Entrevista en casa sobre revistas literarias Rivas Vaciamadrid (Madrid) |
ESCRIBIR EN RIVAS
Nunca he creído en la idea de un creador desgajado de su contexto. Soy un ciudadano que vive con intensidad los pormenores diarios de la calle y que intenta reflejar en la página los rasgos figurativos de un entorno común que engloba la individualidad y lo colectivo. Por eso, creé a principios de los años noventa la revista Luna llena, propuse los talleres literarios municipales, coordiné durante una década la revista gráfica y de textos Prima Littera y estuve compartiendo la primera fila de las Jornadas de Historia de Madrid, que fusionaban historia, arte y literatura, y tuve un papel activo en el ciclo Una biblioteca, un libro que trajo a la biblioteca José Saramago y al Centro Federico García Lorca a los mejores poetas y narradores del momento, convirtiendo la cita con la lectura en un hecho cotidiano. Con nosotros José Hierro, Francisco Umbral, Ángel González, Luis Mateo Díez, Almudena Grandes, Juan Manuel de Prada, Andrés Trapiello, Francisco Brines, Félix Grande, Francisca Aguirre, Clara Sánchez, Ada Salas y tantos otros que sembraron dedicatorias y abrazos, que hicieron de mi biblioteca una casa sosegada y llena de luz.
Aquellas iniciativas siempre tuvieron un refrendo de público notable. De hecho, muchos invitados elogiaron, una y otra vez, el peculiar carácter del público ripense y esa manera de confrontar sus versos con sensibilidades despiertas y receptivas. Y la repercusión de los eventos programados fue grande porque las revistas de información local siempre prestaron sus páginas con generosidad a la literatura.
Ahora, cuando la ausencia de público amenaza con segar cualquier iniciativa, Rivas se ha consolidado como municipio y ha hecho de la cultura una de sus señas de identidad. Sus instalaciones, servicios y programaciones no tienen parangón con otros municipios madrileños. Pero se corre el riesgo de que lo conseguido en tantos años de esfuerzo se volatice. Conviene, pues, estudiar otras formas de financiación, disponerse a ser generosos, aportando ideas y recursos.
Mi postura personal es conocida. La cultura no pertenece a ningún monopolio ideológico ni depende de la voluntad de un cargo público transitorio; es una obligación intrínseca a la persona, un derecho y un deber. Y en eso estamos, con el folio sobre la mesa, el ordenador encendido y la ilusión inalterable de seguir andando por las calles de Rivas “verso a verso”.
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