martínez el aforismo mezcla materiales filosóficos y poéticos. Sus contornos se rompen con frecuencia para diseminar significados en los que no se esquiva lo paradójico a través de la sugerencia y la elipsis:” Conquistar no las horas, sino su costado”. Victoria León entiende el concepto como expresión de una experiencia psicológica; se escriben desde adentro hacia afuera porque son una manifestación introspectiva que integra destellos siempre cercanos al autorretrato moral. Eliana Dukelsky lo considera expresión de un fluir interno y constante con amplio interés por cualquier estela temática; en sus coordenadas resalta la hibridez entre géneros y su afán indagatorio que implica al yo en una continua búsqueda desde la experiencia de la escritura. El ángulo de visión de Azahara Alonso nace de la propia escritura y reformula su certeza con una imagen sugerente: “el aforismo sujeta los pensamientos con chinchetas de tinta”, los textos promueven en su labor cualidades como la formulación "sencilla, elegante y precisa”. La antologada más joven es Raquel Vázquez quien ya muestra un itinerario plural que abarca el microrrelato, la poesía y el aforismo. En sus textos breves, todavía inéditos en libro, emerge la reflexión irónica y el esqueje significativo que postula una mirada al entorno para captar su temblor en un claro empeño de comprensión.
  Bajo el signo de Atenea es una conjunción de propuestas que se interrelacionan entre sí porque están marcadas por un tiempo histórico y por una sensibilidad de época. En sus aforismos habita lo diverso, ningún asunto queda fuera de foco porque los materiales lingüísticos conjugan lo subjetivo y particular de la experiencia biográfica con los claroscuros colectivos.  La antología permite acercarse a procesos creadores en marcha que han hecho de su voz una carrera contra el tiempo, una indagación en el ser con el humilde formato del aforismo, con precisión concisa y con el pulso íntimo de sus capacidades expresivas.

sábado, 14 de enero de 2017

EN LA BIBLIOTECA DE MANUEL NEILA

Manuel Neila
Fotografía de
El Periódico de Extremadura


EN LA BIBLIOTECA DE MANUEL NEILA


   Habrá quien diga que regalar la biblioteca personal es un gesto solidario; una creencia situada a una distancia ártica de mis opiniones. Para mí la biblioteca privada conforma vísceras, nervios y huesos del escritor. Es la columna vertebral que permite el desplazamiento diario de la emoción y de la inteligencia, así que quedarse sin libros en casa es una extirpación de la identidad, un borrado de archivos, un descalabro de quirófano.
  En estos años de sociología filológica he conocido muchas bibliotecas personales; las paredes repletas de libros alineados cuadriculaban una habitación de estar  para cualquier diálogo a dos voces, ese lugar del poema que solo requería un té con limón complementario, una cervecita estival y algunas aceitunas deshuesadas para perder el sentido del tiempo. Ayer, en Morata de Tajuña, ese municipio tan cercano a casa que duerme tras las curvas de la cementera, me volvió a ocurrir: perdí el reloj de las prisas en la biblioteca de Manuel Neila.
  Mientras el poeta iba y venía con revistas, fotocopias de artículos y volúmenes de aforismos de clásicos y contemporáneos, yo dejaba mi destartalada miopía en el orden callado de los estantes; en ese silencio fui acumulando asombros hasta dibujar en mi retina la foto fija de la felicidad.
  Volví a Rivas con una bolsa repleta de libros; muchos regalados por el escritor, y otros en un servicio de préstamo exquisito que me permitirá algunos meses de estudio e intensa lectura. En el itinerario de regreso escuché música clásica con son crecido y vislumbré un invierno con sol sobre un valle verdecido de olivos. De cuando en cuando aparecían en las lomas estantes repletos de libros. Todos se abrían dispuestos al tacto lector de Manuel Neila.




miércoles, 7 de diciembre de 2016

MANUEL NEILA. LA LEVEDAD Y LA GRACIA

La levedad y la gracia
Aforistas hispánicos del siglo XX
Manuel Neila
Editorial Renacimiento, Los Cuatro Vientos
Sevilla, 2016

CAMINOS DEL AFORISMO

   Pocos  críticos se abren paso en los caminos del aforismo contemporáneo con el entendimiento y la solvencia de Manuel Neila (Hervás, Cáceres, 1950). Ligado desde su juventud al ambiente universitario asturiano, se estrena como poeta con el libro  Clamor de lo incesante, que promueve su inclusión en la antología Las voces y los ecos, de José Luis García Martín. Tras una severa pausa creadora, el escritor reabre taller en el comienzo de los años noventa para protagonizar un fecundo itinerario en varios géneros, poesía, páginas autobiográficas y ensayo.
  El volumen La levedad y la gracia agrupa sus investigaciones en torno al aforismo, un género que radiografía en profundidad; para el poeta el texto breve no es una simple moda sino una estrategia expresiva sobre cuya evolución temporal ha preparado estudios dispersos en publicaciones como Turia, Clarín o Cuadernos Hispanoamericanos. La autonomía de cada sondeo concede a los capítulos el interés de lo diverso. No es una monografía coherente sino una secuencia de bifurcaciones cuyo nexo común es el aprecio aforístico. Arranca con una parada obligatoria en la semántica y caracterización del género y en su estar fronterizo entre el pensamiento y la poesía, entre la filosofía y la nota sociológica. De este carácter deriva un discurrir que carece de límites precisos, más allá de su estructura cerrada, y del uso de una terminología condicional y renovada en el tiempo. En su caminar, el aforismo inicia en Grecia su recorrido para perdurar en la Roma clásica y para fortalecerse en su cultivo como expresión del pensamiento medieval y renacentista. pero serán los moralistas franceses los que conceden a su práctica una solidez desconocida y asociada al pensamiento ético. El género llega  a los tiempos modernos como una práctica transversal que aglutina disertaciones de distintas ciencias, aunque siempre caracterizado por su carácter subjetivo y por la fragmentación enunciativa de su discurso. Son cualidades que impulsan un horizonte temático desplegado en ámbitos lingüísticos donde van apareciendo nombres propios que cultivan el aforismo con singular categoría. Ahí están los frutos de tantos autores que sondean el sentido del mundo y que convierten en tradición un discurso lógico renovado, un pensamiento ligado a la búsqueda de respuestas y actitudes morales. Otro apartado, titulado “Formas breves, aforismos, máximas y fragmentos” insiste en la naturaleza del aforismo y en su compleja sistematización en un único enunciado; ese esquema léxico ha prodigado análisis diversos que son útiles para entender el carácter mudable  y los factores que permanecen en su estela.
  Así arranca el aforismo moderno que aglutina en su cultivo un pensamiento universal, donde caben las cuestiones centrales del pensamiento occidental: la fragilidad de la razón, las inquietudes de la conciencia, las relaciones del yo con el ser solidario, las áreas metalingüísticas o el pensamiento crítico. Manuel Neila recoge un canon aforístico del siglo XX que amanece en el cambio de siglo, con la superación del monolitismo decimonónico y el despliegue de una cronología propicia a la crítica y a la fragmentación; construye una forma de pensamiento que encuentra en la parquedad formal una amplia cosecha reflexiva. El aforismo hispano integra en su esencia un carácter lírico en la práctica escritural de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, estelas que encontrarán seguimiento en autores como José Ängel Valente o Carlos Edmundo de Ory. En otros casos, se percibe una orientación metafísica, visible en José Bergamín, Ramón J. Sender y Max Aub, y continuada en Juan Gil Albert. Tratamiento específico merece la greguería de Ramón Gómez de la Serna, cuyo ludismo verbal y su riqueza metafórica conllevan un espacio propio y singularizado, aunque en algunos momentos se despliegue hacia el formato aforístico.
  Neila también sitúa en este mapa la aforística de Santiago Ramón y Cajal, cuyo perfil científico ha subordinado su aporte literario. Los aforismos de Charlas de café desprenden una lógica bienhumorada y cordial, pero disuenan en un legado tan bien representado como si fuese un paréntesis que no acaba de encajar en este canon. En cambio, es clarificadora la mirada a José Bergamín, acaso el aforista mejor dotado de su generación. Sus cohetes –título tomado de Charles Baudelaire- evidencian influencias de Jean Cocteau y Max Jacob, entre otros, y en ellos reposan los vectores de una ideología mudable, acorde con un periplo biográfico incardinado a un tiempo histórico. Para José Bergamín “Existir es pensar y pensar es comprometerse”. También es analítica la apertura a Ramón J. Sender; la pericia narrativa del aragonés no impugna su labor breve que está recogida en dos entregas, junto al volumen póstumo Toque de queda, con derivaciones más crepusculares, escritas con un aire interior más profundo. Otro referente de la historia aforística hispana es Ángel Crespo.  Neila incide en el carácter continuista de los aforismos de Crespo y su relación con la máxima neoclásica y el fragmento romántico. En ellos la imagen adquiere preponderancia, no se elude el discurso intimista y existe un nítido pensamiento sobre la temporalidad. El poeta manchego firma dos colecciones aforísticas, Con el tiempo, contra el tiempo y la invisible luz; ambas serán reeditadas por Pilar Gómez Bedate en un único volumen, Aforismos (1997), enriquecido con algunos inéditos.
  Si el legado poético de Antonio Machado conforma una tradición fuerte, cuyo magisterio es columna vertebral de la estética figurativa y del realismo coloquial, el pensamiento machadiano sirve de umbral para sacar al día el aforismo del siglo XX. Con su aire de filósofo estoico, que mira el entorno con benevolencia, Antonio Machado, a través de su alter ego Juan de Mairena, reflexiona sobre vecvtores centrales de la existencia y hace de la poesía palabra en el tiempo.
   Se me perdonará, para no dilatar esta reseña de manera excesiva, no interpretar con paso demorado en otros dos estadios reflexivos del trabajo de Manuel Neila, el aforismo hispanoamericano y el retablillo de aforistas contemporáneos. En el marco geográfico de la otra orilla selecciona el trabajo intelectual del cubano Enrique José Varona, el escueto pensar de Antonio Porchia, calabrés trasladado a Argentina en su etapa juvenil, donde impulsó su escueta obra y su notable presencia en el clima cultural, y la voz de otro moralista notable, el colombiano Nicolás Gómez Dávila, un tradicionalista exaltado. La selección de autores contemporáneos sabe a poco, como si fuese un simple ojear que acerca la voz de Ramón Eder, Eugenio Trías y Ángel Guinda, una mínima representación para una etapa áurea del aforismo, como demostró la antología de José Ramón González Pensar por lo breve, impulsada por Trea. 
  La levedad y la gracia permite sopesar el amplio centro que el aforismo actual ocupa en la ciudad del ahora, incide en los autores más relevantes de las dos orillas, Latinoamérica y el territorio peninsular. Y define la exigente voluntad de rastreo de Manuel Neila, su meticulosa disección de esta literatura del fragmento, ya sin matices, el crítico más importante del género.


lunes, 2 de mayo de 2016

MANUEL NEILA. ANTOLOGÍA CONSULTADA

Aforismos contantes y sonantes(Antología consultada)
Selección y prólogo de
Manuel Neila
Asociación Cultural Letras Cascabeleras
Cáceres, 2016

AFORISMOS EN LA CALLE

  Resulta paradójico que la continencia expresiva del aforismo se haya convertido en los últimos años en crecida estival que multiplica títulos y signos propios de practicantes nuevos. Creo que el impulso no proviene de una tradición literaria; aunque magisterios centrales, como Antonio Machado o Juan Ramón Jíménez, escribieran aforismos, y las greguerías de Ramón Gómez de la Serna concedieron a las breverías un carácter lúdico y vanguardista, la dinámica actual obedece, más bien, a las peculiares cualidades de un entorno cambiante, a la pugna por esencializar el mensaje para su difusión acelerada en las redes sociales y, por último, al carácter fragmentario de lo real que va mudando de forma inestable, marcado por la inmediatez y la urgencia.
 La abundancia aforística del presente ha suscitado acercamientos críticos en forma de artículos, ensayos y antologías como la que coordina Manuel Neila (Hervás, Cáceres, 1950), cuyo título Aforismos contantes y sonantes se inspira en un verso de Omar Jayyan, con versión al castellano de Javier Almuzara. El rótulo suena a cascabeleo, a ligereza y calderilla, lo que viene bien para reclamar la curiosidad por la obra.
  Neila comenta el sesgo contingente que ha propiciado esta reunión de micrologistas. Algunos autores fueron convocados de modo presencial en la Feria del Libro de Trujillo de 2016; otros aportaron un mínimo fruto de su aforística, y el conjunto ha servido para que la Asociación Cultural Letras Cascabeleras deje una selección muy concurrida en la que, de forma escueta, suena la polifonía de un coro variopinto.
  El propio Manuel Neila ha comentado alguna vez que el aforismo tiene algunas sendas definidades, que propician una activa combinatoria. En efecto, casi todo el género comparte, en mayor o menor proporción, una textura hilvanada con la reflexión, el sentimiento, la mirada crítica y el juego verbal. De ahí van emanando los itinerarios individuales que, con mínimas excepciones, casi nunca se dedican al género de forma monolítica, y suelen difundir sus textos breves en intermedios cronológicos del taller literario, acompañando a poemas, relatos breves, ficciones o enfoques ensayísticos.
  La diversidad requiere una práctica libre en los trayectos individuales: el tiempo histórico colectivo dialoga con el afán testimonial y crítico de los aforismos que insiste en la condición moral del sujeto; otras veces es el viaje introspectivo en los temas esenciales del estar en el que busca alguna claridad en los aposentos de la intimidad. El volumen Aforismos contantes y sonantes despliega un amplio repertorio argumental, renovado con matices y enfoques.
  Entre los cincuenta y dos elegidos, desde Javier Almuzara a Ricardo Virtanen, son varias las generaciones en activo, y los prestigios de huella firme comparten páginas con los emergentes, que son los que requieren un mayor trazo, aunque todavía no sea más que un pronóstico su fidelidad al género.
  La labor del antólogo, dispersa en aproximaciones conocidas, notifica la pujanza de un género que ya forma parte del pensamiento crítico actual, que es parte imperante de una filosofía en la mirada, cuyo ritual de tránsito amanece marcado por las preguntas de siempre. Existir es dudar y hay que hacer de cada escritura un manual de supervivencia.